Si bien el trastorno depresivo mayor y el trastorno límite de la personalidad (TLP) son condiciones distintas, comúnmente se presentan de manera comórbida. Cuando esto ocurre, los síntomas suelen intensificarse y el riesgo de suicidio aumenta. Por lo tanto, comprender cómo se relacionan ambos cuadros no solo es clave para mejorar el diagnóstico, sino también para diseñar intervenciones más eficaces y reducir las recaídas. Además, profundizar en los factores que incrementan la vulnerabilidad al suicidio en esta combinación resulta esencial para prevenirlo. En la siguiente nota, analizaremos un estudio reciente que utiliza herramientas de análisis de redes para mapear cómo se enlazan los síntomas de ambas condiciones.
Cuando la sintomatología se entrelaza…

Tanto el trastorno depresivo mayor como el TLP son cuadros complejos que comparten elementos emocionales intensos, sentimientos de vacío y dificultades en la regulación afectiva. Hasta un 80 % de las personas con TLP atraviesan episodios depresivos, y cerca del 20 % de quienes padecen depresión cumplen criterios para TLP. Esta superposición diagnóstica genera desafíos clínicos, complicando el abordaje terapéutico y aumentando el riesgo de error diagnóstico.
Desde la teoría de redes, los cuadros mentales no se entienden como una enfermedad “de fondo” que produce síntomas, sino como conjuntos de síntomas que se influyen entre sí. Cada elemento clínico —por ejemplo, vacío crónico, culpa, impulsividad o ideación suicida— funciona como un nodo dentro de una red. Cuando uno se activa, podría desencadenar otros conectados, manteniendo o agravando el malestar.
Una nueva línea de investigación
Aplicado a la depresión y al TLP, propone que la comorbilidad se explica por “síntomas puente” que enlazan ambos cuadros. Por lo tanto, identificar qué manifestaciones de un cuadro, como la inestabilidad afectiva o la alteración de la identidad, se conectan directamente con la ideación y otros síntomas propios de la depresión permite afinar la evaluación del riesgo del suicidio y orientar mejor las intervenciones.
Siguiendo esta lógica, los autores propusieron analizar de forma empírica qué vínculos sintomáticos conectan ambos cuadros. Explorando, además, los elementos qué explican cómo ciertas personas con depresión desarrollen rasgos límite más marcados o conductas autodestructivas.
¿Cómo se diseñó el estudio?
El trabajo, publicado en 2025, combinó datos de cuatro ensayos clínicos realizados entre 1994 y 2013 en la Universidad de Otago, Nueva Zelanda. La muestra total incluyó 548 personas que atravesaban un episodio depresivo mayor. La sintomatología del TLP se evaluó mediante entrevistas clínicas estructuradas, mientras que los de depresión se midieron con la Escala de Hamilton (HAM-D17).
A su vez, los investigadores aplicaron análisis de redes para examinar cómo los síntomas de ambas afecciones se vinculaban entre sí y cuáles actuaban como “puentes” entre ellos. Posteriormente, controlaron variables como edad, género y gravedad de la depresión para verificar la solidez de los hallazgos.
Nudos compartidos: Identidad, vínculos y suicidio

Los resultados mostraron tres conexiones clave entre depresión y TLP: la ideación suicida, la inestabilidad en las relaciones y la alteración de la identidad. Este hallazgo indica que ciertas características del TLP podrían intensificar el riesgo suicida en personas con depresión, más allá del estado de ánimo deprimido.
Aún más, el análisis reveló que estos “síntomas puente”, además de coexistir, se retroalimentaban de manera significativa. Por ejemplo, los episodios de desesperanza o autocrítica, propios de la depresión, activaban crisis relacionales típicas del TLP, que a su vez intensificaban la ideación suicida. Este tipo de interacción circular sugiere que, en la práctica clínica, intervenir sobre un solo componente —como el estado de ánimo— es insuficiente. Es necesario, entonces, un abordaje simultáneo sobre los patrones relacionales y de identidad.
La identidad como punto crítico
Uno de los descubrimientos más relevantes fue que quienes presentaban alteraciones en la identidad —una sensación persistente de vacío o falta de coherencia personal— tenían tres veces más probabilidades de haber intentado suicidarse. Dicho vínculo se mantuvo incluso al ajustar por otras afecciones, como la inestabilidad relacional o la impulsividad. Según los autores, la fragilidad del sentido de sí mismo aumenta la desesperanza y la dificultad para encontrar motivos de continuidad vital, funcionando como un factor de riesgo independiente.
De hecho, la investigación plantea que la alteración de la identidad podría ser un marcador transdiagnóstico del suicidio, más allá del TLP o la depresión por separado. Siguiendo esa línea, la ausencia de una narrativa personal estable incrementa el malestar y también limita la capacidad de proyectarse hacia el futuro, elemento clave en la prevención del suicidio.
Relaciones inestables y vulnerabilidad emocional
Asimismo, se evidenció que la inestabilidad afectiva y los vínculos interpersonales caóticos actúan como catalizadores del sufrimiento. La oscilación entre idealización y rechazo en las relaciones podría amplificar el sentimiento de vacío y, en conjunto con la depresión, crear un círculo de desesperanza y aislamiento. Tales patrones vinculares suelen interferir con la adherencia a los tratamientos y aumentar la probabilidad de recaídas.
No obstante, dichas dinámicas relacionales no deben interpretarse solo como un síntoma más del TLP, sino como un punto de entrada para la intervención. En el marco de la depresión, la terapia debería incluir estrategias para mejorar la regulación emocional y promover relaciones más estables y seguras.
“Luces y sombras” del análisis
Si bien el trabajo aporta una mirada innovadora sobre la conexión entre depresión y TLP, presenta limitaciones que invitan a la cautela. La muestra, aunque amplia, se concentró en población urbana de Nueva Zelanda, lo que limita su extrapolación a otros contextos culturales. Además, los datos se tomaron de trabajos previos, por lo que no permiten observar la evolución de los cuadros en el tiempo ni establecer causalidades.

Por otro lado, los investigadores no incluyeron todos los síntomas posibles de cada diagnóstico, priorizando aquellos más comparables con los criterios de los manuales psiquiátricos. Lo anterior podría haber dejado fuera matices importantes.
Por último, tampoco se analizó en profundidad la influencia de variables como la historia de trauma o el acceso a apoyo terapéutico, factores relevantes para comprender la complejidad del suicidio en ambos cuadros.
Un vínculo que redefine el riesgo
En resumen, los hallazgos de este estudio resaltan la necesidad de evaluar de forma integrada la depresión y TLP, más que como diagnósticos aislados. Comprender los síntomas que actúan como puentes podría ayudar a predecir mejor el riesgo suicida y orientar intervenciones más específicas. En la práctica clínica, identificar estos patrones permite diseñar intervenciones que apunten de manera conjunta a tratar la depresión, la regulación emocional y la reconstrucción del sentido personal.
A futuro, la aplicación del enfoque de redes podría transformar la forma de entender la comorbilidad en salud mental. Más que etiquetar, el desafío es reconocer los hilos invisibles que conectan los síntomas y, en consecuencia, las historias de quienes los padecen. En ese entrelazado se juega, muchas veces, la posibilidad de prevenir el sufrimiento e intervenir a tiempo.
Referencia bibliográfica
- Kew, B. M., Monk, N. J., Conner, T. S., Frampton, C., Mulder, R. T., Porter, R. J., Carter, J. D., Jordan, J., McIntosh, V. V. W. y Douglas, K. M. (2025). Symptom Overlap Between Depression and Borderline Personality Disorder: A Network Analysis. Personality and mental health, 19(2) e70019. Doi: 10.1002/pmh.70019





















