La ansiedad y el sueño, dos aspectos fundamentales de nuestras vida que, a menudo, interactúan de formas complejas. La ansiedad, emoción experimentada por muchos, puede desencadenar preocupaciones nocturnas y, a su vez, las dificultades para dormir pueden aumentar dicha respuesta. Esta nota explora cómo ambas dimensiones se influyen mutuamente, impactando en la salud física y mental. Entonces… ¿Qué se entiende por ansiedad por insomnio? ¿Cuál es la conexión entre la ansiedad y el sueño? ¿Cómo podemos abordarla para mejorar nuestro bienestar?

Ansiedad y sueño: ¿Relación bidireccional?

La relación entre la ansiedad y el sueño es compleja y bidireccional. La ansiedad se vincula con la preocupación antes de dormir, y también puede preceder a un aumento de ansiedad a largo plazo. De hecho, un estudio reveló que la mala calidad del sueño y la falta de sueño pronostican una mayor ansiedad con el tiempo. A su vez, se subraya la importancia del sueño en el desarrollo de la ansiedad, especialmente durante la transición a la adolescencia.

ansiedad por insomnio

Por otro lado, un sueño saludable es esencial para la salud física y mental. Ya que el mismo impacta en la regulación emocional, la cognición, el desarrollo psicosocial y físico (Chehri et al., 2023).

Cuando el sueño no es adecuado

Además, los patrones de sueño inadecuados y los trastornos del sueño pueden llevar a una disminución del bienestar, dolor físico y trastornos psicológicos. Y es que, los problemas de sueño también se relacionan con conductas autolesivas, y la calidad del sueño y la gravedad del insomnio pueden influir en la autolesión no suicida, e incluso en la aparición de conductas suicidas (Chehri et al., 2023).

Una respuesta al estrés

Los trastornos del sueño, en particular el insomnio, se revelan como una preocupación prevalente en el contexto de los trastornos de ansiedad. De hecho, el insomnio y las pesadillas se han incorporado en las definiciones de algunos trastornos de ansiedad notables, como el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y el trastorno por estrés postraumático (TEPT).

Con lo anterior, investigaciones recientes apuntan a la participación de sistemas hormonales como la hormona liberadora de corticotrofina y sistemas neuroanatómicos como el sistema nervioso autónomo en la respuesta de alerta al estrés. Planteándose, así, que tales sistemas pueden ser particularmente vulnerables, especialmente al estrés prolongado o repetido, dando lugar a estados de alerta disfuncional y estados de ansiedad patológica.

Adicionalmente, los estudios polisomnográficos, registros detallados de la actividad cerebral, respiratoria, muscular y ocular durante el sueño, han documentado algunas alteraciones del sueño en los trastornos de ansiedad. Con indicaciones de estas en el TAG y problemas de inicio y mantenimiento del sueño en el trastorno de pánico, concretamente (Yuan et al., 2022).

La estadística habla: Fuerte relación entre ansiedad y sueño

La ansiedad es una alarma interna, útil en su justa medida, que advierte sobre posibles peligros. En los trastornos de ansiedad, dichas alarmas pueden ser constantes, provocando excitación disfuncional y afectando, por consiguiente, tanto el sueño como la vigilia.

insomnio por insomnio

Además, este estado constante de alerta puede interferir con la capacidad de relajarse y conciliar el sueño y aumentar la probabilidad de despertares nocturnos. Estos problemas de sueño pueden a su vez contribuir a un ciclo negativo, donde la falta de descanso adecuado empeora los síntomas de ansiedad, generando un círculo vicioso difícil de romper.

Tal es así, que las estadísticas poblacionales indican una fuerte relación entre la ansiedad y los trastornos del sueño. Con una prevalencia de hasta el 36% en personas con insomnio y el 42% en aquellos con hipersomnia. Además, algunos trastornos de ansiedad, como el TAG y el TEPT mencionados, incluyen la alteración del sueño como síntoma diagnóstico (Buckner et al., 2008).

Pero… ¿Qué es el sueño?

El sueño humano se divide en dos estados cerebrales distintos, el movimiento ocular no rápido (No Rapid Eye Movement, NREM, en inglés) y el movimiento ocular rápido (Rapid Eye Movement, REM, en inglés). El NREM se divide en etapas que mismas van de la 1 a la 4, donde la 1 es la más ligera y la 4 la más profunda, también conocida como sueño delta o sueño de ondas lentas debido a la presencia de ondas lentas delta. Por su parte, el sueño REM, también llamado sueño paradójico, se caracteriza por un patrón de ondas cerebrales similar al de la vigilia, pero con una inhibición activa de los principales grupos musculares, lo que lo hace parecer un sueño profundo.

Con lo anterior, el sueño normal se compone entonces de ciclos de NREM y REM que se repiten durante la noche. A medida que avanza la noche, las etapas 3 y 4 disminuyen, y el sueño REM tiende a ocupar una mayor proporción del ciclo. Por cierto, este último está asociado con una mayor actividad cerebral, incluyendo la consolidación de la memoria y el procesamiento emocional. Por su parte, el sueño NREM, especialmente las etapas más profundas, es crucial para la restauración física y la recuperación del cuerpo.

La hipocretina como un nuevo descubrimiento

El descubrimiento del sistema de hipocretina, también llamado orexina, ha aportado avances en nuestra comprensión del circuito cerebral que regula el sueño. Y es que, las neuronas de hipocretina en el hipotálamo sirven en mantenernos despiertos y regulan la ingesta de alimentos, lo que sugiere un vínculo entre el sueño y la energía. Asimismo, las neuronas del locus ceruleus, que contienen noradrenalina, también influyen en la excitación relacionada con el estrés y la ansiedad (Knowland et al., 2022).

Cuando aparece la ansiedad

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La ansiedad es una emoción universal que surge en respuesta al estrés o amenazas para nuestra integridad mental y física. Se destaca que es una respuesta natural al estrés, ya sea real o percibido, que puede ser una parte normal de la vida o, en casos extremos, puede requerir atención médica. Puede ser temporal (ansiedad de estado) o una característica a largo plazo de una persona (rasgo de ansiedad).

La diferencia entre la ansiedad normal y la patológica a menudo no es clara, ya que la amenaza puede no ser inmediata ni evidente en esta última. Ambos tipos implican un aumento en la excitación o estado de alerta, lo que puede afectar el sueño y vigilia (Staner, 2003).

Ansiedad por insomnio

Los trastornos de ansiedad son las afecciones mentales más comunes, afectando al 10-25% de la población en algún momento de sus vidas. También, los trastornos del sueño son muy prevalentes, con un tercio de adultos experimentando dificultades para dormir. Estos últimos, por ejemplo, son el segundo síntoma más común de angustia mental.

En cuanto a la ansiedad por insomnio, los estudios epidemiológicos han investigado cómo los trastornos de ansiedad y los trastornos del sueño se relacionan en la población en general. En un estudio con adultos jóvenes, por ejemplo, encontraron que el 16.6% experimentó insomnio, el 8.2% hipersomnia, y el 8% tuvo tanto insomnio como hipersomnia en algún momento de sus vidas. Lo que demuestra cómo la ansiedad y los problemas de sueño están interconectados en la sociedad, afectando a una gran parte de la población (Staner, 2003).

Conclusión

La ansiedad puede conducir a noches de insomnio, aumentando la carga emocional que enfrentamos durante el día. Por otro lado, la falta de sueño adecuado puede aumentar la vulnerabilidad a la ansiedad, creando un ciclo disfuncional. Por ello, hoy en día, estamos en el umbral de una nueva era de tratamiento y bienestar, donde el sueño reparador podría ser la clave para liberarnos de la carga de la ansiedad. Así, al entender cómo la ansiedad afecta el sueño y cómo el sueño afecta la ansiedad, se podrían crear hábitos de higiene del sueño y, con ello, promover el bienestar. Si te interesa profundizar en técnicas de evaluación, diagnóstico y abordaje del sueño, te recomendamos nuestro curso en trastornos del sueño.

Referencias bibliográficas

  • Buckner, J. D., Bernert, R. A., Cromer, K. R., Joiner, T. E. y Schmidt, N. B. (2008). Social anxiety and insomnia: The Mediating role of depressive symptoms. Depression and Anxiety, 25(2), 124-130. https://doi.org/10.1002/da.20282
  • Chehri, A., Shetabi, M., Khazaie, H. y Zakiei, A. (2023). Sleep hygiene and sleep quality in Iranian adolescents during the COVID-19 pandemic. BMC Psychology, 11(1). https://doi.org/10.1186/s40359-023-01165-8
  • Knowland, V. C. P., Van Rijn, E., Gaskell, M. G. y Henderson, L. (2022). UK children’s sleep and anxiety during the COVID-19 pandemic. BMC Psychology, 10(1). https://doi.org/10.1186/s40359-022-00729-4
  • Staner, L. (2003). Sleep and anxiety disorders. Dialogues in Clinical Neuroscience, 5(3), 249-258. https://doi.org/10.31887/dcns.2003.5.3/lstaner
  • Yuan, K., Zheng, Y., Wang, Y., Sun, Y., Gong, Y., Huang, Y., Chen, X., Liu, X., Zhong, Y., Su, S., Gao, N., Lu, Y., Wang, Z., Liu, W., Que, J., Yang, Y., Zhang, A., Jing, M., Yuan, C. y Lü, L. (2022). A systematic review and meta-analysis on prevalence of and risk factors associated with depression, anxiety and insomnia in infectious diseases, including COVID-19: A call to Action. Molecular Psychiatry, 27(8), 3214-3222. https://doi.org/10.1038/s41380-022-01638-z