Cuando hablamos de demencia vascular, nos referimos a una enfermedad causada por la disminución del flujo sanguíneo al cerebro. Esto suele deberse afecciones que causan una obstrucción o ruptura de los vasos sanguíneos, es decir, los conductos por donde circula la sangre. A raíz de ello, se produce la muerte de diversas células cerebrales, dando lugar a la disminución de la capacidad cognitiva del individuo que conocemos en varias formas de demencia. ¿Qué sabemos de la demencia vascular y cómo podemos pensar en un abordaje integral en salud?

Demencia vascular

La demencia vascular es causada por problemas en el flujo de sangre al cerebro, lo que resulta en la muerte de las células cerebrales. Alzándose como la segunda causa más común de demencia, después de la enfermedad de Alzheimer. Estos problemas pueden ser resultado de diversos factores, incluyendo enfermedades y afecciones médicas. Asimismo, otros factores de riesgo son relacionados al estilo de vida (Bayona, 2010).

¿Cuáles son los factores de riesgo?

Las enfermedades que afectan el corazón y los vasos sanguíneos, como la enfermedad cardíaca, la hipertensión arterial y la diabetes, aumentan el riesgo de desarrollar demencia vascular. También se ha encontrado que las personas con niveles elevados de colesterol tienen mayor riesgo de desarrollarla.

Demencia vascular: ¿Qué es?

Asimismo, estilos de vida donde fumar, beber alcohol en exceso y llevar una dieta poco saludable son frecuentes, han sido identificados como más propensos a sufrir esta enfermedad. Esto se debe a que estos estilos de vida contribuyen a la formación de placas en las arterias que pueden obstruir el flujo de sangre al cerebro y aumentar el riesgo de demencia vascular.

El riesgo de demencia vascular

Por otro lado, la falta de actividad física también suele vincularse al riesgo de padecer demencia vascular. Además, la probabilidad de desarrollar esta patología aumenta con la edad. Asimismo, las lesiones cerebrales traumáticas han sido asociadas a la demencia vascular, especialmente si se han producido varias a lo largo de la vida.

¿Qué podemos esperar de esta demencia?

Los síntomas de la demencia vascular suelen incluir problemas de memoria, dificultad para hablar o entender el lenguaje, cambios de humor y problemas de movimiento. Por ello, la persona puede tener dificultades para realizar tareas cotidianas, como vestirse, cocinar o bañarse. Asimismo, los cambios en la personalidad y el comportamiento también son comunes en la demencia vascular.

Cuando el estado de ánimo se resiente

En cuanto al estado de ánimo, es usual que la persona experimente apatía, desinterés en las actividades que solía disfrutar, irritabilidad, ansiedad o depresión (Pineda Isaza et al., 2014). En este sentido, la depresión es frecuente en quienes conviven con demencia vascular y puede manifestarse como tristeza, falta de energía y desesperanza. La irritabilidad y la agitación también son efectos neuropsicológicos asociados a la demencia vascular, y pueden manifestarse como comportamientos agresivos, explosivos o desafiantes (Hernández et al., 2011).

Por todo lo anterior, resulta relevante considerar el acompañamiento emocional de la persona, que deberá adaptarse a un nuevo estilo de vida e imagen de sí misma. Y es que, el cambio en los roles asignados socialmente y el pasaje a la categoría social de enfermo, pueden resultar en problemas de autoestima y relacionamiento. Así, el sostén familiar y comunitario se torna crítico en la salud mental de quien lo presenta.

Y lo cognitivo también

En algunos casos, las personas con demencia vascular experimentan síntomas similares a los de la enfermedad de Alzheimer. Así, la pérdida de memoria a largo plazo y la dificultad para recordar eventos recientes no son inusuales.

Igualmente, pueden experimentar cambios en la capacidad de atención y concentración, lo que afecta la capacidad para seguir conversaciones o realizar tareas simples. En casos avanzados, pueden presentar dificultades para controlar la vejiga e intestino (Román y Pascual, 2012).

El tratamiento de la demencia vascular

Si bien la demencia vascular es una enfermedad que no tiene cura, existen tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas. Este factor es importante para mejorar la calidad de vida de las personas que la padecen. Generalmente, el tratamiento estándar de esta patología se centra en el control de los factores de riesgo, el tratamiento de las enfermedades subyacentes y el manejo de los síntomas.

Uno de los principales objetivos médicos lo constituye el tratamiento de las enfermedades subyacentes. La enfermedad cardíaca, hipertensión arterial, diabetes u otras patologías causantes y su debido control ayuda a prevenir la progresión de la enfermedad. Asimismo, debemos considerar la posibilidad de un acompañamiento terapéutico de quien lo vive y sus familiares. Con esto, la terapia ocupacional y la fisioterapia también pueden ayudar a las personas a mantener su independencia y a llevar a cabo actividades cotidianas. Es importante destacar que sentir control sobre la propia vida protege la salud mental.

Un enfoque integral de cuidados

Como ha sido mencionado anteriormente, la demencia vascular no solo tiene efectos sobre la salud física del paciente, sino también su salud mental. Esto se debe especialmente al tratarse de una patología degenerativa que transforma la vida cotidiana de la persona y su familia. Los efectos psicológicos de esta condición incluyen ansiedad, depresión, agitación y aislamiento social, lo que contribuye a empeorar el estado general del paciente.

Por lo tanto, es fundamental brindar un enfoque integral en el tratamiento de la demencia vascular, no solo centrado en la gestión de los síntomas físicos, sino también en la atención de la salud mental. Los pacientes y sus cuidadores suelen beneficiarse de terapia ocupacional, programas de apoyo y otros recursos que promuevan la calidad de vida y el bienestar emocional. Así, se busca mejorar la sensación de bienestar y reducir los efectos negativos de la enfermedad tanto en la persona como en su entorno familiar.

Conclusión

Lo principal es la prevención. Los cambios en el estilo de vida, como dejar de fumar, limitar el consumo de alcohol, hacer ejercicio regularmente y seguir una dieta saludable, son factores a considerar en la prevención de esta patología. Asimismo, los controles médicos generales anuales pueden ayudar a detectar signos de alarma tempranos y evitar consecuencias prevenibles.

Además, la concienciación y el acceso a información adecuada pueden empoderar a las personas para que tomen decisiones informadas, promoviendo así una vida más saludable y la prevención de enfermedades. Finalmente, para aprender más sobre esta enfermedad neurodegenerativa, sus bases neurólogicas y el proceso diagnóstico, te recomendamos nuestro curso sobre demencias.

Referencias bibliográficas

  • Bayona, H. (2010). Demencia vascular: Un reto para el clínico. Acta Neurológica Colombiana26(3), 69-77. https://www.imbiomed.com.mx/articulo.php?id=67548
  • Román, G. y Pascual, B. (2012). Demencia vascular y deterioro cognitivo de origen vascular. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias12(1), 203-218. http://revistaneurociencias.com/index.php/RNNN/article/view/324
  • Hernández, M. A. G., Guerra, J. J. L. y Arjona, L. G. (2011). Síntomas psicológicos y conductuales en adultos mayores con diagnóstico de demencia. Panorama Cuba y Salud6(2-3), 20-25. https://revpanorama.sld.cu/index.php/panorama/article/view/63
  • Pineda Isaza, A., Rendón Toro, J. C., Toro Trujillo, E. y Gómez Montes, J. F. (2014). Depresión de aparición tardía y su relación con la demencia vascular en el anciano. Medicas UIS27(2), 51-58. https://revistas.uis.edu.co/index.php/revistamedicasuis/article/view/4325