El trastorno de pánico es una condición psiquiátrica que se manifiesta a través de ataques súbitos e intensos de ansiedad, acompañados de síntomas físicos y cognitivos abrumadores. Tales episodios incluyen palpitaciones, dificultad para respirar, temblores, dolor en el pecho, miedo a perder el control o, incluso, a morir. Asimismo, su aparición es impredecible y limita de forma significativa la vida cotidiana. En este contexto, identificar tratamientos eficaces no es solo una prioridad clínica, sino también una cuestión de salud pública. A continuación, exploramos qué dice la evidencia científica sobre los fármacos más eficaces para tratar los ataques de pánico.

Fármacos y ataques de pánico: Una relación compleja

Fármacos y ataques de pánico, trastorno de pánico

Durante décadas, el abordaje del trastorno de pánico ha incluido tanto intervenciones psicológicas como farmacológicas. Dentro de estas últimas, destacan principalmente los antidepresivos —como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN) y los antidepresivos tricíclicos (ATC)— así como las benzodiacepinas. Sin embargo, la eficacia relativa y la tolerabilidad de dichos fármacos han sido motivo de debate y estudio constante.

En tal sentido, surge la pregunta: ¿Qué fármacos son realmente los más efectivos para tratar los ataques de pánico? Para responder la pregunta, Guaiana y colaboradores (2023) realizaron un metaanálisis en red que ofrece una visión integral y comparativa entre distintos medicamentos.

Metodología aplicada

La revisión analizó 70 ensayos clínicos aleatorizados que incluyeron un total de 12.703 adultos con diagnóstico de trastorno de pánico, con o sin agorafobia. Se compararon múltiples medicamentos entre sí y con el placebo, incluyendo tanto antidepresivos como benzodiacepinas.

La revisión se enfocó en dos variables principales: la eficacia (medida como respuesta clínica) y la aceptabilidad del tratamiento (evaluada a través del número de abandonos). También se consideraron desenlaces secundarios como la remisión de síntomas, la frecuencia de los ataques de pánico y la mejoría en síntomas de agorafobia.

Ahora bien, ¿cuáles destacan por su eficacia?

Uno de los hallazgos más relevantes del estudio fue que varios fármacos demostraron ser significativamente más eficaces que el placebo para reducir los síntomas del trastorno de pánico. En particular, las benzodiacepinas como el diazepam, el alprazolam y el clonazepam se posicionaron como los medicamentos más efectivos en términos de respuesta clínica. Las mencionadas no solo lograron mayor reducción de los síntomas, sino que además presentaron buenos niveles de tolerabilidad.

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Por otro lado, entre los antidepresivos, los más eficaces fueron paroxetina, venlafaxina, clomipramina y fluoxetina. Si bien otros fármacos similares también mostraron resultados positivos, su efecto fue más modesto o menos consistente en los ataques de pánico, según los análisis.

Y… ¿Cuáles fueron mejor tolerados?

En cuanto a la tolerabilidad, los resultados favorecieron nuevamente a las benzodiacepinas. En efecto, alprazolam y diazepam fueron los medicamentos con menor tasa de abandono, incluso por debajo del placebo. Lo anterior indica que los pacientes tienden a tolerarlos bien en el corto plazo.

En contraste, algunos antidepresivos como buspirona presentaron tasas elevadas de abandono, lo cual sugiere una menor aceptabilidad. Otros medicamentos, como paroxetina, fluoxetina y clomipramina, mostraron una aceptabilidad intermedia.

En tal contexto, los autores hacen énfasis en la necesidad de un balance entre eficacia y tolerabilidad, en especial al momento de seleccionar un tratamiento. En la situación de los ataques de pánico, donde la urgencia sintomática es alta, los fármacos mejor tolerados pueden facilitar la adherencia, especialmente en fases agudas del trastorno.

¿Qué pasa con la remisión y la reducción de ataques?

Respecto a la remisión de síntomas, los medicamentos más destacados fueron desipramina, fluoxetina, clonazepam, diazepam, fluvoxamina e imipramina. En dichos casos, no solo hubo mejoría clínica, sino que los pacientes alcanzaron estados considerados satisfactorios, sin síntomas clínicamente relevantes. Dentro del mismo grupo, alprazolam y desipramina obtuvieron el mejor posicionamiento.

Por otra parte, en cuanto a la frecuencia de los ataques, solo el clonazepam y alprazolam mostraron una reducción significativa en comparación con el placebo. Esto refuerza el papel de las benzodiacepinas como agentes de acción rápida en la disminución de episodios agudos.

Una combinación que requiere estrategia

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El análisis por clases de medicamentos reveló que los ATC fueron los más eficaces, seguidos de cerca por las benzodiacepinas y los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO). En cambio, los ISRS y los IRSN ocuparon posiciones más bajas en términos de eficacia promedio. No obstante, las diferencias entre clases no fueron estadísticamente significativas, lo que indica que hay más variación entre fármacos individuales que entre grupos.

En términos de tolerabilidad, las benzodiacepinas fueron la única clase asociada con menos abandonos que el placebo, posicionándolas como una opción válida para iniciar el tratamiento o en casos que requieran una respuesta inmediata. Sin embargo, su uso prolongado sigue siendo controvertido por el riesgo de dependencia, tolerancia y efectos adversos.

Limitaciones del estudio y puntos a considerar

Si bien el metaanálisis ofrece evidencia sólida, presenta algunas limitaciones importantes. En primer lugar, la mayoría de los artículos incluidos fueron de corta duración (entre 4 y 24 semanas), por lo que no se pueden extraer conclusiones firmes sobre la eficacia y seguridad a largo plazo de los tratamientos.

Asimismo, varios ensayos presentaban riesgos metodológicos, como sesgos por patrocinio o escasa calidad en la ocultación de la asignación. La falta de estudios recientes también es una debilidad: muchos de los datos provienen de investigaciones realizadas hace más de dos décadas, lo que puede no reflejar las condiciones actuales de la práctica clínica.

Reflexiones finales: El desafío de elegir

En definitiva, la evidencia actual sugiere que fármacos y ataques de pánico son capaces de relacionarse de manera eficaz cuando la elección del tratamiento se realiza de forma informada. Las benzodiacepinas destacan por su eficacia y tolerabilidad en el corto plazo, pero deben utilizarse con cautela. Los antidepresivos, en cambio, ofrecen una alternativa más segura a largo plazo, aunque es posible que su efecto demore más en aparecer y su tolerancia varíe según el paciente.

A la hora de seleccionar un tratamiento, no solo importa la eficacia de medicina utilizada, sino también su perfil de seguridad, el contexto clínico del paciente, sus preferencias y el acceso a intervenciones complementarias como la psicoterapia. Por lo que, en definitiva, no existe un único tratamiento ideal, sino múltiples caminos que deben adaptarse a cada persona. Si te interesa profundizar en el diagnóstico y abordaje clínico de los ataques de pánico, te invitamos a nuestro curso sobre trastornos de pánico y estrategias de intervención.

Referencia bibliográfica

  • Guaiana, G., Barbui, C., Cipriani, A., D’Avanzo, B., Goldberg, Y., Hayes, J., Koesters, M., Ostuzzi, G., Purgato, M. y Furukawa, T. A. (2023). Pharmacological interventions for panic disorder in adults: A network meta-analysis. Cochrane Database of Systematic Reviews, (5), CD013405. https://doi.org/10.1002/14651858.CD013405.pub2