El consumo de bebidas energizantes forma parte de la cotidianeidad de muchos niños y adolescentes alrededor del mundo. Utilizado como fuente de placer al alterar las funciones cerebrales, las bebidas energéticas se catalogan como drogas. Y es que, la definición de esta categoría abarca a toda sustancia que provoque cambios en el sistema nervioso central con el fin de potenciar el estado físico o intelectual. Al ser consumida especialmente entre la población más joven y con un cerebro altamente plástico, se han comenzado a realizar campañas de concientización sobre sus riesgos. Pero… ¿Qué efectos provocan las bebidas energizantes en el cerebro? ¿Cuáles son los riesgos asociados al consumo excesivo?
Un booster de energía
Las bebidas energéticas han surgido como productos relativamente novedosos que comparten similitudes con las bebidas gaseosas tradicionales. Sin embargo, se distinguen por la inclusión de aditivos adicionales y una concentración más elevada de cafeína.
La anterior, constituye la piedra angular de estas bebidas para ofrecer el adicional de provocar efectos energizantes y placenteros intensos en el organismo. Así, usualmente, se utilizan como estrategias de disrupción del sueño en estudiantes universitarios y adolescentes que buscan reducir los niveles de somnolencia, por ejemplo.
Una gran cantidad de componentes
Entre los ingredientes clásicos que se encuentran en los energizantes se incluyen la cafeína, taurina, glucuronolactona, vitaminas, sacarosa, antioxidantes, minerales y una variedad de suplementos herbales como el ginseng, guaraná, la yerba mate, el cacao, la nuez de cola y el ginkgo biloba. Los mismos se combinan para ofrecer a los consumidores una mezcla única de energía y sabor, que los vuelve atractivos y, en ocasiones, adictivos. Incluso, modifican sustancialmente los mecanismos de recompensa cerebrales y los patrones de sueño-vigilia más allá del momento de consumo (Cadoni y Peana, 2023). Si te interesa profundizar en técnicas de evaluación, diagnóstico y abordaje del sueño, te recomendamos nuestro curso en trastornos del sueño.
¿Qué resulta tan atractivo?
Las bebidas energizantes han ganado popularidad gracias a su capacidad para proporcionar una estimulación intensa y rápida en el organismo. Dicho efecto se debe principalmente a su gran contenido de estimulantes, los cuales en su forma clásica (como la cafeína de una taza de café) se encuentran en menor concentración. Los mismos, se absorben rápidamente en el torrente sanguíneo y atraviesan la barrera hematoencefálica, llegando al cerebro en cuestión de minutos.
Sin embargo, esta estimulación casi inmediata también conlleva riesgos que, al igual que los efectos deseados, dependerán de los componentes de cada bebida. No obstante, de forma general, puede provocar efectos secundarios como nerviosismo, palpitaciones, ansiedad por insomnio. Además, el consumo excesivo de bebidas energizantes puede llevar a una mayor tolerancia y dependencia, lo que requiera un consumo cada vez mayor para lograr los mismos efectos.
La cafeína: Un componente central
La cafeína es uno de los estimulantes más ampliamente consumidos en todo el mundo, siendo uno de los ingredientes principales en las bebidas energizantes. Y es que, al ingerir cafeína, esta molécula rápidamente provoca efectos en el cerebro.
Uno de los principales mecanismos de acción de la cafeína es su capacidad para bloquear los receptores de adenosina. Sustancia química que promueve la relajación y la somnolencia, clave a la hora de promover la sensación de cansancio.
¿Qué ocurre entonces?
Cuando la cafeína se une a estos receptores y los bloquea, se produce una respuesta opuesta: aumenta la liberación de neurotransmisores excitatorios, como la dopamina y norepinefrina. Lo anterior, conduce a una serie de efectos positivos en el estado de alerta y la función cognitiva, al aumentar la sensación de vigilia, la capacidad para concentrarse y disminuir temporalmente la fatiga (Curran y Marczinski, 2017).
La cafeína no es el único componente: ¿Azúcar?
El centro del sistema de recompensa cerebral, conocido como el área tegmental ventral, desempeña un papel fundamental en la experiencia de placer y satisfacción. Dicho núcleo recibe señales de los receptores de dopamina, distribuidos por varias regiones cerebrales que se activan especialmente cuando consumimos grandes cantidades de azúcar, componente de las bebidas energizantes. Al mismo tiempo, influye directamente en el hipotálamo y regulación del estrés, promoviendo una sensación de calma que ha sido relacionada al consumo compulsivo de alimentos altos en azúcar.
Además de las intensas sensaciones de bienestar y placer, el azúcar actúa como una fuente poderosa de energía para el cerebro. Esto se debe a que, cuando se consume en forma de carbohidratos simples como la sacarosa (azúcar de mesa), el cuerpo lo descompone en glucosa. Esta es absorbida por la sangre y transportada al cerebro, aportando una sensación instantánea de claridad mental y aumento de la vigilia (Tryon et al., 2015).
Adolescencia y bebidas energéticas
Por otro lado, se ha encontrado que estos productos son comúnmente consumidos por adolescentes, siendo el primer acercamiento antes de los 12 años. Además, a diferencia con las mujeres, se ha descubierto que los jóvenes varones consumen bebidas energéticas más frecuentemente.
Esto resulta sumamente significativo, considerando que la infancia y la adolescencia son períodos críticos de desarrollo cerebral. Así, los posibles efectos perjudiciales de las bebidas energéticas incrementan considerablemente.
Una relación preocupante
Mientras que la materia blanca del cerebro aumenta de manera constante con la edad, debido a la mielinización progresiva del desarrollo, la materia gris sigue una curva en forma de “U” invertida, con su punto máximo de incremento durante la adolescencia debido a la sinaptogénesis, seguido de un período de disminución a causa de la poda neural sináptica, alcanzando su volumen y organización adultos en torno a los 20-25 años.
En este contexto, las células neuronales y gliales del cerebro inmaduro pueden ser particularmente vulnerables a los efectos perjudiciales del consumo de bebidas energéticas. Véase la cafeína y la taurina emergiendo como los principales actores responsables de dichos efectos (Cadoni y Peana, 2023).
¿Cuáles son estos efectos adversos de estas bebidas?
Las bebidas energéticas, a menudo, están asociadas con una serie de efectos adversos relacionados con la intoxicación por cafeína, un síndrome clínico incluido en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, DSM-V, en inglés). Entre las características comunes se encuentra la inquietud, nerviosismo, excitación, insomnio transitorio y crónico, diuresis, trastornos gastrointestinales, espasmos musculares, pensamientos y discurso incoherente, arritmias cardíacas, períodos de inagotabilidad y agitación psicomotora.
En particular, en la población pediátrica, los eventos adversos psicológicos más frecuentemente reportados incluyen estrés, estado de ánimo depresivo e ideación, plan o intento de suicidio. Mientras, en la población adulta, la agitación, ansiedad, nerviosismo, irritabilidad y estrés son los fenómenos psicológicos más reportados.
Adicionalmente, el alcohol fue el co-ingestante más frecuente. Con esto, es importante destacar que los efectos estimulantes de las bebidas energéticas pueden contrarrestar los efectos depresores del alcohol, aumentando el riesgo de coma etílico al no ser perceptible el alcance de la intoxicación por etanol (Nadeem et al., 2020).
Conclusión
La salud cerebral en los adolescentes es crucial para un desarrollo óptimo. Y las bebidas energizantes pueden ser perjudiciales. Por ello, promover educación sobre los riesgos de las mismas y fomentar hábitos de vida saludables, como una dieta equilibrada y ejercicio, es esencial para preservar un desarrollo óptimo en dicha etapa crucial de la vida. Esto puede incluir campañas de concientización en las escuelas y comunidad, así como la participación de padres y cuidadores en la discusión sobre la importancia de tomar decisiones saludables.
Referencias bibliográficas
- Cadoni, C. y Peana, A. T. (2023). Energy Drinks at Adolescence: awareness or unawareness? Frontiers in Behavioral Neuroscience, 17. https://doi.org/10.3389/fnbeh.2023.1080963
- Curran, C. y Marczinski, C. A. (2017). Taurine, caffeine, and energy Drinks: Reviewing the risks to the adolescent brain. Birth Defects Research, 109(20), 1640-1648. https://doi.org/10.1002/bdr2.1177
- Nadeem, I. A., Shanmugaraj, A., Sakha, S., Horner, N. S., Ayeni, O. R. y Khan, M. (2020). Energy Drinks and their Adverse Health Effects: A Systematic review and Meta-analysis. Sports Health: A Multidisciplinary Approach, 13(3), 265-277. https://doi.org/10.1177/1941738120949181
- Tryon, M., Stanhope, K. L., Epel, E. S., Mason, A. E., Brown, R., Medici, V., Havel, P. J. y Laugero, K. D. (2015). Excessive sugar consumption may be a difficult habit to break: A view from the brain and body. The Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism, 100(6), 2239-2247. https://doi.org/10.1210/jc.2014-4353