La terapia es un proceso en el que las personas buscan orientación profesional para enfrentar desafíos emocionales y psicológicos. Así, a través del acompañamiento, pueden explorar sus pensamientos, emociones y comportamientos, con el objetivo de mejorar su bienestar y calidad de vida. En este sentido, existen múltiples enfoques terapéuticos, desde la terapia cognitivo-conductual (TCC) hasta las terapias humanistas, cada uno con herramientas específicas para abordar distintos tipos de problemas. Pero, ¿qué es exactamente la terapia? ¿Cómo puede ajustarse a las necesidades de cada persona?

Esta es una nota colaborativa realizada en el marco del festival Psicología al Sur (Primera edición). Autoras: Lic. Milagros Sánchez Cappetta, Lic. Camila Dadamia, Psic. Chiara Menichelli, Ailen Peralta, Milagros Robles, Lic. Brisa Novas Passo.

La terapia y sus objetivos: ¿En qué consisten?

Se entiende como un proceso unificado, cuya meta es el bienestar del paciente, independientemente de la corriente teórica que se utilice. Aunque cada enfoque terapéutico propone herramientas y técnicas específicas, todos buscan facilitar el autoconocimiento y la resolución de conflictos emocionales. Asimismo, la diversidad de corrientes y modelos existentes comparten, o deberían compartir, un mismo fin: mejorar la calidad de vida del consultante.

A pesar de la diversidad en los enfoques, algunas técnicas han ido acumulando mayor evidencia científica en áreas específicas. Por ejemplo, la TCC ha demostrado una amplia efectividad en el tratamiento de trastornos como la ansiedad y depresión, y se ha consolidado como una de las terapias más investigadas. Del mismo modo, la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (eye movement desensitization and reprocessing, EMDR, en inglés) ha sido reconocida por su eficacia en el tratamiento de traumas y experiencias de estrés postraumático. Sin embargo, más allá del enfoque elegido, es importante destacar que el éxito del abordaje depende en gran medida de la capacidad del terapeuta para establecer una relación terapéutica sólida y ajustada a las necesidades del paciente.

Terapeuta

Entonces… ¿Existe una mejor que otra?

Siguiendo esta línea, la especialización en ciertos problemas no invalida las demás corrientes. Esta idea se basa en que cada una aporta sus propios beneficios y conocimientos en función de las necesidades y particularidades de la persona que consulta​. Lo más importante es que, independientemente del enfoque, el objetivo final sea el mismo: promover el cambio positivo en la vida del paciente.

En este sentido, ninguna corriente terapéutica puede considerarse superior en términos generales. Ya que cada una resulta más o menos adecuada dependiendo del caso particular y la interacción entre las técnicas, terapeuta y paciente​.

Psicólogo y terapeuta: ¿Es lo mismo?

Aunque, en ocasiones, los términos psicólogo y terapeuta se utilizan de manera indistinta, en realidad no son sinónimos, pues implican formaciones y roles diferentes. Un psicólogo es un profesional que ha completado una formación universitaria en psicología, lo cual le permite analizar y comprender el comportamiento humano desde un enfoque científico o basado en teorías específicas. De tal forma, los psicólogos pueden especializarse en áreas como la psicología clínica, educativa, laboral, entre muchas otras. Además, aquellos que desean brindar psicoterapia suelen cursar una formación adicional para convertirse en psicoterapeutas​ (Aherne et al., 2018).

Ahora, ¿qué implica ser terapeuta?

Por su parte, terapeuta es un término más amplio que abarca a cualquier profesional que cuenta con formación específica para proporcionar tratamiento o apoyo en aspectos de salud mental y emocional. Así, un terapeuta puede ser un psicólogo, pero también puede incluir a trabajadores sociales, consejeros y otros especialistas con formación en psicoterapia.

Aunque todos los psicólogos con especialización en psicoterapia son terapeutas, no todos los terapeutas tienen la titulación de psicólogos. En este sentido, mientras que el título de psicólogo está regulado y requiere una licencia profesional, el término terapeuta puede aplicarse a un rango más amplio de formaciones y suele tener diferentes niveles de regulación dependiendo del contexto regional​ (Useche, 2023).

¿Cuáles son las particularidades del vínculo terapéutico?

El vínculo terapéutico es uno de los elementos más importantes de la psicoterapia. Siguiendo esta idea, una construcción sólida entre terapeuta y paciente es fundamental, porque establece la base de confianza y colaboración necesaria para que el proceso sea efectivo. Al mismo tiempo, no hay que pasar por alto que la relación paciente-terapeuta es también una relación humana, en la que ambas partes deben estar comprometidas a lo largo de todo el tratamiento.

Qué es la terapia. Terapeuta

Por otro lado, el vínculo terapéutico varía entre las diferentes escuelas de la Psicología debido a las distintas perspectivas teóricas y enfoques metodológicos que cada una emplea. Dichas diferencias reflejan cómo cada corriente conceptualiza la naturaleza del cambio psicológico y rol del terapeuta en dicho proceso (Navia y Arias, 2012).

Vínculo: Psicoanálisis y terapia humanista

Por ejemplo, en el psicoanálisis, el vínculo se centra en la transferencia y la contratransferencia, donde el terapeuta actúa de manera más distante y neutral. Aquí, la relación se entiende como una oportunidad para que el paciente proyecte sus patrones inconscientes de relación, permitiendo explorar y reinterpretar experiencias pasadas en el contexto de la relación con el terapeuta​.

Por otra parte, en la terapia humanista, el vínculo es fundamentalmente empático y de apoyo. La misma, influenciada por Carl Rogers, resalta la importancia de una relación auténtica y no directiva, donde se ofrece aceptación incondicional y de congruencia (Campagne, 2014).

¿Cómo es el vínculo en la TCC y las terapias sistémicas?

La TCC adopta una perspectiva más estructurada y directiva del vínculo. Se enfoca en establecer una colaboración orientada a resolver problemas específicos, mediante la enseñanza de habilidades y técnicas prácticas. Aquí, el vínculo se entiende como un medio para aplicar estrategias de cambio, y la relación es vista como colaborativa y orientada a objetivos concretos.

Por su parte, en las terapias sistémicas el vínculo terapéutico es aún más complejo, ya que generalmente involucra a más de una persona, como en el caso de la terapia familiar. El terapeuta trabaja como un facilitador de la comunicación y la comprensión mutua entre los miembros del sistema, adaptándose a múltiples perspectivas. Por tanto, la relación es dinámica y adaptativa, y se centra en cómo las interacciones y patrones relacionales afectan el bienestar del sistema en su conjunto (Goldfried, 2013).

Terapia y coaching: ¿Cuál es la diferencia?

Tanto la terapia como el coaching son intervenciones destinadas a mejorar el bienestar y rendimiento de las personas. Pese a ello, difieren de gran manera en lo que respecta a sus enfoques, fundamentos teóricos y objetivos.

En primer lugar, la terapia, o psicoterapia, es una disciplina respaldada por un fuerte sustento teórico y modelos científicos. Su objetivo principal es ayudar a las personas a resolver conflictos emocionales, conductuales y psicológicos, abordando condiciones mentales específicas o facilitando el crecimiento personal. Asimismo, la duración de un proceso terapéutico se puede extender desde algunas semanas hasta varios años, dependiendo de la profundidad del tratamiento y los objetivos establecidos.

Terapia

¿Y el coaching?

Por otro lado, el coaching es una práctica que se originó en el ámbito deportivo y empresarial, enfocada en el logro de metas personales o profesionales. Concretamente, ayuda a alcanzar objetivos específicos, como mejorar el rendimiento en el trabajo, el liderazgo o el logro de fines personales.

Así, aunque esta práctica emplea técnicas motivacionales y de desarrollo de habilidades, se diferencia de la terapia al no basarse en un marco clínico o científico riguroso. Además, a diferencia de la terapia, el coaching no está diseñado para tratar trastornos emocionales o mentales.

Una pregunta frecuente: ¿Siempre es bueno ir a terapia?

No cabe duda de que la terapia es una herramienta valiosa para abordar una amplia variedad de desafíos psicológicos. Dicho abordaje se considera útil para dificultades emocionales y de relación hasta el desarrollo personal y el bienestar general. No obstante, aunque es comúnmente recomendada, no siempre resulta adecuada para todas las personas o circunstancias. La decisión de iniciar un proceso terapéutico debe considerar el estado de disposición de la persona y sus expectativas sobre el tratamiento.

Puntualmente, existen momentos en los que la terapia puede no ser beneficiosa, en especial si el paciente no está dispuesto a participar activamente. También puede ser perjudicial el hecho de que sus expectativas no se alineen con lo que la terapia puede ofrecer. De este modo, la falta de motivación o una resistencia significativa al cambio limitan el potencial de éxito.

Inclusive, en algunos casos, la terapia podría tener un efecto negativo si no se establece una relación de confianza con el terapeuta​. Por ello, es fundamental una evaluación cuidadosa para determinar si es el camino adecuado (Campagne, 2014).

¿Existe un momento ideal para dejar la terapia?

Terapia

El momento adecuado para finalizar un proceso terapéutico varía de una persona a otra. Pese a ello, existen señales que pueden indicarte que estás listo para hacerlo. Por ejemplo, una de las más claras es cuando la persona siente que ha alcanzado los objetivos que se plantearon al inicio.

Otra indicación es encontrarse capaz de resolver problemas que antes resultaban abrumadores, o la presencia de una estabilidad emocional prolongada. También es importante prestar atención a si las sesiones han perdido su utilidad o que no se están brindando nuevos beneficios.

Desde el otro lado, como terapeuta, es posible identificar el momento adecuado para finalizar la terapia cuando se observan esos mismos signos en el paciente, permitiendo observar una mejora significativa en los síntomas iniciales, junto con un aumento en la resiliencia y la confianza para enfrentar situaciones futuras. A su vez, resulta pertinente tener en cuenta la disposición del propio paciente hacia la finalización de su proceso, y si el mismo se siente listo​ (Jung et al., 2013).

Conclusión

La terapia no solo aborda problemas emocionales, sino que también es una herramienta poderosa para el autoconocimiento y crecimiento personal. Lo anterior, en un contexto donde la salud mental es cada vez más importante, se ha convertido en un recurso esencial para mejorar la calidad de vida.

Sin embargo, los beneficios de la terapia dependen tanto de la relación de confianza entre paciente y terapeuta como del compromiso con el proceso. ¿Te has preguntado qué cambios podrías lograr en tu vida al empezar un proceso terapéutico?

Referencias bibliográficas

  • Aherne, D., Smith, L., Whelan, N., Hickey, L., Kirwan, C. y Coffey, A. M. (2018). Comparing competencies of a psychotherapist with those of a psychologist specialising in psychotherapy. European Journal of Psychotherapy & Counselling20(3), 294-311. https://doi.org/10.1080/13642537.2018.1495244
  • Campagne, D. M. (2014). El terapeuta no nace, se hace. Revista de La Asociación Española de Neuropsiquiatría, 34(121), 75–95. https://doi.org/10.4321/s0211-57352014000100005
  • Goldfried, M. R. (2013). What should we expect from psychotherapy? Clinical Psychology Review, 33(7), 862-869. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2013.05.003
  • Jung, S. I., Serralta, F. B., Nunes, M. L. T. y Eizirik, C. L. (2013)Beginning and end of treatment of patients who dropped out of psychoanalytic psychotherapy. Trends in Psychiatry and Psychotherapy, 35(3), 181-190. https://doi.org/10.1590/s2237-60892013000300005
  • Navia, C. E. y Arias, E. M. (2012). Alianza terapéutica y su relación con las variables de apego del terapeuta y del consultante. Universitas Psychologica, 11(3), 885-894.
  • Useche, M. C. (2023). El coaching desde una perspectiva epistemológica. Revista De Ciencias Sociales, (105), 125-132.