El debriefing, conocido como una intervención estructurada posterior a eventos traumáticos, ha sido ampliamente utilizado en diversos contextos para mitigar las secuelas psicológicas de experiencias intensas. Sin embargo, su eficacia y aplicación han sido objeto de debate en la comunidad científica. Analicemos las complejidades de la aplicación del debriefing y abordemos sus beneficios, limitaciones y consideraciones éticas.
El concepto y evolución del debriefing
El debriefing tuvo sus inicios en contextos militares, donde se empleaba para ayudar a los soldados a procesar el impacto emocional de las experiencias de combate. Con el tiempo, esta técnica se adaptó a otros ámbitos, como los servicios de emergencia y la atención sanitaria, para prevenir trastornos psicológicos como el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Actualmente, su uso se extiende a desastres naturales, contextos laborales y crisis comunitarias, con el objetivo de facilitar la recuperación psicológica.
Mecanismos psicológicos subyacentes
Se basa en la premisa de que la verbalización y organización de los recuerdos traumáticos promueven la elaboración emocional y la integración cognitiva. Esto ayuda a los individuos a comprender el evento y reducir la probabilidad de desarrollar síntomas de TEPT.
Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que, en algunos casos, el debriefing puede exacerbar el malestar psicológico si se implementa de forma prematura o sin un marco adecuado. Por ejemplo, un estudio encontró que las intervenciones de una sola sesión pueden ser ineficaces o incluso perjudiciales, al exponer a los individuos a emociones intensas sin garantizar un seguimiento adecuado. Veamos un caso fácil para comprender esto (Rose et al., 2002).
Tras un desastre natural, un equipo de intervención organiza una sesión de debriefing grupal con los afectados apenas 24 horas después del evento. Durante la sesión, un participante que había mantenido una aparente calma comienza a revivir el evento con gran intensidad emocional, lo que provoca un efecto dominó en otros miembros del grupo que también comienzan a expresar angustia. Sin embargo, al no haber un plan de seguimiento psicológico ni recursos suficientes para atención posterior, algunos participantes terminan sintiéndose más vulnerables y expuestos, experimentando un incremento en los síntomas de ansiedad y estrés postraumático en las semanas siguientes.
Una metodología más allá de la catarsis
A diferencia de lo que podría suponerse, el debriefing no es simplemente una actividad de descarga emocional o catarsis. Su estructura consta de fases cuidadosamente diseñadas para guiar a los participantes a través de un proceso de análisis y reorganización interna.
Estas fases incluyen la exploración de hechos, donde los participantes narran los eventos desde una perspectiva descriptiva, seguida de la expresión emocional, que permite identificar sentimientos asociados al suceso.
Posteriormente, se introducen componentes de normalización, explicando cómo las reacciones psicológicas ante el trauma son respuestas humanas esperadas, y finalmente, se ofrecen herramientas de afrontamiento adaptadas a las necesidades individuales.
Este enfoque estructurado busca evitar que la aplicación e intervención con el debriefing se convierta en un simple revivir del trauma. En cambio, aspira a transformar una experiencia caótica y desbordante en una narrativa más comprensible, que permita a los individuos recuperar una sensación de control (Fey y Morse, 2024).
Evidencia empírica y debates actuales
La efectividad sigue siendo un tema controvertido. Mientras que algunos estudios señalan beneficios en contextos específicos, otros destacan la ausencia de efectos positivos claros. Un metaanálisis reciente concluyó que el debriefing de una sola sesión no previene el TEPT de manera significativa, y en ciertos casos, puede perpetuar el recuerdo traumático. Especialmente en su versión más conocida como el debriefing emocional o de incidente crítico (Critical Incident Stress Debriefing, CISD, en inglés) (Roberts et al., 2019).
Además, la aplicación del debriefing suele carecer de estandarización, dependiendo en gran medida de la capacitación del facilitador y el contexto, lo que puede comprometer su eficacia.
También se critica su enfoque grupal, que ignora las diferencias individuales en la forma de procesar el trauma y puede generar incomodidad o angustia en algunos participantes. Pues las experiencias traumáticas no solo implican una respuesta emocional inmediata, sino que afectan sistemas más amplios de significado personal, identidad y relaciones sociales.
El debriefing como puente
Por todo ello, se sugiere implementar estrategias personalizadas y múltiples sesiones en la aplicación del debriefing, adaptadas a las necesidades individuales y al momento adecuado post-trauma. De modo que, el valor del debriefing emocional radica menos en ser una solución exhaustiva al trauma y más en su papel como puente hacia un proceso de recuperación más amplio. Al proporcionar un espacio inicial de contención y análisis, puede facilitar que las personas identifiquen necesidades emocionales específicas y busquen recursos adicionales, como terapia individual o intervenciones especializadas.
Consideraciones éticas y culturales
La implementación implica desafíos éticos, como garantizar el consentimiento informado y respetar la autonomía de los participantes. Además, es crucial considerar el contexto cultural, ya que las diferencias en las creencias y normas pueden influir en la percepción y efectividad de esta intervención. Adaptar el debriefing a las sensibilidades culturales es esencial para maximizar su impacto positivo y minimizar posibles daños.
Imaginemos, sino, una intervención de debriefing realizada en un contexto donde las jerarquías culturales son estrictas, como en algunas comunidades asiáticas. No sería extraño que los participantes de menor rango se sintieran incómodos expresando ciertas emociones o críticas en presencia de sus superiores. Quizás por temor a perder respeto o estatus.
Alternativas y enfoques complementarios
Ante la controversia sobre el debriefing, han surgido alternativas como los Primeros Auxilios Psicológicos (PAPs). Este enfoque, menos intrusivo, se centra en ofrecer apoyo práctico e inmediato sin profundizar en los detalles del trauma. De hecho, los PAPs puede ser más efectivos para estabilizar emocionalmente a las personas afectadas y promover el autocuidado en etapas tempranas (Jacobs et al., 2019).
Entonces… 3 cosas que no hay que olvidar en la aplicación del debriefing
- Riesgo de retraumatización secundaria dentro del grupo: Lo hemos visto en el ejemplo del principio. En un entorno grupal, escuchar los relatos de otros participantes puede desencadenar recuerdos o emociones intensas en individuos que inicialmente no estaban experimentando síntomas severos. Esto puede resultar en un efecto contraproducente, donde los participantes absorben el trauma de los demás, exacerbando su propio malestar.
- Falta de preparación y formación de los facilitadores: Muchos debriefings son llevados a cabo por personal con formación limitada en psicología o manejo del trauma, lo que puede resultar en intervenciones mal conducidas. Facilitadores no capacitados podrían invalidar las emociones, manejar mal los silencios o no detectar cuándo un participante necesita atención más especializada, agravando el problema en lugar de mitigarlo.
- Impacto del momento elegido para la intervención: La temporalidad del debriefing es crucial; realizarlo demasiado pronto puede interferir con las respuestas naturales de afrontamiento y adaptación, mientras que hacerlo demasiado tarde podría perder relevancia o encontrarse con una resistencia emocional mayor. Elegir el momento adecuado requiere evaluar cuidadosamente el estado emocional y físico del grupo.
Conclusión
El debriefing sigue siendo una herramienta valiosa, pero no universal, para abordar el impacto psicológico del trauma. Su efectividad depende de múltiples factores, como el contexto, la estructura de la intervención y las características individuales de los afectados. Adoptar un enfoque basado en evidencia, combinado con estrategias complementarias, permitirá a los profesionales ofrecer un soporte más integral y adaptado a las necesidades reales.
Al final, su controversia no debe deslegitimar su propósito, sino más bien impulsar su evolución hacia prácticas más flexibles, personalizadas y basadas en evidencia. En última instancia, el éxito de la aplicación del debriefing no reside en ofrecer respuestas universales al trauma, sino en abrir un espacio donde el dolor pueda ser comprendido, compartido y transformado en resiliencia.
Referencias bibliográficas
- Brooks, S. K., Dunn, R., Amlôt, R., Rubin, G. J. y Greenberg, N. (2018). A Systematic, Thematic Review of Social and Occupational Factors Associated With Psychological Outcomes in Healthcare Employees During an Infectious Disease Outbreak. Journal of occupational and environmental medicine, 60(3), 248-257. https://doi.org/10.1097/JOM.0000000000001235
- Fey, M. K. y Morse, K. J. (2024). The Essentials of Debriefing and Reflective Practice. The Nursing clinics of North America, 59(3), 391-400. https://doi.org/10.1016/j.cnur.2024.01.008
- Jacobs, J., Oosterbeek, M., Tummers, L. G., Noordegraaf, M., Yzermans, C. J. y Dückers, M. L. A. (2019). The organization of post-disaster psychosocial support in the Netherlands: a meta-synthesis. European journal of psychotraumatology, 10(1), 1544024. https://doi.org/10.1080/20008198.2018.1544024
- Roberts, N. P., Kitchiner, N. J., Kenardy, J. y Bisson, J. I. (2019). Multiple session early psychological interventions for the prevention of post-traumatic stress disorder. Cochrane Database of Systematic Reviews, 8, CD006869. https://doi.org/10.1002/14651858.CD006869.pub3
- Rose, S., Bisson, J., Churchill, R. y Wessely, S. (2002). Psychological debriefing for preventing post traumatic stress disorder (PTSD). The Cochrane database of systematic reviews, (2), CD000560. https://doi.org/10.1002/14651858.CD00056