Actualmente, la psicología y sus modelos terapéuticos han ido evolucionando con el paso del tiempo. Así mismo, ha cambiado la manera de abordar las situaciones que pueden llegar a ser difíciles para algunas personas. En esta ocasión, abordaremos un modelo de intervención, bastante peculiar, basado en la risa y la diversión. Dicho modelo ha demostrado ser una herramienta efectiva para el tratamiento de diversos trastornos emocionales. Hablemos del poder de la risoterapia como tratamiento terapéutico.

¿Cómo surge la risoterapia?

Según textos antiguos, que datan del Imperio chino en el siglo VI A. C., la filosofía taoísta predicaba que la sonrisa aplicada a la vida cotidiana aseguraba salud, felicidad y longevidad. La cultura china describió que la sonrisa y la felicidad generaban una sensación de bienestar en el día a día (Gutiérrez, 2018).

qué es la risoterapia

No obstante en 1760, el médico William Battie, quien trataba a pacientes con enfermedades mentales se vio en dificultades al tratar a un paciente. Tomó una peluca, empezó a hacer muecas hasta el punto de deformar su rostro y comenzó a realizar “tonterías“. Dicho proceso lo describió como una locura deliciosa (Christian et al., 2004).  

De igual manera, en el año 1972, el médico Hunter Doherty, mejor conocido como “Patch” Adams, implementó la risa como modelo terapéutico en niños oncológicos utilizando estrategias clown, mejorando la calidad de vida considerablemente en cada uno de ellos. Fue así como se concibe que Adams es el padre de la risoterapia del siglo XX (Zhang et al., 2008).

La risoterapia como tratamiento terapéutico

La práctica de la risoterapia tiene como base el modelo cognitivo-conductual. Como vimos anteriormente, su principal ponente fue Hunter Doherty “Patch” Adams, quien basó su modelo en el esquema norteamericano de salud mental.

Es decir, la Asociación Americana de Humor Terapéutico (American Association for Therapeutic Humor, AATH, en inglés) señala que el tratamiento promueve la salud y el bienestar mediante múltiples estímulos cognitivos y conductuales para el tratamiento de enfermedades físicas o psíquicas. A través de esta se puede obtener un mejor afrontamiento del padecimiento (Carbelo et al., 2006).

En principio, la risoterapia fue controversial debido a su particular manera de abordar a los pacientes mediante la risa, en contraposición a otros campos como la medicina, psiquiatría y psicología de la conducta, consideradas como disciplinas exactas.

Entonces, ¿por qué implementar la risoterapia como tratamiento terapéutico?

La respuesta se observó frente a la relación del tratamiento en función de la medicina somática (Adams, 2002). Lo revisamos a continuación.

Uno de los principales objetivos de la risoterapia es darle sentido a la vida desde el entorno mismo, tomando la vida con humor. Es decir, intenta sobrellevar, positivamente, las diversas situaciones que pueden ocasionar molestias. Esto implica afrontar la vida desde un pensamiento y perspectiva más relajado, potenciando las cualidades humanas a través de la sinceridad y la empatía con el paciente (Risoterapia A. C., 2012).

Ahora, es importante mencionar que la risoterapia no es en sí una terapia, pues no cura las enfermedades. No obstante, contribuye al bienestar general del paciente. Así mismo, puede ser realizada de forma grupal o individual y se lleva a cabo a través de estrategias lúdicas que juegan con el esquema corporal. 

Consideraciones fisiológicas de la risoterapia como tratamiento terapéutico

Uno de los principales aspectos conductuales se basa en la respuesta fisiológica, que toma protagonismo en la risoterapia. La literatura médica considera que la respuesta muscular involucrada en una carcajada implica el trabajo de, aproximadamente, 350 a 400 músculos (se incluyen el abdomen, estomago, tórax y rostro). 

Más y más beneficios

Adicionalmente, se ha identificado que la risoterapia ayuda a la pérdida de peso, debido a la activación en el sistema linfático, encargado de transportar oxígeno, sangre y leucocitos (mayormente, en el tejido cerebral, cardíaco y muscular). O, en otras palabras, una buena risa de 4 o 6 minutos equivaldría a realizar unos 40 o 50 minutos de ejercicio.

Así mismo, debido a la oxigenación, se ha reportado que la sangre logra transportar 12 litros de aire en lugar de 6 litros, ya que los pulmones multiplican el vaciado de aire por el torrente sanguíneo a mayor velocidad. Es decir, el corazón es capaz de bombear entre 140 hasta 210 mililitros de sangre (cuando, normalmente, bombea 70 mililitros), previniendo infartos cerebrales y cardíacos (Universidad de Guadalajara, 2009). 

Un aspecto sumamente importante es el sistema inmunológico, puesto que la risa ayuda a los pacientes a lograr una pronta recuperación. Esto se debe a que el cuerpo se muestra lleno de vitalidad por sus bajos niveles de estrés.

Factores psicológicos

Ciertamente, se produce una reducción del estrés debido a las conductas y respuestas fisiológicas involucradas dentro de la risa. Por otro lado, se ha observado que puede tener efectos positivos en cuadros depresivos debido a procesos neuronales que abordaremos más adelante. Estos procesos son importantes para el manejo e intervención de los estados de ánimo.

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Asimismo, la risa es un factor que permite que los pacientes puedan exteriorizar sus emociones, liberándose de la tensión que pueden estar viviendo bajo entornos hospitalarios o en su mismo hogar.

Con esto, la risa y su modelamiento deben estar dirigidas a las posibles crisis emocionales, derivadas de la necesidad que puede existir de vaciar el peso emocional que los acompaña. Por ejemplo, preocupaciones, soledad y pérdidas (Acevedo, 2017).

Por todo lo anterior, el risoterapeuta debe tener un modelo de intervención sólido en el momento de encarar las fibras emocionales de los pacientes y confrontar sus emociones y realidades. Dicho modelo se basa en diferentes ejercicios, actividades y dinámicas en las que niños, jóvenes y adultos puedan desinhibirse.

Como resultado, la risa espontánea que encierra las características cognitivas individuales permiten un cambio en la percepción del entorno de manera divertida, modificando conductualmente el estado de ánimo debido a la activación de diversos neurotransmisores (Martínez et al., 2015).

La neuropsicología y las neurociencias en el uso de la risoterapia 

A principios del siglo XXI, disciplinas como las neurociencias y la neuropsicología buscaron identificar el motivo por el que los pacientes tratados con risoterapia mejoraban. Encontraron, entre sus posibles causas, un aumento de diversas endorfinas que ayudan a aliviar el dolor físico como principio activo en el cerebro.

El cerebro implicado

risoterapia como tratamiento terapéutico

Adicionalmente, Pinel (2009) señala que algunos de los neurotransmisores involucrados son:

  1. Dopamina: Actúa como comunicador cerebral de placer y bienestar psicológico.
  2. Serotonina: Como un potente analgésico, relajante y regulador de sueño. También implicada en los procesos de felicidad.
  3. Adrenalina: Genera un aumento en el estado de vigilia, dando dinamismo a las actividades.
  4. Oxitocina: Se ha relacionado con sentimientos de seguridad, confianza y vínculos afectivos; siendo un factor importante al interactuar con los niños o pacientes graves que se encuentran en un hospital

Así pues, el trabajo en conjunto de neurotransmisores, endorfinas y hormonas generará que los linfocitos T creen inmunidad en el organismo. Con esto, sustancias como la grelina, se activan al causar la sensación de placer y se vinculan con el hambre, lo cual también resulta muy beneficioso en pacientes internados. 

Por último, cabe señalar que la risa no solo genera bienestar sino que además, reduce el colesterol, asociado con diversos problemas metabólicos o coronarios causados por la segregación de cortisol, que reduce el estrés (asociado con problemas cardíacos).

Conclusión

De manera muy amplia, hemos visto la eficiencia de la risoterapia como tratamiento terapéutico. Esta, como método cognitivo-conductual, se basa en empatizar con las percepciones y emociones que envuelven al paciente con un determinado estado de ánimo.

Finalmente, si bien se marca que los procesos cerebrales ayudan a la calidad de vida de los pacientes, también es importante rescatar que, en los casos más severos, puede ayudar, por ejemplo, a que el paciente internado comience a comer. Un aspecto que, sin duda, favorecerá el proceso de recuperación.

Referencias bibliográficas

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