Maier y Seligman en los años sesenta describieron el paradigma de la indefensión aprendida. Un modelo que explica cómo cuando un organismo está expuesto a eventos aversivos ineludibles de los que no logra escapar, no hará nada para huir en futuras ocasiones. Pues esperará que el siguiente evento ocurra independientemente de su conducta, lo que dará lugar a una especie de pasividad desadaptativa. Ahora, no es el evento en sí lo que genera tal patrón de conducta, sino la incontrolabilidad de este. Algo similar a la sensación de impotencia. O, en otras palabras, la percepción de que todo lo que se haga, realmente, no importa. Como puede esperarse, esto produce malestar emocional y un déficit de afrontamiento. Sin embargo, se observó que tal sensación puede regularse según los factores o causas a los que la persona atribuía la impotencia. Por ello, se intuye que es posible prevenir el desarrollo de un comportamiento de indefensión mediante la promoción de la resiliencia al estrés y una mayor flexibilidad psicológica, entre otros.

Un cuento antes de empezar

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos y lo que más me gustaba de los circos eran los elefantes. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Indefensión aprendida: "Lo que haga dará igual"

La estaca era solo un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo, podría, con facilidad, tirar de la estaca y huir.

¿Qué lo mantenía entonces atado? ¿Por qué no huía? Pregunté por el misterio de elefante y me explicaron: “El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño”.

Me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de todo su esfuerzo, no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que, al día siguiente, volvió a probar y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree -pobre- que no puede. Y lo peor: Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez” (Bucay, 2012).

¿Qué origina la indefensión aprendida?

La indefensión aprendida descrita por Seligman tiene tres efectos (Swanson et al., 2012):

  • Reducción de la motivación para realizar comportamientos posteriores. Pues, aunque lo que se suele esperar tras una respuesta a un factor estresante es alivio, este no ocurre. Y, por ende, tampoco se está motivado para actuar. Aspecto asociado con disminución de la salud física y cambios inmunológicos. Ahora, hay que valorar que dicha detección de incontrolabilidad no es necesaria ni suficiente para la pasividad. Pues para que esta se dé ha de haber una exposición prolongada a la estimulación aversiva.
  • Déficit cognitivo en forma de capacidad deficiente para aprender comportamientos, incluso después de haber realizado el comportamiento requerido y observado el resultado beneficioso. Esto se debe a que se aprende que el resultado es independiente de las respuestas. Y, tener este conocimiento, interfiere con la posibilidad de llegar a la conclusión de que la respuesta conductual realmente tuvo un efecto sobre el resultado.
  • Cambio en la emoción, caracterizado por conductas que indican frustración.

Neurobiología de la indefensión aprendida

Presencia de lo nocivo

La exposición a un estímulo aversivo per se activa las neuronas serotoninérgicas (5-HT) (involucradas en el control) en el núcleo dorsal del rafe que, a su vez, envía neuronas que proyectan 5-HT a otras áreas. Incluidas la sustancia gris periacueductal (implicada en la sensación de parálisis, componente conductual del miedo condicionado), cuerpo estriado y amígdala.

La 5-HT liberada en la sustancia gris periacueductal y el cuerpo estriado actúa en los receptores de 5-HT para inhibir el comportamiento de escape activo, mientras que la 5-HT liberada en la amígdala actúa en los receptores para potenciar el miedo/ansiedad.

¿Se puede evitar?

Si esto es así, se pone en marcha un circuito que implica proyecciones desde la región prelímbica de la corteza prefrontal ventromedial hasta el cuerpo estriado medial dorsal y viceversa.

Tras esto, se activa una población distinta de neuronas que impiden la activación del núcleo del rafe dorsal, eliminando la pasividad y el miedo exagerado.

¿Y en el futuro?

Después, se produce un conjunto de cambios que implican la formación de nuevas proteínas relacionadas con la plasticidad (Maier y Seligman, 2016).

Depresión e indefensión aprendida

Tanto la desesperanza como la impotencia conforman dos factores etiológicos potenciales que preceden a la aparición de la depresión. Un cuadro en el que se enfocó Seligman al ver plausible la similitud entre ambos fenómenos.

Y es que, se ha reportado que el presente paradigma conlleva cambios en las actividades del eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal (HPA) y trastornos del sueño, entre otros, propios también de la depresión (Song y Vilares, 2021).

Estudios clínicos sugieren que la depresión y la ansiedad están asociadas con el sistema orexinérgico, cuyas orexinas (hipocretinas) son neuropéptidos producidos en el hipotálamo. Y en las que, al igual que el número de neuronas y tamaño del soma de tipos específicos se reducen en la depresión, algo parecido ocurre en la indefensión aprendida (Hsu y Wang, 2021).

Como mencionamos, los efectos de la serotonina relacionados con la indefensión surgen principalmente del núcleo dorsal del rafe.

Zona que, igualmente, recibe proyecciones reguladoras del córtex prefrontal. Y este, a su vez, del sistema anterior.

Además, la conectividad funcional hipocampal-cortical prefrontal también participa en procesos emocionales y cognitivos de orden superior. Disfuncionales en los trastornos relacionados con el estrés (Marques et al., 2022).

Sin embargo, nada que no pueda mejorarse mediante procesos de entrenamiento cognitivo conductual como la reevaluación y terapias de exposición, por ejemplo. Que regulan la actividad de la corteza prefrontal ventromedial y reducen la emoción negativa. O, en caso de requerirse, a través de la psicofarmacología.

Conclusión

Si bien la teoría de la indefensión aprendida de Seligman explica algunos patrones de preevaluación de la conducta, no describe completamente el comportamiento de aprendizaje humano.

Y es que, con el paso del tiempo, se fueron descubriendo elementos que completaban el modelo (como los estilos atribucionales que tiene cada persona) y asociándose con la experiencia humana de estrés postraumático, ansiedad y depresión, por ejemplo.

Por otro lado, a pesar de que los mecanismos neuronales subyacentes a la indefensión aprendida de Seligman se comenzaron a investigar en los primeros años de la década de 1970, a día de hoy la evidencia neural existente aunque fuerte, no es concluyente.

Sin embargo, los refinamientos de la teoría inicial no podrían haber ocurrido si no se hubiese indagado en el circuito neuronal. Una prueba más, en definitiva, de la importancia del estudio cerebral.

Referencias bibliográficas

  • Bucay, J. (2012). Déjame que te cuente. Editorial RBA.
  • Hsu, C. W. y Wang, S. (2021). Changes in the Orexin System in Rats Exhibiting Learned Helplessness Behaviors. Brain sciences, 11(12), 1634. https://doi.org/10.3390/brainsci11121634
  • Maier, S. F. y Seligman, M. E. (2016). Learned helplessness at fifty: Insights from neuroscience. Psychological review, 123(4), 349-367. https://doi.org/10.1037/rev0000033
  • Marques, D. B., Ruggiero, R. N., Bueno-Junior, L. S., Rossignoli, M. T. y Leite, J. P. (2022). Prediction of Learned Resistance or Helplessness by Hippocampal-Prefrontal Cortical Network Activity during Stress. The Journal of neuroscience : the official journal of the Society for Neuroscience, 42(1), 81-96. https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.0128-21.2021
  • Song, X. y Vilares, I. (2021). Assessing the relationship between the human learned helplessness depression model and anhedonia. PloS one, 16(3), e0249056. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0249056
  • Swanson, J. N., Dougall, A. L. y Baum, A. (2012). Learned Helplessness. En V. S. Ramachandran (Ed.), Encyclopedia of Human Behavior (pp. 525-530). Elsevier. Doi: 10.1016/B978-0-12-375000-6.00220-2.