En 1995, Hart y Risley propusieron la hipótesis de que los niños de familias de bajos ingresos escuchan 30 millones de palabras menos que sus contrapartes de clase media durante los primeros años de vida. A esto le llamaron la brecha de las 30 millones de palabras o 30-million-word gap, marcando un precedente sumamente relevante en los estudios de desarrollo del lenguaje. Sin embargo, con el paso del tiempo, se ha comenzado a cuestionar esta teoría. Así, diversos autores han encontrado resultados que ponen en duda la afirmación de Hart y Risley. ¿De qué trata la brecha de las 30 millones de palabras? ¿Qué nos dicen discusiones actuales?

La hipótesis de Hart y Risley sobre el desarrollo

En un esfuerzo por comprender el impacto del entorno en el desarrollo del lenguaje verbal y escrito en los niños, los investigadores Hart y Risley llevaron a cabo un estudio en niños de distintos niveles socioeconómicos. El mismo consistió en observaciones mensuales de una hora desde el nacimiento hasta los 3 años, con el objetivo de calcular el promedio de palabras que se les dirigía en dicho período de tiempo.

la brecha de las 30 millones de palabras

Pero… ¿Para qué? A partir del promedio, los investigadores extrapolaron los hallazgos a la población general para estimar la cantidad de palabras que un niño escucharía durante sus primeros cuatro años.

¿Y los resultados?

Mostraron que los pequeños en el grupo menos privilegiado, que consistía en seis niños afroamericanos, escucharon aproximadamente 30 millones de palabras menos en comparación con los niños del grupo más favorecido. Este último incluía 13 descendientes de familias profesionales, uno de los cuales era afroamericano.

Como consecuencia, nace la expresión de la brecha de las 30 millones de palabras. Y, en adelante, actuaría como referencia en los teóricos del desarrollo del lenguaje en los niños. Sin embargo, es importante señalar que los resultados no fueron replicados en estudios posteriores. Por lo que se plantean interrogantes sobre la complejidad de los factores que influyen en el desarrollo del lenguaje infantil verbal y escrito (Sperry et al., 2018).

Algunas controversias señaladas por Sperry

Las afirmaciones de Hart y Risley, según algunos académicos, se presenta como un vestigio más de una tendencia a considerar las formas de hablar no convencionales como deficientes. Los críticos argumentan que se obvian los contextos culturalmente situados en los cuales se adquiere y emplea el lenguaje, más allá de los primeros años de vida. Asimismo, discrepan con la suposición de que el vocabulario materno expresado directamente al niño constituye la única forma de discurso relevante para el aprendizaje del lenguaje.

¿Una investigación sesgada?

Por otro lado, los detractores señalan que la práctica de interactuar con el niño en una modalidad dialógica está influida por el contexto sociocultural y no está presente en muchas culturas. Consiguientemente, subrayan que esta práctica no es necesaria para el aprendizaje del lenguaje. Lo anterior, plantea interrogantes importantes sobre las complejidades del desarrollo del lenguaje en los niños en diversos contextos culturales. De esta forma, se cuestiona la generalización realizada por los autores, quienes se basaron en los resultados de un pequeño número de niños (Sperry et al., 2018).

Los niños no solo interactúan con su adulto referente

Un aspecto importante a considerar en la discusión sobre la brecha de palabras, es la metodología utilizada en la investigación inicial. Ciertamente, la dupla se centró en evaluar únicamente el lenguaje de uno de los padres, específicamente la madre del niño.

desarrollo del lenguaje

En concordancia, esto se vio reflejado en sus estimaciones, a pesar de que en ocasiones se referían de manera genérica a los padres. Por lo tanto, se plantean interrogantes sobre la representatividad de sus hallazgos, ya que no consideraron el lenguaje utilizado por el otro progenitor.

Desarrollo del lenguaje y entorno

Otro punto que recibió atención fue que no se proporcionaron datos sobre la cantidad de palabras a las que los niños estaban expuestos en su entorno cotidiano. Es decir, el lenguaje verbal dirigido a otras personas pero que era escuchado por los menores que estaban aprendiendo el idioma.

A pesar de señalar que otros miembros de la familia extendida estaban presentes en muchas observaciones, no se incluyó el lenguaje de estas personas en la estimación de la brecha de palabras. A propósito de ello, surgen interrogantes sobre la integralidad del estudio. Pues, ¿qué sucede con la influencia de la interacción social en el desarrollo del lenguaje en los niños? Esto podría haber sido pasado por alto en el análisis (Sperry et al., 2018).

¿Deberíamos abandonar la brecha de las 30 millones de palabras?

En ocasiones, en la comunidad científica se dan debates mediados por publicaciones que intentan refutar los planteos de otros autores. Tal es el caso de Sperry, Sperry y Miller, protagonistas de la crítica hacia Hart y Risley. No obstante, Golinkoff y colaboradores (2018) no tardaron en responder.

Afines a la teoría original de la brecha de las 30 millones de palabras, argumentaron que existen notables diferencias individuales entre los niños en sus habilidades lingüísticas. Adicionalmente, en países industrializados como Estados Unidos (EE.UU.), las diferencias en el logro del lenguaje verbal estarían asociadas con disparidades de ingresos, tasas de graduación de la escuela secundaria, inserción laboral, entre otros.

Agregan que las conversaciones de los cuidadores con los niños tienen un impacto en el aprendizaje temprano del lenguaje. A su vez, influiría en la preparación para la escuela y, en última instancia, el éxito escolar. Y es que, cuando los padres leen a los niños y hablan con ellos, siendo estos el foco de atención, adquieren más que solo lenguaje verbal. En este sentido, aprenderían conceptos y conocimientos generales que son esenciales para la comprensión auditiva y lectora.

¿Una categoría útil?

En base a lo mencionado con anterioridad, sostienen que es crucial comprender la fuente de estas diferencias para diseñar intervenciones efectivas basadas en evidencia. Pues, cuando la educación materna se utiliza como indicador de nivel socioeconómico, existe una clara relación con el desarrollo de habilidades del lenguaje en los niños.

Y afirman que, ya sea que lo llamemos la brecha de las 30 millones de palabras u otra cosa, los niños de hogares de bajos ingresos que escuchan significativamente menos lenguaje verbal dirigido a ellos, muestran un retraso paralelo en el lenguaje en comparación con los niños de hogares de ingresos más altos que están expuestos a más lenguaje (Golinkoff et al., 2018).

El lenguaje más allá de la brecha: La propuesta de los críticos

Sperry y colaboradores (2018b) decidieron responder a los planteos de Golinkoff y demás (2018), proponiendo un nuevo acercamiento a la temática. Así, afirmaron que el enfoque de los autores afines a la brecha tiende a generar comparaciones inequitativas al clasificar a los niños y sus familias en categorías de poseedores y no poseedores en relación a escalas construidas en base a niños de clase media universitaria.

Esta clasificación unidimensional no reflejaría adecuadamente la complejidad de las diferencias y no considera las variaciones dentro de cada grupo. Además, al centrarse principalmente en cómo los grupos no dominantes se desempeñan en relación con las formas convencionales, no arroja luz sobre cómo los grupos dominantes se adaptaban a las formas no convencionales.

En contraparte, proponen entender a cada grupo desde su contexto y perspectiva propios. Esto, como resultado, permitiría capturar los significados y prácticas de los pequeños en su totalidad. En cualquier caso, se destaca la importancia de comprender la riqueza de las variaciones lingüísticas y culturales sin caer en comparaciones simplistas.

Conclusión

El desarrollo del lenguaje es una temática compleja y fascinante. Debido a ello, no son infrecuentes las discusiones teóricas en relación a la temática. Particularmente, Sperry y colaboradores y Golinkoff y su equipo, protagonizaron un interesante intercambio en 2018 que aún continúa vigente. Y es que, la brecha de las 30 millones de palabras ha tenido efectos reales en millones de menores desfavorecidos, favorables y dañinos. Por lo tanto, resulta crucial continuar problematizando estos postulados.

Referencias bibliográficas

  • Golinkoff, R. M., Hoff, E., Rowe, M. L., Tamis-LeMonda, C. S. y Hirsh-Pasek, K. (2018). Language matters: Denying the existence of the 30‐Million‐Word gap has serious consequences. Child Development90(3), 985-992. https://doi.org/10.1111/cdev.13128
  • Hart, B. y Risley, T. R. (1995). Meaningful differences in the everyday experience of young American children. Brookes.
  • Sperry, D. E., Sperry, L. L. y Miller, P. J. (2018). Reexamining the verbal environments of children from different socioeconomic backgrounds. Child Development90(4), 1303-1318. https://doi.org/10.1111/cdev.13072
  • Sperry, D. E., Sperry, L. L. y Miller, P. J. (2018b). Language Does matter: But there is more to language than vocabulary and directed speech. Child Development90(3), 993-997. https://doi.org/10.1111/cdev.13125