Entre las deficiencias infantiles, la discapacidad auditiva ha recibido gran atención desde tiempos remotos. A menudo se ha atribuido erróneamente a los niños con deficiencias auditivas un déficit intelectual o retraso en el desarrollo, lo que ha llevado a intervenciones y procesos educativos perjudiciales. Por este motivo, es una realidad que la atención profesional en estas dificultades es esencial. Lo anterior es así, ya que la audición está estrechamente vinculada al desarrollo del lenguaje: una habilidad esencial para la comunicación, el aprendizaje y la socialización. Para conocer más acerca de la sordera infantil y sus implicancias en el abordaje terapéutico, te invitamos a leer la siguiente nota.
Algunas nociones acerca de la discapacidad auditiva infantil
Las personas con pérdida de audición forman un grupo muy heterogéneo, por lo que no es adecuado hacer afirmaciones que se apliquen a toda esta población. Por ejemplo, el desarrollo comunicativo y lingüístico de los niños con una sordera grave difiere significativamente de aquellos con pérdidas leves. También constituye un aspecto relevante el hecho de si los padres tienen sordera, ya que esto impacta notablemente en la educación de los niños. Los principales factores diferenciadores son: la etiología, el grado de capacidad auditiva, la edad de inicio de la sordera y el entorno del niño.
Pero primero… ¿Qué tan frecuente es?
Los datos sobre la prevalencia y epidemiología de la discapacidad auditiva infantil son difusos y contradictorios, con una significativa falta de detección. A su vez, los factores socioeconómicos desfavorables están claramente relacionados con una mayor prevalencia de deficiencias auditivas en niños.
En líneas generales, la discapacidad auditiva afecta al menos al 4% de la población. Según datos de la OMS, la incidencia de la sordera infantil es de 5 cada 1.000 nacidos, pero es variable de acuerdo a la presencia de factores de riesgo. Algunos de estos factores incluyen antecedentes familiares de hipoacusia, infecciones intrauterinas, malformaciones craneofaciales, bajo peso al nacer, meningitis bacteriana, uso de fármacos ototóxicos, hipoxia-isquemia perinatal, y presencia de síndromes genéticos asociados. De tal manera, en estos niños la incidencia se sitúa entre el 4 por 1.000 para hipoacusias graves y el 9 por 1.000 para el resto (DIGESA, 2017).
Etiología de la discapacidad
La etiología es el estudio de los orígenes de las enfermedades. En este sentido, existen dos tipos principales de causas para la discapacidad auditiva: hereditaria y adquirida. La primera de ellas representa entre el 30% y 50% de los casos y suelen ser de carácter recesivo. De hecho, solo el 10% de las personas con sordera tienen padres con esta discapacidad. Por otro lado, la sordera es adquirida cuando ocurre después del nacimiento por factores externos; algunos ejemplos son los mencionados anteriormente, como infecciones o malformaciones, entre otros. Por último, aproximadamente un tercio de los casos de discapacidad auditiva tiene un origen desconocido.
En este sentido, cabe considerar que las sorderas hereditarias suelen tener menos trastornos asociados, mientras que las adquiridas, pueden estar asociadas con otros problemas. Los niños con sordera profunda con causa hereditaria frecuentemente tienen un mayor nivel intelectual que aquellos con otros tipos de etiología (Palacios et al., 2014).
Clasificación de la discapacidad auditiva
Podemos considerar diversos criterios a la hora de clasificar las diferentes tipologías
de pérdida auditiva. Conocer la clasificación de las deficiencias en la audición permite diagnósticos precisos y una mejor planificación para una inclusión educativa y social efectiva.
Según el nivel de audición funcional
Desde esta perspectiva se presta atención a la capacidad del individuo para funcionar de manera adaptativa a pesar de su deficiencia auditiva, abarcando dimensiones sociales, intelectuales, académicas y comunicativas. Se diferencia entre hipoacusia y sordera: la hipoacusia permite un funcionamiento normal en la vida diaria y la adquisición del lenguaje oral con algunas deficiencias, mientras que la sordera es una pérdida total de la capacidad de oír, lo que impide el desarrollo adaptativo a través del lenguaje oral y dificulta la adaptación social. Sin intervención educativa, pueden surgir dificultades en áreas clave para el ajuste psicosocial.
Según el grado de pérdida auditiva
La clasificación de la pérdida del oído según su grado se basa en los resultados de audiometría. Conviene señalar que la audición normal se refiere a una sensibilidad a sonidos inferiores a 20 dB. A continuación, se listan los grados de deficiencia auditiva (Tirado y Castillo, 2004):
- Leve: Umbral de audición entre 20 y 40 dB. Puede pasar desapercibida, pero afecta la comprensión en ambientes ruidosos o con palabras infrecuentes.
- Grave o media: Umbral de audición entre 40 y 70 dB. Dificulta la interpretación del habla normal a menos que sea intensa o cercana. Necesita apoyo logopédico, reeducación auditiva y prótesis.
- Severa: Umbral de audición entre 70 y 90 dB. Limita la percepción del habla a palabras muy amplificadas y no siempre puede ser solucionada con prótesis. En general, requiere intervención logopédica y métodos de comunicación alternativos.
- Profunda (sordera): Umbral de audición superior a 90 dB. Imposibilita la percepción funcional del habla a través de la audición, por lo que enfrentan aislamiento ambiental y dificultades educativas.
- Cofosis (pérdida auditiva total): Umbral auditivo por encima de 100 dB, con necesidades similares a la sordera profunda.
Según el momento en que se produce la pérdida auditiva
La clasificación de las discapacidades auditivas también puede basarse en el momento de aparición en relación con el desarrollo del lenguaje. Por un lado, la deficiencia prelocutiva ocurre antes de desarrollar habilidades básicas de comunicación hablada (antes de los 3 a 5 años), y tiene un pronóstico más severo para el aprendizaje de habilidades comunicativas sonoras.
Por otro lado, la deficiencia poslocutiva ocurre después de desarrollar dichas habilidades (después de los 5 años). Con un pronóstico más favorable para la reeducación, intervención logopédica y aprendizaje de sistemas alternativos de comunicación, dependiendo de cada caso.
Acompañamiento e importancia del ambiente
¿Cómo actuar ante esta discapacidad? Los programas de screening auditivo universal para recién nacidos, el ajuste temprano de audífonos y/o la implantación coclear, junto con el acceso temprano a programas de intervención, han mejorado el desarrollo de niños con pérdida auditiva. Los efectos positivos de la intervención temprana se han demostrado especialmente en el desarrollo del lenguaje.
No obstante, una gran proporción de niños con pérdida auditiva todavía se queda rezagada en comparación con sus compañeros con audición típica. Para su abordaje se vuelve esencial una intervención temprana, un sistema de servicios y apoyos disponibles para bebés y niños pequeños con retrasos en el desarrollo y por último, la participación de sus familias (Holzinger et al., 2022).
Actitud de los padres en la discapacidad auditiva infantil
Las diferencias entre los niños con discapacidad auditiva no solo dependen de aspectos médicos, sino también de sus experiencias comunicativas y educativas. Dentro de estos factores, la actitud de los padres es decisiva; algunos niegan la sordera, otros son sobreprotectores, y los más positivos aceptan la condición y crean un ambiente comunicativo adecuado. Es pertinente mencionar que los padres con sordera suelen aceptar y manejar mejor la sordera de su hijo, incorporando la lengua de signos, mientras que los padres oyentes, aunque más competentes en lengua oral, enfrentan más dificultades para encontrar el mejor modelo de comunicación. La atención educativa temprana, que incluye estimulación sensorial, actividades comunicativas y uso de la lengua de signos, es esencial para el desarrollo del niño con sordera.
Conclusión
En resumen, aunque la discapacidad auditiva infantil, ha recibido atención desde tiempos remotos, continúa siendo un desafío significativo debido a su impacto en el desarrollo del lenguaje y la comunicación. La intervención temprana, combinando abordajes médico-audiológicos con la participación activa de la familia, es crucial para el desarrollo óptimo de los niños con pérdida auditiva. En definitiva, es vital reconocer la diversidad dentro de este grupo y adaptar las estrategias educativas a las necesidades individuales de cada niño para fomentar su inclusión y desarrollo integral.
Sin embargo. actualmente persisten dos controversias históricas sin resolver: el sistema de comunicación más adecuado para la educación de los niños con sordera y el tipo de escolarización más beneficioso. Aunque ha habido importantes avances en las últimas dos décadas, el debate sobre la lengua y la integración educativa continúa.
Referencias bibliográficas
- Dirección General de la Salud (DIGESA) (2017). Detección precoz de hipoacusia congénita: Protocolo de pesquisa, diagnóstico y seguimiento. https://www.gub.uy/ministerio-salud-publica/sites/ministerio-salud-publica/files/documentos/publicaciones/Deteccion%20precoz%20de%20hipoacusia%20congenita.pdf
- Holzinger, D., Hofer, J., Dall, M. y Fellinger, J. (2022). Multidimensional family-centred early intervention in children with hearing loss: A conceptual model. Journal of Clinical Medicine, 11(6), 1548.
- Palacios, J., Marchesi, Á. y Coll, C. (2014). Desarrollo psicológico y educación: Transtornos del desarrollo y necesidades educativas especiales. Alianza Editorial
- Tirado, J. L. A. y Castillo, A. F. (2004). Manual de evaluación e intervención psicológica en necesidades educativas especiales. McGraw-Hill Interamericana de España.