La evolución del concepto trans en la salud mental ha sido un proceso complejo y multifacético que ha experimentado importantes cambios a lo largo del tiempo. Desde su emergencia en el ámbito médico y psicológico hasta su reconocimiento y activismo en la sociedad contemporánea, el concepto trans ha atravesado diversas etapas que han moldeado su comprensión y aceptación. Sin embargo, este proceso de evolución no está exento de controversias y debates abiertos. En este contexto, surge un diálogo continuo sobre cuestiones que van desde la identidad y la autenticidad hasta los derechos y la inclusión. Ahora, en el ámbito de la salud mental, ¿el debate en torno a los (trans)diagnósticos puede ser impulsado también por un historial de mantenimiento indebido y el estigma que involucra las enfermedades mentales en general? Veamos un poco más sobre el concepto trans en los manuales de salud mental.

¿Larga evolución de lo trans en la salud mental?

En 1973, tras extensos debates, deliberaciones y presiones políticas y sociales, la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychological Association, APA, en inglés) eliminó el diagnóstico de homosexualidad del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM, en inglés). Y emitió una declaración de posición en favor de los derechos civiles de gays y lesbianas.

trans y salud mental

Desde entonces, todas las principales organizaciones profesionales de salud mental han afirmado que la homosexualidad no constituye un trastorno mental. Sin embargo, persiste la controversia en torno a la inclusión continua de la disforia de género dentro del DSM-5 (previamente identificado como trastorno de identidad de género en el DSM-4).

Un poco más tarde, la transexualidad entra en el DSM en la tercera edición de 1980. Debido, en buena medida, a la presión ejercida por la hoy denominada Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (The World Professional Association for Transgender Health, WPATH, en inglés). Casi al mismo tiempo que se excluye a la homosexualidad. De hecho, la evolución de la transexualidad en el DSM presenta grandes paralelismos con el recorrido que ha tenido la homosexualidad.

Pasando del transexualismo a la disforia de género

En general, los (trans)diagnósticos de salud mental que son específicos de las personas transgénero han sido muy criticados. En gran parte porque aumentan el estigma en una población que ya está particularmente estigmatizada. De hecho, se ha sugerido que la etiqueta trastorno mental ha sido el principal factor subyacente al prejuicio hacia las persona trans. Y es que, hay evidencias significativas que indican que las personas transgénero como población sufren una mayor carga de diagnósticos médicos, de salud mental y sexual. A menudo asociados con barreras para el acceso a la atención.

Opiniones encontradas

Varios profesionales de la salud que trabajan con personas transgénero argumentan que este diagnóstico patologiza las identidades transgénero. Mientras, otros sostienen que su inclusión es necesaria para garantizar el acceso a tratamientos médicos adecuados, como hormonoterapia y cirugía de confirmación de género.

La Declaración de posición sobre la discriminación contra las personas transgénero y de género diverso de la APA, reafirmada en 2018, sostiene que ser transgénero o de género diverso no afecta negativamente el juicio, la estabilidad o las capacidades sociales o vocacionales. Aunque estas personas a menudo enfrentan discriminación debido a la falta de protecciones de derechos civiles para su expresión o identidad de género.

Aunque el DSM-5 aún incluye la disforia de género como un trastorno mental, la undécima edición del Manual de Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados (International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems, 11th revision, ICD-11, en inglés) eliminó el término “transexualismo”. Reemplazándolo por “inconsistencia de género” en un capítulo separado sobre “condiciones relacionadas con la salud sexual y reproductiva“.

La mayoría de las personas transgénero ven este cambio en la ICD-11 como un progreso significativo. Ya que asegura el acceso a tratamientos de transición médica si se desea. Y, al mismo tiempo, despatologiza las identidades transgénero al colocar la “inconsistencia de género” fuera del ámbito de los trastornos mentales. Sin embargo, las críticas no remitieron, puesto que el uso del término “incongruencia” conlleva también una gran cantidad de estigmas (Mas Grau, 2017).

¿Qué dice lo más actual del DSM?

Ya no se habla del trastorno de identidad sexual, sino de disforia de género, término acuñado por el médico inglés Norman Fisk (1974). Este pretendía destacar el malestar personal resultante del conflicto entre la identidad de género y el sexo biológico. Malestar que adquiriría su grado máximo en el caso de la transexualidad.

El cambio de criterios y nomenclatura considerado menos patológico, ya que ya no implica que la identidad de uno esté desordenada. Este diagnóstico de la quinta edición del DSM se divide en 2 conjuntos de criterios diagnósticos, uno para niños y otro para adolescentes y adultos. Según el manual, si un individuo experimenta o muestra incongruencia de género o disconformidad con su género, esto en sí mismo no se considera un trastorno. Se considera una variante normal en la identidad y la expresión de género humana.

Sin embargo, cuando el desajuste percibido entre el sexo al nacer y el sentido interno de la identidad de género causa malestar o disfunción significativos, un diagnóstico clínico de disforia de género puede ser apropiado. Así, el diagnóstico se define por la angustia de la persona más que por la presencia de incongruencia o identidad de género. Angustia que se describe típicamente como una combinación de ansiedad, depresión, irritabilidad y la sensación profunda de no sentirse cómodo en el propio cuerpo.

¿Qué es entonces?

Según algunos expertos, el diagnóstico de la disforia de género es principalmente una enfermedad sistémica con síntomas psiquiátricos acompañantes. Similar a los trastornos del desarrollo sexual, y no principalmente un trastorno mental. Otros consideran que incluso las formas extremas de incongruencia de género no son una condición médica ni psiquiátrica, sino variantes raras/normales del espectro de la identidad y la expresión del género humano.

Ahora, no todos los trastornos de salud mental en esta población son disforia de género (p. ej., depresión concomitante, trastornos de ansiedad, trastornos por uso de sustancias). Y la disforia de género no es experimentada por todos los individuos con incongruencia de género. Es decir, la disforia de género no es sinónimo de transexualidad, ni debe usarse para describir a las personas transgénero en general. Y, por supuesto, existen personas que no sienten angustia alguna por su condición, y si en realidad experimentan algún malestar, este es generado por una sociedad tránsfoba que las estigmatiza (Moleiro y Pinto, 2015).

Conclusión

A pesar de los cambios, y que la categoría ya no está junto al “exhibicionismo” o la “pedofilia”, todavía hay voces que argumentan a favor de la eliminación definitiva de disforia de género del DSM. Sea como fuere, las controversias y debates con respecto a la clasificación médica de la orientación sexual y la identidad de género contribuyen a la reflexión sobre el concepto mismo de enfermedad mental. 

La discusión se mueve en torno a dos posiciones: (1) Los (trans)diagnósticos deben eliminarse de los sistemas de clasificación de la salud. Pues promueven la patologización y estigmatización de la diversidad de género y mejoran el control médico de las identidades y las vidas de las personas trans. (2) Los (trans)diagnósticos deben mantenerse para garantizar el acceso a la atención. Ya que los sistemas de atención médica dependen de los diagnósticos para justificar el tratamiento médico, que muchas personas trans necesitan.

Sin embargo, en esto último, la inclusión de lo trans en los diagnósticos y manuales clasificatorios de trastornos mentales no ha garantizado la atención sanitaria. Y, en muchos países, sus demandas siguen siendo ignoradas; en otros, incluso, se persigue y condena a estas personas.

Referencias bibliográfica

  • Mas Grau, J. (2017). Del transexualismo a la disforia de género en el DSM. Cambios terminológicos, misma esencia patologizante. Revista Internacional de Sociología, 75(2), e059. Doi: http://dx.doi.org/10.3989/ris.2017.75.2.15.63
  • Moleiro, C. y Pinto, N. (2015). Sexual orientation and gender identity: review of concepts, controversies and their relation to psychopathology classification systems. Frontiers in psychology6, 1511. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2015.01511
  • Suen, L. W., Lunn, M. R., Katuzny, K., Finn, S., Duncan, L., Sevelius, J., Flentje, A., Capriotti, M. R., Lubensky, M. E., Hunt, C., Weber, S., Bibbins-Domingo, K. y Obedin-Maliver, J. (2020). What Sexual and Gender Minority People Want Researchers to Know About Sexual Orientation and Gender Identity Questions: A Qualitative Study. Archives of sexual behavior49(7), 2301-2318. https://doi.org/10.1007/s10508-020-01810-y