A lo largo de la evolución, el ser humano ha desarrollado sofisticados sistemas para anticipar, detectar y responder a las amenazas del entorno. Sin embargo, cuando dejan de operar de forma adaptativa y comienzan a sobreactivarse frente a estímulos ambiguos, emerge un fenómeno clínicamente relevante: la ansiedad patológica. Lejos de ser un simple exceso de miedo, representa una distorsión fina de las dinámicas defensivas del organismo. Comprenderla exige mirar más allá del síntoma y observar el modo en que el cuerpo y la mente se organizan ante lo que interpretan como peligro.
La ansiedad como expresión desviada de respuestas defensivas

Las respuestas defensivas son comportamientos y procesos fisiológicos que han evolucionado para proteger a los organismos de amenazas potenciales. Estas respuestas incluyen una amplia gama de comportamientos, desde la vigilancia y la evitación hasta la confrontación directa o la huida.
En condiciones normales, son adaptativas y permiten a los individuos enfrentar y manejar amenazas de manera efectiva. Sin embargo, cuando se expresan de manera exagerada, inapropiada o en ausencia de una amenaza real, pueden dar lugar a síntomas de ansiedad.
Estudios recientes en neurociencia cognitiva han mostrado que tal desregulación puede estar mediada por una activación prolongada del circuito amígdala-hipotálamo-periacueductal, lo que sugiere que, en el trastorno de ansiedad, el cerebro opera como si estuviera atrapado en un estado defensivo anticipatorio, incluso en contextos donde la amenaza es nula o ambigua (Hoffman et al., 2022).
¿Qué ocurre con la ansiedad patológica?
Podría decirse, así, que la llamada ansiedad patológica refleja una manifestación aberrante de dichas respuestas defensivas normativas, organizadas según la inminencia de la amenaza. Desde esta perspectiva, los síntomas de ansiedad no son simplemente disfunciones aisladas, sino que representan una desregulación de mecanismos defensivos fundamentales que han sido seleccionados evolutivamente para garantizar la supervivencia (Somerville y Abend, 2024).
Los sistemas neurobiológicos que nos protegen del peligro —como el eje hipotálamo-hipófiso-adrenal, la amígdala o las vías del tronco encefálico implicadas en el freezing o la huida— funcionan de manera coherente… pero descontextualizada. En otras palabras, no es que el sistema esté roto, sino que actúa como si la amenaza fuera inminente cuando, en realidad, no lo es.
De la evitación al desbordamiento
Lo anterior se ve respaldado por modelos animales: por ejemplo, un estudio con titíes comunes (Callithrix jacchus) reveló que aquellos individuos con estrategias evitativas frente a amenazas de alta inminencia eran también más propensos a mostrar comportamientos ansiosos ante amenazas difusas o inciertas. Es decir, el patrón de evitación frente a peligros tangibles parece predisponer a respuestas ansiosas incluso cuando la amenaza no está claramente delimitada (Quah et al., 2020).

En consecuencia, la ansiedad crónica, en este marco, puede entenderse como una activación prematura o persistente de circuitos diseñados para momentos excepcionales. Un organismo preparado para huir, atacar o congelarse (pero sin un enemigo real enfrente), se consume en una espiral de anticipación, hipervigilancia y agotamiento. La clínica, entonces debe centrarse en recalibrar un sistema de alerta que ha perdido la capacidad de diferenciar entre un depredador y una posibilidad remota.
Sobre afrontamiento y percepción de amenaza
Krahé (2005) subraya que la forma en que las personas enfrentan cognitivamente la amenaza no solo afecta la intensidad de la ansiedad percibida, sino también la probabilidad de reinterpretar el entorno como peligroso. En su estudio sobre la amenaza de violación, distingue entre dos estilos de afrontamiento: la vigilancia cognitiva, que consiste en buscar información sobre posibles peligros, y la evitación cognitiva, centrada en suprimir o minimizar pensamientos amenazantes.
Ambas estrategias, aunque opuestas, pueden asociarse con niveles elevados de ansiedad dependiendo del contexto y del grado de percepción de control. Esta distinción resulta relevante para comprender cómo los mecanismos de defensa se moldean también por patrones atencionales aprendidos, lo que refuerza la necesidad de intervenciones psicológicas diferenciadas según el estilo de afrontamiento dominante.
El continuo de inminencia de la amenaza
El continuo de inminencia de la amenaza es un modelo que describe cómo las respuestas defensivas varían en función de la proximidad temporal o física de una amenaza. Se divide en tres fases principales que están orquestadas por circuitos neuronales que regulan las respuestas específicas en cada etapa.
Y las fases amenaza-ansiedad

- Pre-encuentro: Esta fase se caracteriza por la ausencia de una amenaza concreta, pero con la anticipación de su posible aparición. Durante esta etapa, los individuos pueden experimentar una vigilancia aumentada y una activación fisiológica sostenida. Por ejemplo, una persona que camina sola por una calle oscura puede estar en estado de alerta, anticipando la posibilidad de un peligro. En individuos con ansiedad, esta fase puede estar marcada por una preocupación excesiva y persistente, incluso en ausencia de amenazas reales, lo que refleja una hipersensibilidad a posibles peligros futuros.
- Encuentro: Aquí se detecta una amenaza potencial, lo que interrumpe las actividades en curso y prepara al organismo para una posible acción defensiva. Si la persona que camina por la calle oscura escucha pasos detrás de ella, su atención se centra inmediatamente en evaluar la fuente del sonido. Esta fase implica una movilización de recursos fisiológicos y cognitivos para enfrentar la amenaza. En el contexto de la ansiedad, puede asociarse con respuestas exageradas a estímulos ambiguos o inofensivos, interpretándolos erróneamente como amenazas.
- Cerca del ataque: Cuando la amenaza es inminente y claramente identificada, se desencadenan respuestas defensivas agudas, como la lucha o la huida. Siguiendo el ejemplo anterior, si la persona ve a alguien acercándose rápidamente con una actitud amenazante, puede optar por correr o defenderse. Esto está marcado por una activación fisiológica intensa y respuestas conductuales inmediatas. En aquellos con trastornos de ansiedad, es posible que se manifieste incluso en situaciones donde la amenaza no es real o es desproporcionada, lo que lleva a reacciones defensivas inapropiadas (Abend, 2023).
Implicaciones clínicas y terapéuticas
Lo cierto es, que comprender la ansiedad desde la perspectiva del continuo de inminencia de la amenaza tiene importantes implicaciones para la investigación y el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Al identificar cómo y cuándo se expresan las respuestas defensivas aberrantes, es posible desarrollar intervenciones más precisas y dirigidas.
Hacia una clínica de la amenaza subjetiva
Y es que, integrar esta comprensión en la práctica clínica nos conduce a una forma de atención más empática, procesual y flexible, en la que se reconoce la importancia de la temporalidad subjetiva de la amenaza y su expresión somatoafectiva. Ya no se trata solo de clasificar un cuadro ansioso, sino de escuchar en qué fase del circuito defensivo se halla la persona, y qué representa para ella aquello que teme. Porque si esa ansiedad patológica es, en parte, una distorsión en la lectura del mundo, entonces todo tratamiento eficaz ha de empezar por leer mejor esa lectura.

Así, mismamente, terapias que modulen la percepción de la inminencia de la amenaza o que ajusten las respuestas defensivas específicas podrían ser más efectivas para ciertos subtipos de ansiedad. Además, dicha perspectiva puede informar el desarrollo de estrategias preventivas, al identificar individuos en riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad basados en su respuesta a amenazas percibidas.
Conclusión
Resulta curioso que los mismos mecanismos que evolucionaron para mantenernos a salvo puedan, en ciertos contextos, convertirse en la fuente de nuestro sufrimiento más sutil. La ansiedad patológica no es una anomalía ajena al cuerpo: es su fidelidad mal calibrada. No estamos ante una fallo del sistema nervioso, sino ante un exceso de su capacidad para prevenir. El cerebro, en su sofisticación, prefiere anticipar demasiado antes que reaccionar demasiado tarde. Y cuando esa anticipación se convierte en modo basal, ya no responde a peligros reales, lo hace a simulacros internos sostenidos por la imaginación, la memoria o la incertidumbre.
Esta reflexión nos invita a mirar con más compasión el fenómeno de la ansiedad patológica. No desde el déficit ni la patología en abstracto, desde el funcionamiento de un sistema que, por razones muchas veces desconocidas, ha perdido la brújula para interpretar el riesgo. Entenderlo transforma la práctica clínica: ya no se trata de combatir el síntoma, sino de ayudar al cuerpo a recuperar el sentido del contexto. De reaprender cuándo vigilar, cuándo retirarse… y cuándo es posible, por fin, descansar.
Referencias bibliográficas
- Abend, R. (2023). Understanding Anxiety Symptoms as Aberrant Defensive Responding Along the Threat Imminence Continuum. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 152, 105305. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37414377/
- Hoffman, A. N., Trott, J. M., Makridis, A. y Fanselow, M. S. (2022). Anxiety, fear, panic: An approach to assessing the defensive behavior system across the predatory imminence continuum. Learning & behavior, 50(3), 339-348. https://doi.org/10.3758/s13420-021-00509-x
- Krahé, B. (2005). Cognitive coping with the threat of rape: vigilance and cognitive avoidance. Journal of personality, 73(3), 609-643. https://doi.org/10.1111/j.1467-6494.2005.00323.x
- Quah, S. K. L., Cockcroft, G. J., McIver, L., Santangelo, A. M. y Roberts, A. C. (2020). Avoidant Coping Style to High Imminence Threat Is Linked to Higher Anxiety-Like Behavior. Frontiers in behavioral neuroscience, 14, 34. https://doi.org/10.3389/fnbeh.2020.00034
- Somerville, Y. y Abend, R. (2024). The Organization of Anxiety Symptoms Along the Threat Imminence Continuum. Current topics in behavioral neurosciences, 10.1007/7854_2024_548. Advance online publication. https://doi.org/10.1007/7854_2024_548