¿Alguna vez te has preguntado si un corazón se puede romper literalmente? Si atravesamos un periodo que nos genera un alto nivel de estrés que se prolonga y no cesa… ¿Nos puede llegar a pasar algo grave? La respuesta es sí. Expresiones como “Me han roto el corazón” o “Me estoy muriendo de pena” podrían no llegar a ser tan figuradas como parece. Algunas personas han experimentado el llamado síndrome del corazón roto, síndrome de discinesia apical o cardiomiopatía inducida por el estrés.
¿Qué es el síndrome del corazón roto?
Este síndrome se caracteriza por una disminución en la fracción de eyección del ventrículo izquierdo que se asocia, a su vez, con anormalidades en el movimiento de la pared ventricular (Vergel et al., 2017).
O en otras palabras, es una enfermedad cardiovascular que se asimila a un infarto agudo de miocardio. También se le reconoce como cardiomiopatía de tako-tsubo, nombre de origen japonés que fue descrito por primera vez en 1990.
Tras leer esto, nos preguntaremos de dónde procede la denominación del síndrome. Como se puede apreciar a continuación, podemos observar una angiografía (técnica que permite estudiar el corazón y los vasos sanguíneos) donde en la imagen B se muestra un abombamiento apical en el ventrículo izquierdo. Por otro lado, partiendo de que tako=pulpo y tsubo=vasija, se aprecia en la imagen A la vasija que solían utilizar los pescadores en Nipón para capturar pulpos.
Causas
Se estipula que afecta en un 90% de los casos a mujeres posmenopáusicas (entre 60 y 70 años), con lo que el papel hormonal podría ser un factor a considerar.
Una de sus causas destacadas, entre otras, es un estresor físico o psicológico como factor precipitante. El aspecto emocional que más se ha descrito es el anuncio del fallecimiento de una persona cercana.
De este modo, una tensión emocional a la que la persona pueda haber estado sometida, que genere estrés o de carácter físico (como las enfermedades cardiovasculares que están fuertemente vinculadas en la aparición de este síndrome), podría desembocar en dicha patología. Según estudios actuales, las causas físicas que dan paso al síndrome superan a aquellas emocionales en un 36,0% frente a un 27,7%.
Síntomas
Los síntomas son los propios de un infarto de miocardio:
- Dolor en el pecho
- Falta de aire
- Ritmo cardíaco irregular
- Sudoración
- Mareo
- Debilidad
Factores implicados en el síndrome del corazón roto
Se ha constatado, en diversos estudios, que dicha cardiomiopatía está relacionada con enfermedades psiquiátricas previas y enfermedades cardiovasculares crónicas. De esta manera, existe una serie de factores que se vuelven determinantes:
- Alta prevalencia de un trastorno de ansiedad crónica
- Alta prevalencia de factores de riesgo cardiovascular
En una investigación, donde se estudiaron los posibles factores precipitantes de la enfermedad, se observó que el 56% de los pacientes habían sido diagnosticados previamente con un trastorno de ansiedad crónica.
Volviéndose el estrés emocional un factor de riesgo evidente en tal patología. Sumado a esto, más de dos tercios presentaban un diagnóstico, no solo de ansiedad, sino también de depresión.
No con eso, determinaron que existen factores psicosociales cruciales como el aislamiento social, unido a la aparición de lo anterior, y destacaron el fuerte papel de los antecedentes familiares.
Concluyeron que, en algunos casos, el estrés crónico sería un factor de riesgo y la ansiedad aguda la que daría paso a la cardiomiopatía (Summers et al., 2010).
Fisiopatología del síndrome del corazón roto
Diversos estudios que llevaron a cabo un seguimiento de personas que presentaron dicho síndrome, observaron que la mayoría de los pacientes mostraron posteriormente respuestas simpáticas anormales cuando se encontraban ante acontecimientos que suponían un alto estrés emocional.
Viéndose, de tal modo, que el sistema parasimpático (cuya función, entre otras, es generar un estado de reposo o relajación en el organismo), estaba alterado.
Implicación del sistema nervioso en el síndrome del corazón roto
Una activación anormal en el sistema parasimpático en el corazón y la actividad simpática serían causas que podrían dar paso a esta patología. Relacionándose, así mismo, con una mayor predisposición de la persona a sufrir una insuficiencia cardíaca o infartos agudos.
Por otro lado, toma especial relevancia el papel del exceso de catecolaminas (tipo de neurohormona importante en la respuesta al estrés).
De tal manera que este síndrome estaría muy relacionado con una sobrecarga de liberación de catecolaminas.
Esto es así, dado que la respuesta fisiológica del estrés genera una activación del eje simpático-suprarrenal medular, que se encarga de la secreción adrenalina y noradrenalina. Hormonas que generan un mayor nivel de energía, la capacidad de estar alerta o mayor resistencia al dolor.
Sumado a lo anterior, actúa el sistema nervioso autónomo y, por ende, el sistema simpático y parasimpático que se encargan de relacionar la situación estresante con los cambios psicofisiológicos de la emoción, preparándonos para actuar (Moscoso, 2009).
De este modo, un exceso de catecolaminas, que en situaciones de amenaza nos preparan para la acción, se traduce para el corazón en un aumento de la frecuencia cardíaca, presión arterial y reactividad vascular, entre otros.
Resumiendo, ante el estrés el corazón trabaja más. Por ello, en dosis elevadas las sustancias mencionadas anteriormente acaban afectando a este músculo.
Influencia del eje corazón-cerebro
Si pensábamos que solo el músculo cardíaco tenía que ver en esta patología, nos equivocamos.
Una de las más recientes investigaciones sobre el síndrome constata que el cerebro tiene un claro papel en su desarrollo.
Se llevó a cabo un estudio donde se comparaba la conectividad neuronal en estado de reposo y la actividad de otras redes cerebrales en personas con dicha afección y otras que no la presentaban.
Tras ello, los investigadores reportaron que quienes lo sufrían presentaban una reducción en la conectividad funcional en estado de reposo a nivel cerebral.
Hallándose comprometidas estructuras como la amígdala, hipocampo y sistema límbico. Justamente, aquellas implicadas en la regulación del estrés.
En esta muestra de pacientes, el flujo sanguíneo cerebral estaba alterado cuando empezaron a desarrollar la enfermedad. Afectando, por ende, la función de estructuras y funciones cerebrales implicadas en la respuesta emocional (Sancar, 2019).
Conclusión
Una afección todavía por descubrir en la que los expertos ya trabajan para poder llevar a cabo tratamientos más efectivos y, sobre todo, preventivos. Especialmente enfocados en una de sus múltiples causas, el estrés.
A pesar de sus varias connotaciones, lo que para algunos es un estado indeseable y para otros un estímulo que activa, en exceso es un claro factor de riesgo. Una sobreactivación en el organismo no solo afecta a nivel psicológico o físico, sino que conlleva graves consecuencias para la salud.
Aunque haya tardado décadas, la relación entre el estrés y las enfermedades cardiovasculares se ha demostrado en múltiples investigaciones y se ha incluido como un factor de riesgo en la Guía Europea de prevención cardiovascular.
Asimismo, se ha confirmado que el estrés prolongado e intenso juega un papel clave como mecanismo neuroinflamatorio que afectaría también a las arterias.
Se vuelve imprescindible abordarlo para prevenir afecciones en el corazón. Ya sea mediante tratamiento farmacológico o no farmacológico. De este modo, técnicas de reducción de estrés y ansiedad pueden ser muy útiles para disminuir la presión arterial y el riesgo a sufrir algún tipo de patología cardiovascular.
Referencias bibliográficas
- Morales-Hernández, A. E., Valencia-López, R., Hernández-Salcedo, D. R. y Domínguez-Estrada, J. M. (2016). Síndrome de Takotsubo. Medicina Interna de México, 32(4), 475-491. https://www.medigraphic.com/pdfs/medintmex/mim-2016/mim164m.pdf
- Moscoso, M. S. (2009). De la mente a la célula: Impacto del estrés en psiconeuroinmunoendocrinología. Revista de Psicología, 15(2), 143-152. http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S1729-48272009000200008&script=sci_abstract
- Murillo, V. C., Zuluaga, A. E., García, E. V. L. y Hoyos, M. L. (2008). Los factores psicosociales implicados en la cardiopatía isquémica. Revista CES Psicología, 1(2), 19-40. https://revistas.ces.edu.co/index.php/psicologia/article/view/77
- Vergel, J., Tamayo-Orozco, S., Vallejo-Gómez, A. F., Posada, M. T. y Restrepo, D. (2017). Síndrome del corazón roto y estrés agudo. A propósito de un caso. Revista Colombiana de Psiquiatría, 46(4), 257-262. Doi: 10.1016/j.rcp.2016.09.001
- Sancar, F. (2019). For “Broken Heart” Syndrome, Brain May Hold the Key. JAMA, 321(23), 2270. Doi: 10.1001/jama.2019.5198
- Summers, M. R., Lennon, R. J. y Prasad, A. (2010). Pre-Morbid Psychiatric and Cardiovascular Diseases in Apical Ballooning Syndrome (Tako-Tsubo/Stress-Induced Cardiomyopathy). Journal of the American College of Cardiology, 55(7), 700-701. Doi: 10.1016/j.jacc.2009.10.031