En la vorágine contemporánea de la globalización y el capitalismo flexible, la precariedad ha dejado de ser un simple descriptor económico para devenir en un concepto que atraviesa las fronteras disciplinarias, configurando realidades psíquicas y sociales. Lejos de tratarse únicamente de una condición laboral, la precariedad se adentra en las esferas más íntimas del ser, desdibujando las fronteras entre lo individual y lo colectivo. Por eso se habla de una precariedad psicosocial. Esta nota se sumerge en las corrientes más recientes de la psicología social y crítica para indagar cómo la precariedad psicosocial se experimenta, se produce y se reproduce en las tramas relacionales, con un énfasis especial en las dinámicas de poder, identidad y afecto.

La precariedad como espacio generativo de subjetividades

El concepto de precariedad ha sido objeto de estudio en diversas disciplinas, pero en la psicología social comienza a adquirir una resonancia particular. Llegándose a hablar de precariedad psicosocial. Tal como señalan Coultas et al. (2023), la precariedad se presenta como un espacio generativo donde las categorías identitarias, las relaciones de poder y las estructuras sociales se entrelazan, dando lugar a subjetividades moldeadas por la incertidumbre y la inseguridad. Este enfoque revela que la precariedad no es meramente una circunstancia, es un proceso que produce sujetos en constante negociación con la adversidad.

precariedad psicosocial

Más allá de lo precario

Desde esta perspectiva, la precariedad no se limita a describir una carencia material o una insuficiencia de recursos económicos. Se configura como un entramado psicosocial que permea las esferas afectiva, relacional y simbólica de la experiencia individual.

Así, el sujeto precarizado no solo experimenta la fragilidad económica, también la erosión de la confianza social, la incertidumbre identitaria y la imposibilidad de proyectarse hacia un futuro estable. Este proceso impacta en la percepción de sí mismo y de los otros, en la construcción de la agencia personal y en las formas de resistir o resignarse a las condiciones de vida impuestas por contextos de vulnerabilidad estructural.

Por tanto, el estudio de la precariedad en psicología social implica considerar las dimensiones subjetivas y colectivas de este fenómeno, explorando cómo las narrativas de incertidumbre, la fragmentación de las redes de apoyo y la internalización de discursos de desvalorización contribuyen a la reproducción de subjetividades precarizadas. En este sentido, se requiere un análisis que combine lo estructural y lo simbólico, lo material y lo afectivo. Con el fin de comprender plenamente las implicaciones de la precariedad en la vida cotidiana de los individuos y en la reproducción de las desigualdades sociales.

La dialéctica del otro y las dinámicas de poder

La psicología social crítica ha puesto de manifiesto cómo la precariedad refuerza la otredad, generando distinciones morales y epistemológicas que colocan a ciertos grupos en posiciones de vulnerabilidad estructural (Teo, 2010). La precariedad se convierte, así, en un dispositivo de control social que produce exclusiones y legitima desigualdades. Contribuyendo a lo que algunos autores denominan violencia epistemológica.

La temporalidad de la precariedad: Entre la urgencia y la espera

Es interesante cómo Schmitt et al. (2022) exploran la flexibilización capitalista como aquella que desestructura las experiencias temporales de los individuos, especialmente en los grupos socioeconómicamente desfavorecidos. Esta distanciación espacio-temporal no solo incrementa el estrés financiero, produce una vivencia de inseguridad permanente que desborda los marcos convencionales de la psicología clínica. Así, el tiempo se torna en un recurso desigual, reproduciendo lógicas de dominación.

Además, la dimensión afectiva de la precariedad también ha sido explorada desde la psicología social. Fine (2022), por ejemplo, ilustra la forma en que las narrativas de progreso y emancipación pueden acabar siendo trampas afectivas que, en lugar de generar cambios reales, perpetúan la frustración y el desencanto colectivo. Fenómeno, denominado por algunos futuridad precaria, que evidencia la tensión entre la promesa de un futuro mejor y la imposibilidad estructural de alcanzarlo.

Tensiones éticas en el estudio de la precariedad

Otro trabajo curioso es el de Reddy y Amer (2022), que destaca cómo la psicología social, en su aspiración por producir conocimiento objetivo, ha contribuido a la naturalización de la precariedad. La falta de reconocimiento de las dinámicas de colonialidad y las asimetrías de poder en los procesos de investigación perpetúa la opresión que, paradójicamente, se pretende denunciar.

En contraposición, Rua et al. (2022) proponen un enfoque basado en la ética relacional, que reconoce la necesidad de trabajar con las comunidades y no sobre ellas. Un paradigma que desafía las metodologías extractivistas, y aboga por una psicología situada que integre las voces y saberes de los grupos marginados.

Precariedad y producción de conocimiento

Por otro lado, diversos autores ya han analizado cómo el conocimiento académico, especialmente en contextos neoliberales, se convierte en una herramienta para mantener estructuras de poder (Reddy y Amer, 2022). Claro, la producción de conocimiento sobre la precariedad, cuando no se contextualiza ni se problematiza, puede reforzar las dinámicas de exclusión y consolidar las jerarquías epistémicas.

Descolonizando la psicología de la precariedad

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Otro aspecto importante, la decolonialidad se erige como una estrategia epistemológica y política para desarticular los discursos hegemónicos que patologizan a las poblaciones precarizadas. Según Mahendran et al. (2022), es fundamental reimaginar la psicología social para incorporar modelos alternativos que reconozcan la multiplicidad de identidades y experiencias.

Subjetividades insurgentes

Con lo dicho, Ntontis et al. (2021) subrayan la importancia de las identidades colectivas y el apoyo mutuo en contextos de desastre y precariedad. Lejos de ser una mera estrategia de afrontamiento individual, la resiliencia colectiva se configura como un proceso de resistencia y reconfiguración de las relaciones de poder. Permitiendo a las comunidades desafiar las narrativas de vulnerabilidad que les son impuestas.

En cuanto a esto, los estudios de Kesisoglou et al. (2016) sobre la juventud griega en condiciones precarias revelan cómo los individuos negocian su agencia y subjetividad en un contexto que desdibuja las promesas de estabilidad y progreso. Así que… La precariedad, lejos de anular la capacidad de acción, abre espacios para la reinvención subjetiva y la creatividad política.

Ahora, ¿qué hacer como psicólogos ante la precariedad?

El abordaje de la precariedad a nivel psicosocial exige una praxis que combine el trabajo terapéutico con una conciencia política y ética que desafíe las estructuras de poder que perpetúan la precariedad. En este sentido, proponemos las siguientes líneas de intervención práctica:

  • Reconocimiento del contexto socioeconómico: Se tiene que integrar en la evaluación clínica una comprensión profunda de las condiciones estructurales (laborales, habitacionales, comunitarias) que configuran la experiencia de precariedad del consultante. Lo que implica situar los síntomas psicológicos (ansiedad, depresión, desesperanza) como reacciones adaptativas a condiciones de vulnerabilidad, evitando psicologizar o individualizar en exceso el malestar.
  • Fortalecimiento de la agencia personal y colectiva: Hay que orientarse a potenciar la agencia. Ayudando a la persona a identificar y revalorizar sus recursos personales y comunitarios. Esto incluye explorar las redes de apoyo social, promover la participación en colectivos o asociaciones, y fomentar la construcción de narrativas que resignifiquen la precariedad como un fenómeno compartido y no exclusivamente individual.
  • Abordaje de las narrativas de desvalorización: Es crucial también trabajar sobre los discursos internalizados de fracaso o incapacidad, que suelen derivarse de la precariedad. Se puede ayudar a identificar y cuestionar estas narrativas. Explorando su origen social y promoviendo una visión crítica que permita desmontar los estigmas asociados a la precariedad.
  • Construcción de espacios seguros y de validación emocional: La consulta psicológica debe convertirse en un espacio donde la persona pueda expresar su vivencia de precariedad sin temor a ser juzgada o reducida a su situación económica. Validar las emociones de rabia, frustración y miedo es esencial para trabajar el impacto psicosocial de la precariedad.
  • Colaboración interdisciplinaria y trabajo comunitario: Uno ha de colaborar con otros profesionales (trabajadores sociales, educadores, abogados) y con organizaciones comunitarias para diseñar estrategias de acompañamiento integrales que aborden las necesidades estructurales de las personas.

Conclusión

La precariedad no es solo un problema económico o político. Es un fenómeno profundamente psicológico que interroga las formas en que nos relacionamos con el mundo, con los otros y con nosotros mismos. Hay una precariedad psicosocial. Por ello, en última instancia, abrazar una psicología de la precariedad implica reconocer que el conocimiento no es neutral, que nuestras prácticas académicas pueden ser tan precarias como las vidas que estudiamos. Y que la transformación real exige romper con las jerarquías que perpetúan las desigualdades.

Referencias bibliográficas

  • Coultas, C., Reddy, G. y Lukate, J. (2023). Towards a social psychology of precarity. The British journal of social psychology62 Suppl 1(Suppl 1), 1-20. https://doi.org/10.1111/bjso.12618
  • Mahendran, K., Nieland, S., English, A. y Goodman, S. (2023). No borders on a fragile planet: Introducing four lay models of social psychological precarity to support global human identification and citizenship. The British journal of social psychology62 Suppl 1(Suppl 1), 160-179. https://doi.org/10.1111/bjso.12605
  • Ntontis, E., Drury, J., Amlot, R., Rubin, J. G., Williams, R. y Saavedra, P. (2021). Collective resilience in the disaster recovery period: Emergent social identity and observed social support are associated with collective efficacy, well-being, and the provision of social support. British Journal of Social Psychology, 60(3), 1075-1095. https://doi.org/10.1111/bjso.12435
  • Reddy, G. y Amer, A. (2023). Precarious engagements and the politics of knowledge production: Listening to calls for reorienting hegemonic social psychology. The British journal of social psychology62 Suppl 1(Suppl 1), 71-94. https://doi.org/10.1111/bjso.12609
  • Schmitt, H. J., Black, A. L., Keefer, L. A. y Sullivan, D. (2023). In a double-bind: Time-space distanciation, socioeconomic status, and coping with financial stress in the United States. The British journal of social psychology62 Suppl 1, 111-135. https://doi.org/10.1111/bjso.12592