El cannabis, una de las plantas más estudiadas y debatidas en la actualidad, ha suscitado un creciente interés tanto en su consumo recreativo como terapéutico. A menudo, se ve a través de estigmas alimentados por conceptos erróneos acerca de su seguridad y efectos. Empero, los avances en la investigación han revelado que, si bien puede ofrecer beneficios terapéuticos, también plantea desafíos significativos. Especialmente en lo que respecta a la salud mental y bienestar general. Esta nota se propone explorar los mitos más comunes asociados con el efecto del cannabis, al mismo tiempo que se analizan los desafíos que plantea su uso en diferentes contextos.

Esta es una nota colaborativa realizada en el marco del festival Psicología al Sur (Primera edición). Autores: Lic. Lucía Pachado, Fabrizio Bassi, Julieta Calero, Micaela Britos.

Las diversas formas de consumo de cannabis

El cannabis es consumido en formas variadas. En este sentido, cada método de administración tiene un impacto en la forma en que los compuestos activos, como el delta-9-tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD), interactúan con el cuerpo. Entre ellas, fumar es una de las maneras más usuales de consumo de este psicoactivo. Los usuarios inhalan el humo a través de cigarrillos hechos con la planta, pipas, bongs, o utilizando vaporizadores.

Por su parte, este método permite que los compuestos psicoactivos ingresen rápidamente al torrente sanguíneo a través de los pulmones, produciendo efectos casi inmediatos. En comparación con otros métodos, la duración de la reacción es más breve, generalmente entre 1 y 3 horas.​

A su vez, esta droga puede ser consumida a través de alimentos o bebidas que contienen THC y CBD. Dicho método, conocido como consumo de comestibles, incluye productos como brownies, galletas, caramelos, e incluso bebidas infundidas con cannabis. A diferencia de la inhalación, mediante la vía oral los efectos se producen entre 30 minutos y dos horas. Esto se debe a que el THC debe pasar por el sistema digestivo y ser metabolizado por el hígado. Produciendo así una forma más potente de THC (11-hidroxi-THC) y generando que los efectos sean más intensos y prolongados.

efectos del cannabis, consumo de cannabis.

Otras maneras de consumo

Otra alternativa para consumir cannabis, aunque menos frecuente, son las tinturas y aerosoles sublinguales. Estas son extractos de cannabis que se aplican debajo de la lengua para una rápida absorción a través de los capilares. Dicho método, permite que los efectos psicodélicos aparezcan más rápidamente que con las variantes comestibles.

Asimismo, se manifiestan de manera más gradual que con la inhalación, generalmente entre los 15 y 45 minutos luego de haberlos utilizado. Sucede, pues, que las tinturas permiten una dosificación más precisa y son utilizadas comúnmente por aquellos que buscan un control más exacto de la cantidad de consumo.

En último lugar, también existen productos tópicos que incluyen cremas, bálsamos y parches transdérmicos que se aplican directamente sobre la piel. A diferencia de otros métodos, los productos tópicos no suelen producir efectos psicoactivos, ya que los compuestos del cannabis no penetran profundamente en el torrente sanguíneo. En su lugar, se utilizan principalmente para el alivio localizado del dolor, la inflamación o para afecciones dermatológicas. Los parches transdérmicos, sin embargo, pueden liberar de forma gradual THC o CBD en el cuerpo durante períodos más largos​.

Efectos del cannabis en el cerebro

Este psicoactivo ejerce efectos significativos en el cerebro, principalmente a través del THC, su componente psicoactivo. Dicho compuesto se une a los receptores CB1 del sistema endocannabinoide, ubicados en áreas clave del cerebro como la corteza prefrontal, el hipocampo, cerebelo y ganglios basales. Tal interacción altera las funciones cognitivas esenciales, incluyendo la memoria, atención y control motor. Por otro lado, el impacto del cannabis en el hipocampo, puede dar como resultado problemas temporales de memoria y dificultades para retener nueva información. A su vez, las alteraciones de la corteza prefrontal pueden inducir impulsividad y reducir la capacidad de planificación​.

En esta misma línea, el consumo crónico de cannabis ha demostrado provocar cambios duraderos en la estructura y función cerebral. Estudios recientes han encontrado que el uso prolongado en varias ocasiones lleva a una reducción en el volumen de materia gris en áreas como el hipocampo y la amígdala. Asimismo, es posible que altere la conectividad entre regiones cerebrales, afectando la eficiencia en el procesamiento de la información.

A nivel neuroquímico, el THC aumenta la liberación de dopamina, reforzando así su potencial adictivo. Si bien puede generar placer temporal, su uso repetido disminuye la sensibilidad del sistema de recompensa. De esta manera, las actividades cotidianas resultarán menos gratificantes y aumentará el riesgo de dependencia ​(Burggren et al., 2019).

Y… ¿Qué efectos positivos tiene?

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Pequeñas dosis de THC, generan una sensación de relajación y alivio del estrés a corto plazo. Lo cual, ciertos usuarios, perciben como beneficioso para su bienestar emocional. De manera similar, hay quienes reportan que el THC incrementa su creatividad y concentración en tareas específicas. Sin embargo, estos efectos suelen ser temporales y dependen de la dosis consumida.

Por otro lado el CBD, componente no psicoactivo del cannabis, ha mostrado propiedades ansiolíticas que pueden ayudar a reducir la ansiedad y mejorar el sueño, sin los efectos adversos asociados al THC. No obstante, tales beneficios deben ser considerados junto con los posibles riesgos. El uso excesivo o prolongado puede contrarrestar los efectos positivos y provocar problemas de salud mental y deterioro cognitivo a largo plazo ​(Lowe et al., 2018).

Utilización del cannabis como tratamiento

Existen contextos y situaciones específicas en los cuales la administración de esta planta y de sus componentes activos se recomienda, siempre y cuando la persona se encuentre bajo supervisión de un profesional de la salud y considerando la regulación vigente en cada país. A continuación, se detallan algunos de los casos en los que el uso de cannabis, THC o CBD, se encuentra indicado.

Cannabis medicinal

La utilización del cannabis en su forma integral (con THC y CBD) se sugiere en casos muy específicos donde la combinación de ambos compuestos ha mostrado ser efectiva. Esto incluye el tratamiento de dolor crónico, especialmente en condiciones como la esclerosis múltiple y ciertos tipos de cáncer, donde se busca aliviar el dolor y mejorar la calidad de vida del paciente​. A su vez, se utiliza para paliar síntomas como las náuseas y el vómito inducidos por quimioterapia. Así como también para estimular el apetito en pacientes con caquexia asociada a enfermedades​ (Vickery et al., 2019).

Uso de THC

El THC, principal componente psicoactivo del cannabis, es recomendado en casos donde su efecto analgésico y relajante es beneficioso. Por ejemplo, se utiliza en algunos países para reducir la espasticidad muscular en personas con esclerosis múltiple y tratar el dolor neuropático​. Pese a ello, suele ser limitado y se desaconseja en individuos con antecedentes de trastornos psicóticos, ya que podría agravar estos síntomas​.

Empleo del CBD

El CBD, que no produce efectos psicoactivos, es utilizado en una variedad de cuadros médicos debido a sus propiedades antiinflamatorias, ansiolíticas y antipsicóticas. A título ilustrativo, se encuentra aprobado en algunos países para tratar formas raras de epilepsia infantil. Esto se debe a que ha demostrado reducir significativamente la frecuencia de las convulsiones​. También se explora su uso para tratar la ansiedad y algunos trastornos del sueño ​(Lowe et al., 2018).

Asociación con psicopatologías: ¿Algo que ver? 

El consumo de cannabis se ha vinculado con diversas psicopatologías, incluyendo la esquizofrenia, trastornos de ansiedad y alteraciones del estado de ánimo. En particular, la relación entre el cannabis y estos trastornos es más relevante en individuos con variantes genéticas que afectan el sistema endocannabinoide, lo que podría aumentar su sensibilidad a los efectos del THC.

A su vez, diversos factores psicológicos, como el trauma o el estrés elevado, incrementan la susceptibilidad a respuestas adversas. De tal forma, se exacerban síntomas preexistentes o contribuyen al desarrollo de nuevos problemas en personas vulnerables​.

Derribando un mito

Uno de los mitos que rodean al cannabis es la creencia de que incluso un consumo moderado puede desencadenar psicosis de manera inmediata, lo cual no es necesariamente cierto. Si bien el THC, en grandes cantidades y en contextos de predisposición genética, puede inducir episodios psicóticos, la mayoría de los usuarios no experimenta síntomas de psicosis con un consumo moderado. En cambio, aquellos con vulnerabilidad genética o antecedentes familiares de trastornos psicóticos sí tienen un mayor riesgo de experimentar síntomas, especialmente si el consumo es frecuente y se mantiene en un largo plazo ​(Lowe et al., 2018).

Mal viaje: ¿Por qué sucede?

Continuando con lo descrito, la susceptibilidad a experimentar un mal viaje con el THC, es decir, una experiencia negativa en torno a las sensaciones experimentadas, varía entre uno y otros. Esto se debe a una combinación de factores genéticos, psicológicos y ambientales. Veamos algunos de los aspectos que contribuyen a que ciertas personas sean más propensas que otras.

Predisposición genética

Como hemos visto, las diferencias genéticas juegan un papel importante en cómo una persona metaboliza el THC y responde a sus efectos psicoactivos. Por ejemplo, variantes en el gen CNR1, que codifica el receptor CB1 del sistema endocannabinoide, pueden afectar la sensibilidad al THC y hacer que ciertas personas experimenten reacciones más intensas. Asimismo, aquellos con antecedentes familiares de trastornos mentales, como esquizofrenia o ansiedad, tienen una mayor probabilidad de reaccionar negativamente al THC, ya que pueden tener una predisposición genética que aumenta la vulnerabilidad a los efectos psicóticos del cannabis (Moreno-Rius, 2019).

Factores psicológicos

Las personas con ansiedad, depresión, o trastornos de pánico pueden ser más propensas a tener una experiencia negativa, por el hecho de que el THC exacerba estos síntomas. A su vez, el estado mental previo al consumo también influye. Por ejemplo, si el consumidor está estresado, preocupado o emocionalmente inestable antes de consumir.

Factores ambientales

Consumir en un ambiente desconocido, estresante o donde la persona no se sienta segura contribuye a un mal viaje, debido a que el THC tiende a intensificar la percepción del entorno. El acompañamiento también es relevante. Así, estar rodeado de personas de confianza puede brindar seguridad, mientras que un entorno social incómodo incrementa la sensación de paranoia o ansiedad.

Tolerancia y experiencia previa

Las personas con poca o ninguna experiencia previa con el THC son generalmente más susceptibles a experimentar un mal viaje. Existe la posibllidad de que aquellos que no están familiarizados con sus efectos no anticipen la intensidad o duración de la experiencia, lo que da como resultado una respuesta de angustia.

En definitiva, todos estos factores trabajan en conjunto para determinar la respuesta de cada persona al THC. Por ello, es importante que quienes son más susceptibles, o no tienen experiencia con el consumo, comiencen con dosis muy bajas y consuman en entornos seguros para minimizar el riesgo de un mal viaje.

Consumo problemático del cannabis

Estudios recientes revelan un incremento significativo en el consumo diario y los problemas asociados. Estos patrones de uso reflejan no solo un consumo más frecuente, sino también un mayor riesgo de desarrollar dependencia, con efectos perjudiciales para la salud mental y física.

Entre los factores que contribuyen a este problema, el inicio temprano se destaca como uno de los más críticos. De esta manera, durante la adolescencia, el cerebro atraviesa procesos clave de maduración, y el consumo de cannabis en dicha etapa puede provocar déficits persistentes en atención y memoria, que se mantienen incluso con la abstinencia​ ​(Burggren et al., 2019).

¿Cómo abordar esta problemática?

Para abordarlo, las estrategias de prevención y tratamiento deben centrarse en la educación temprana y en la intervención personalizada. Por ejemplo, aquellos programas educativos dirigidos a adolescentes y sus familias, que informan sobre los efectos adversos del cannabis y los riesgos del consumo prematuro, han mostrado efectividad en la reducción del uso en esta población.

Asimismo, las intervenciones psicosociales, como la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la entrevista motivacional, tienen un impacto en la modificación de patrones de pensamiento y comportamiento relacionados con el consumo. Tales estrategias, combinadas con el manejo de contingencias y el apoyo comunitario, han demostrado mejorar la adherencia al tratamiento en poblaciones jóvenes, aunque los efectos clínicos pueden variar ​(Vickery et al., 2019). En caso de que te interese profundizar en la temática, te sugerimos acceder a nuestro curso de estrategias de prevención en adicciones.

Conclusión

La comprensión del cannabis y su uso presenta un panorama complejo, lleno de matices. A medida que se desmitifican algunas de las creencias erróneas, es esencial reconocer tanto los beneficios potenciales como los riesgos asociados con su consumo. En este sentido, la investigación ha demostrado que el cannabis puede ser una herramienta valiosa en contextos médicos, pero también se ha identificado su relación con diversos problemas de salud mental, lo que subraya la necesidad de un enfoque cauteloso y bien informado.

La educación y la regulación son clave para abordar los desafíos que plantea el psicoactivo, garantizando que se utilice de manera segura y efectiva. Al reflexionar sobre la creciente aceptación del cannabis en la sociedad, es crucial preguntarnos: ¿Cómo podemos equilibrar sus beneficios con los riesgos potenciales? ¿Qué medidas se deben implementar para garantizar un consumo responsable y consciente?

Referencias bibliográficas

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