Te has preguntado alguna vez… ¿Cómo tomamos decisiones? ¿Por qué algunas decisiones son tan complicadas? ¿Podría decirse que el cerebro toma decisiones? ¿Qué pasa con las emociones y cómo afectan? Día a día, nos enfrentamos a diferentes decisiones. Desde pequeñas, como la ropa que queremos usar, despertarnos o escuchar música, hasta otras mucho más importantes como firmar un contrato, casarse, cambiar de casa o viajar. Decidir lo que vamos a hacer es un proceso aparentemente tan automático que muchas veces no somos conscientes de cómo es su funcionamiento. Somos seres racionales, esta cualidad nos distingue de los animales u otros seres vivos, por lo que resulta interesante investigar cómo nuestro cerebro toma decisiones.

Perspectiva psicológica de la toma de decisiones

A nivel psicológico, autores como Johnson y Ratcliff (2014) hablan sobre el rol de las emociones en dicho proceso. Estas decisiones se caracterizan de la siguiente manera:

  • En condición de incertidumbre, sin tener certeza del resultado.
  • A través del tiempo, para corto, mediano y/o largo plazo.
  • Morales, que implican decisiones de características individuales.

Adicionalmente, hay otros estudios que manifiestan que también tomamos decisiones simples, perceptivas, basadas en la utilidad, deseabilidad y probabilidad de los resultados que esperamos.

¿Qué es tomar una decisión correcta?

Hay que tener en cuenta que no hay decisiones absolutamente correctas o incorrectas, sino aquellas que son más o menos apropiadas según los objetivos, contexto y circunstancias. Además, es crucial reconocer qué factores fuera de nuestro control pueden influir en nuestras decisiones y, para ello, se ha de enfocar en lo que sí se puede manejar, como definir claramente los objetivos, motivaciones y recursos disponibles. Aun cuando los resultados no sean los esperados, no debe verse como un fracaso porque:

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  • Tenemos el derecho a cometer errores.
  • No podemos predecir si los resultados a largo plazo serán beneficiosos.
  • Podemos adaptarnos y aprovechar las nuevas circunstancias.

Al fin y al cabo, se tiene que considerar que cualquier decisión tomada tras un proceso reflexivo es una oportunidad de aprendizaje para mejorar en futuras decisiones y acercarse más a las metas establecidas.

Decisiones a considerar

Asimismo, de Kohan (2008) indica que tenemos distintos tipos de decisiones que tomar. Las que se hacen bajo total certeza, aquellas que están en completa ignorancia y las que implican riesgo. Estas últimas son resultado de parte de la información que tenemos, sumado a la probabilidad de asumir un alto costo en consecuencia.

En fin, hay varias teorías que explican de diversas maneras cómo tomamos decisiones. Sin embargo, al momento de implementar la neurociencia en estas investigaciones, destacamos las emociones como parte elemental. En consecuencia, no nos limitamos solamente al razonamiento.

Sesgos cognitivos al tomar decisiones

Esta teoría plantea cómo una parte importante de los factores que ayudan a que nos decidamos están influenciados por las predisposiciones mentales de cada persona, llamados sesgos cognitivos. Es decir, cómo uno mismo condiciona un pensamiento y, en consecuencia, actúa conforme a esa condición planteada (Barón y Zapata Rotundo, 2018).

Emoción e influencia al tomar decisiones

Sarmiento y Ríos (2017) indican que tomamos decisiones en base a nuestras experiencias personales o las de otros. Como resultado, las emociones nos impulsan a actuar, evitar o aproximarnos a algo. Asimismo, hay decisiones que tomamos de forma intuitiva, por lo que actuamos incluso antes de tomar consciencia de que estamos decidiendo sobre algo.

¿Sirven, no sirven?

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En algunas ocasiones, las emociones pueden inducir a errores en los procesos de razonamiento. Sin embargo, la ausencia de emoción tampoco es totalmente positiva. Como resaltan algunos autores las emociones ayudan a que nos decidamos, pues promueven la predicción y emisión de juicios de valor, reformulan intenciones y nos ayudan a planificar lo que vamos a hacer (Roselló y Revert, 2008).

Lempert y Phelps (2015) apuntaron que las decisiones pueden influenciarse por los estados emocionales. Adicionalmente, plantean al estrés como un factor que afecta notablemente. Esto es de gran relevancia debido a que diariamente lidiamos con diferentes niveles presión que pueden generar un afectación negativa en nuestras emociones (aumento de arousal fisiológico).

Además, se ha encontrado que la presencia de estrés incrementa la actividad de la amígdala y esto puede afectar el funcionamiento de la corteza prefrontal. A modo de inciso, te recomendamos nuestro curso sobre ética y psicología, donde abordamos temas relacionados a la toma de decisiones en psicoterapia.

4 pensamientos y emociones presentes en personas con problemas para decidir

  1. Temor a que los errores sean desastrosos e irremediables, lo que lleva a verlos como una carga permanente.
  2. Sentimiento de no estar a la altura, acompañado de una autovaloración disminuida y crítica excesiva hacia uno mismo.
  3. Miedo a ser juzgado por los demás, viendo a los otros como amenazantes y anticipando ansiedad por su juicio negativo.
  4. Sensación de pérdida de control, manifestada en una revisión obsesiva de cada decisión, lo que resulta en angustia y ansiedad, y un deseo compulsivo de confirmación anticipada.

¿Cómo el cerebro toma decisiones?

A nivel neurobiológico, las investigaciones apuntan a que este proceso relaciona las diferentes regiones del sistema nervioso central. Se enfatiza la importancia de dos sistemas que podrían explicarlo.

El primero se relaciona con la intuición (sistema práctico), resaltando el metabolismo a través de la actividad de la amígdala cerebral con sus redes neuronales. El segundo tiene que ver con el razonamiento (sistema analítico) y la participación de conexiones neuronales pertenecientes al córtex prefrontal. Mediante la corteza prefrontal dorsolateral izquierda y la corteza prefrontal ventral, se analizan y comparan los costos y beneficios a tomar en cuenta. Adicionalmente, junto a la amígdala y estriado ventral se anticipan los beneficios resultantes.

Proceso paso a paso para la toma de decisiones

Está claro, la toma de decisiones implica enfrentar temores y dudas. Estos pasos están diseñados para facilitar dicho proceso, recordando que no decidir también es una forma de decisión.

  • Identifica y define la decisión: Toma un momento para comprender claramente la decisión. Esto es, defínela de forma específica y concisa.
  • Generación de alternativas: Crea un listado de opciones posibles sin emitir juicios. Para esto, permite que la creatividad fluya.
  • Evaluación de pros y contras: Analiza los aspectos positivos y negativos de cada alternativa.
  • Selecciona la mejor opción: Considera los beneficios y riesgos de cada opción para elegir la más adecuada para tus objetivos.
  • Actúa y ejecuta: Es decir, desarrolla un plan de acción basado en tu elección y ponlo en práctica.

Áreas cerebrales y su función en la toma de decisiones

Por si cupiera alguna duda, nuestro cerebro toma decisiones. Sarmiento y Ríos (2017) señalan las regiones con mayor incidencia en el momento de decidirnos, destacando las siguientes:

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  • Corteza prefrontal ventromedial: Relacionada con la integración de los factores que se involucran al tomar una decisión. En este área se integra la información sensorial junto a la empírica. Adicionalmente, se conecta con estructuras como la amígdala o el hipotálamo. En consecuencia, esta parte valora las consecuencias a largo plazo de una determinada decisión.
  • Corteza prefrontal dorsolateral: Relacionada con las funciones ejecutivas, principalmente los procesos de planificación, memoria de trabajo, flexibilidad mental, estrategias de trabajo y auto-evaluación y las expectativas sobre los resultados.
  • Amígdala: Encargada de procesar la información sensorial con los estímulos que se consideran aversivos o que generan emociones negativas. Asimismo, las asocia con experiencias previas, lo que influye en las etapas preliminares e iniciales para tomar las decisiones.
  • Corteza cingulada anterior: Enmarca lo relacionado con las consecuencias de lo que decidimos hacer. Se encuentra activa sobre todo cuando se refuerza un comportamiento (especialmente si se tratan de consecuencias negativas). Sumado a ello, está involucrada en circunstancias de incertidumbre o riesgo.

Las decisiones impulsivas

Además, se ha encontrado que hay dos sistemas separados que están relacionados con las decisiones. El sistema límbico y el sistema dopaminérgico-mesencefálico, que se activan cuando la decisión tiene una recompensa inmediata.

De la misma manera, estas estructuras también se activan en la impulsividad, que hace que la persona cambie de decisión por aquella que tenga una recompensa más inmediata. En dicha variante se involucran otras regiones como la corteza parietal posterior y la corteza prefrontal lateral.

Y es que, tomar una decisión no es nada fácil, en la corteza prefrontal se encuentra el área orbitofrontal y ventromedial que son claves para lograr este proceso. De hecho, estudios han encontrado que lesiones en estas áreas producen que las personas sean inconsistentes en el momento de tomar una decisión.

Conclusión

En resumen, necesitamos de la coordinación de nuestro sistema cerebral para tomar cualquier decisión. Este proceso, en ocasiones, es tan automático que no nos damos cuenta cómo se lleva a cabo. Los hallazgos neurológicos nos aportan información sobre ello.

Además, como hemos observado, las emociones juegan un rol fundamental en la medida en la que influyen en el análisis cognitivo detrás de cada decisión. Y los factores externos e internos en los que nos basamos son parte de dicha toma de decisiones.

De esta manera, la interacción de los aspectos personales (experiencias previas, motivación) sumado a la activación de las distintas áreas cerebrales, permiten la posibilidad de este proceso. Es, sin duda, fascinante cómo nuestro cerebro toma decisiones.

Referencias bibliográficas

  • Barón, L. y Zapata Rotundo, G. J. (2018). Los sesgos cognitivos: De la psicología cognitiva a la perspectiva cognitiva de la organización y su relación con los procesos de toma de decisiones gerenciales. Ciencia y sociedad, 43(1), 31-48. https://repositoriobiblioteca.intec.edu.do/handle/123456789/2260
  • Johnson, E. y Ratcliff, R. (2014). Computational and Process Models of Decision Making in Psychology and Behavioral Economics. En P. W. Glimcher y E. Fehr (Eds.), Neuroeconomics: Decision Making and the Brain: Second Edition (pp. 35-47). Academic Press Oxford. Doi: 10.1016/B978-0-12-416008-8.00003-6.
  • de Kohan, N. C. (2008). Los sesgos cognitivos en la toma de decisiones. International Journal of Psychological Research, 1(1), 68-73. https://doi.org/10.21500/20112084.968
  • Lempert, K. y Phelps, E. (2015). Neuroeconomics of emotion and decisión making. En P. Glimcher, (Ed.), Neuroeconomics: Decision Making and the Brain: Second Edition. Academic Press.
  • Rossello, J. y Revert, X. (2008). Modelos teóricos en el estudio de la emoción. En F. Palmero y F. Martínez (Coords.), Motivación y emoción (pp. 95-138). McGraw-Hill. https://www.researchgate.net/publication/210281670_Modelos_teoricos_en_el_estudio_de_la_emocion
  • Sarmiento, L. F. y Ríos, J. (2017). Bases neurales de la toma de decisiones e implicación de las emociones en el proceso. Revista Chilena de Neuropsicología, 12(2), 32-37. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=179354005006