Entre estudiar para un examen de matemáticas o irte de acampada el fin de semana, ¿qué elegirías? Seguro que hay varias ideas que se pasan por tu mente en este momento. Tomar esta decisión puede parecer complicado. Y sí… otra vez son nuestras emociones las que juegan un papel clave en la decisión que vamos a tomar. Elegir entre una recompensa inmediata y otra que no lo es, es duro. Todo está relacionado con la forma en la que gestionamos las decisiones. Hablamos de la importancia del desarrollo de estrategias de autocontrol y su relación con el aprendizaje.
El test del Marshmallow: Entendiendo la capacidad del autocontrol
En la década de los 60, el psicólogo austríaco y profesor de la Universidad de Stanford y Columbia (Estados Unidos), Walter Mischel y sus colaboradores realizaron una investigación para medir la capacidad de los niños de edad prescolar para retrasar los procesos de gratificación. La prueba del malvavisco de Standford se desarrolló en un laboratorio y tenía una consigna muy sencilla:
Si los niños eran capaces de esperar y no comer un malvavisco que estaba en la mesa frente a ellos por un tiempo determinado (15 minutos aproximadamente, sin supervisión de un adulto), podrían recibir una recompensa doble o más grande. En caso contrario, no recibirían nada. En este experimento participaron alrededor de 16 niños y 16 niñas del lugar que oscilaban entre los 3 a 6 años de edad (Mischel et al., 2011).
Resultados e impacto del experimento
Esta prueba ha sido valorada a lo largo del tiempo (estudio longitudinal), por lo que casi cuatro décadas después, más de 500 niños han sido evaluados. Dentro de los hallazgos que se han encontrado se detectó que los niños que pudieron esperar por los dos malvavisco obtuvieron puntuaciones en el examen de admisión universitario (Scholastic Aptitude Test, SAT, en inglés) significativamente más altas 10 años después. Fue así, que se definió cómo el poder de la situación da paso a la capacidad del individuo para cambiar su comportamiento (Gianessi, 2012). A partir de dicha investigación, se extrapolaron diversas situaciones en las que se podía apreciar este tipo de conductas. Sin embargo, eso lo dejaremos para otra nota.
¿Qué es el autocontrol?
Según Ruiz Martín (2020) se trata de la función cognitiva que permite que inhibamos ciertas respuestas automáticas que se producen en nuestro organismo frente a una determinada situación. Esto, especialmente en las respuestas emocionales, pero también en las que hemos aprendido y automatizado (frenar ante el semáforo en rojo) o aquellas genéticamente programadas (voltearnos cuando escuchamos un ruido fuerte).
Sin embargo, no solamente nos referimos a la capacidad de regular la experiencia y la forma en la que expresamos las emociones, hablamos de la facultad que tenemos para enfrentar y vencer ciertos impulsos motivacionales para que podamos valorar más la situación en la que nos encontramos. Así, intentamos que la respuesta que le damos a dicha situación sea lo más beneficiosa posible. Este es un constructo psicológico estrechamente ligado con otro que, seguro, nos resultará familiar, la autorregulación emocional.
¿La capacidad de autocontrol se encuentra relacionada al rendimiento académico?
Estudios afirman que existe una correlación positiva entre el éxito académico y la capacidad de autocontrol. Incluso que esta puede ser un predictor de desempeño en el futuro (Ruiz, 2020).
Es así, porque se ha detectado que la autodisciplina es mejor predictor del promedio de las calificaciones que otros aspectos como la inteligencia. Lo que demuestra que la capacidad de comprometerse con metas a largo plazo es fundamental para el éxito escolar (Gianessi, 2012).
La misma autora afirma que el autocontrol se puede utilizar para cambiar los malos hábitos. Esto, a través de tomar conciencia del comportamiento habitual y, a la vez, aumentar el compromiso con las metas a largo plazo e imaginar soluciones a los problemas antes de que ocurran.
¿Se pueden promover estrategias de autocontrol en el aula?
Según investigaciones se ha encontrado que los docentes pueden tener un impacto significativo en aquellos estudiantes que no han desarrollado habilidades de autocontrol en casa. Dichos estudios refieren que, en caso de que los estudiantes sí lo hayan hecho, el impacto del docente es mínimo. No obstante, el docente sí puede apoyar proporcionando un entorno de aprendizaje bien organizado, con límites claros pero con afecto y respeto, promoviendo la autonomía de los alumnos y alentándoles a seguir adelante.
Estrategias de autocontrol
Cada vez toma más relevancia el autocontrol y su relación con el aprendizaje. El resistirnos a la tentación de obtener una recompensa de inmediato implica el uso de determinadas estrategias. Por ello, a nivel general, podemos decir que tales estrategias implican la redirección del enfoque atencional o el cambio de la representación cognitiva del objeto que nos tienta. Por ejemplo, apartar la mirada del objeto que nos distrae puede reducir el nivel de frustración.
Así mismo, otra estrategia es replantear la situación y quitar aquellas características que consideramos más atractivas del objeto de tentación. Como imaginarnos el marshmallow como una bolita de algodón en lugar de un delicioso dulce (Mischel et al., 2011).
Con esto, Gianessi (2012) afirma que la estrategia del contraste mental es de gran utilidad, enfocada en intentar lograr un mayor compromiso con la meta a largo plazo. ¿Cómo? Imaginando el futuro deseado y luego contrastándolo con la realidad presente e imaginando todo lo que se interpone en el camino para alcanzar ese futuro.
En consecuencia, pensar en los obstáculos que podrían impedir alcanzar una meta aumentaría el rendimiento, en comparación con solo pensar positivamente sobre el futuro deseado. La autora recomienda complementar esta estrategia con la implementación de Mindfulness, pues puede mejorar la conciencia de los patrones de pensamiento que son contraproducentes para el logro de las metas.
Algunas consideraciones sobre la capacidad y desarrollo de estrategias de autocontrol en el aula
Ruiz (2020) hace una metáfora muy interesante sobre el control inhibitorio. Indica que es como un músculo que si se ejercita intensamente puede fatigarse. Esto, debido a que es una actividad que demanda esfuerzo por parte del estudiante y que requiere de descanso.
Por ejemplo, si la clase está llena de decoración en las paredes y hay mucha información, los estudiantes requerirán de una mayor capacidad de autocontrol. Todo ello, como resultado de que dichos estímulos visuales pueden generar interferencia con el esfuerzo que realiza el alumno para centrar su atención en las tareas. Por consiguiente, es importante minimizarlos (sean visuales o auditivos). Así, se evidencia, nuevamente, que el desarrollo de estrategias de autocontrol y su relación con el aprendizaje es estrecha.
¿Por qué los adultos tienen una mejor capacidad de autocontrol?
La capacidad de autocontrol mejora con la edad. Así, conforme vamos creciendo, nos adaptamos de mejor manera al entorno, tendemos a respetar más las reglas o normas sociales y desarrollamos diferentes estrategias de autocontrol.
En fin, crecemos y con ello se desarrollan ciertas áreas de nuestro cerebro que también tienen relación con esta función. Como bien sabemos, las funciones ejecutivas dependen de la corteza prefrontal. Dicha zona es de las últimas en madurar en el proceso del neurodesarrollo. En consecuencia, los niños y adolescentes pueden no contar con esta habilidad al momento pero, como hemos visto, sí entrenarla.
Conclusión
Como indica Gianessi (2012), un buen autocontrol predice muchos resultados adaptativos a largo plazo, incluida la aptitud física, la salud mental y el rendimiento escolar. La capacidad de autocontrol implica que lidiemos contra impulsos cognitivos y emocionales derivados de una situación concreta.
Por lo tanto, decidir entre una cosa u otra puede ser complejo. No obstante, también debemos comprender que esta capacidad se puede desarrollar a temprana edad, en casa. Enseñar a nuestros niños que no siempre pueden obtener lo que quieren y que es imprescindible decidir con responsabilidad, es una pequeña consigna que ayudará a desarrollar estrategias de autocontrol que beneficien, a su vez, al aprendizaje.
Referencias bibliográficas
- Gianessi, C. (2012). From Habits to Self-Regulation: How Do We Change?. YJBM, 85(2), 293-299. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3375665/
- Mischel, W., Ayduk, O., Berman, M. G., Casey, B. J. , Gotlib, I.H., Jonide, J., Kross, E., Teslovich, T., Wilson, N. L., Zayas, V. y Shoda, Y. (2011). ‘Willpower’ over the life span: decomposing self-regulation. Social Cognitive and Affective Neuroscience, 6(2), 252-256. https://doi.org/10.1093/scan/nsq081
- Ruiz, M. H. (2020). ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza (1a edición). Editorial Graó.