Tocar una sartén ardiendo sabiendo que está caliente, no es lo mismo que hacerlo sin saberlo. En el primer caso, el cerebro anticipa el dolor y, de algún modo, lo regula. En el segundo, la falta de información activa un estado de alerta: el dolor se siente más intenso y amenazante. Lo anterior, sugiere que no solo importa el estímulo físico, sino también lo que el cerebro espera que ocurra. Respecto a ello, un nuevo estudio revela cómo la incertidumbre transforma la experiencia del dolor, incluso cuando no hay un daño real. En esta nota, ahondaremos en cómo la codificación predictiva termo sensorial sustenta una ilusión de dolor.

Dolor e incertidumbre: Un vínculo interesante

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A pesar de que el dolor suele percibirse como una experiencia puramente sensorial, numerosos estudios han demostrado que factores cognitivos, tales como las expectativas o el contexto, influyen en su intensidad. Cuando se anticipa un estímulo doloroso, el cerebro se prepara, activando mecanismos de regulación que modulan su impacto. Por el contrario, la incertidumbre es capaz de intensificar la percepción del dolor, haciendo que incluso estímulos leves se experimenten como más amenazantes.

Esta idea ha sido respaldada por investigaciones previas que muestran cómo la ambigüedad en los estímulos produce una mayor activación en regiones cerebrales vinculadas al procesamiento del dolor. Sin embargo, la mayoría de la literatura previa utilizaron paradigmas que no permiten comprender en profundidad el vínculo.

Nuevo estudio: Aislando el papel de la incertidumbre

Frente a dicho vacío, el Departamento de Medicina Clínica de la Universidad de Aarhus propuso realizar un nuevo artículo con una estrategia innovadora: mantener constante el estímulo doloroso y manipular únicamente la certeza o incertidumbre sobre su intensidad. De tal modo, fue posible analizar cómo responde el cerebro cuando no sabe exactamente qué esperar, arrojando luz sobre el papel de la anticipación en la experiencia dolorosa.

Para lograrlo, se diseñó un experimento en el que los participantes recibieron estímulos térmicos en el antebrazo mientras se les realizaba una resonancia magnética funcional. En todos los casos, los niveles de dolor eran suaves y estaban claramente definidos, pero lo que se modificaba era la información previa: algunas señales indicaban con precisión qué tipo de estímulo vendría (condición “cierta”), mientras que otras no permitían anticiparlo (condición “incierta”). Ahora bien… ¿Qué resultados se obtuvieron?

Efectivamente, la incertidumbre intensifica el dolor

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Los hallazgos fueron contundentes: cuando las señales eran inciertas —es decir, cuando los participantes no sabían qué intensidad de dolor esperar—, el dolor se percibía como más intenso. Incluso si el estímulo físico era el mismo que en la condición cierta. Dicha percepción aumentada no fue subjetiva solamente; también se reflejó en la actividad cerebral.

En particular, las imágenes obtenidas mostraron una mayor activación en áreas relacionadas con la percepción y anticipación del dolor. Entre ellas, la ínsula anterior, la corteza cingulada anterior y el tálamo, cuando los participantes se enfrentaban a la incertidumbre. Tales regiones forman parte de lo que se conoce como la “red del dolor”, involucrada tanto en la detección sensorial como en el componente emocional de la experiencia.

Otros resultados…

A su vez, identificaron un aumento en la conectividad funcional entre regiones durante la condición incierta, lo que sugiere que el cerebro se encuentra en un estado de alerta ampliada ante lo inesperado. En otras palabras, la incertidumbre no solo modifica cómo se siente el dolor, sino que reorganiza las dinámicas cerebrales que lo procesan.

Como resultado, podemos afirmar que la intensidad del dolor no depende únicamente del estímulo físico, sino también del contexto cognitivo y emocional en el que se experimenta. Así, se refuerza la idea de que el dolor es una construcción compleja, moldeada por mucho más que los nervios sensoriales.

Lo que queda por investigar

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Aunque los resultados aportan evidencia sólida acerca del impacto de la incertidumbre en la percepción del dolor, existen algunas limitaciones importantes. En específico, el experimento se realizó en un entorno controlado, con estímulos térmicos leves y en participantes jóvenes sin antecedentes clínicos. Por tanto, no es posible asumir que estos resultados se repliquen de la misma manera en personas con dolor crónico, ansiedad o antecedentes de hipervigilancia.

Asimismo, tampoco se evaluaron directamente variables psicológicas como la regulación emocional o la interpretación de amenaza. Estas últimas, posiblemente, influyan en la respuesta cerebral frente a lo incierto. Aun así, el estudio ofrece una base valiosa para futuras investigaciones que integren lo psicológico y lo neurobiológico, especialmente en el diseño de tratamientos más efectivos para el dolor.

El dolor va más allá de lo físico…

A modo de síntesis, el artículo refuerza una idea cada vez más aceptada en neurociencia: el dolor no depende únicamente del estímulo físico. Cuando la información es ambigua o incierta, se activan circuitos cerebrales que amplifican la experiencia dolorosa, incluso sin que exista una amenaza real. Lejos de ser un mecanismo pasivo, la percepción del dolor emerge como un proceso dinámico, influido por la anticipación, la atención y el estado emocional.

Por consiguiente, comprender tales mecanismos no solo permite avanzar en el conocimiento básico sobre el funcionamiento cerebral, sino que también abre nuevas vías para abordar el dolor desde una perspectiva más integral. ¿Cómo pueden adaptarse los tratamientos cuando el contexto y las expectativas del paciente son tan determinantes? ¿Qué papel podrían tener las intervenciones psicológicas para reducir el impacto de la incertidumbre en quienes viven con dolor crónico?

Referencia bibliográfica

  • Ehmsen, J. F., Nikolova, N., Christensen, D. E., Banellis, L., Böhme, R. A., Brændholt, M., Courtin, A. S., Krænge, C. E., Mitchell, A. G., Sardeto Deolindo, C., Steenkjær, C. H., Vejlø, M., Mathys, C., Allen, M. G. y Fardo, F. (2025). Thermosensory predictive coding underpins an illusion of pain. Science advances11(11), eadq0261. https://doi.org/10.1126/sciadv.adq0261