La familia es un grupo social que se distingue de otros por varias características fundamentales. Diferente a la mayoría, esta perdura a lo largo de períodos de tiempo considerablemente extensos. Además, es intergeneracional, lo que quiere decir que incluye miembros de diferentes generaciones. Por otro lado, las relaciones dentro de ella pueden ser tanto biológicas como de afinidad, y se considera una institución social, la cual se ve afectada por las influencias del entorno y otras entidades sociales. Entonces… ¿Cómo la definimos? ¿Existe un único tipo de familia?
Familia y sus múltiples características
En primer lugar, la familia es un sistema ya que está constituida por una red de relaciones. Adicionalmente, se la considera natural, debido a que responde a necesidades biológicas y psicológicas inherentes a la supervivencia humana. Además, es fundamental resaltar que tiene características propias y particulares, por ejemplo, el hecho de que no hay ninguna otra instancia social que hasta ahora haya logrado reemplazarla como fuente de satisfacción de las necesidades psicoafectivas tempranas de todo ser humano (White et al., 2019).
Cambios que impactan…
Sin embargo, no todo está tan claro en este ámbito de estudio. Durante las últimas décadas, se han producido cambios en las sociedades que han afectado la idea tradicional de este concepto, obligándonos a preguntarnos qué es una familia normal, qué tipos de familia existen, y cuestionándonos las definiciones y creencias que solían considerarse inquebrantables. Por lo tanto, a continuación se presenta una breve evolución histórica de este grupo tan importante en la vida.
Breve reseña histórica
Al principio, el surgimiento de la familia se basaba en lazos biológicos y abarcaba varias generaciones. Los hombres y mujeres de la misma generación podían tener relaciones sexuales entre sí, mientras que las relaciones entre padres e hijos estaban prohibidas.
En este contexto, se practicaba tanto la poligamia como la poliandria; y la estructura social se organizaba en tribus, sin distinción entre hermanos, primos o tíos. Luego, se evolucionó hacia una segunda etapa en la que se empiezan a diferenciar las relaciones dentro de la misma generación, con la prohibición de relaciones sexuales entre hermanos; donde la exogamia emerge.
Monogamia incipiente y patriarcado
En la tercer etapa, la unidad conyugal tiende hacia la monogamia, donde la mujer comienza a pertenecer a un solo hombre después del matrimonio. Así, la alianza matrimonial se convierte en una elección grupal, no individual, y establece la base de la economía del grupo, con una clara división sexual del trabajo. En este período, el intercambio matrimonial incluye la compra de la novia, pagándose con objetos a menudo simbólicos, acompañados de rituales.
Más adelante, desde el siglo VII al XVII, el patriarcado se establece como la organización social, política y religiosa predominante. La familia patriarcal, reconoce al padre como el dueño absoluto de sus dependientes. En cambio, la mujer queda confinada al hogar y encargada de la crianza de los hijos y gestión de las esclavas (Tempera de Devoto, 2005).
La familia en la época medieval y Edad Moderna
Con la llegada del cristianismo, se rechaza la poligamia, la homosexualidad y las prácticas sexuales paganas. El matrimonio se convierte en un sacramento y en el núcleo de la estructura familiar. Aunque la elección conyugal basada en el amor romántico aparece en la literatura, en la práctica, las hijas se casaban por decisión del padre.
Así, en la Edad Moderna, que abarcó desde finales del siglo XVII hasta finales del siglo XIX, se observa una clara diferenciación entre el espacio privado y público. En este sentido, ámbito doméstico y espacio público comienzan a distinguirse, con el Estado interviniendo en cuestiones familiares que previamente se consideraban privadas.
Época industrial: Fines del siglo XIX y segunda mitad del XX
Durante esta etapa, el ideal familiar se centraba en la estructura nuclear con roles claramente diferenciados: la mujer se encargaba del hogar y la crianza, mientras que el hombre trabajaba, aportaba el salario y accedía a la educación institucional. Tal es así, que se consideraba que el trabajo femenino amenazaba la femineidad, y el matrimonio se basaba en el amor. La mujer encontraba satisfacción en el bienestar de su familia, sacrificando su vida personal.
La familia postmoderna
En este momento de la historia, que abarca desde la segunda mitad del siglo XX hasta el presente siglo XXI, la mujer se integra al mercado laboral y cuestiona el rol tradicional en la familia, llevando a una autoridad parental compartida. Lo anterior cambia el foco hacia el desarrollo personal y la libertad, con una baja en la nupcialidad y un aumento en la cohabitación. En este contexto, los roles se vuelven indistinguibles y se prioriza el bienestar individual (Tempera de Devoto, 2005).
Tipos de familias
A raíz de todos los cambios que la estructura familiar ha atravesado, actualmente hay dos características innegables de este grupo social: la flexibilidad para transformarse y su capacidad para adaptarse. Por consiguiente, surgen muchos tipos de familia posibles, cada uno con sus particularidades específicas.
Padres adoptivos: Un vínculo fuera de lo biológico
Aunque en tales familias no existe un vínculo genético, los padres adoptivos suelen demostrar una alta dedicación en la crianza. Con frecuencia, buscan apoyo especializado para abordar las necesidades individuales de sus hijos, entendiendo que cada niño tiene una historia única. Particularmente, y en cuanto a la cuestión de la revelación de su origen biológico, en muchas ocasiones es una temática muy importante para la conformación de su identidad, por lo que es de suma relevancia saber cómo tratarla (Oliva et al., 2011).
Familias homoparentales
Este tipo de familias están compuestas por parejas homosexuales que viven con niños. Aunque aún enfrentan estigmas sociales, estudios indican que los problemas en el desarrollo infantil no están relacionados con la orientación sexual de los padres, sino con factores como el estrés y el apoyo del entorno, por ejemplo.
En otro orden de ideas, los hogares homoparentales tienden a tener una crianza más democrática y una división del trabajo doméstico más equitativa. Asimismo, no se han encontrado diferencias significativas en el ajuste psicológico y la autoestima de los niños, aunque el acoso debido a la homofobia puede afectar negativamente a algunos adolescentes. En este sentido, políticas de apoyo y una buena red familiar pueden mitigar dichos problemas y fomentar un ambiente saludable para el desarrollo infantil.
Familias reconstituidas
Este tipo de estructura familiar se forma cuando una pareja tiene hijos de vínculos previos. Suelen ser más complejas, con roles y responsabilidades menos claros para los padres no biológicos. A menudo, enfrentan desafíos relacionados con la integración de nuevas relaciones familiares y la adaptación a cambios estructurales.
Pese a que los hogares reconstituidos pueden experimentar una mayor conflictividad y menor cohesión, especialmente en el periodo inicial, la relación entre los niños y padres no biológicos puede mejorar con el tiempo. Así, la estabilidad y el ajuste infantil dependen de la capacidad de la pareja para fortalecer su vínculo, de renegociar las relaciones entre los padres biológicos y no biológicos, y establecer nuevas dinámicas familiares (Oliva et al., 2011).
Familias monoparentales
Nos referimos a aquellas que están formadas por un solo progenitor que se encarga de cuidar a sus hijos, ya sea por maternidad o paternidad en solitario, o tras un divorcio, separación o muerte de un cónyuge. El aumento de dicho tipo de estructura está relacionado con factores como la mayor participación laboral femenina y la aceptación del divorcio, y la mayoría de ellas están encabezadas por mujeres.
Funciones: Pertenencia y separación
Más allá del tipo de familia, existen dos funciones principales e interdependientes de esta: pertenencia y separación. La pertenencia proporciona un sentido de unidad y apoyo incondicional, crucial para el desarrollo emocional y físico, especialmente en etapas tempranas como el nacimiento. Por otro lado, la separación o individuación permite a los miembros desarrollarse como individuos autónomos.
Sin lugar a dudas, la familia como institución social debería poder equilibrar estas fuerzas a lo largo del ciclo vital. Ya que ninguna en exceso daría buenos resultados y se deben ir ajustando en relación a la etapa de vida y contexto familiar (Tempera de Devoto, 2005).
Conclusión
La familia es un grupo social único y esencial. A lo largo de la historia, su estructura y funciones han evolucionado en respuesta a cambios sociales, económicos y culturales. Actualmente, no existe un único modelo vigente, sino que es flexible y diverso, incluyendo no solo familias nucleares sino también adoptivas, homoparentales, reconstituidas y monoparentales. Independientemente de su forma, este grupo social cumple dos funciones de unidad y apoyo y de individuación, que permite el desarrollo autónomo de sus miembros.
En definitiva, es fundamental que nos centremos en el estudio de los valores familiares y su esencia, más que en su estructura, especialmente en los campos de educación y psicología. Esto, para poder superar nuestros propios prejuicios y estar abiertos a las nuevas generaciones con flexibilidad.
Referencias bibliográficas
- White, J., Martin, T. y Adamsons, K. (2019). Family Theories: An Introduction. SAGE.
- Tempera de Devoto, R. (2005). Familia: identidad y pertenencia. Ediciones Universidad del Salvador.
- Oliva, A. y Arranz, E. (Coords.) (2011). Nuevas familias y bienestar infantil. Ediciones Pirámide.