El insomnio, un trastorno del sueño prevalente, afecta a millones de adultos en todo el mundo. A menudo subestimado, este problema tiene un impacto significativo en la vida diaria, alterando la salud, el bienestar y calidad de vida de quienes lo padecen. Por esta razón, es necesario identificar las diferencias entre el insomnio transitorio y el insomnio crónico. Entonces… ¿Cuáles son las consecuencias del insomnio crónico en esta población? ¿Qué distingue a ambas formas de insomnio y cómo impactan en la vida de las personas? ¿De qué forma podemos abordarlo eficazmente?

Pero antes… ¿Qué es el insomnio?

Este trastorno tan común del sueño afecta al 10-15% de la población mundial. Según la Academia americana de medicina del sueño (American Academy of Sleep Medicine, [AASM]), casi el 95% de las personas han experimentado insomnio en algún momento de sus vidas. Dicho trastorno se caracteriza por la dificultad para conciliar el sueño, mantenerlo o disfrutar de un sueño reparador, lo que conlleva problemas diurnos significativos.

Insomnio transitorio: ¿Algo común?

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Sus causas son diversas y se caracteriza por una gravedad que varía. El llamado insomnio transitorio, que se mantiene no más de 3 semanas, afecta a personas sin historial de alteraciones del sueño. Señalando una fase breve pero incómoda que merece atención y comprensión para abordar eficazmente las dificultades para conciliar el sueño (Víquez Quesada y Valverde Chinchilla, 2023).

Cuando se vuelve crónico

Por su parte, el insomnio crónico persiste durante más de tres meses, y es mucho más que una mala noche ocasional. De hecho, es una condición duradera que afecta significativamente la vida diaria. Así, las personas con insomnio crónico pueden tener dificultades para conciliar el sueño, mantenerlo durante toda la noche o incluso despertarse temprano por la mañana, sin poder volver a dormirse. Lo anterior, resulta en un déficit de sueño constante y repercute negativamente en la salud y el bienestar.

Consecuencias del insomnio crónico

Los efectos del insomnio crónico son más graves que los del insomnio transitorio. Las personas con insomnio crónico a menudo experimentan una disminución del rendimiento académico y laboral, mayor irritabilidad, menor productividad y mayor absentismo laboral. Además, se considera un factor de riesgo independiente para diversas condiciones de salud, como enfermedades cardiovasculares, trastornos del ánimo, síndromes de dolor crónico y problemas metabólicos (Contreras y Pérez, 2021).

Sumado a lo anterior, la atención, el sueño y la memoria están relacionados. En este sentido, la dificultad para conciliar el sueño y mantenerlo se traduce en un compromiso significativo en la capacidad para concentrarse y una notoria merma en la memoria. Lo que, a su vez, impacta el rendimiento académico y laboral. Con esto, las personas que conviven con insomnio suelen experimentan mayor irritabilidad, afectando las relaciones interpersonales y enfrentando un constante cansancio diurno.

¿Fuerte impacto en la salud mental?

El insomnio crónico está estrechamente asociado con trastornos del ánimo, como la ansiedad y la depresión, lo que agrava la situación. Además, la sensación de fatiga y cansancio crónico no solo disminuye la calidad de vida, sino que también conlleva un riesgo significativo de accidentabilidad, con hasta dos veces más probabilidades de estar involucrado en accidentes de tránsito.

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Y no solo en esa

El insomnio también se asocia con problemas de salud cardiovascular, incrementando el riesgo de enfermedades cardíacas, eventos cardiovasculares y, en última instancia, una mayor mortalidad.

Adicionalmente, existe una aparente relación entre dormir regularmente menos de 5 horas por noche y un aumento en la mortalidad. Consecuencias que subrayan la importancia de abordar y tratar eficazmente el insomnio crónico (Contreras y Pérez, 2021).

Caso específico: Adultos mayores

Como se ha mencionado, el insomnio, además de dificultades para conciliar el sueño y mantenerlo, conlleva consecuencias funcionales y de bienestar, incluyendo disminución de la capacidad física, afectando la concentración, atención, y provocando agotamiento. También se relaciona con bajo rendimiento, trastornos gastrointestinales, somnolencia diurna, torpeza y cefalea. Por lo que, en consecuencia, el insomnio puede dar paso a un mayor riesgo de caídas en adultos mayores, por ejemplo.

Asimismo, en esta población se debe prestar especial atención a síntomas depresivos, ya que la prevalencia puede ser de hasta el 45%, y en los adultos mayores que presentan insomnio en más del 85% de los casos. Lo que, inevitablemente, aumenta la frecuencia de consultas médicas (Víquez Quesada y Valverde Chinchilla, 2023).

Algunos términos a diferenciar en el insomnio

Existen términos relacionados con el insomnio que se utilizan de manera intercambiable pero tienen significados distintos. Los mismos incluyen “dormir mal”, que se refiere a quejas sobre la calidad del sueño sin repercusiones diurnas; “sueño no reparador”, que implica despertar sin sensación de descanso; “insomnio como síntoma”, que es una queja persistente de dificultades para conciliar el sueño o mantenerlo con repercusiones diurnas; y “trastorno de insomnio”, que es un diagnóstico específico que cumple con criterios definidos y requiere la exclusión de otras causas (Ferré et al., 2020).

¿Cómo es el tratamiento que perdura?

Las terapias sin medicamentos se han convertido en un enfoque de tratamiento de primera línea para el insomnio crónico, ofreciendo a los adultos afectados una alternativa efectiva y sostenible. Pues, es importante tener en cuenta que, en muchos casos, una variedad de conductas y creencias maladaptativas contribuyen al insomnio crónico. Para aquellos interesados en profundizar en esta área, el curso sobre trastornos del sueño puede ofrecer información valiosa y estrategias avanzadas para entender y manejar tales condiciones de manera más efectiva.

Insomnio transitorio y crónico

Las mismas incluyen expectativas negativas y ansiosas sobre el sueño, preocupación por las consecuencias de no dormir lo suficiente y patrones de sueño desregulados. Y es que, ciertos factores pueden llevar a un ciclo de insomnio, donde la preocupación y la ansiedad perpetúan el problema. Aquí es donde la terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) entra en juego.

La terapia cognitivo conductual

La TCC-I es considerada el tratamiento de elección para el insomnio crónico. Implica una serie de sesiones (generalmente de 4 a 8) que se centran en abordar tales factores contribuyentes. Los componentes claves incluyen educación sobre la regulación del sueño, consejos sobre higiene del sueño, instrucciones para el control de estímulos, estrategias de restricción del sueño, entrenamiento en relajación y control de la hiperactivación. El objetivo final es romper el ciclo de insomnio y ayudar a restablecer patrones de sueño saludables.

Un aspecto destacado de la TCC-I es su capacidad para mantener resultados a largo plazo. De esta forma, los efectos positivos del tratamiento pueden durar hasta 18 meses después de completarlo. Junto a esto, la versatilidad es otra ventaja, pues puede ser administrada de diversas maneras, ya sea en sesiones individuales, en grupos, o incluso en línea (Contreras y Pérez, 2021).

Conclusión

El insomnio, ya sea crónico o transitorio, es un desafío que afecta a personas de todas las edades, pero especialmente a los adultos mayores. Las diferencias entre estos tipos de insomnio residen en su duración y gravedad, lo que requiere enfoques de tratamiento distintos.

No hay que olvidar que la calidad del sueño es fundamental para el bienestar físico y mental, y sus consecuencias van más allá de una simple mala noche. Para abordar eficazmente el insomnio transitorio o crónico es esencial comprender sus causas subyacentes y aplicar terapias adecuadas si se requiere.

Referencias bibliográficas

  • Álvarez-García, H. B. y Ramírez-Muñoz, A. A. (2022). Eficacia del tratamiento conductual breve en insomnio crónico. Revista Innovación Digital y Desarrollo Sostenible – IDS, 3(1), 31-40. https://doi.org/10.47185/27113760.v3n1.83
  • Contreras, A. y Pérez, C. (2021). Insomnio, en busca del tratamiento ideal: fármacos y medidas no farmacológicas. Revista médica clínica Las Condes, 32(5), 591-602.
  • Ferré, Á., Rodriguez-Ulecia, I. y García-Gurtubay, I. (2020). Diagnóstico diferencial del insomnio con otros trastornos primarios del sueño comórbidos. Atención Primaria, 52(5), 345-354. https://doi.org/10.1016/j.aprim.2019.11.011
  • Víquez Quesada, M. y Valverde Chinchilla, K. (2023). Afectación del insomnio en el adulto mayor. Revista Ciencia y Salud Integrando Conocimientos, 7(3), 7-13. https://doi.org/10.34192/ cienciaysalud.v7i3.472