En los últimos años, el gran aumento del uso de pantallas suscitó un intenso debate para la comunidad científica. A medida que avanza la tecnología, el acceso prolongado a medios digitales se vio vinculado con diversos efectos en el desarrollo infantil. Particularmente, un estudio reciente se propuso como objetivo analizar la asociación entre el uso de dispositivos electrónicos y el trastorno del espectro autista (TEA). En esta nota, exploraremos los hallazgos de este metaanálisis, sus implicaciones y los interrogantes que aún persisten en este campo de estudio.
Antes de comenzar, ¿qué es el TEA?
Se define como una condición del neurodesarrollo que influye en la forma en que un individuo percibe el entorno. En particular, se presentan alteraciones en la interacción social, dificultades en la comunicación y comportamientos repetitivos. Pero, ¿por qué se lo define como un espectro? Sus manifestaciones son muy diversas, abarcando desde personas con gran independencia hasta aquellas que requieren ayuda constante.
Dicha variabilidad se refleja en las primeras señales, que suelen aparecer en la infancia y afectan la manera en que el niño responde a estímulos externos. Entre sus características más frecuentes se encuentran la dificultad para interpretar gestos y expresiones faciales, la preferencia por rutinas estrictas y una sensibilidad inusual a sonidos, luces o texturas. Veamos más al respecto.
Niveles de severidad según el DSM-5
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, DSM-V, en inglés) categoriza el trastorno del espectro autista como un subtipo de trastornos del neurodesarrollo. Por otra parte, establece tres niveles de severidad en función del grado de apoyo requerido:
- Nivel 1: Necesita acompañamiento preciso (dificultades leves en la interacción y adaptación a cambios)
- Nivel 2: Requiere apoyo sustancial (mayores dificultades en la expresión y comportamientos repetitivos)
- Nivel 3: Demanda un grado alto de ayuda (severa afectación en la comunicación y la flexibilidad conductual)
El origen del TEA: Una interacción entre genética y ambiente
Aparentemente, el TEA no tiene una única causa identificable. En lugar de ello, su origen se debe a diversas influencias genéticas y ambientales que interactúan de manera compleja en el proceso de desarrollo. Dicha perspectiva multifactorial ha permitido comprender mejor por qué se manifiesta de manera tan diversa en cada persona.
Un nuevo estudio: Impacto del uso de pantallas
En 2023 se llevó a cabo un metaanálisis que buscó determinar si existe cierta correlación entre el TEA y una variable ambiental en particular: la exposición prolongada a pantallas. La hipótesis central del estudio plantea que el tiempo de exposición a tales dispositivos podría estar correlacionado con la presencia de síntomas de TEA, aunque no necesariamente como un factor causal. Para ello, se recopilaron y analizaron datos de 46 estudios previos, que en conjunto incluyeron a más de 562.000 participantes.
El análisis incorporó diversas variables para comprender mejor la interacción entre ambos factores. Dentro de los elementos considerados se encuentran el tipo de dispositivo utilizado (televisión, videojuegos, teléfonos inteligentes, redes sociales), la edad de los participantes y el método empleado para evaluar el TEA, entre otros.
Resultados: ¿Hay un vínculo real?
En un comienzo, los datos indicaban que un mayor uso de dispositivos digitales estaba vinculado con la presencia de síntomas autistas. Sin embargo, al aplicar ajustes metodológicos, el efecto disminuyó y dejó de ser significativo en algunos casos. Adicionalmente, se señaló que la conexión era más fuerte en niños y en estudios que analizaron el uso general de tecnología. Mientras que, en aquellos centrados en redes sociales, la relación fue inversa. Dicho fenómeno sugiere que no todas las formas de exposición digital impactan de la misma manera en el neurodesarrollo.
En definitiva, los hallazgos demostraron que la evidencia no es concluyente y que se requieren más investigaciones para determinar si la exposición prolongada a pantallas influye en el desarrollo del TEA. O si, por el contrario, los menores con esta condición muestran una preferencia natural por actividades digitales.
Limitaciones del estudio
A pesar de que el metaanálisis proporciona una visión amplia sobre la posible relación entre el uso de pantallas y TEA, presenta ciertas limitaciones. Una de las principales es que la mayoría de los análisis incluidos fueron observacionales, lo que impide establecer una relación causal. Es decir, no se puede determinar si el uso de dispositivos digitales influye en el desarrollo del TEA o si aquellos con esta condición prefieren actividades digitales debido a sus características individuales.
Otro punto a considerar es el posible sesgo de publicación. En términos generales, los estudios con resultados positivos suelen difundirse más que aquellos que no encuentran asociaciones significativas. En este caso, la corrección aplicada en el metaanálisis redujo el tamaño del efecto inicial, lo que propone que la relación entre pantallas y TEA podría haber sido sobreestimada.
Más allá de las pantallas: Lo que realmente importa en el TEA
Claro está que, el estudio, permitió analizar con mayor profundidad la posible relación entre el uso de pantallas y el TEA. No obstante, sus hallazgos subrayan la necesidad de interpretar esta asociación con cautela. Y es que, la falta de evidencia concluyente, impide afirmar que el uso de dispositivos digitales sea un factor de riesgo directo. Al mismo tiempo que sugiere que la preferencia por estas tecnologías podría responder a características propias del TEA más que a una causa externa.
Junto con la discusión sobre el uso de pantallas, el diagnóstico y la intervención temprana en el TEA siguen siendo fundamentales para mejorar la calidad de vida. La evaluación clínica debe basarse en herramientas estandarizadas y en la observación de signos desde la infancia, permitiendo una detección precoz y un abordaje ajustado a las necesidades individuales. Para profundizar en el diagnóstico y abordaje del TEA, te recomendamos nuestro curso en autismo.
Referencia bibliográfica
- Ofir, Y., Rosenberg, H., Tikochinski, R., Dalyot, S. y Lipshits-Brasileña, Y. (2023).
Tiempo frente a la pantalla y trastorno del espectro autista: una revisión sistemática y un metaanálisis. Red JAMA abierta, 6(12). https://doi.org/10.1001/jamanetworkopen.2023.46775