La enfermedad de Alzheimer es el tipo más prevalente de demencia, teniendo efectos devastadores en la vida de las personas. Ante dicha enfermedad, que se presenta de forma silenciosa, surge la necesidad de encontrar indicadores tempranos. Pues estos nos ayudaran a identificar la neurodegeneración antes de la aparición de los signos clínicos. Es así que, un estudio reciente, buscó investigar la relevancia del estrés crónico como posible indicador temprano del alzhéimer. Esta vez nos centramos en un artículo de opinión de Ávila-Villanueva et al., (2020), en el que se exploran los hallazgos de la investigación, destacando su relevancia científica y su importancia para el desarrollo de estrategias terapéuticas efectivas. Entonces, ¿qué papel tiene esta respuesta fisiológica? ¿Cuál es su relación con la enfermedad del Alzhéimer?

¿Cuál es la respuesta de nuestro organismo al estrés?

El estrés afecta distintas vías neurales y sistemas cerebrales de maneras variadas. Inicialmente, activa rápidamente el cerebro al estimular la amígdala, el hipotálamo y tronco cerebral, modificando el funcionamiento del córtex prefrontal. La activación del sistema nervioso simpático conduce a la liberación de adrenalina y noradrenalina, que preparan al organismo para una respuesta de lucha o huida. Es decir, desencadena la liberación de hormonas para preparar al organismo para responder al estrés.

Estrés crónico y Alzheimer

Tras ello, en unos 10-15 minutos, el estrés provoca la activación de un importante sistema neuroendocrino: el eje hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA). Este proceso, desencadena la producción del cortisol, que puede medirse en saliva en solo 25 minutos.

Finalmente, el estrés crónico involucra al sistema inmunológico, pudiendo influir directamente en la actividad neural cerebral. Por lo que concluimos, entonces, que el estrés se configura como un factor que puede tener efectos negativos en el organismo, especialmente cuando se vuelve crónico.

¿Influye el estrés en el envejecimiento?

Según los autores, el estrés crónico puede relacionarse con el envejecimiento y la enfermedad de Alzheimer. En organismos más envejecidos, la capacidad para generar una respuesta adecuada al estrés disminuye. Estas respuestas, pueden influir en los ritmos circadianos, alterando el sueño y provocando un aumento en la secreción de cortisol.

Ahí, el cortisol libre, influye directamente en el funcionamiento del cerebro y genera cambios en la respuesta inmunológica. A su vez, puede desregular el HPA, aumentando el riesgo de depresión y exacerbando la neuropatología de esta enfermedad neurodegenerativa. Por otro lado, también afecta al hipocampo, causando atrofia y alterando el nacimiento de nuevas neuronas.

Así que sí, el estrés crónico puede acelerar el proceso de envejecimiento y afectar los sustratos neurales, además de contribuir al deterioro cognitivo y la demencia. De este modo, podría constituirse como un factor de riesgo en enfermedades neurodegenerativas como lo es la enfermedad de Alzheimer. 

Contrastando el alzhéimer

Mientras el alzhéimer se caracteriza por una neurodegeneración silenciosa que se desarrolla décadas antes del diagnóstico de la enfermedad, pero, ¿qué relación tiene con el síndrome de Cushing? La comparativa se esconde en los niveles de cortisol.

Estrés crónico y Alzheimer

¿Una pista en el síndrome de Cushing?

En lo referente a dichos niveles de cortisol, pueden encontrarse altos también en pacientes con síndrome de Cushing. Esta condición, afecta a las estructuras cerebrales de forma secundaria y provoca un deterioro cognitivo.

Dicho síndrome, podría proporcionar evidencia sobre la relación entre el cortisol y el deterioro cognitivo. Sin embargo, se menciona que este modelo no parece ser totalmente comparable con los trastornos neurodegenerativos. Además, la mortalidad en los pacientes con síndrome de Cushing es más prematura que con la enfermedad de Alzheimer.

Influencia en el desarrollo y progresión del alzhéimer

La búsqueda de conexiones entre el estrés y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer es crucial para comprender mejor los mecanismos subyacentes de la enfermedad. Los niveles de cortisol salival, que reflejan los niveles de cortisol biológicamente activo en el cuerpo, se han identificado como un marcador prometedor para el deterioro cognitivo asociado con la enfermedad. Y, con ello, se ha documentado que el estrés puede afectar los sistemas de memoria y la capacidad de recordar eventos pasados, lo que sugiere la relación entre el estrés y la función cognitiva.

En cuanto a los efectos del estrés, se ha observado que el estrés agudo puede tener ciertos beneficios adaptativos y mejorar el funcionamiento de la memoria en situaciones específicas. Por ejemplo, en situaciones de peligro inmediato, el estrés agudo puede potenciar la memoria para recordar detalles importantes. Sin embargo, el estrés crónico, que implica una exposición prolongada a situaciones estresantes, se ha asociado con una disminución en la capacidad de codificar y consolidar la memoria. Esto sugiere que el estrés prolongado puede tener efectos negativos en la función cognitiva a largo plazo, lo que podría ser relevante en el contexto de la enfermedad de Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos.

En base al estrés crónico y el alzhéimer, ¿qué proponen los autores?

Estrés crónico y Alzheimer

Como se ha podido entrever en el texto, se plantea la hipótesis de una posible relación entre los niveles altos de cortisol y la progresión de la demencia. A su vez, se menciona que se ha encontrado un aumento en los niveles de cortisol en personas con deterioro cognitivo leve. Y no solo eso, en individuos con deterioro cognitivo subjetivo también se presentan niveles elevados de cortisol salival.

Así, basándose en tal relación, el análisis del cortisol salival podría convertirse en un marcador adecuado para el diagnóstico de ambos tipos de deterioro cognitivo. Por tanto, analizar la relación entre el cortisol salival se propone como un factor crucial para el estudio de la enfermedad de Alzheimer.

Recordamos que…

Los artículos de opinión, al no presentar datos originales de investigación, pueden basarse en interpretaciones subjetivas de la literatura existente y en la opinión de los autores. Por lo tanto, es importante considerarlos como una fuente de información que refleja un punto de vista particular o una revisión crítica de un tema en lugar de datos empíricos. 

¿Qué aporta esto en cuanto al estrés crónico?

En el artículo se destaca la importancia del estrés crónico como un posible desencadenante en el progreso de la enfermedad de Alzheimer. Experimentado especialmente en la mediana edad, podría actuar como un indiciador del deterioro cognitivo.

Por parte de los autores, se sugiere que en nuevos estudios se incluya la medición de cortisol salival (la conocida hormona del estrés) para confirmar la relación entre el estrés, los niveles de cortisol y la progresión de la demencia. En fin, poder identificar los niveles de cortisol y estrés crónico en el progreso de la enfermedad de Alzheimer, incluso antes de la aparición de los primeros síntomas clínicos, podría ser un factor crucial en la atención temprana. Por ejemplo, en etapas como el deterioro cognitivo subjetivo y el deterioro cognitivo leve. En último lugar, si quieres aprender más sobre el impacto biológico, cognitivo y emocional que tiene esta respuesta del cuerpo a nivel cerebral, te invitamos a nuestro curso sobre estrés y cerebro.

Referencia bibliográfica

  • Ávila-Villanueva, M., Gómez-Ramírez, J., Maestú, F., Venero, C., Ávila, J. y Fernández-Blázquez, M. A. (2020). The Role of Chronic Stress as a Trigger for the Alzheimer Disease Continuum. Frontiers In Aging Neuroscience, 12. https://doi.org/10.3389/fnagi.2020.561504