El absceso cerebral (AC) puede ser una infección mortal si no se trata a tiempo. No obstante, muchas veces, por sus síntomas, puede confundirse con otras patologías cerebrales. Las imágenes neurorradiológicas modernas (entre las que destaca la tomografía computarizada mejorada con contraste (TC) y resonancia magnética nuclear (RMN)) permiten determinar la localización, extensión y características de las lesiones. Con lo que su tratamiento suele resultar exitoso. Habiendo decaído, así, la mortalidad por absceso cerebral en los últimos años. Veamos de qué trata un absceso cerebral.
Un caso
Una paciente de 9 años ingresó al hospital por dolor durante dos semanas en el oído derecho. La medicaron con amoxicilina durante siete días, no cediendo el dolor. Además, comenzó a tener vómitos y supuración en el oído. Diagnosticándola otitis media.
A pesar de seguirse con tratamiento antibiótico no mejoraba, incluso tenía fiebre. Los días fueron pasando y presentaba dolor de cabeza y decaimiento general. Por lo que se decidió realizar una tomografía confirmándose lo que tanto se temía: Absceso cerebral.
Se le recetaron otros antibióticos y, además, desde neurocirugía, se sugirió realizar una cirugía, hecho que la familia rechazó. En los días posteriores, comenzó a tener un deterioro en el estado de conciencia y finalmente entró en coma. Presentó un paro cardio-respiratorio, falleciendo a la semana de haber sido internada (Céspedes et al., 2009).
¿Qué son y qué implican los abscesos cerebrales?
Refieren una infección dentro del parénquima cerebral, formándose, así, una cápsula fibrosa. También pueden ocurrir por procesos traumáticos que dan lugar a una alteración directa del tejido nervioso (Londoño et al., 2022).
Algunos de los síntomas
- Dolor de cabeza (presente en el 75% de las personas)
- Mareos
- Inatención
- Cambios en la personalidad
- Deficiencia visual
- Afectaciones motoras del habla
- Ataxia (falta de coordinación en movimientos voluntarios)
- Náuseas y vómitos (frecuentes cuando aumenta la presión intracraneal)
- Hemiparesias
La tríada más común la constituye el dolor de cabeza, fiebre y déficit focal, aunque aparezcan en menos del 50% de los casos.
Estos se manifiestan por los efectos de una infección, alteración neurológica o debido a una presión intracraneal elevada.
Ahora, cabe destacar que dependiendo del área encefálica afectada, se producirán las distintas manifestaciones clínicas.
Por otro lado, la mayoría de los abscesos cerebrales se deben a bacteria. Así, algunas de las infecciones conocidas que pueden resultar en un absceso cerebral son: otitis, mastoiditis (infección del hueso mastoideo del cráneo), neumonía, sinusitis o infección dental, entre otros (Bokhari y Mesfin, 2022).
Epidemiología de los abscesos cerebrales
En Estados Unidos (EE. UU.) se han reportado unos 1500 a 2500 casos anuales. Y, al parecer, afecta en mayor proporción a hombres que a mujeres. Concretamente, los adultos varones menores a 30 años tienen mayor riesgo de sufrirlo, así como los niños entre 4 y 7 años.
Por otra parte pacientes con inmunodeficiencia (VIH, uso de esteroides, quimioterapia reciente, por ejemplo) tienen más probabilidades de desarrollar múltiples abscesos cerebrales, acompañados de déficits neurológicos focales (De Andres Crespo et al., 2020).
Como no podía ser de otra forma, en países en vías de desarrollo es mayor tanto la prevalencia (con una incidencia anual del 8%) como la carga de la enfermedad en comparación con países desarrollados (1% al 2%). Resultado, entre otros, de la falta de técnicas y equipos neuroquirúrgicos (Ruiz-Barrera et al., 2022).
Algunas técnicas de tratamiento de un absceso cerebral
El diagnóstico de absceso cerebral requiere una historia clínica detallada y un examen físico completo.
Para identificar el tamaño y la ubicación de un posible absceso, se utiliza la imagenología, ya sea por resonancia magnética (magnetic resonance imaging, MRI; en inglés), que mejora la detección y diferenciación de otras patologías, o tomografía axial computada (computerized axial tomography, CAT), accesible y rápida de realizar.
El tratamiento normalmente incluye terapia con antibióticos (orales, intravenosos o intratecales) y cirugía (drenaje, escisión o aspiración estereotáctica). Aunque, en muchas ocasiones, este sigue siendo un tema de controversia.
Tratamiento farmacológico
Asimismo, el manejo puede ser solo médico, con antibióticos intravenosos.
Esto generalmente se reserva para pacientes con lesiones pequeñas (<3 cm de diámetro), múltiples, o aquellos que no pueden someterse a cirugía. Siendo más efectivo si se realiza en la etapa de cerebritis temprana.
Con la terapia antimicrobiana el absceso disminuye aproximadamente 10% por semana. Monitoreándose el progreso con escaneos en serie y estudio microbiológico.
Los pacientes cuyo absceso sea mayor a 3 cm o no han reaccionado con eficacia al tratamiento farmacológico durante 2-3 semanas, requerirán cirugía. Combinándose la terapia con la método quirúrgico, como por ejemplo la trepanación.
Tratamiento quirúrgico
Una de las técnicas más utilizadas es la aspiración. Que, como su propio nombre indica, aspira el tejido purulento (Vargas et al., 2018).
De hecho, el aspirado del centro líquido del absceso cerebral suele ser la mejor muestra para que el laboratorio de microbiología clínica identifique los patógenos que causan la infección. Utilizándose para esta la tinción de Gram, cultivos aerobios y anaerobios (Bowens y Nichols, 2022).
Tratamientos que, en definitiva, han logrado disminuir las secuelas neurológicas y mortalidad. Aunque la tasa de esta última es, aproximadamente, 100% sin tratamiento, con el tratamiento oportuno y diagnóstico temprano es menos del 15%. Así, identificándose y actuando rápidamente, la mayoría de los pacientes tienen un buen resultado (Londoño et al., 2022).
Complicaciones y pronóstico del absceso cerebral
La hemorragia, hipertensión endocraneana y herniación son las dificultades más comunes del absceso cerebral. Así mismo, una de las complicaciones subagudas más serias es la irrupción al sistema ventricular.
El pronóstico a largo plazo dependerá de varios factores. Entre los que destaca la edad, causa del absceso, atraso en el inicio del tratamiento, respuesta al mismo, menor puntuación en la Escala de Coma de Glasgow (Glasgow Coma Scale, GCS; en inglés), tamaño de la lesión, proximidad ventricular y comorbilidades previas (como hemiplejia preexistente y cefalea), por ejemplo.
Otras secuelas tales como disartrias, paresias, alteraciones de la memoria y fístulas de líquido cefalorraquídeo, se ven hasta en 21% de los pacientes en los primeros tres meses de seguimiento (Molina de Dios et al., 2010).
Además, en un 20 a 30% de los sobrevivientes, siguen persistiendo episodios convulsivos (fuerte predictor de epilepsia después de un absceso cerebral), debilidad motora, afasia y deficiencias en la cognición.
En relación a esto ultimo, el estado mental alterado, con confusión, letargo o agitación, pueden ser otras de las manifestaciones más comunes.
Diagnóstico diferencial
Por estudios de imagen convencionales, en oportunidades es imposible distinguir entre un absceso cerebral con tumores o quistes cerebrales, encefalitis y accidentes cerebrovasculares.
Así, diferenciar un absceso de otras patologías es fundamental ya que, aunque pueden presentarse de manera similar, su manejo y resultados son muy diferentes.
Con nuevas secuencias de resonancia magnética (espectroscopia y difusión) se ha podido establecer un diagnóstico diferencial imagenológico con otras patologías.
Conclusión
Los abscesos cerebrales continúan siendo una patología con elevada tasa de secuelas e incluso mortalidad, a pesar de los tratamientos. Por lo que el diagnóstico y tratamiento temprano son fundamentales.
Como hemos visto, este tipo de infecciones focales del SNC, puede confundirse con otras enfermedades y estar recibiendo la farmacología errónea. Por ello, si se tienen sospechas de padecerlo, conviene hacerse los estudios necesarios ya sea para confirmar el diagnóstico o descartarlo.
Referencias bibliográficas
- Bokhari, M. y Mesfin, F. (2022). Brain Abscess. StatPearls Publishing.
- Bowens, R. y Nichols, L. (2022). Educational case: Brain abscess. Academic pathology, 9(1), 100017. https://doi.org/10.1016/j.acpath.2022.100017
- Céspedes, M., Choque, F., Díaz, S. y Melgar, N. (2009). Absceso cerebral, a propósito de un caso. Revista de la Sociedad Boliviana de Pediatría, 48(2). http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1024-06752009000200005#:~:text=Los%20estadios%20o%20etapas%20en,(d%C3%ADa%2014%20y%20m%C3%A1s).
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- Fitzpatrick, M. O. y Gan, P. (1999). Lesson of the week: contrast enhanced computed tomography in the early diagnosis of cerebral abscess. BMJ (Clinical research ed.), 319(7204), 239-240. https://doi.org/10.1136/bmj.319.7204.239
- Londoño, N., Suárez, S., Vargas, A. y Zorro, O. (2022). Abscesos cerebrales: un artículo de revisión. Neurociencias Journal, 27(2). https://www.researchgate.net/publication/359403131_ABSCESOS_CEREBRALES_UN_ARTICULO_DE_REVISION
- Molina de Dios, G., Armijo, E. y Mimenza, A. (2010). Absceso cerebral. Revista Mexicana de Neurociencia, 11(1). https://www.medigraphic.com/pdfs/revmexneu/rmn-2010/rmn101k.pdf
- Moscote, M., Cabeza, L., Alvis, H. y Alcalá, G. (2015). Absceso cerebral en pacientes pediátricos. Revista Chilena de Neurocirugía, 41, 14-20. https://www.neurocirugiachile.org/pdfrevista/v41_n1_2015/moscoteSalazar_p14_v41n1_2015.pdf
- Ruiz-Barrera, M. A., Santamaría-Rodríguez, A. F. y Zorro, O. F. (2022). Brain abscess: A narrative review. Neurology Perspectives, 2(3), 160-167. https://doi.org/10.1016/j.neurop.2022.01.010
- Vargas, L., Alvarado, M. y Suárez, A. (2018). Absceso cerebral: diagnóstico, manejo, complicaciones y pronóstico. Revista Chilena de Neurocirugía, 44(1), 60-68. https://doi.org/10.36593/rev.chil.neurocir.v44i1.47