En 1871, Jacob DaCosta describió un conjunto de síntomas característicos de los soldados durante la Guerra Civil Americana. Muchos de ellos manifestaban, durante el combate o después, un conjunto de síntomas, sobre todo, cardíacos y de naturaleza no orgánica. Esta descripción, a la que se la bautizó como síndrome de DaCosta, fue pionera en el estudio de los ataques y trastornos de pánico. Años después, en 1962, Donald Klein introdujo la denominación que conocemos hoy en día, basada en la teoría del apego de Bowlby. Lo cierto es que si bien una reacción de alarma aprendida puede suponer una respuesta fisiológica adaptativa a un factor estresante, también puede dar lugar a repetidos ataques que desemboquen en un trastorno de pánico y agorafobia, entre otros. ¿Qué ocurre cuando presenciamos un ataque de pánico con sus respectivos síntomas? ¿Cómo podemos ayudar a una persona con un ataque de pánico? Veamos.

En primer lugar…

¿Qué es un ataque de pánico?

Un ataque de pánico es un episodio de miedo intenso (sin previo aviso), donde la persona cree que se encuentra en un grave peligro, sobre el que no tiene control. Esto genera diversas reacciones físicas, como taquicardia, dificultad para respirar, sudor excesivo, escalofríos, temblores y dolor de cabeza y estómago, entre otros, que alcanzan su punto máximo en minutos.

Y, no solo lo anterior, también cursa con síntomas de índole psicológico que se reflejan en la conducta.

De esta forma, quien presenta un ataque de pánico se muestra muy asustado, incómodo, fuera de control y con altos niveles de ansiedad. Esta última característica es propia de las crisis de pánico (Fernández et al., 2012).

Ataque de pánico

De hecho, si lo descrito se manifiestan reiterativamente durante un periodo determinado de tiempo (al menos un mes), según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, DSM-5, en inglés), se consideraría un trastorno de pánico, dentro de la amplia categoría de los trastornos de ansiedad.

La prevalencia del trastorno de pánico es del 1,5-2% a lo largo de la vida y es, entre 2-3 veces, más frecuente en mujeres. Dado que suele ser de naturaleza crónica a largo plazo es difícil de tratar.

Especialmente porque las personas con trastorno de pánico pueden tener un período en el que experimentan síntomas de naturaleza bastante intensa y otros con ausencia de síntomas. Lo que ocasiona que la búsqueda de ayuda se posponga.

Algo que, dado el alto grado de deterioro y comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos, puede impactar en la calidad de vida de quien lo presenta. Reforzando correlatos neurales como resultado del condicionamiento del miedo y la interpretación amenazante de estímulos neutros.

¿Por qué ocurre un ataque de pánico?

Puede surgir durante momentos de un estrés vital e interpersonal elevado, pérdida interpersonal, conflicto interpersonal severo y prolongado y aislamiento social (Zilcha-Mano et al., 2015).

¿Sabías que alrededor del 15-20% de los familiares de primer grado de una persona con trastorno de pánico desarrollan síntomas de ansiedad? ¿O que los gemelos monocigóticos tienen un riesgo cuatro veces mayor que los gemelos dicigóticos? (Das et al., 2020).

Pautas de actuación si presenciamos un ataque de pánico

Principios generales de intervención

  • Identificarse si la persona no lo conoce.
  • Explicarle que está experimentando un ataque de pánico.
  • Hablar de manera tranquilizadora pero firme.
  • Mantener la calma y evitar quedar atrapado en el pánico.
  • Hablar de manera clara y despacio.
  • Usar oraciones cortas y claras.
  • Ser paciente.
  • Reconocer que el terror de quien está teniendo un ataque de pánico es muy real para ellos.
  • Asegurarle que los síntomas de una crisis de pánico rara vez durará más de diez minutos.
  • Conocer los síntomas de un ataque de pánico.
  • Preguntarle si sabe lo que está sucediendo.
  • Si la persona dice que está teniendo un ataque de pánico, preguntar si necesita algún tipo de ayuda y dársela.
  • Preguntarle si alguna vez ha tenido un ataque de pánico.

Cosas que se deben hacer durante un ataque de pánico

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  • En lugar de hacer suposiciones sobre lo que necesita la persona, debe preguntarse directamente.
  • Informar que un ataque de pánico, aunque es muy aterrador, no pone en peligro su vida.
  • No hay que menospreciar la experiencia de la persona.
  • Asegurarle que está a salvo y que los síntomas del ataque de pánico pasarán.

Ayuda profesional en caso de emergencia

Si la persona pierde el conocimiento se deben aplicar los principios regulares de primeros auxilios (comprobar la respiración y el pulso) y llamar a una ambulancia.

Buscar ayuda profesional

  • Se ha de asegurar a la persona que hay tratamientos efectivos disponibles para el trastorno de pánico.
  • Conocer la gama de ayuda profesional disponible para los ataques de pánico.
  • Decirle que si los ataques de pánico se repiten y le causan angustia, debe hablar con un profesional de la salud adecuado.
  • Informar que los síntomas de un ataque de pánico y el trastorno de pánico se pueden tratar de manera efectiva.
  • Preguntarle si sabe dónde puede buscar ayuda y consejo sobre los ataques de pánico. Si no sabe es recomendable ofrecer algunas sugerencias.

Pautas de actuación si presentamos un ataque de pánico

Sin duda, es de gran ayuda que una persona esté a nuestro lado mientras se atraviesa una crisis de pánico, ya que puede proporcionar un apoyo para conservar la calma, sentirse acompañado y recordar que el miedo intenso no conlleva peligro alguno.

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Pero ¿Qué podemos hacer si nos encontramos solos mientras tenemos una crisis de pánico?

Distracción sensorial

Está comprobado científicamente que la distracción sensorial puede resultar de gran ayuda para manejar una crisis de pánico.

Una herramienta relacionada con los estímulos que percibimos a través de los sentidos.

En este contexto lo ideal es que se utilicen estímulos que resulten significativos y positivos para la persona.

Por ejemplo, tocar un objeto regalado por una persona apreciada, tratar de escuchar una canción que se considera relajante o ver alguna fotografía de un buen momento.

Utilizando la misma herramienta de distracción sensorial podemos recurrir a las siguientes técnicas:

  • Colocar hielo en la nuca
  • Realizar ejercicios que activen el sistema motor, como abrir y cerrar las palmas de las manos
  • Observar un objeto y tratar de describirlo (color, forma, textura, etc.) 

Estas últimas ayudan a disminuir la ansiedad y poder manejar mejor los síntomas de un ataque de pánico.

Si bien no son significativas a nivel emocional, ayudan a que el cerebro pueda enfocarse en otro pensamiento y, así, generar distracción.

La respiración e hidratación importan

Controlar la respiración ante un ataque de pánico es difícil. Sin embargo, sabiendo que esto puede ayudar se convierte en una pauta que ha de ser tenida en cuenta.

Como un factor preventivo es importante que junto a esto se realicen técnicas de relajación que se hayan ensayado sucesivamente, como puede ser la relajación muscular progresiva, entrenamiento autógeno o meditación.

Y es que, aunque puede parecernos que respiramos bien, muchas veces esto se hace de manera superficial y el oxígeno no llega a todos los órganos del cuerpo. Por ello, aprender la respiración diafragmática regulará la hiperventilación característica de dichos periodos.

Por otro lado, beber un vaso de agua en estos momentos evita la deshidratación y actúa para combatir la ansiedad. Pues la deshidratación aumenta la tensión y el flujo de hormonas relacionadas con las respuestas de estrés.

Conclusión

Para finalizar, es importante recordar que estos son mecanismos de primeros auxilios psicológicos. Es decir, herramientas de emergencia por si nos encontramos cerca de alguien que esté en crisis o solos.

Sin embargo, lo ideal es buscar un profesional de la salud mental para que nos ayude a encontrar la raíz del problema y proponga un tratamiento acorde a nuestras necesidades (considerando las características particulares).

Pues, al fin y al cabo, es quien mejor puede diagnosticar un cuadro, si es que lo hubiera, teniendo en cuenta datos conductuales, psicofisiológicos, neurobiológicos y genéticos para validar las vías de cambio terapéutico en una terapia cognitivo conductual y la farmacoterapia.

Así pues, si bien lo adecuado es acudir a un experto que se guíe por un enfoque terapéutico lo más personalizado posible, en esta nota ya podemos tener una ligera idea de cómo ayudar a una persona con una crisis de pánico.

Referencias bibliográficas

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