El sistema nervioso (SN) es el encargado de controlar lo que ocurre en nuestro cuerpo. Recibe información interna y externa, elabora respuestas, coordina y relaciona todas las funciones corporales. Además, es capaz de almacenar recuerdos, de hacernos correr si se acerca un tigre y mantenernos quietos cuando es un lindo gatito. ¿Has escuchado hablar del sistema nervioso central? ¿Y del sistema nervioso periférico? Siendo tan importante, ¿lo conoces realmente?
¿Es neurona todo lo que reluce?


A simple vista, el SN podría parecer un cableado continuo, una masa amorfa, blanquecina y blanda que va de un lugar a otro del cuerpo. Sin embargo, esta concepción ha ido cambiando a lo largo de la historia.
Ya desde mediados del siglo XIX se publican artículos sobre los elementos funcionales (glóbulos) que forman este sistema (Kölliker, 1852; citado en Shepherd, 1991).
Sin embargo, no es hasta más adelante cuando se postula la teoría neuronal (Waldeyer, 1891, citado en Jones, 1994) y comienza el estudio la neurociencia moderna.
Esta teoría representa los principios fundamentales de la organización y función del sistema nervioso, estableciendo que las neuronas son las unidades anatómicas, fisiológicas, genéticas y metabólicas (Shepherd, 1991; Jones, 1994).
La influencia de Santiago Ramón y Cajal
Santiago Ramón y Cajal se convirtió en el mayor defensor de esta teoría en sus diferentes estudios.
En su artículo “¿Neuronismo o reticularismo? Las pruebas objetivas de la unidad anatómica de las células nerviosas” (Cajal, 1933) se resumen las aportaciones más importantes del coganador, junto con Golgi, del Premio Nobel de Fisiología o Medicina, 1906.
En los artículos de Cajal no solo se habla de neuronas, aparece también la neuroglía. Apoyado por Río-Hortega, ambos colegas identificaron y estudiaron diversas células que rodean a las neuronas y actúan como soporte estructural para el mantenimiento de un microambiente adecuado (Purves et al., 2007).
Ya en el siglo XXI, los estudios se centran en conocer si la glía participa en el intercambio y procesamiento de la información, superando su papel como mero soporte y protector de la neurona, e indagan en muchas otras funciones no descritas anteriormente (Nedergaard et al., 2003).
¿Cuántas partes tiene el sistema nervioso?


El estudio de cualquier sistema se hace inabarcable si no se divide y nuestro SN no iba a ser la excepción.
Siguiendo esta línea, la separación más común para su comprensión es la anatómica y en vertebrados, entre los que nos encontramos, se diferencia entre el sistema nervioso central (SNC) y el sistema nervioso periférico (SNP).
El SNC está formado por el encéfalo (todo lo que queda dentro de la cavidad craneal) y la médula espinal (dentro de la columna vertebral). Por otro lado, el SNP abarca los nervios craneales y los nervios espinales.
Sistema nervioso central
El sistema nervioso central es el “centro superior” donde se integra la información y se genera una respuesta. Está bien protegido, lo baña el líquido cefalorraquídeo y lo recubren unas membranas, las meninges, junto con los huesos del cráneo y la columna vertebral.
Se compone por siete elementos principales. Además de la médula espinal, encontramos el bulbo raquídeo, protuberancia, cerebelo, mesencéfalo, diencéfalo y el cerebro.
Las funciones que nos hacen “humanos” se localizan en el cerebro, pero aún no se ha descrito el lugar exacto donde reside la inteligencia o la consciencia.
Sistema nervioso periférico
Los nervios del sistema nervioso periférico pueden ser sensitivos si solo transmiten información desde los órganos sensoriales a la médula y el encéfalo. Motores cuando envían órdenes a los órganos efectores (aparato locomotor, glándulas); o mixtos, cuando hay neuronas de ambos tipos.
La protección en esta parte del SN es menor y las lesiones pueden darse con mayor facilidad. A su vez, el SNP se subdivide en sistema nervioso somático (SNSo) que transmite información sensitiva y de control motor, y el sistema nervioso autónomo (SNA) que se encarga de aquellas funciones involuntarias.


El SNA es lo que nos permite vivir sin tener que preocuparnos de respirar, mantener nuestra temperatura interna o adaptar la musculatura del ojo a la luz que nos rodea. Inerva al músculo cardíaco, liso y a las glándulas repartidas por nuestro cuerpo.
Si bien es cierto que este sistema se presenta como parte del SNP, sus centros superiores de control se localizan en la médula, el bulbo raquídeo y el hipotálamo, una pequeña región del diencéfalo.
El SNA se subdivide en dos, el sistema nervioso simpático (SNS) y sistema nervioso parasimpático (SNP). Cada uno de ellos presenta una distribución anatómica diferente y funciones opuestas. Mientras que el SNS se encarga de la respuesta de lucha o huida (fight-or-flight) y aumenta la actividad corporal, el SNP provoca calma y disminuye la actividad de los órganos para mantener la energía.
Conclusión
En conclusión, todo el sistema, en conjunto, recibe una información (un tigre o un gato acercándose), la procesa (en base a los conocimientos previos almacenados conocemos el peligro del gran felino y la inocencia del minino) y elabora una respuesta (de estrés mediante el SNS, como correr delante del tigre, o de calma mediante el SNP, acariciar al gatito).
La información viaja por todo nuestro SN saltando de neurona a neurona, apoyada por la glía y generando nuevas experiencias que se almacenarán en nuestra memoria. Esto se conoce como función de relación.
Sin duda alguna la complejidad de nuestro cuerpo es perfecta para un correcto funcionamiento, una muestra clara es nuestro sistema nervioso.
Referencias bibliográficas
- Cajal, S. R. (1899). Estudios sobre la corteza cerebral humana II: Estructura de la corteza motriz del hombre y mamíferos superiores. Revisita Trimestral Micrográfica, 4, 117-200.
- Cajal, S. R. (1933). ¿Neuronismo o reticularismo? Las pruebas objetivas de la unidad anatómica de las células nerviosas. Archivo Neurobiología, 13, 1-144.
- Jones, E. G. (1994). The neuron doctrine. Journal of the History of Neuroscience, 3(1), 3-20. Doi: 10.1080/09647049409525584.
- Nedergaard, M., Ransom, B. y Goldman, S. A. (2003). New roles for astrocytes: redefining the functional architecture of the brain. Trends Neuroscience, 26(10), 523-530. Doi: 10.1016/j.tins.2003.08.008
- Purves, D., Augustine, G. J., Fitzpatrick, D., Hall, W. C., Lamantia, A. S., McNamara, J. O. y Williams, S. M. (2007). Neurociencia. Editorial Médica Panamericana.
- Shepherd, G. M. (1991). Foundations of the neuron doctrine. Oxford University Press.