¿Cómo criar adecuadamente a un niño? Esta pregunta, aparentemente sencilla, puede derivar en un sinnúmero de respuestas y opiniones. Muchas estarán basadas en nuestras propias experiencias, pero, ¿qué determina que un estilo de crianza sea más adecuado que otro? Ciertamente, las conductas, emociones y patrones de comportamiento están influidos por demasiados factores. En esta oportunidad, nos enfocaremos en un factor de influencia primaria en los niños pequeños. Se trata de los referentes sociales más próximos, en otras palabras, los padres de familia y cómo los estilos educativos parentales son una base de las relaciones vinculares futuras y del desarrollo infantil.

Desarrollo infantil y crianza

Entendemos al desarrollo infantil como el conjunto de procesos y cambios a nivel psicológico y físico que ocurren a lo largo de la infancia. Este proceso complejo se encuentra influenciado por factores genéticos, ambientales, culturales y de crianza.

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En consecuencia, los estilos educativos permiten regular el desarrollo cognitivo y social de los pequeños, lo que promueve el establecimiento de pautas conductuales que dan paso a la interacción interpersonal del niño.

Lo cierto es que la crianza es un pilar fundamental del crecimiento. Siguiendo esta línea, regula nuestras interacciones sociales a partir de la expresión y gestión de emociones y afectos. 

Es tal su importancia que, las primeras interacciones sociales que establecemos con nuestros cuidadores, asientan las bases vinculares futuras.

De esta manera, influyen en nuestras formas de interactuar, percibirnos a nosotros mismos y comprender el mundo social (Cardera Gil y García Bacete, 2017).

Involucrarse en la crianza juega un rol fundamental tanto en el desarrollo social como en las competencias cognitivas

(Parke y Buriel, 2006, p.437).

Estilos de cuidado en la crianza

Darling y Steinberg (1993) definieron los estilos de cuidado como el conjunto de actitudes que tienen los padres hacia sus hijos.

Dichas actitudes se manifiestan a través de conductas que configuran el clima emocional, los hábitos educativos, expresiones afectivas y la comunicación verbal y no verbal entre ambos.

Ahora, las investigaciones relacionadas a este tema no son nuevas. Se orientan desde hace varios años atrás. Por ejemplo, Diana Baumrind (1967) fue una psicóloga clínica y del desarrollo que enfocó sus estudios con respecto a los estilos de cuidado que los padres presentaban con sus hijos.

En su estudio (1971), realizado en niños de educación preescolar en California, identificó cuatro dimensiones básicas que enmarcaban los estilos de cuidado de los padres (Berger, 2012):

  • Demostración de afecto: Encontró que algunos padres pueden ser afectivos y cálidos y otros críticos y fríos.
  • Estrategias para la disciplina: Existen diversas formas de explicar, socializar información, criticar, convencer, persuadir, ignorar y castigar.
  • Comunicación: Hay padres que escuchan con paciencia, otros demandan silencio.
  • Expectativa de la madurez: Hay progenitores que esperan ciertas conductas de acuerdo al grado de madurez o autocontrol que tienen sus hijos.

Los estilos de cuidado según Baumrind

A partir de las dimensiones que vimos anteriormente, Baumrind definió tres estilos de crianza que tienen una gran influencia en el desarrollo infantil. Sin embargo, otros aportes como el de Eleanor Maccoby y John Martin (1983) añadieron otro estilo de crianza (Berger, 2012; Steinberg y Monahan, 1994):

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  • Autoritaria: No toleran una contradicción entre lo que manifiestan, utilizando el castigo como consecuencia de un comportamiento inadecuado (pudiendo llegar a ser físico). Generalmente, establecen reglas y límites claros y esperan un rendimiento alto. No suelen abrir espacios para la comunicación y el intercambio de opiniones. En muchas ocasiones, pueden aparentar ser distantes y no demostrar abiertamente su afecto.
  • Permisiva: Son llamados indulgentes o tolerantes. Suelen tener pocas exigencias y no mostrar impaciencia. La disciplina es flexible y poco estricta. Escuchan abiertamente lo que los niños desean expresar con libertad y aceptación. En consecuencia, tratan de ser útiles, sin embargo, tampoco se responsabilizan de la configuración y patrón conductual de sus hijos y se enfocan en cumplir todos los caprichos y gustos que tienen.
  • Disciplinada: Los padres logran establecer límites y reglas claras, no obstante, también escuchan las demandas y necesidades de sus pequeños. Estimulan y promueven su madurez estableciendo consecuencias adecuadas ante conductas indeseadas. Es decir, se consideran guías y no autoridad (en contraposición al estilo autoritario), pero también reconocen que no son amigos de sus hijos (a diferencia del estilo permisivo).
  • Negligente o descuidada: A pesar de que puede confundirse con el estilo de crianza permisivo, porque en ningún caso hay castigo, este estilo es muy distinto. Siguiendo esta línea, en dicho tipo de cuidado, los padres no suelen involucrarse en la vida de sus hijos y no están al tanto o pendientes de sus necesidades.

¿Existen consecuencias a largo plazo como producto de nuestra crianza?

Algunos estudios han indicado que existen ciertas consecuencias a largo plazo dependiendo del estilo de cuidado que utilizan los padres. A continuación, se mencionan algunos de ellos (Baumrid et al., 2010):

  • Autoritarios: Los hijos suelen crecer obedientes, meticulosos, exigentes consigo mismos. Suelen tener tendencia a sentimientos de culpabilidad, interiorizar la frustración y ser perfeccionistas. Pueden no encontrarse cómodos y, en ocasiones, cuando son adolescentes, rebelarse contra la autoridad.
  • Permisivos: Normalmente, no poseen las herramientas y estrategias de autocontrol necesarias para gestionar sus emociones adecuadamente, pudiendo presentar cierta inmadurez emocional. En consecuencia, pueden tener dificultades para establecer vínculos interpersonales o problemas para ser independientes en su juventud.
  • Disciplinados: Suelen presentar mejores estrategias de autogestión, mayor satisfacción consigo mismos (autoconcepto, autoeficacia, autoestima). Están acostumbrados a tener iniciativas propias para desenvolverse en el mundo, enfrentándose adecuadamente a los retos diarios.
  • Negligentes: Ante este estilo de cuidado, se ha evidenciado la presencia de tristeza, soledad y vulnerabilidad ante situaciones de abuso. Sin duda alguna, el no sentir que son importantes para sus padres ocasiona fuertes estragos en su nivel de autoestima.

Críticas sobre los estilos de cuidado en la crianza de Baumrind

Dentro de las principales críticas que ha recibido Baumrind sobre los estilos de cuidado parentales encontramos lo simplista que puede llegar a ser esta perspectiva.

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Con respecto al estudio que realizó para definir dichas categorías, se encontró que las condiciones socioeconómicas y culturales de los participantes eran similares, por lo que no había una heterogeneidad que permitiera evidenciar con más claridad los resultados.

Además, al enfocarse en las actitudes de los adultos, se dejó de lado la perspectiva de los niños y cómo sus actitudes influyen en los padres.

Por otra parte, el determinar que algunos padres solo mantienen ciertos comportamientos con sus hijos puede excluir otras variables.

Por ejemplo, el señalar que los padres autoritarios no suelen ser afectuosos o que los padres permisivos no establecen límites claros (cuando podrían hacerlo de forma verbal) (Berger, 2012).

En otras palabras, también hay que comprender que son las características propias de los niños las que requieren de ciertos parámetros de crianza.

Por lo tanto, las pautas de cuidado adecuadas para padres de familia serán diversas dependiendo del contexto. Ahora, no debemos olvidar que, culturalmente hablando, existen lugares que permiten o son más flexibles con determinadas conductas. Dicha situación también influye en aquellos comportamientos que serán o no aceptados por los padres de familia.

Conclusión

No existe una fórmula mágica que pueda enseñar a alguien a ser “el mejor padre o la mejor madre” del mundo.

No obstante, es importante comprender que los estilos de cuidado elegidos en la crianza tienen una repercusión importante en el desarrollo infantil, las formas en las que los niños establecen los vínculos interpersonales y su regulación emocional.

En consecuencia, la apertura de espacios de intercambio, con límites claros pero basados en el respeto y cariño son fundamentales para un desarrollo infantil saludable y positivo.

Referencias bibliográficas

  • Baumrind, D., Larzelere, B. y Owens, E. (2010). Effects of preschool parents´power assertive patterns and practices on adolescent development. Parenting, 10(3), 157-201. Doi: 10.1080/15295190903290790
  • Berger, K. (2012). Psicología del desarrollo: Infancia y adolescencia. Editorial Médica Panamericana.
  • Cardera Gil, C. y García Bacete, F. J. (2017). Pautas de crianza y desarrollo socioafectivo. Ágora de Salut, 4(4), 45-51. http://dx.doi.org/10.6035/AgoraSalut.2017
  • Darling, N. y Steinberg, L. (1993). Parenting style as context: An integrative model. Psychological Bulletin, 113(3), 487-496. Doi: 10.1037/0033-2909.113.3.487
  • Parke, R. y Buriel, R. (2006). Socialization in the family: Ethnic and ecological perspectives. En N. Eisemberg, W. Damon y R. M. Lerner (Eds.), Social, emotional, and personality development (6ta Edición, p. 429-504). John Wiley & Sons, Inc.
  • Papalia, D., Wendkos, S. y Duskin, R. (2009). Psicología del desarrollo: De la infancia a la adolescencia (Undécima Edición). McGraw Hill.
  • Steingberg, L., Lamborn, S., Darling, N., Nina, S. y Donrbusch, S. (1994). Over-time changes in adjustment and competence among adolescents from authorative, authoritarian, indulgent and neglectful families. Child Development, 65(3), 754-770.