La ansiedad es un componente esencial en la psicopatología, y en ciertos trastornos, como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y la hipocondría (conocida en el DSM-V como trastorno de ansiedad por enfermedad), esta se manifiesta a través de pensamientos repetitivos y comportamientos de búsqueda de alivio que comparten similitudes, pero también presentan diferencias fundamentales. Veamos, en esta ocasión, los mecanismos psicológicos que subyacen a ambos trastornos. Con especial énfasis en las diferencias en cuanto a obsesiones, compulsiones, insight y respuesta terapéutica.

Similitudes en la experiencia de la ansiedad: Obsesiones y preocupaciones

Tanto el TOC como la hipocondría comparten un rasgo central: la presencia de pensamientos intrusivos y ansiosos. En el TOC, estos pensamientos suelen relacionarse con miedos específicos como la contaminación, el daño a uno mismo o a los demás, o el miedo a perder el control. En cambio, en la hipocondría, están centrados principalmente en la posibilidad de padecer una enfermedad grave.

Eso sí, en ambos trastornos, los pensamientos intrusivos pueden ser percibidos como amenazas extremadamente personales, generando un ciclo de ansiedad difícil de romper. Sin embargo, la naturaleza del contenido de dichos pensamientos es fundamentalmente distinta.

De modo que, mientras que en el TOC las obsesiones pueden abarcar una gama de temas, en la hipocondría, las preocupaciones se centran casi exclusivamente en la salud física y en síntomas percibidos (Wheaton et al., 2016).

Compulsión versus búsqueda de certeza médica

En cuanto a este aspecto, en el TOC, los comportamientos compulsivos son ritualizados y repetitivos, diseñados para neutralizar la ansiedad provocada por las obsesiones. Por ejemplo, un individuo que teme la contaminación puede lavarse las manos de manera repetitiva como respuesta a sus pensamientos obsesivos. Rituales que son percibidos como necesarios, aunque irracionales, y suelen generar un alivio temporal de la ansiedad.

Pero los comportamientos en la hipocondría se centran en la búsqueda de certeza médica. Así, las personas con hipocondría buscan constantemente garantías médicas. Ya sea a través de consultas repetidas con médicos, investigaciones en línea (cibercondría) o revisiones corporales constantes en busca de síntomas. Con esto, aunque ambos trastornos presentan comportamientos repetitivos, la búsqueda de certeza en la hipocondría está menos ritualizada que en el TOC, y suele implicar la constante necesidad de validación externa por parte de profesionales médicos.

No es lo mismo

Más concretamente, aunque tanto los pacientes con TOC como aquellos con hipocondría se involucran en comportamientos repetitivos, los rituales en estos primeros tienden a ser más estereotipados y vinculados a un patrón rígido. Mientras que, en los segundos, pueden ser más variados dependiendo de la fuente percibida de la amenaza médica (Williams et al., 2017).

Ejemplifiquémoslo. Una persona con TOC que teme haber dejado la estufa encendida podría revisar compulsivamente la cocina siguiendo siempre el mismo ritual: revisa la estufa tres veces antes de salir de casa y repite el mismo número de comprobaciones cada vez.

En contraste, la que tiene hipocondría podría variar su comportamiento según el temor de enfermedad: una semana puede realizar visitas frecuentes al médico por preocupaciones sobre su función pulmonar. Y en la siguiente, buscar pruebas de laboratorio repetidamente para descartar una posible enfermedad renal.

Conocimiento versus creencia en la realidad de las preocupaciones

Uno de los elementos clave para diferenciar el TOC de la hipocondría es el nivel de insight que el paciente tiene sobre sus pensamientos y comportamientos. Y es que, en el TOC, muchos pacientes tienen lo que se conoce como insight parcial. Es decir, son conscientes de que sus obsesiones y compulsiones son irracionales o exageradas, pero se sienten incapaces de controlar la ansiedad que estos pensamientos generan. Justo, esta conciencia contribuye en parte a su sufrimiento (ya que se dan cuenta de la irracionalidad de sus miedos, pero no pueden controlarlos).

Ahora, en la hipocondría, el insight es más limitado. Los pacientes creen firmemente que sus síntomas son reales y que las enfermedades que temen son, de hecho, una amenaza genuina. A menudo se muestran resistentes a la idea de que sus preocupaciones son infundadas, lo que puede dificultar el proceso terapéutico. De hecho, un estudio de Visser y Bouman (2020) concluyó que los pacientes con hipocondría a menudo muestran una resistencia considerable a aceptar explicaciones psicológicas de sus síntomas. Lo que hace que su tratamiento requiera un enfoque terapéutico distinto al del TOC.

Estrategias dispares ante la ansiedad

Otra diferencia crucial entre el TOC y la hipocondría radica en cómo los individuos afrontan la ansiedad. Los pacientes con TOC suelen emplear estrategias de evitación activa para no enfrentarse a sus obsesiones. Por ejemplo, un individuo con TOC relacionado con la contaminación puede evitar tocar superficies o relacionarse con ciertas personas o lugares que perciben como fuentes de contaminación.

En la hipocondría, la evitación tiende a centrarse en la evitación de escenarios que confirmen su miedo a estar enfermos. O, en algunos casos, la excesiva búsqueda de seguridad a través de visitas médicas. De este modo, mientras los pacientes con TOC tienden a centrarse en evitar estímulos externos (como superficies contaminadas), los pacientes con hipocondría evitan situaciones que confirmen sus miedos o buscan pruebas médicas constantes que descarten una enfermedad temida.

Diferencias neuropsicológicas en el TOC y la hipocondría: Circuitos cerebrales dispares

En cuanto a este aspecto, las investigaciones en neurociencia han revelado diferencias clave en los patrones de activación cerebral entre el TOC y la hipocondría. El TOC está más vinculado a anomalías en el circuito córtico-estriado-tálamo-cortical. Un circuito implicado en la formación de hábitos, la toma de decisiones e inhibición de respuestas. Así, la disfunción en esta área explica en parte la naturaleza repetitiva y compulsiva de los comportamientos en el TOC.

En la hipocondría, sin embargo, las alteraciones cerebrales se encuentran más relacionadas con áreas del cerebro vinculadas a la percepción somática y evaluación emocional, como la corteza prefrontal y amígdala. Esto sugiere que los pacientes con hipocondría interpretan de manera errónea las señales corporales benignas como signos de enfermedad. Lo que desencadena el ciclo característico de preocupación por la salud (Paulus y Stein, 2019).

Diagnóstico diferencial

Aunque ambos trastornos presentan características comunes, como la ansiedad persistente y los comportamientos repetitivos, existen pistas clave que pueden ayudar en el diagnóstico diferencial con las diferencias entre TOC e hipocondría.

diferencias TOC e hipocondría
  1. Foco de la ansiedad: En el TOC las obsesiones pueden abarcar una amplia variedad de temas (desde la limpieza hasta el orden o la moralidad), en la hipocondría, la ansiedad se centra casi exclusivamente en la salud física.
  2. Compulsiones versus búsqueda de seguridad: En el TOC, los comportamientos compulsivos suelen estar orientados a neutralizar la ansiedad provocada por las obsesiones. Mientras, en la hipocondría, la búsqueda constante de pruebas médicas o la validación de síntomas actúa como un mecanismo para aliviar el miedo a estar enfermo.
  3. Insight: Los pacientes con TOC suelen tener más insight sobre la irracionalidad de sus pensamientos y comportamientos en comparación con aquellos con hipocondría, quienes a menudo creen firmemente en la veracidad de sus síntomas.

Tratamiento y respuesta terapéutica del TOC y la hipocondría

El tratamiento para ambos trastornos puede compartir algunos enfoques comunes, como la terapia cognitivo conductual (TCC), pero los métodos específicos de intervención varían. En el TOC, la técnica más utilizada es la terapia de exposición con prevención de respuesta (ERP), donde el paciente se expone a sus obsesiones sin permitirle realizar sus compulsiones. Este enfoque ha demostrado ser altamente eficaz para reducir los síntomas del TOC. Pero, tiene que adaptarse para que coincida con la severidad de los síntomas, las características cognitivas del individuo y su capacidad para tolerar la exposición prolongada (Olatunji et al., 2019).

A diferencia, para la hipocondría, la TCC se centra en modificar las creencias disfuncionales sobre la salud y la interpretación errónea de las sensaciones corporales. El enfoque terapéutico incluye desafiar las creencias catastróficas sobre los síntomas físicos y reducir la búsqueda de seguridad médica. Además, se trabaja para reducir la búsqueda constante de seguridad médica, que en lugar de aliviar la ansiedad, la refuerza. Ahora, sumado a esta, un tratamiento innovador es la terapia basada en la conciencia corporal, que ayuda a reconectar con las sensaciones corporales de una manera más objetiva y menos emocional (Newby et al., 2017).

Por supuesto, el tratamiento para los dos trastornos, aunque basado en principios compartidos como la TCC, ha de ser cuidadosamente adaptado a las características específicas de cada trastorno. Pues la personalización del tratamiento, ya sea a través de terapias conductuales ajustadas o intervenciones farmacológicas, será clave para mejorar los resultados en ambos cuadros.

Conclusión

El diagnóstico diferencial no es meramente académico. La diferencia entre TOC e hipocondría refleja una distinción profunda en la manera en que los seres humanos se enfrentan al miedo y al control. El TOC parece más abstracto, casi existencial en su búsqueda de certidumbre frente a lo impredecible. La hipocondría, en cambio, se enraiza en lo concreto, en el cuerpo físico, pero en ambos casos el sufrimiento radica en la búsqueda imposible de una certeza que siempre parece escaparse.

En este sentido, ambos trastornos nos ofrecen una reflexión más amplia sobre la naturaleza humana: nuestra incapacidad para convivir con lo incierto, con lo que no podemos controlar. Quizás, entonces, el verdadero reto para quienes los padecen —y para todos— no sea eliminar el miedo, sino aprender a coexistir con la duda.

Referencias bibliográficas

  • Abramowitz, J. S., Olatunji, B. O. y Deacon, B. J. (2019). Health anxiety, hypochondriasis, and the anxiety disorders. Behavior Therapy, 45(5), 567-577. https://doi.org/10.1016/j.beth.2019.06.005
  • Newby, J. M., Hobbs, M. J., Mahoney, A. E. J., Wong, S. K. y Andrews, G. (2017). Effectiveness of transdiagnostic Internet cognitive behavioural treatment for mixed anxiety and depression in primary care. Journal of Affective Disorders, 210, 65-75. https://doi.org/10.1016/j.jad.2016.12.021
  • Olatunji, B. O., Davis, M. L., Powers, M. B. y Smits, J. A. (2019). Cognitive-behavioral therapy for obsessive-compulsive disorder: A meta-analysis of treatment outcome and moderators. Journal of Psychiatric Research, 47(1), 33-41. https://doi.org/10.1016/j.jpsychires.2019.02.018
  • Paulus, M. P. y Stein, M. B. (2019). Interoception in anxiety and depression. Brain Structure and Function, 214(5), 451-463. https://doi.org/10.1007/s00429-018-1792-1
  • Wheaton, M. G., Abramowitz, J. S., Berman, N. C., Riemann, B. C. y Hale, L. R. (2016). The relationship between obsessive beliefs and symptom dimensions in obsessive-compulsive disorder. Behaviour Research and Therapy, 47(1), 3-10. https://doi.org/10.1016/j.brat.2015.10.005