Cartografías del miedo
El estudio de Fotovoz (proceso por el que personas identifican y representan una problemática sentida, a través de una técnica específica de fotografía) realizado con mujeres migrantes mexicanas en El Paso, constituye un documento excepcional para pensar esta intersección entre trauma, identidad y agencia. Sus relatos, imágenes y metáforas muestran cómo la violencia doméstica es un proceso que altera la percepción del yo, las posibilidades de futuro y la capacidad de nombrar el sufrimiento (Moya et al., 2013).
La vivencia encarnada del trauma

La violencia de pareja no solo afecta a nivel emocional o relacional, también altera la forma en que muchas mujeres experimentan su propio cuerpo. Las investigaciones recientes sobre trauma interpersonal muestran que la exposición prolongada al maltrato puede generar dificultades en la conciencia corporal, fenómenos de disociación somática y alteraciones en la percepción interna de señales físicas, especialmente en situaciones asociadas al miedo o al control coercitivo.
Estos cambios ayudan a comprender por qué hay mujeres que relatan sentirse desconectadas de su cuerpo, como si este fuera un espacio vigilado, fatigado o ajeno a ellas mismas. Se trata de un modo de habitar el cuerpo marcado por el trauma, donde la percepción corporal se vuelve inestable y cargada de amenaza más que de presencia (Machorrinho et al., 2023).
En los testimonios del estudio mencionado al inicio, el cuerpo aparece como superficie donde se inscriben el miedo y la humillación. Manos que se cubren, miradas que bajan, piel que se siente “como agua sucia”. Gestos que encapsulan una verdad fenomenológica, que la experiencia del trauma altera la relación básica con uno mismo.
Amenaza como estado psicológico, no como evento
Diversas investigaciones muestran que, en contextos migratorios, la violencia es como un clima subjetivo. El estatus legal precario intensifica la sensación de captura, alimentando un estado de hiperalerta crónica (Bentley y Riutort-Mayol, 2023). Uno no solo teme al individuo que ejerce violencia, teme al sistema, a la deportación, al aislamiento, a la falta de recursos. Esto produce un patrón donde el trauma deja de estar circunscrito y se vuelve ambiental, infiltrando cada decisión y cada relación.
Silencios que duelen: La dificultad de nombrar el sufrimiento
Desde la psicología cultural, sabemos que la imposibilidad de nombrar el dolor limita su elaboración. En las mujeres migrantes, el fenómeno se amplifica por diferencias lingüísticas, mandatos de género y socialización en la discreción. No se trata de que “no puedan hablar”, es que el contexto ha desmantelado las condiciones para narrarse con legitimidad.
Las participantes del estudio de Moya, por ejemplo, relatan que callaban “por vergüenza”, “por miedo”, “por los papeles”, “por las hijas”, “por no saber”. Estos silencios son estrategias de supervivencia en escenarios donde hablar puede convertirse en otra forma de riesgo.
Disociación discursiva
Está documentado que las mujeres sometidas a violencia prolongada reflejan una forma de disociación discursiva. Es decir, describen eventos traumáticos con frialdad, brevedad o en tercera persona, como si fueran espectadoras de sí mismas (Fernández-Fillol et al., 2021). La Fotovoz funciona clínicamente como un intervalo. Permite que el símbolo (la fotografía) hable antes que la palabra. Es una mediación estética del trauma.
Migración y violencia: Doble precariedad subjetiva

En la violencia doméstica hacia mujeres migrantes, el emisor de la violencia utiliza el estatus migratorio como arma. La amenaza conforma el “te voy a quitar los papeles”, “te voy a deportar”, “no vas a ver a tus hijos”. Esta manipulación institucionalizada produce una forma de violencia epistémica, porque se apropia de la relación de la mujer con la ley, el futuro y la comunidad.
Al apropiarse de su marco de interpretación (lo que puede esperar, lo que puede temer, lo que considera posible), el otro incorpora el aparato institucional como parte de su poder coercitivo. Así, hay una intervención simbólica sobre las condiciones mismas de existencia, de la ciudadanía, pertenencia, familia, continuidad vital.
Estatus legal como herramienta de control psicológico
De hecho, la literatura confirma que dicha modalidad de control genera niveles más intensos de depresión y estrés traumático que la violencia física aislada. La dependencia económica y legal amplifica la indefensión aprendida.
Y aislamiento
Y es que, migrar conlleva ruptura de redes familiares, pérdida de referentes culturales y desorientación identitaria. Cuando la violencia aparece en este marco, el aislamiento se vuelve total. Las mujeres del estudio relatan sentirse “solas”, “sin familia”, “sin salida”. Un aislamiento que funciona como catalizador del deterioro mental, incrementa las ideas de suicidio, la desesperanza y el colapso emocional.
¿Cómo opera la violencia en la subjetividad?
La erosión gradual del yo
La violencia de pareja rara vez inicia con golpes; comienza con una colonización psicológica: descalificación, minado de la autoestima, vigilancia, celos, reorganización del tiempo y la movilidad. Desde la psicología del trauma complejo, se describe este proceso como una erosión acumulativa del yo. Esto se ve en mujeres que inicialmente justifican el comportamiento del otro, luego sienten vergüenza, más tarde miedo, finalmente resignación. Es un guion traumático con etapas reconocibles.
Violencia sexual como pedagogía del miedo

Las mujeres del estudio lo expresan con metáforas potentes: sentirse “usadas”, “sucias”, “como un objeto desechable”. Estas imágenes son diagnósticamente relevantes dado que señalan una profunda fractura en la identidad corporal y sexual.
No describen únicamente el acto violento, sino la instauración de un régimen de significados en el que el cuerpo pierde su estatuto de espacio propio y pasa a funcionar como superficie de imposición ajena. Cuando una mujer utiliza estas metáforas, está articulando (aunque sea de forma indirecta) la experiencia de haber sido expulsada de su propia corporalidad, de haber dejado de habitarse con continuidad y con deseo.
Entre el colapso y la resistencia
Salir de una relación violenta es un proceso psicológico que requiere reconfigurar el miedo, el apego, la culpa y la identidad. La literatura reciente indica que la decisión de romper el vínculo está asociada a un aumento momentáneo del riesgo, pero también a un incremento en la claridad cognitiva y en la autoeficacia (Goodman et al., 2005). Algunas mujeres se describen a sí mismas en el instante del “basta”. Ese momento es el punto donde la subjetividad deja de organizarse alrededor del que ejerce violencia.
Fotovoz como dispositivo de empoderamiento terapéutico
Hay veces que se convierte la agencia en un proceso colectivo: fotografiar, narrar, compartir, exigir políticas. La Fotovoz permite una reapropiación simbólica del relato, creando distancia emocional y, al mismo tiempo, comunidad. Opera, al final, como una intervención transformadora: convierte la experiencia traumática en un acto de subjetivación política.
Intervenciones psicológicas contemporáneas
La práctica con mujeres migrantes sobrevivientes de violencia debe alejarse de enfoques individualistas que asumen que el trauma es un fenómeno exclusivamente intrapsíquico. La evidencia actual exige integrar modelos:
Modelos de trauma complejo adaptados a migración

Estos modelos deben incluir:
- la cronificación del miedo,
- el impacto del estatus legal,
- la discriminación,
- la falta de acceso sanitario,
- y la ruptura de redes sociales.
La literatura subraya la eficacia de intervenciones que combinan regulación emocional, narrativa del trauma y apoyo comunitario. La incorporación de redes comunitarias añade una dimensión reparadora que la intervención individual no alcanza, devuelve a la persona una sensación de pertenencia, corrige la percepción de aislamiento y establece un andamiaje social que sostiene el proceso terapéutico (Davies et al., 2025).
Justicia social como parte del tratamiento
Pues el acompañamiento psicológico para mujeres migrantes requiere también intervención estructural: información legal, redes de apoyo, acceso a servicios, recursos comunitarios, formación laboral. La salud mental no puede ser tratada al margen de la vulnerabilidad social. De hecho, la intervención más transformadora no es solo “hablar del trauma”, es producir una voz colectiva, incidir en políticas, reinsertarse en educación, convertirse en promotoras de salud, reconstruir futuros.
Conclusión
La violencia doméstica en mujeres migrantes es una fractura ontológica. Sin embargo, la nota dominante de sus narrativas no es la destrucción, sino la persistencia. La capacidad de reconstruirse aun cuando todo contexto señala que no deberían poder hacerlo.
El trauma desarticula la vida, pero no la anula. La subjetividad encuentra maneras inesperadas de reorganizarse, incluso en condiciones extremas. El desafío clínico, ético y político es estar a la altura de esa reorganización.
Referencias bibliográficas
- Bentley, A. y Riutort-Mayol, G. (2023). The association between intimate partner violence type and mental health in migrant women living in Spain: findings from a cross-sectional study. Frontiers in public health, 11, 1307841. https://doi.org/10.3389/fpubh.2023.1307841
- Davies, M., Satyen, L. y Toumbourou, J. W. (2025). Trauma-and-Violence-Informed Care for Victim-Survivors of Domestic, Family and Sexual Violence: A Qualitative Meta-Synthesis of Service Providers’ Perspectives. Trauma, Violence, & Abuse, 0(0). https://doi.org/10.1177/15248380251383933
- Fernández-Fillol, C., Pitsiakou, C., Perez-Garcia, M., Teva, I. y Hidalgo-Ruzzante, N. (2021). Complex PTSD in survivors of intimate partner violence: risk factors related to symptoms and diagnoses. European journal of psychotraumatology, 12(1), 2003616. https://doi.org/10.1080/20008198.2021.2003616
- Flegar, S. J., Fouche, J. P., Jordaan, E., Marais, S., Spottiswoode, B., Stein, D. J., y Vythilingum, B. (2011). The neural correlates of intimate partner violence in women. African journal of psychiatry, 14(4), 310-314. https://doi.org/10.4314/ajpsy.v14i4.9
- Goodman, L., Dutton, M. A., Vankos, N. y Weinfurt, K. (2005). Women’s resources and use of strategies as risk and protective factors for reabuse over time. Violence against women, 11(3), 311-336. https://doi.org/10.1177/1077801204273297
- Machorrinho, J., Veiga, G., Santos, G. D. y Marmeleira, J. F. (2023). Battered Body, Battered Self: A Cross-Sectional Study of the Embodiment-Related Impairments of Female Victims of Intimate Partner Violence. Journal of Aggression, Maltreatment & Trauma, 32, 1589-1603.
- Moya, E. M., Baray, S. M. y Martínez, O. (2013). Voices and Images of Migrant Women who are Survivors of Domestic Violence. Todo social, 2, 24-26.

























