La atención se puede definir como el complejo mecanismo de acceso que permite llevar a cabo actividades mentales, siendo considerada como la antesala o cimiento fundamental para los procesos cognitivos. Este proceso cognitivo se encarga de la selección, procesamiento y priorización de la información relevante para la tarea o actividad que se va a realizar, al mismo tiempo que descarta la información que carece de importancia o no es necesaria para el propósito en cuestión. Veamos a continuación más sobre las bases conceptuales y tipos de atención.
¿Qué se dice de la atención?
Autores como Luria han encontrado que una de sus funciones es servir de filtro para la selección de la información. En este punto, tanto la intensidad del estímulo como la localización del mismo pueden tener relevancia en el proceso atencional. Así, se obtiene la selección de lo que resulta relevante para el desarrollo de una tarea específica. Es por esto que cuando el estímulo con el que se está trabajando es novedoso, el esfuerzo atencional es mayor y, por ende, se complejiza el proceso (Portellano y García, 2014).
De igual manera, se ha encontrado que otra función que presenta es la de supervisar la actividad mental. Por lo tanto, ayuda en la regulación de los procesos cognitivos. Este proceso se lleva a cabo mediante un sistema de monitoreo de las actividades mentales. Por ello, ha de tener en cuenta el trabajo de las diferentes funciones cognitivas implicadas en su desarrollo.
El foco atencional
A partir de esta función, se han creado algunas metáforas que pueden explicar la importancia que tiene en el desarrollo de las actividades. Una de ellas es la del foco atencional. En esta, la atención ilumina determinadas localizaciones que son las que se procesan con más profundidad. Es decir, lo que está en la luz es lo que se puede ver, lo que queda por fuera no se ve ni se analiza. Y, como consecuencia, no genera importancia ni aprendizaje (Bruna et al., 2011).
Tipos de atención
Existen múltiples tipos de atención que varían según la región del cerebro en la que se desarrollan. Asimismo, el objetivo es que se activen en el momento de llevarse a cabo una tarea determinada. La primera gran división que existe es la atención pasiva y la atención activa. A continuación. Por su parte, la atención pasiva hace referencia a los tipos de atención más rudimentarios y se produce de manera involuntaria. Dentro de este tipo se encuentra el estado de alerta, que se relaciona con el nivel de activación de la persona para recibir un estímulo. También se incluye la respuesta a la orientación, que permite desarrollar la capacidad para identificar coordenadas espaciales y temporales entre uno mismo y el ambiente (Portellano y García, 2014).
Pero… ¿y la atención activa?
Por otro lado encontramos la atención activa, que permite una actividad consciente, intencionada, con motivación y que lleva a una utilidad práctica como la selección de la información relevante. Este tipo de atención presenta varias modalidades. La primera es la atención focalizada, encargada de ayudar a la concentración de la persona en un objetivo concreto, resistiendo a la fatiga para poder cumplir una meta.
La segunda modalidad o tipo de atención que se presenta es la atención sostenida. Esta se centra en mantener el foco de atención activo durante un tiempo determinado para lograr la eficacia de la atención. La tercera es la atención selectiva. Se ocupa de seleccionar y mantener respuestas ante un estímulo, omitiendo los distractores para cumplir el objetivo de la tarea.
Más modalidades
A la cuarta modalidad se le denomina atención alternante, facultad para cambiar el foco atencional de un estímulo determinado a otro, logrando así desplazarse entre tareas. Como último tipo de atención encontramos la atención dividida. En este caso, se encarga de que la persona pueda dar varias respuestas simultáneas ante diferentes estímulos, llegando a realizar distintas tareas. Para poder desarrollar adecuadamente esta modalidad, se necesita del desarrollo de otros componentes cognitivos diferentes a la atención.
¿Cómo evaluar los tipos de atención?
Para hacer una evaluación de la atención se necesitan múltiples análisis para conocer qué tipo de atención está afectada y qué nivel de afectación tiene. Para comenzar es importante hacer una entrevista, tanto a la persona como a los familiares. Con esta se puede identificar el nivel de interferencia que existe y en qué contextos se acentúan las dificultades. De igual manera, se debe realizar una observación directa de cómo la persona lleva a cabo las actividades y cómo sigue y mantiene las conversaciones.
Además, se ha de observar la manera en la que selecciona la información relevante. De esta forma, se puede obtener información directa de los tipos de atención y de cómo interfieren tales problemas en el desarrollo de las actividades diarias (Lubrini et al., 2009). Para completar dicha evaluación es necesario hacer cuestionarios sobre la atención y cómo se relaciona la persona en determinados contextos y actividades. Siguiendo esta línea, es importante aplicar pruebas estandarizadas para determinar directamente cada uno de los tipos de atención. Entre estas destacan las de cancelación y selección, entre otras.
Conclusión
Es fundamental indicar que los tipos de atención son fundamentales en el proceso de aprendizaje, pues ayudan a focalizar y seleccionar estímulos relevantes. Además, permiten desarrollar capacidades que dan apoyo a otras funciones como la memoria. De esta manera, logran consolidar la información aprendida y aplicarla en distintos contextos. Dependiendo de la modalidad que se encuentra afectada pueden existir problemas particulares en el desarrollo de ciertas actividades.
Por ende, se vuelve necesario conocer cuáles son los tipos de dificultades para así poder trabajar de manera adecuada los recursos atencionales. Por otro lado, se ha de optar por estrategias de compensación y actividades de estimulación que mejoren los procesos que se van a trabajar. En el caso de los niños es necesaria la estimulación de cada una de las modalidades. Sin duda, tener una buena base atencional ayuda a desarrollar otros procesos que son más complejos. Para finalizar, si quieres profundizar en la relación entre la neurociencia y el aprendizaje, te recomendamos nuestro curso en neuroeducación.
Referencias bibliográficas
- Bruna, O., Roig, T., Puyuelo, M., Junqué, C. y Ruano, A. (2011). Rehabilitación neuropsicológica. Intervención y práctica clínica. Elsevier.
- Lubrini, G., Periañéz-Morales, J. y Ríos-Lagos, M. (2009). Estimulación cognitiva y rehabilitación neuropsicológica. Universitat Oberta de Catalunya.
- Portellano, J. A. y García, J. (2014). Neuropsicología de la atención, las funciones ejecutivas y la memoria. Síntesis.
Interesante trabajo,lo integraría con neurofuncionalidad.Felicitaciones.
Armando ¡Muchas gracias por tu comentario! Tendremos en cuenta tu sugerencia. Saludos.