La violencia constituye un fenómeno complejo y multidimensional que ha sido objeto de estudio durante décadas. Tal concepto se manifiesta mediante diversas formas, afectando a sujetos, comunidades y sociedades enteras, generando un impacto negativo en el desarrollo humano y en la convivencia pacífica. A continuación, profundizaremos en cómo se configura la violencia y qué estrategias preventivas podrían ayudar a reducir su impacto.

¿Qué es la violencia y cómo se expresa?

Antes de adentrarnos en los tipos de violencia, es fundamental comprender qué entendemos por este concepto. Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la define como el uso intencional de la fuerza física o el poder, ya sea en forma de amenaza o acción, contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad, que resulta en o tiene una alta probabilidad de ocasionar lesiones, muerte, daño psicológico, mal desarrollo o privaciones.

Aun así, esta definición podría resultar limitada, debido a que no abarca todas sus manifestaciones. Y es que, dicho fenómeno, adopta múltiples formatos. Entre ellos, la violencia física, psicológica, sexual, económica y estructural. Veámoslos en profundidad (Fazel et al., 2023).

Tipos de violencia: Una categorización

En primer lugar, la violencia física implica el uso de la fuerza para causar daño corporal, mientras que la violencia psicológica se manifiesta en forma de amenazas, aislamiento o control emocional. Por otro lado, la violencia sexual abarca cualquier acto sexual no consentido, incluso dentro del ámbito familiar.

En lo que respecta a la violencia económica, quien la ejerce restringe el acceso de una persona a recursos financieros, generando dependencia y vulnerabilidad. Finalmente, la violencia estructural hace referencia a aquellas formas de opresión insertas en las instituciones sociales, legales o políticas que perpetúan desigualdades socioeconómicas.

Dicha clasificación permite entender los diferentes tipos y, a su vez, problematizar que la violencia no siempre es visible. En cambio, en múltiples ocasiones, opera de manera silenciosa en contextos cotidianos. Por lo tanto, resulta necesario adoptar un enfoque cultural y contextual para analizarla (Mikołajczuk, 2020).

Ámbitos en los que podemos observar la violencia

Desafortunadamente, el contexto familiar es uno de los ámbitos donde más podemos visualizarla, expresándose de diversas formas. En este marco, la violencia psicológica es especialmente prevalente, aunque a menudo pasa desapercibida debido a su naturaleza sutil y no visible. Dicho tipo de violencia incluye prácticas como el control, la manipulación, la humillación y el chantaje emocional.

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En el caso de las infancias, suele manifestarse a través de la ridiculización, la negligencia y la desvalorización constante por parte de los cuidadores. Tales prácticas no solo afectan la autoestima y el desarrollo emocional, sino que también conducen la aparición de síntomas psicosomáticos, como dolores de cabeza y problemas digestivos (Mikołajczuk, 2020).

Perpetuación de la violencia

Asimismo, muchas veces, los efectos de la violencia son perpetuados en el ámbito familiar a lo largo de las generaciones. Lo anterior, conocido como el ciclo intergeneracional de la violencia, se refiere a la tendencia de las personas que hayan sufrido violencia en su infancia a reproducir patrones violentos en sus propias relaciones familiares. Por estos motivos, es crucial implementar estrategias de prevención y apoyo que aborden las raíces de la violencia en el ámbito familiar y promuevan relaciones saludables y respetuosas (Mikołajczuk, 2020).

Y… ¿Qué sucede con la violencia en el contexto escolar?

Lejos de ser únicamente un espacio de aprendizaje, la escuela también puede convertirse también en un escenario donde se manifiestan diversas formas de violencia. Por ejemplo, las agresiones entre pares, el acoso verbal, físico o digital, y las exclusiones sistemáticas afectan tanto la salud emocional como el desarrollo social de niños y adolescentes. Dichas expresiones violentas no solo comprometen la seguridad y el bienestar dentro del aula, sino que también impactan negativamente en el rendimiento académico, la autoestima y las relaciones interpersonales.

Uno de los factores clave detrás de estos comportamientos es la falta de habilidades de interacción social, como la empatía, la comunicación asertiva o la resolución pacífica de conflictos. A su vez, las consecuencias podrían extenderse a largo plazo, generando malestar emocional, retraimiento social e incluso ideación suicida. Para la prevención de tales dinámicas de violencia, se vuelve indispensable trabajar desde una perspectiva integral que involucre a la comunidad educativa en su conjunto (Alvarado et al., 2024).

¿Es posible prevenir la violencia en sus diferentes tipos?

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La prevención de la violencia es un desafío complejo que requiere un enfoque multifacético. En una revisión exhaustiva de la literatura sobre intervenciones preventivas, identificaron más de 100 programas, que se clasificaron en intervenciones universales, selectivas e indicadas. Las intervenciones universales, que fueron aplicadas a toda la población, incluyeron programas que incorporaron un componente reflexivo.

Por otro lado, las intervenciones de prevención selectivas e indicadas, se dirigieron a grupos específicos con mayor riesgo de violencia. Fundamentalmente, tenían un enfoque cognitivo-conductual e intervenciones basadas en la familia.

En líneas generales, los tres tipos mostraron resultados prometedores en el nivel preventivo. Sin embargo, la eficacia de tales intervenciones varió según el contexto y el nivel de riesgo de los participantes. Por lo tanto, es fundamental que las intervenciones sean adaptadas a las necesidades específicas de cada población y que estén en evidencia sólida (Fazel et al., 2023).

Conclusión

En la actualidad, se reconoce quela violencia no es un fenómeno aislado, sino que está profundamente arraigado en las estructuras sociales, culturales y económicas. Sin lugar a dudas, es un fenómeno complejo y multifacético que se manifiesta de diversas formas según el contexto. Además, tiene consecuencias devastadoras para quienes la padecen, desde problemas de salud mental y física hasta la perpetuación de patrones violentos en las generaciones futuras.

De ahí que, la prevención de la violencia requiere más que la implementación de normativas y políticas públicas. Es fundamental comprender los sentidos que adquiere en diferentes entornos y desarrollar intervenciones que sean culturalmente sensibles y, al mismo tiempo, transformadoras. En este sentido, las estrategias preventivas deben abordar las raíces de la violencia, promoviendo relaciones saludables y respetuosas en todos los niveles de la sociedad.

Referencias bibliográficas

  • Alvarado, K. M., Reyes, B. B. L., Aguirre, G. A. R., Cadena, K. A. Á. y Ponce, Y. Y. C. (2024). Violencia Escolar y su Influencia en el Comportamiento: Una Revisión de Estudios. Ciencia Latina: Revista Multidisciplinar8(3), 5297-5314. https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i3.11737
  • Fazel, S., Burghart, M., Wolf, A., Whiting, D. y Yu, R. (2023). Effectiveness of Violence Prevention Interventions: Umbrella Review of Research in the General Population. Trauma, Violence, & Abuse, 25(2), 1709-1718. https://doi.org/10.1177/15248380231195880
  • Mikołajczuk, K. (2020). Different forms of violence – selected issues. Review of European and Comparative Law, 43(4), 103-118. https://doi.org/10.31743/recl.10035
  • Tutenges, S. y Sandberg, S. (2023). Typologies of violence in street culture: Respect, business, drunkenness, and family. Deviant Behavior, 44(2), 180-199. https://doi.org/10.1080/01639625.2023.2243371