La ira es una emoción humana común que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas. Sin embargo, es posible que no seamos plenamente conscientes de hasta qué punto puede influir en el cerebro y la memoria. Si no, pensemos… ¿Alguna vez te has sentido tan enfurecido que luego no puedes recordar con claridad lo que ocurrió durante ese episodio? ¿O has notado que, después de un estallido de rabia, tu memoria parece nublada? En esta nota, exploraremos cómo la ira puede afectar la capacidad de recordar y cómo esta conexión entre la emoción y la memoria puede impactar en el día a día.

La ira: Una emoción poderosa

La ira es una emoción humana natural y común que se caracteriza por sentimientos de enojo, hostilidad, irritación y frustración. Así, es una respuesta emocional a situaciones percibidas como amenazantes, injustas o que generan malestar.

ira

Esta respuesta puede variar en intensidad, desde una leve molestia hasta un furioso estallido de rabia. Además, cuando nos enojamos, experimentamos una serie de cambios físicos y psicológicos, como el aumento de la frecuencia cardíaca, la liberación cortisol (la hormona del estrés) y una sensación de tensión muscular. Cambios, al fin y al cabo, diseñados para preparar al individuo de cara a poder responder a una amenaza, ya sea luchando o huyendo (Dollar y Calkins, 2019).

¿Qué estructuras involucra la ira desde un punto de vista neuropsicológico?

  • Cerebro reptiliano y amígdala: La amígdala es una estructura en forma de almendra ubicada en el cerebro, y desempeña un papel central en la regulación de las emociones, incluida la ira. Es parte del llamado cerebro reptiliano, responsable de las respuestas instintivas y emocionales. En este sentido, cuando una persona percibe una amenaza o una provocación, la amígdala se activa y desencadena una respuesta de lucha o huida. En el caso de la ira, dicha respuesta puede incluir una mayor actividad fisiológica, como un aumento en la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
  • Corteza prefrontal: La corteza prefrontal, parte más frontal del cerebro, desempeña un papel importante en la regulación de las emociones, incluida la emoción que nos compete. Y es que, esta región está involucrada en la toma de decisiones, la planificación, el autocontrol y la evaluación de las consecuencias de las acciones. De esta forma, podría decirse que cuando una persona siente ira, la corteza prefrontal se esfuerza por controlar y regular esta emoción. Sin embargo, en personas con problemas de ira, esta capacidad de autorregulación puede verse comprometida.
  • Sistema nervioso autónomo: La ira también está relacionada con el sistema nervioso autónomo, que controla funciones corporales automáticas como la frecuencia cardíaca y la respiración. Con esto, en el momento en el que un individuo experimenta tal respuesta, su sistema nervioso autónomo puede activarse, lo que lleva a cambios fisiológicos como un aumento en la frecuencia cardíaca y la sudoración. Estos cambios preparan al cuerpo para responder a la amenaza percibida.
  • Neurotransmisores: Varios neurotransmisores, como la adrenalina y la noradrenalina, desempeñan un papel en la experiencia de la ira. Ya que tales químicos cerebrales pueden influir en el estado de ánimo y la respuesta emocional (Swartz et al., 2019).

Ira y memoria: ¿Qué vínculo hay?

Cuando una persona experimenta una fuerte emoción de ira, el cerebro puede reaccionar de varias maneras que afectan su capacidad para retener y recordar información inmediata. Aquí, algunas formas en que la ira puede influir en la memoria a corto plazo:

cerebro reptiliano
  1. Enfoque selectivo: La ira, a menudo, lleva a un enfoque selectivo en la fuente de la emoción. De hecho, un individuo enfadado, tiende a centrarse intensamente en lo que está causando su ira, lo que puede distraerlo de otras cosas que están sucediendo en su entorno, dificultando la retención de información adicional.
  2. Sobrecarga cognitiva: Este sentimiento puede llevar a una sobrecarga cognitiva, donde la mente está abrumada por pensamientos y emociones intensos. Y es que, el cerebro de una persona ante dicha situación puede estar ocupado procesando la emoción, lo que deja menos capacidad cognitiva disponible para tareas cognitivas adicionales, como la formación de recuerdos. Lo que es probable que resultase en una menor capacidad para procesar y retener nueva información.
  3. Interferencia con la atención: Comúnmente, la ira también puede interferir con la atención y la concentración. De hecho, es usual experimentar dificultades para mantener la atención en una tarea o información específica debido a la intensidad de la emoción. Esto puede llevar a la pérdida de detalles importantes y a una disminución en la precisión de la memoria.
  4. Alteración de la percepción del tiempo: En situaciones de ira, la percepción del tiempo puede verse alterada. Algunas personas informan que los episodios de ira parecen durar más tiempo de lo que realmente duran. Es decir, aparece una distorsión en la percepción del tiempo que puede afectar la secuencia y la retención de eventos en la memoria a largo plazo.

¿Es posible perder la memoria a causa de la ira?

En ciertos casos extremos, un arrebato de ira muy intenso puede tener un impacto en la memoria a corto plazo y, en raras ocasiones, en la memoria a largo plazo. Sin embargo, es importante destacar que la pérdida de memoria completa como resultado de un episodio de ira es poco común y generalmente está relacionada con situaciones extremadamente estresantes.

La conocida amnesia disociativa

La pérdida de memoria que ocurre durante o después de un episodio de ira a menudo se conoce como amnesia disociativa que, por lo general, afecta la memoria a corto plazo. En otras palabras, la persona puede tener dificultades para recordar lo que sucedió durante el episodio de ira o eventos cercanos en el tiempo a ese episodio (Staniloiu y Markowitsch, 2014).

Ahora, las situaciones en las que las emociones intensas conducen a la pérdida de memoria suelen ser extremas. Algunos ejemplos son aquellos episodios de ira violenta, agresión o comportamientos peligrosos. Durante estos, la respuesta de lucha o huida del cuerpo se activa, liberando hormonas del estrés como el cortisol, que pueden afectar la memoria. Sin embargo, la pérdida de memoria generalmente es temporal y tiende a recuperarse gradualmente una vez que la persona se calma y encuentra en un entorno seguro.

Veo todo rojo: La ira y la selectividad de recuperación

emociones intensas

Además de afectar la formación de recuerdos, la ira también influye en la recuperación selectiva de recuerdos. Esto significa que cuando se está enfadado, es más probable que se recuerden eventos y experiencias relacionados con dicha emoción.

Por ejemplo, si la persona está enfadada con un compañero en el trabajo, es más probable que recuerde otras ocasiones en las que se sintió igualmente frustrado por su comportamiento. Esta selectividad en la recuperación de recuerdos contribuiría a la perpetuación de la ira y la rumiación, ya que el ser humano tiende a recordar y recapitular situaciones que le hacen enojar una y otra vez.

Conclusión

La ira es una emoción humana poderosa que puede tener un impacto significativo en nuestra memoria. Es importante reconocer cómo esta respuesta puede afectar la memoria y, en última instancia, la percepción de eventos pasados. Así, ser consciente de esta influencia puede ayudar a abordar la ira de manera más constructiva y a evitar la rumiación.

Por otro lado, la relación entre la ira y la memoria es un recordatorio de la profunda interconexión entre las emociones y la cognición. Subrayando, además, la importancia de gestionar las emociones de manera saludable para preservar la capacidad de percibir el mundo de forma realista. Si estás interesado en conocer más sobre técnicas de regulación, te recomendamos nuestro curso en regulación emocional y mindfulness en la infancia, donde explorarás estrategias efectivas para promover el bienestar emocional en los más pequeños.

Referencias bibliográficas

  • Dollar, J. M. y Calkins, S. D. (2019). The Development of Anger. En: V. LoBue, K. Pérez-Edgar & K. A. Buss. (Eds.), Handbook of Emotional Development. Springer. https://doi.org/10.1007/978-3-030-17332-6_9
  • Staniloiu, A. y Markowitsch, H. J. (2014). Dissociative amnesia. The lancet. Psychiatry1(3), 226-241. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(14)70279-2
  • Swartz, J. R., Carranza, A. y Knodt, A. R. (2019). Amygdala activity to angry and fearful faces relates to bullying and victimization in adolescents. Social Cognitive and Affective Neuroscience, 14(10), 1027-1035. https://doi.org/10.1093/scan/nsz084