Las relaciones que mantenemos con el entorno que nos rodea son claves en nuestro crecimiento. De esta forma, según el medio sociocultural en el que se encuentra un individuo, se van asentando diversos patrones de comportamiento que determinarán tanto la forma de pensar como actuar. Cuidar las relaciones interpersonales y establecer límites creará un entorno de relaciones donde los vínculos sean saludables. Impactando, así, en nuestro desarrollo físico, conductual, psíquico, social. Sin embargo, cuando el contexto que rodea a una persona implica una conflictividad continua, los esquemas maladaptativos que pueden adoptarse constituyen riesgos para desarrollar dependencia, dominio o sumisión, por ejemplo. Cuando esto se instaura, el reforzamiento mantenido crea una circularidad adictiva, a veces inconsciente, de la que es complicado salir. Indaguemos un poco más en las razones por las que es tan difícil salir de una relación tóxica o, mejor dicho, disfuncional.
¿A qué llamamos una relación tóxica?
Podría definirse como un vínculo que perjudica el bienestar de las personas que lo conforman, ya sea a nivel físico o psicológico. Aunque se ha extendido el término tóxico, lo más adecuado es referirse a conductas disfuncionales. Estas, de algún modo u otro, obstaculizan el crecimiento individual, la expresión psicoafectiva y generan un monto de conflictos que impacta en la calidad de vida de quienes forman parte de ello. Por lo que se hace crucial saber de qué forma salir de una relación tóxica.
Y es que, el resultado puede reflejarse en dependencia emocional, celos y diferentes expresiones de violencia (en su más amplio sentido). Un pequeño inciso en esto último, una relación en la que hay violencia y maltrato es tóxica, pero una relación tóxica no tiene por qué ser una relación de maltrato y violencia. Esta última es la madurez de la relación tóxica (Granados, 2018).
¿Por qué nos aferramos a una relación tóxica?
Reforzamiento sociocultural
Dado que somos seres sociales contamos con una infinidad de esquemas mentales de comportamiento. Ahora, como sabemos en esto se incluyen las distorsiones cognitivas originadas por el entorno familiar y reforzadas por el ambiente social (Andrade Salazar et al., 2013).
No es extraño encontrar cómo las normas sociales muchas veces devienen de un concepto de amor romántico que promueve relaciones disfuncionales. La sociedad bombardea constantemente con información orientada al discurso romántico tradicional.
Enganche sexual
En caso de haberlo, esto tiene que ver con el último elemento del ciclo de violencia que propuso la psicóloga Lenore Walker. Un periodo compuesto por tres fases, la acumulación de tensión, episodio de agresión (que en este caso sería la conducta tóxica) y la luna de miel. Todo ello implica también las distorsiones cognitivas mencionadas.
El sexo estimula los llamados químicos de la felicidad en el cerebro de forma natural. Neurotransmisores como dopamina, endorfina, oxitocina y serotonina. Y, puede ser tomado como una especie de compensación parcial de los efectos negativos de la mala comunicación (Zahl-Olsen et al., 2019).
¿Qué ocurre? Cuando estamos en una relación tóxica, a parte de los químicos de la felicidad, el cerebro también segrega cortisol (la hormona del estrés) en dosis muy altas. El resultado de esta cascada química es una sensación de enganche similar a la presente en las adicciones.
Nos creemos las películas
Si bien las películas se sustentan en escenarios ficticios, existe cierta tendencia a normalizar (e incluso anhelar) los comportamientos de los films más románticos. A pesar de la evolución y el progreso hay películas que hacen mella en nuestro concepto de una relación (sea cual sea).
A continuación, indicaremos los mitos más relacionados con las relaciones de pareja. Aunque algunos de ellos pueden extrapolarse a cualquier relación socioafectiva. Veamos algunas de las creencias socialmente compartidas que pueden dar paso a relaciones tóxicas (Cubells-Serra et al., 2021).A
- La media naranja: La pareja que hemos elegido estaba predestinada y era la única o la mejor opción posible.
- Mito de la exclusividad: Solo podemos sentir amor por una persona al mismo tiempo.
- De la fidelidad: Los deseos apasionados, románticos y eróticos deben ser satisfechos exclusivamente con la pareja.
- Mito de los celos: La creencia de que los celos son un indicador del amor verdadero.
- Mito del matrimonio: El amor apasionado debe conducir a una convivencia estable de la pareja.
- Una pasión eterna: El amor apasionado en los primeros meses puede y debe durar para siempre.
- Mito de la equivalencia: Creencia de que los conceptos de amor y enamoramiento son equivalentes, y por lo tanto, si dejas de estar enamorado significa que ya no amas a tu pareja.
- Omnipotencia: Creencia de que “el amor puede con todo” y debe permanecerse pase lo que pase en la relación.
Miedo al dolor
Una premisa es clara, el ser humano evita el dolor. Para este fin, se toman muchas vías alternativas y de huida para soslayar ciertas situaciones en las que el dolor es protagonista. Algo plasmado en el refrán “Más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Y es que, equivocadamente se tiene una percepción de malestar al pensar tomar medidas que impliquen que se pueda romper el vínculo mayor que la inestabilidad que este genera. Un pensamiento distorsionado de falsa “comodidad” que puede hacer que nos mantengamos en este tipo de uniones y no sepamos cómo salir de la relación tóxica.
La idea de que la otra persona al final cambie
Una especie de justificación en forma de expectativa para mantenernos en el vínculo. Esto es, se espera un cambio en una regulación afectiva, comunicación y habilidades para la resolución de problemas que no funcionan, por ejemplo.
Así pues, nos encontramos ante una especie de reducción de incertidumbre basada en una probabilidad. Sin embargo, las personas cambian cuando sienten que han de hacerlo y trabajan en ello. De esta forma, aceptar que la otra persona no es igual que uno es una concepción que forma parte de un vínculo saludable. Además de trabajar la versión idealizada que tenemos de quien nos rodea y la versión un poco más ajustada a la realidad.
Costumbre
El cerebro está cómodo en la rutina. Algo que ya dijeron los griegos con “yo no soy como soy sino como estoy habituado a ser”. Y es que, somos animales de costumbres. Hasta tal punto de que mucho de lo que hacemos es de forma inconsciente.
Cuando una situación es contradictoria con nuestros anhelos, se produce la conocida disonancia cognitiva. El patrón inconsciente del que hablamos elige la opción que se haya utilizado más, que en este caso es mantener el vínculo. Por eso, muchas veces se quiere salir pero se siente que no es posible. Ahora, para cambiar un hábito automático se ha de sustituir. Y para ello, ha de tenerse un propósito, intención y perseverancia.
No aceptar que el vínculo no funciona
Enfrentarse al fracaso de una expectativa puede producir mucha confrontación. Pues implica un esfuerzo para salir de la zona de “confort” y, por ende, hacer un cambio. Ahora, sabemos que para ello se han de reajustar muchos esquemas mentales nuevamente. Así que, para evitar este esfuerzo mental se entra en la llamada “fase de negación” o “no aceptación”. Algo que nos impide buscar una solución a cómo salir de esa relación tóxica, dado que muchas veces puede ocurrir que no nos permitimos sentir todas las emociones para aceptar una situación diferente, por ejemplo.
Falta de amor propio
Cualquier relación tiene que ser recíproca. Muchas veces, reflejamos o recibimos el reflejo de aquello que todavía necesita ser trabajado. Implicar tiempo en el autoconocimiento siempre será una opción fundamental para crear relaciones. Y no solo eso, sino también para dejarlas.
Conclusión
En definitiva, perderse a uno mismo para salvar un vínculo es agotador y no aconsejable. Si durante el proceso se necesita la ayuda de un profesional de la salud mental (psicólogo y/o psiquiatra) es una buena medida para mejorar la relación con el resto y nosotros mismos.
Hemos podido leer cómo las relaciones tóxicas muchas veces están instauradas de formas tan sutiles que apenas se aprecian. Cuando algo es observado desde fuera puede resultar fácil aplicar lo que es considerado evidente. Sin embargo, para quienes se hayan inmersos en esa dinámica la dificultad es mayor. Por lo que es imprescindible, antes de nada, saber cuándo y cómo salir de una relación tóxica.
Referencias bibliográficas
- Andrade Salazar, J., Alonso, J., Castro, D., Giraldo, L. y Martínez, L. (2013). Relaciones Tóxicas de pareja – Foreign partner Toxic. Revista psicologia.com, 17(2), 15. http://hdl.handle.net/10401/6149
- Cubells-Serra, J., Sánchez-Sicilia, A., Astudillo-Mendoza, P., Escandón-Nagel, N. y Baeza-Rivera, M. J. (2021). Assumption of the Myths of Romantic Love: Its Relationship With Sex, Type of Sex-Affective Relationship, and Sexual Orientation. Frontiers in sociology, 6, 621646. https://doi.org/10.3389/fsoc.2021.621646
- González, Z. (2018). Relaciones tóxicas de noviazgo entre jóvenes y su relación con la violencia: un análisis desde la perspectiva de género [Trabajo de fin de grado, Universidad de Almería]. Repositorio Institucional – Universidad de Almería. http://repositorio.ual.es/bitstream/handle/10835/6835/21413_Gonzalez%20Perez%2C%20Zaida%20TFG.pdf?sequence=1&isAllowed=y
- Granados, A. M. (2018). Las relaciones tóxicas de pareja en adolescentes: factores de riesgo y protección [Trabajo de fin de grado, Universidad Pontificia Comillas]. Repositorio Institucional – Universidad de Madrid. https://repositorio.comillas.edu/xmlui/bitstream/handle/11531/23129/TFG%20Definitivo%20pdf.pdf?sequence=1
- Zahl-Olsen, R., Gausel, N., Zahl-Olsen, A., Bertelsen, T. B., Haaland, A. T. y Tilden, T. (2019). Physical Couple and Family Violence Among Clients Seeking Therapy: Identifiers and Predictors. Frontiers in psychology, 10, 2847. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2019.02847