A muchos nos puede costar pensar o creer que un niño esté pasando por tantos problemas que, la solución que encuentre, sea poner fin a su vida. La realidad es que los niños o adolescentes si presentan un nivel de sufrimiento, desesperanza y/o falta de expectativas. Tanto es así que, la ideación suicida puede cruzarse por su mente. Incluso en última instancia, llegar al suicidio consumado. Hoy hablaremos sobre este tema de gran relevancia y, a su vez, difícil de comprender.

Algunas cifras sobre suicidio infanto-juvenil

Tradicionalmente, el grupo de mayor riesgo es el de los adultos. No obstante, el suicidio infanto-juvenil ha ido en aumento a lo largo de los años. De hecho, ya entre los años 1970 y 1985 constituía la segunda causa de muerte entre los menores (Pedreira, 2020).

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Por otro lado, en el año 2020, las cifras en España contabilizaron un total de 62 suicidios en menores de 5 a 19 años (Instituto Nacional de Estadística [INE], 2021). En la actualidad, el suicidio representa la primera causa de muerte en el grupo de edad de 0 a 24 años.

Aunque el suicidio infanto-juvenil no es el más habitual, resulta ser el más impactante a nivel social. Por ello, resulta imperante la necesidad de brindar entornos suficientemente seguros para garantizar el bienestar físico, emocional, social y psicológico de los menores (García Peña y Villolta Araujo, 2019).

Concepto de la muerte en la infancia

Es necesario aclarar que los niños no tienen el mismo concepto de muerte que los adultos. Esto implica que, para normalizar hablar de dicho tema, se ha de comprender que el concepto irá cambiando con el paso del tiempo.

Diferentes edades, diferentes conceptos

A continuación, resumimos brevemente la concepción de muerte en la infancia (Fundación Mario Losantos, 2011).

  • De 0 a 2 años: Percepción de la la muerte como una palabra sin significado. Son capaces de notar la ausencia de las personas, así como evidenciar los cambios y estados de ánimos de sus cuidadores.
  • De 3 a 6 años: Los menores perciben la muerte como algo reversible y temporal. Es decir, su creencia sobre ello refiere que la persona puede volver en cualquier momento. Incluso, pueden pensar que la muerte es contagiosa. Otra idea alternativa que quizás aparezca es la de pensar que tanto ellos como los que quieren nunca morirán, dado que no hay capacidad todavía de entender la universalidad del fenómeno.
  • Entre los 6 y 10 años: Hacia los siete años existe cierta comprensión sobre el hecho de que las personas que fallecen no sienten dolor, frío o hambre. A su vez, puede entenderse el carácter definitivo de la muerte. Sin embargo, no es hasta los nueve/diez años cuando comprenden la universalidad de la misma, lo que puede causar temor y angustia por fallecer ellos mismos o alguno de sus familiares. A esta edad también pueden aparecer los sentimientos de culpa, creyendo que si alguien fallece es por lo que puedan haber hecho.
  • De los 10 a los 13 años: Se comprende el significado de la muerte y la universalidad de ello aunque les cuesta expresar los sentimientos y pensamientos sobre esta, o incluso pueden mostrarse abrumados o reacios a hablar del tema.
  • Adolescencia: Tienen construido el concepto de muerte tal y como los adultos la concebimos.

Comprendiendo lo que sucede en un suicidio infanto-juvenil

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Como hemos mencionado, el concepto de muerte en los niños es distinto que en los adultos. Dadas las cambiantes características podríamos pensar que, muchas veces, los menores que toman dicha decisión pueden no tener muy claro lo que implica una acción como esta.

La mayoría de suicidios en menores de edad son posteriores a los 10 años, concretamente en la franja de edad de 13 a 19 años, siendo excepcionales los producidos antes de los 10 años. Pero se ha encontrado que tanto los niños como los adolescentes tienen factores en común. Por ejemplo, la planificación del acto suicida, el uso de métodos similares y/o la presencia de trastornos depresivos. No obstante, cada caso debe analizarse de forma personalizada. A modo de inciso, si te interesa aprender más sobre el abordaje de la depresión, te invitamos a nuestro curso en terapia de activación conductual.

¿Cuáles son los factores de riesgo?

Tanto en la infancia como en la adolescencia hay factores que implican un riesgo. Ahora, hay que tener en cuenta que en la mayoría de estos podemos intervenir de una manera más general o individual. Veamos algunos:

  1. Familiares: Sobre todo cuando se presentan situaciones de abuso, negligencia, conflictos, rupturas, disfuncionalidad, violencia familiar o antecedentes familiares de suicidio.
  2. Características psicológicas: Desde la presencia de impulsividad, ansiedad, baja tolerancia a la frustración, distorsiones cognitivas y falta de habilidades para el reconocimiento afectivo.
  3. Entorno: Este factor es el más amplio, pues incluye tanto al adolescente como a la sociedad donde se desarrolla. Abarcando, principalmente, la exposición a conductas suicidas, acceso a métodos letales de suicidio o factores estresantes crónicos como, por ejemplo, violencia callejera, entorno escolar desfavorable con o sin conductas de acoso, fracaso escolar, crisis y dificultades de adaptación, entre otros.
  4. Características psiquiátricas: El padecimiento de cualquier trastorno psiquiátricos implica un aspecto de riesgo. Cronificándose cuando se trata de trastorno depresivo mayor, ansiedad, trastorno de la conducta y, sobre todo, si existe comorbilidad con un trastorno límite de la personalidad o trastorno de la personalidad narcisista.

Causas del suicidio infanto-juvenil

Como se ha expuesto, en la población infantil puede haber ciertos factores precipitantes. Por ejemplo, el acoso escolar, abusos y/o maltrato. Así, el suicidio se convierte una forma de acabar con el sufrimiento que esos eventos causan en el menor.

Ahora, existen algunos factores precipitantes comunes. Por ejemplo: la falta de habilidades para la autorregulación en la infancia o en la adolesencia, un afecto intenso o pobre, y también la dificultad para generar alternativas o evaluar la consecuencia de las acciones. Estos determinantes pueden dar lugar a una toma de decisiones impulsiva. Además, en este primer periodo que comentamos, una etapa de gran vulnerabilidad, existe la necesidad imperiosa del sentido de pertenencia a un grupo y la búsqueda de identidad, tanto personal como sexual.

Estas características propias de tal periodo pueden verse afectadas si no cuentan con el acompañamiento de los padres y la guía de un adulto, por ejemplo. De hecho, es esencial esta primera ayuda y concienciación de cara a la ideación suicida.

El aislamiento como situación detonante

El aislamiento de pares tiene una gran influencia a la hora de generar la ideación suicida. Hay 4 rutas que llevan al aislamiento:

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  1. La victimización a través del bullying.
  2. Un estilo atribucional negativo (interno, global y estable) que produce cuadros o síntomas depresivos.
  3. Pocas amistades y/o la presencia de escaso soporte social.
  4. Presencia de pares problemáticos, lo que facilita la aparición de conductas de riesgo de todo tipo.

Conclusión

Podríamos decir que el suicidio infanto-juvenil es un problema actual que requiere de la atención de todos, pues un niño o adolescente no amenaza con este tipo de acciones si no hay una situación de dolor intenso. La atención en esta población puede prevenir intentos en el presente y en el futuro.

Su intervención requiere del involucramiento de todos aquellos agentes que rodean al niño o adolescente. Abarcando la detección, evaluación e intervención temprana. Y, además, implicando la atención primaria preventiva como pilar esencial a la hora de detectar ideas, gestos e ideaciones suicidas.

De igual manera, es necesario quitar el tabú a un tema como este entendiendo qué implica el suicidio infanto-juvenil. Hablar abiertamente del dolor, la empatía, suicidio y la importancia de buscar apoyo. Como adultos, tenemos la tarea de acompañar e implicarnos en la vida de los niños y jóvenes que nos rodean pues, por experiencia propia, sabemos de la importancia de una guía que acompañe y sirva de apoyo en una etapa tan compleja.

Referencias bibliográficas

  • Buelga, S., Ortega-Baron, J., Iranzo, B. y de Nogal, M. (2020). Intervención psicológica en cyberbullying e ideación suicida, 41. FOCAD.
  • Fundación Mario Losantos del Campo. (2011). Explícame qué ha pasado. Guía para ayudar a los adultos a hablar de la muerte y el duelo con los niños (1 edición). Fundación Mario Losantos del Campo. http://www.psie.cop.es/uploads/GuiaDueloFMLC[1].pdf
  • García Peña, J. J. y Villota Araujo, D. F. (2019). Un camino a la reparación psicológica de los niños con ideaciones suicidas. Revista Virtual Universidad Católica del Norte, (58), 180-201. Doi: https://doi.org/ 10.35575/rvucn.n58a12
  • INE – Instituto Nacional de Estadística. (2021). Instituto Nacional de Estadística. (National Statistics Institute). https://www.ine.es/dynt3/inebase/es/index.htm?padre=5453&capsel=5454
  • Pedreira, J. L. (2020). Conductas suicidas en la adolescencia: Una guía práctica para la intervención y la prevención. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 24(3), 217. https://doi.org/10.5944/rppc.26280
  • Pérez de Albéniz, A., Díez Gómez del Casal, A., Fonseca-Pedrero, E. y Lucas Molina, B. (2020). Prevención de la conducta suicida en el ámbito educativo. 42.a ed. FOCAD.
  • Wasserman, D., Carli, V., Iosue, M., Javed, A. y Herrman, H. (2021). Suicide prevention in childhood and adolescence: A narrative review of current knowledge on risk and protective factors and effectiveness of interventions. Asia-Pacific Psychiatry. https://doi.org/10.1111/appy.12452