Los síntomas disociativos patológicos afectan a todas las áreas del funcionamiento psicológico. Los mismos van desde un leve distanciamiento del entorno inmediato hasta la incapacidad de integrar pensamientos, sentimientos y recuerdos. Como consecuencia, contribuye a una falta de sentido de sí mismo o de identidad. En los últimos años, se sabe que la disociación patológica coincide con cambios biológicos y se presenta de manera transdiagnóstica, no solo en los trastornos disociativos. En una revisión del año 2023, Reinders y colaboradores decidieron recopilar la información disponible de la temática y discutirla. ¿Qué hallaron? ¿Qué dice la evidencia sobre los biomarcadores de los mecanismos de disociación?

Mecanismos disociativos y su prevalencia

Los síntomas de disociación suelen presentarse en trastornos disociativos, como la amnesia disociativa, la fuga disociativa, el trastorno de despersonalización/desrealización y el trastorno de identidad disociativa (TID). Sin embargo, los mecanismos disociativos también se presentan en otros trastornos, como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la depresión, el trastorno límite de la personalidad, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trastorno bipolar y esquizofrenia.

disociación

Muchos sostienen que entre los trastornos disociativos, el TID es el más grave. El mismo tiene una etiología relacionada con experiencias traumáticas. En este sentido, la disociacion en el trauma tiene una prevalencia de por vida de aproximadamente 1-1.5%, similar a trastornos intensamente investigados como la esquizofrenia y el trastorno bipolar. No obstante, la producción de investigación y la financiación para el TID están considerablemente rezagadas, incluyendo el conocimiento sobre biomarcadores específicos.

La utilidad práctica

La disociación patológica es un predictor negativo de la respuesta al tratamiento. Y es que, los síntomas de disociación graves son resistentes al tratamiento psicológico y farmacológico estándar. De esta forma, las psicoterapias centradas en el trauma no ofrecen alivio inmediato a las personas afectadas y son consumidoras de tiempo. Por lo tanto, los síntomas de disociación patológica están relacionados con un sufrimiento personal prolongado y altos costos directos e indirectos.

La principal razón de la ausencia de un tratamiento personalizado es que la disociación patológica ha sido poco estudiada. En este sentido, sus mecanismos neurobiológicos subyacentes siguen siendo poco comprendidos. Así, es importante la investigación sobre la neurobiología de la disociación, pues podría llevar al desarrollo de intervenciones psicológicas o farmacológicas más rápidas y específicas.

Los hallazgos de la revisión: ¿Cuáles son los biomarcadores disociativos?

La disociación normal, no patológica, está relacionada con el ensueño despierto, la divagación mental, así como con el afecto alterado y la memoria autobiográfica. En este sentido, los autores tomaron la contribución de Badura Brack y sus colegas. Los mismos investigaron por primera vez las correlaciones neuroestructurales de la disociación normal en un grupo de 180 niños. Su objetivo era revelar biomarcadores neuroestructurales de la disociación de rasgo en niños sanos, corrigiendo la influencia de la edad, el género y la traumatización previa.

trastornos disociativos

Sus resultados mostraron un aumento en el volumen de la precuña en niños con niveles más altos de disociación de rasgo, que no se relacionaba con la exposición previa a traumas. Debido a la naturaleza pionera de su investigación, los autores discutieron sus hallazgos en relación con las correlaciones neurofuncionales tanto de la disociación normal, es decir, el ensueño despierto, como de la disociación patológica.

¿Cuáles fueron las correlaciones neurobiológicas?

Las correlaciones funcionales del ensueño despierto identificaron la importancia de la precuña/corteza cingulada posterior durante este estado disociativo. Por otro lado, las correlaciones funcionales de la disociación patológica incluyeron las áreas de asociación posterior. Por tanto, los autores concluyeron que la precuña es una región cerebral esencial a considerar en futuras investigaciones sobre la disociación.

La precuña también se mencionó en un estudio de memoria de trabajo en personas con trastorno de identidad disociativo. Vissia y sus colegas recopilaron datos de comportamiento y patrones de activación neural en 92 sesiones durante una tarea de memoria de trabajo.

El caso de la memoria de trabajo en la disociación

Tanto individuos con diagnóstico genuino de TID como controles simuladores de TID participaron como estados de identidad auténticos o simulados. Allí, se incluyeron estímulos tanto neutros como relacionados con el trauma. Por otra parte, un grupo de control emparejado de sujetos con TEPT y controles sanos también participaron. En dicho estudio, se encontraron diferencias en el rendimiento conductual y la activación neural dependientes del estado de identidad disociativa. Especialmente, relacionado al rendimiento de la memoria de trabajo según el estímulo.

Un punto clave de la revisión: El estado disociativo

La autora y sus colaboradores también hallaron un estudio único en personas con un trastorno disociativo no especificado. El mismo utilizó la electroencefalografía (electroencephalography, EEG, en inglés) de las regiones cerebrales frontales para examinar el procesamiento neural subyacente a la disociación aguda. Dicho estudio, realizado por Schäflein y demás, incluye medidas tanto de la disociación de rasgo como de la disociación de estado.

biomarcadores de la disociación

Esto es importante porque se sabe poco sobre cómo se relacionan los procesos neurobiológicos con diferentes síntomas de disociación. El estudio mostró que la disociación aguda provocada experimentalmente en personas con trastorno disociativo no especificado se correlacionó positivamente con la potencia total de la EEG al comienzo de un estímulo negativo auto-relevante, pero que esta asociación no estuvo presente para la disociación de rasgo. A pesar de las limitaciones, los revisores coinciden en que se trata de una importante vía a explorar en mayor profundidad.

¿Y los marcadores génicos?

La autora y sus colaboradores hallaron que menos de 10 estudios han investigado biomarcadores genéticos de la disociación. Además, debido a la falta de superposición en metodologías y muestras, son difíciles de comparar.

El estudio que consideran más relevante hasta la fecha es de Lee y sus colegas. Los mismos investigaron las interacciones gen-ambiente con el maltrato infantil y los síntomas de disociación. Aspecto que fue realizado a partir de una muestra de personas expuestas al trauma con o sin un diagnóstico de TEPT.

Se encontró que dos polimorfismos de nucleótido único (single nucleotide polymorphisms, SNP, en inglés) del gen del receptor de oxitocina estaban asociados con los síntomas de disociación pero no con un diagnóstico de TEPT. Un tercer SNP se asoció con los síntomas de disociación cuando interactuaba con el traumatismo en la infancia.

Este estudio plantea una posibilidad de tratamiento para la disociación

Se concluye que los biomarcadores pueden servir como indicadores de los mecanismos de los síntomas y de la respuesta al tratamiento, y son la base de un enfoque de medicina de precisión para las afecciones. Mencionan que, de las cuatro categorías de biomarcadores de interés, a saber, los biomarcadores neurobiológicos, psicobiológicos, psicofisiológicos y genéticos, solo hallaron contribuciones en dos categorías. Siendo ellas, la neurobiología y la genética.

Así, resaltan la necesidad de continuar investigando, especialmente biomarcadores sanguíneos de la disociación, incluyendo marcadores inflamatorios. Y, por otro lado, se sugiere profundizar en investigaciones específicas y controladas sobre la psicofisiología de la disociación, incluyendo la presión arterial y la frecuencia cardíaca.

Referencia bibliográfica

  • Reinders, A. A. T. S., Young, A. H. y Veltman, D. J. (2023). Biomarkers of dissociation. BJPsych open9(4), e119. https://doi.org/10.1192/bjo.2023.511