La búsqueda de intervenciones eficaces para los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) continúa representando un desafío en salud mental. Aunque las terapias psicológicas son la base del tratamiento, muchos pacientes no logran una recuperación completa solo con ellas. En este escenario, los psicofármacos cobran relevancia como recurso complementario que podría acompañar los procesos más complejos. El debate sobre el papel de los psicofármacos en los TCA ha sido extenso, pero la evidencia empieza a ofrecer respuestas más claras. En la siguiente nota, evaluaremos un metaanálisis reciente que analizó el papel que cumplen tales abordajes en la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.

¿Por qué los TCA representan un desafío clínico?

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La categoría de los TCA comprende cuadros complejos que afectan tanto el comportamiento alimentario como la percepción del cuerpo y la regulación emocional. En este caso, nos enfocaremos en tres diagnósticos específicos.

Primeramente, la anorexia nerviosa, que se caracteriza por una restricción persistente de la ingesta calórica, miedo intenso a ganar peso y una imagen corporal distorsionada. Incluso, se considera uno de los cuadros más difíciles de tratar debido a su curso crónico, la resistencia al cambio, graves complicaciones médicas y las elevadas tasas de recaída.

La bulimia nerviosa, en cambio, implica episodios recurrentes de atracones seguidos de conductas compensatorias como el vómito o el uso de laxantes. Finalmente, el trastorno por atracón se manifiesta por ingestas compulsivas, en donde se vive una sensación de pérdida del control sobre lo ingerido pero sin conductas purgativas, generando alto malestar subjetivo. Además, comparten una alta carga emocional y una relación conflictiva con la comida, lo que los convierte en retos terapéuticos complejos que requieren abordajes integrales y sostenidos en el tiempo.

Abordaje de los TCA y debate sobre uso de psicofármacos

En las últimas décadas, el tratamiento de los trastornos alimentarios ha evolucionado de manera significativa. La complejidad biológica, psicológica y social de estos cuadros llevó a explorar intervenciones complementarias. Si bien la psicoterapia y la rehabilitación nutricional son pilares esenciales, los psicofármacos surgen como una herramienta para aliviar síntomas agudos, equilibrar el estado emocional y facilitar el trabajo terapéutico.

Durante años, los fármacos se utilizaron con la esperanza de estabilizar el peso o disminuir la ansiedad alimentaria, pero los resultados fueron dispares. La diversidad de participantes y protocolos en los estudios previos dificultaba comparar los efectos concretos. En este marco, surge la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto los psicofármacos mejoran los factores nucleares de los TCA?

Nuevo estudio: ¿Cómo se construyó la evidencia?

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Buscando dar respuesta a esta interrogante, Fornaro et al. realizan en 2023 una investigación en torno a la evidencia disponible. Analizaron una amplia base de estudios controlados y aleatorizados que evaluaban la eficacia de diversos fármacos en estos tres diagnósticos principales. En suma, se aplicaron modelos estadísticos robustos para integrar los hallazgos.

Se consideraron variables clínicas clave, como el tipo de intervención, los cambios en síntomas conductuales y emocionales, y la evolución del peso corporal. También se contemplaron diferencias entre muestras hospitalarias y ambulatorias, así como la heterogeneidad de dosis, duración del tratamiento y criterios de inclusión. Exploremos ahora sus principales hallazgos.

La anorexia nerviosa: Pequeñas victorias clínicas

El metaanálisis encontró que la olanzapina, un antipsicótico atípico utilizado en cuadros como la esquizofrenia, logra un aumento modesto pero sostenido en el índice de masa corporal. Tal resultado representa un progreso en pacientes con anorexia que necesitan más que las estrategias tradicionales. Además, podría disminuir la ansiedad anticipatoria asociada a la comida y la percepción distorsionada del cuerpo.

En cambio, los antidepresivos como la fluoxetina no generaron aumentos significativos de peso ni mejoras en factores centrales, aunque sí podrían aliviar síntomas afectivos o rasgos obsesivo-compulsivos. Su rol, entonces, se orientaría más al acompañamiento emocional que al cambio físico.

Bulimia y trastorno por atracón: Un panorama más esperanzador

Los hallazgos más consistentes se vieron en los cuadros en donde se manifiesta una pérdida en la habilidad de controlar lo que se ingiere, por ejemplo, en la cantidad o el tipo de alimento. En bulimia nerviosa, la fluoxetina redujo con claridad los episodios de atracón y purga, y mejoró la regulación emocional. Cabe destacar que los efectos se mantienen mientras dure el tratamiento.

Por otro lado, en el trastorno por atracón, la lisdexanfetamina, un medicamento estimulante del sistema nervioso central, fue el fármaco más efectivo. Al actuar sobre el sistema dopaminérgico, implicado en la recompensa y la motivación, mejora el control de impulsos, reduciendo de forma notable el número de atracones semanales. Otros compuestos, como el topiramato, un anticonvulsivante usado comúnmente en la epilepsia, también disminuyeron la frecuencia de tales episodios. Sin embargo, su tolerancia es variable.

Las sombras de la evidencia

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A pesar de los avances, el metaanálisis presenta limitaciones importantes. Muchos estudios tuvieron muestras pequeñas y duraciones breves, lo que impide conocer los cambios a largo plazo. En cuanto a los criterios de inclusión, fueron dispares, siendo que algunos ensayos incluyeron pacientes hospitalizados y otros ambulatorios.

Por su parte, las dosis, combinaciones terapéuticas y definiciones de éxito variaron de manera significativa. Y, en último lugar, un dato no menor es que hubo escasa representación de adolescentes y varones, poblaciones que podrían responder de forma diferente a los fármacos. .

Más allá de la química

En conjunto, los hallazgos confirman que los psicofármacos en los TCA potencian la eficacia del tratamiento psicológico, sobre todo en cuadros donde la impulsividad y la regulación emocional son factores centrales. Es decir, no solo influyen en el apetito o el peso, sino también en circuitos cerebrales vinculados con la recompensa, la ansiedad y la percepción corporal. En bulimia y atracón, la mejoría podría deberse tanto al equilibrio serotoninérgico como al alivio de la impulsividad. En la anorexia, podría reducir la sobreactivación dopaminérgica asociada al control rígido del cuerpo.

Pero la respuesta no depende solo de la química. A modo de ejemplo, factores como la alianza terapéutica, el acompañamiento clínico y la motivación del paciente también tienen sus repercusiones. Siguiendo esa línea, ¿qué ocurre cuando la biología y la psicoterapia dejan de pensarse por separado y comienzan a dialogar en la recuperación?

Referencia bibliográfica

  • Fornaro, M., Mondin, A. M., Billeci, M., Fusco, A., De Prisco, M., Caiazza, C., Micanti, F., Calati, R., Férrer Carvalho, A. y de Bartolomeis, A. (2023). Psychopharmacology of eating disorders: systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials. Journal of affective disorders338, 526-545. https://doi.org/10.1016/j.jad.2023.06.068