En una sociedad que esquiva el dolor, los libros infantiles que abordan el duelo aparecen como islas simbólicas para procesar lo que muchas veces no se puede nombrar. Sin embargo, la simple presencia de la palabra muerte en un texto no garantiza un acompañamiento emocional adecuado. Un niño puede leer que “la abuela se fue al cielo” y, sin el andamiaje interpretativo necesario, quedar suspendido en una imagen poética que no facilita la integración psíquica de la pérdida. A partir de esta premisa, el estudio de Martínez-Caballero et al. (2023) lleva a cabo una revisión sistemática integradora de la literatura infantil sobre el duelo, revelando el potencial terapéutico del cuento en la pérdida infantil y sus notorias limitaciones clínicas.
La ficción como herramienta emocional
La revisión incluyó 56 libros dirigidos a niños de entre 7 y 11 años, analizando en cada uno no solo el contenido narrativo, también los elementos emocionales, simbólicos y psicoeducativos. Un hallazgo particularmente significativo es que, aunque la mayoría de los cuentos representa la tristeza —la emoción más “esperada” ante una pérdida—, muy pocos muestran la complejidad real del duelo en la pérdida infantil.

Apenas el 32 % incluye fases como la negación, la ira o la culpa. Esta ausencia no es menor. Si el duelo se presenta como lineal y breve, se corre el riesgo de que el niño que llora “demasiado”, se enfada o expresa deseo de reencuentro, piense que está viviendo su pérdida de forma incorrecta. Así, lo que busca acompañar puede terminar reforzando el silencio emocional.
Lo que los cuentos sobre la pérdida infantil no dicen
Asimismo, se pone de relieve un dato inquietante: el 75 % de los libros no ofrece guía alguna para el adulto que acompaña la lectura. Lo anterior, implica que muchas de dichas obras son entregadas a los pequeños sin un marco simbólico que traduzca el contenido en vivencia. A falta de tal mediación, la lectura puede incluso producir desconcierto o reactivar síntomas emocionales no contenidos.
Es decir, el texto no dialoga por sí solo: necesita un interlocutor afectivamente disponible que lo enriquezca, traduzca y contextualice. En ese sentido, la literatura sin orientación se transforma en un monólogo: bello, pero muchas veces insuficiente.
Recuerdos que consuelan… ¿O qué fijan la ausencia?

Un aspecto particularmente interesante es el tratamiento del recuerdo en los libros analizados. El 28,7 % introduce mecanismos simbólicos para mantener viva la conexión con la persona fallecida —cajas de memoria, cartas, estrellas, rituales—, lo cual puede ser terapéutico. Sin embargo, muy pocos libros invitan a que ese recuerdo se transforme en acción integrada. Recordar sin elaborar suele volverse repetitivo, incluso intrusivo.
La biblioterapia útil es aquella que no solo ofrece un espejo, sino también un mapa. Y ese mapa, idealmente, debería ayudar al menor a transformar la memoria en algo que alimente su vínculo interno, no que lo cristalice. Porque no basta con conservar el recuerdo, es necesario dotarlo de un sentido que evolucione con el crecimiento del niño, que no lo encierre en la pérdida, que le permita integrarla como parte de su historia sin que defina su identidad por completo.
¿Es suficiente leer cuentos para sanar?
Los cuentos pueden facilitar la comprensión de la pérdida infantil, pero su eficacia depende del contexto emocional en el que se integren. No basta con leer. El cuento no reemplaza la presencia emocional del adulto, ni el espacio terapéutico, ni tampoco la narrativa familiar.
Si el libro está bien elegido, tiene muchas posibilidades de convertirse en una puerta simbólica hacia el duelo; si no lo está, podría operar como barrera o incluso como silenciamiento. El potencial está ahí, pero como toda herramienta terapéutica, debe emplearse con sensibilidad y criterio.
Recomendaciones clínicas a partir de la evidencia

El trabajo sugiere algunas claves que podrían guiar la elección de libros sobre duelo infantil en contextos terapéuticos, escolares o familiares:
- Elegir libros que presenten el proceso emocional como no lineal: donde se incluya rabia, confusión, miedo, y no solo la tristeza o la resignación.
- Valorar aquellos títulos que incluyen recursos para adultos: preguntas al final del cuento, guías para el diálogo, sugerencias de actividades simbólicas.
- Preferir historias que sitúen la muerte en contextos comprensibles para el niño: sin metáforas excesivamente abstractas que alimenten el pensamiento mágico (“viajes”, “sueños eternos”) sin marco explicativo.
- Integrar la lectura en una experiencia relacional: no leer “al niño”, sino leer “con el niño”, abriendo espacios de conversación y elaboración compartida.
- Usar la lectura como puerta de entrada, no como solución cerrada: el cuento puede servir para abrir un proceso emocional, no para cerrarlo.
El duelo no se narra solo con libros
En definitiva, el valor de los cuentos para acompañar el duelo infantil reside menos en lo que cuentan, y más en cómo se utilizan. No es el libro lo que repara, sino la lectura compartida, la escucha, el permiso para preguntar y la validación de lo que duele. La literatura infantil es un puente, pero nunca sustituirá el vínculo humano que permite al niño integrar lo vivido sin fragmentarse. Por eso, más que preguntarnos qué libros dar a un niño en duelo, deberíamos preguntarnos cómo vamos a estar disponibles cuando los lea.
Para terminar, algunos libros que destacamos como interesantes son: El corazón y la botella, de Oliver Jeffers, Para siempre, de Camino García, y El árbol de los recuerdos, de Britta Teckentrup.
Referencia bibliográfica
- Martínez‑Caballero, M., Melero, Á., Silió‑García, T., Aparicio‑Sanz, M. y Ortego‑Maté, C. (2023). Grief in children’s story books. A systematic integrative review. Journal of Pediatric Nursing, 69, e88-e96. https://doi.org/10.1016/j.pedn.2022.12.012