En los últimos años, el fentanilo, un opioide sintético extremadamente potente y de bajo costo, ha emergido como una sustancia utilizada por un creciente número de personas, generando una preocupación significativa a nivel global. Lo anterior, debido a su capacidad para producir efectos intensos con dosis muy pequeñas, convirtiéndolo en un elemento central de la crisis de opioides en muchos países. Por dicho motivo, a continuación, abordaremos el uso intencional no médico del fentanilo, explorando las características demográficas de quienes lo consumen, sus efectos y los motivos detrás del uso.
La popularización del fentanilo
Primeramente, es necesario mencionar que se trata de un analgésico sintético entre 50 y 100 veces más potente que la morfina, que fue desarrollado inicialmente para el tratamiento del dolor intenso. Especialmente en contextos oncológicos o postoperatorios.
Sin embargo, en los últimos años, ha pasado de ser un contaminante no deseado en el suministro de drogas ilícitas, a convertirse en una sustancia de elección para un número creciente de personas. Tal transformación plantea interrogantes sobre quiénes eligen consumirlo y cuáles son los motivos que los impulsan a hacerlo.
Crisis de opioides: Una nueva investigación

Sin duda, la comprensión de la dinámicas detrás del consumo resulta esencial para desarrollar estrategias de tratamiento efectivas. Por tal motivo, una investigación reciente incluyó 41 estudios que evaluaron el uso intencional de fentanilo entre consumidores de drogas mayores a 13 años. En este contexto, proporciona una base sólida para abordar cuestiones complejas. Exploremos sus principales hallazgos (Tsang et al., 2024).
Perfil sociodemográfico: ¿Quiénes consumen fentanilo?
Los resultados de la investigación revelan que su uso intencional no es un fenómeno aleatorio, sino que se encuentra ampliamente influenciado por factores sociodemográficos. Concretamente, las personas que eligen consumirlo intencionalmente tienden a ser jóvenes, varones y de ascendencia blanca. Siendo más probable que lo utilicen por vía intravenosa.
Además, se destaca que los consumidores intencionales a menudo enfrentan condiciones de vida sumamente precarias. Incluso, muchos de ellos han experimentado sobredosis previas y tienen patrones de consumo de drogas preexistentes. Tales factores sugieren que el uso de fentanilo se encuentra estrechamente relacionado con situaciones de vulnerabilidad socioeconómica.
Motivos detrás del consumo intencional
Según la revisión, las personas que eligen consumir fentanilo lo hacen por varias razones. Entre las más comunes se encuentra su mayor potencia en comparación con otras drogas, menor costo y mayor disponibilidad. Asimismo, es utilizado para retrasar la aparición de síntomas de abstinencia, lo que sugiere una dependencia física significativa.

Estas motivaciones no solo reflejan preferencias personales, también revelan carencias estructurales en los sistemas de salud y apoyo social. La búsqueda de fentanilo por su potencia y capacidad para aliviar tanto el dolor como la abstinencia, indica que los tratamientos actuales no están satisfaciendo las necesidades de manera eficiente.
Prevalencia y percepción del riesgo
Otro estudio realizado en Nueva York, entre 2016 y 2019, demostró que el 34,6% personas con trastorno por uso de opioides dieron positivo para fentanilo, con un aumento del 330% en la proporción de muestras positivas desde el primer al tercer año del estudio. Casi la mitad de los participantes brindaron al menos una muestra positiva, y, un dato no menor, es que la mayoría desconocía haberlo consumido.
Lo dicho refuerza la urgencia de fortalecer las estrategias de reducción de daños. A la vez que subraya la magnitud de la exposición no intencional e intencional al fentanilo en poblaciones vulnerables (Martinez et al., 2021).
Consecuencias para la salud: Efectos cognitivos
En este punto cabe aclarar que el consumo intencional de fentanilo, así como también de otros opioides, acarrea importantes consecuencias cognitivas. Al actuar sobre receptores distribuidos en el sistema nervioso central, alteran funciones críticas como la percepción del dolor, el ciclo del sueño, la regulación endocrina y el estado de alerta. Asimismo, estudios recientes han reportado que el consumo prolongado causa alteraciones significativas en funciones neurocognitivas superiores, incluyendo la memoria, la fluidez verbal y las habilidades visuoespaciales.
Por último, se han registrado efectos adversos como mareos, alucinaciones, sedación intensa y trastornos gastrointestinales, que comprometen aún más la calidad de vida. Tanto es así, que se subraya la necesidad de considerar el impacto neurocognitivo en el manejo clínico del uso de opioides, en contextos terapéuticos y casos de abuso (Macedo-Soares y Estrin, 2023).
Implicancias clínicas y sociales

Del mismo modo, resulta fundamental destacar la necesidad urgente de adaptar estrategias de manejo del uso de opioides a la realidad del uso de fentanilo. Los tratamientos actuales, como la metadona y la buprenorfina, a menudo son inadecuados para las personas que utilizan el fentanilo debido a su alta potencia y riesgo de abstinencia precipitada.
En respuesta a los desafíos, han surgido algunos enfoques innovadores. Un ejemplo es el uso de inducciones de buprenorfina a dosis bajas para evitar la abstinencia precipitada en consumidores. Sin embargo, estas estrategias aún no están estandarizadas (Tsang et al., 2024).
Conclusión
El uso intencional de fentanilo no es un fenómeno marginal ni accidental. En cambio, refleja tanto las condiciones de vida de las personas que consumen drogas como las deficiencias en los sistemas de salud y apoyo social. Dentro de tal contexto, los estudios abordados proporcionan conocimiento para comprender la compleja dinámica, pero también plantean interrogantes sobre cómo responder de manera efectiva a dicha realidad.
En última instancia, es esencial destacar la necesidad de enfoques de tratamiento más flexibles y adaptados a las necesidades de las personas que consumen fentanilo. Además de subrayar la importancia de abordar las condiciones socioeconómicas que contribuyen a los motivos de consumo, promoviendo políticas de salud pública que prioricen la reducción de daños y el bienestar de las personas más vulnerables. Si te interesa la temática, te sugerimos acceder a nuestro curso de estrategias de prevención en adicciones.
Referencias bibliográficas
- Macedo-Soares, L. y Estrin, M. A. (2023). Impacto cognitivo del uso crónico de opioides. Revista Información Científica, 102(0). Doi: 10.5281/zenodo.7942941
- Martinez, S., Jones, J. D., Brandt, L., Campbell, A. N. C. y Abbott, R. (2021). The Increasing Prevalence of Fentanyl: A Urinalysis-Based Study among Individuals with Opioid Use Disorder in New York City. The American Journal on Addictions, 30(1), 22-29. Doi: 10.1111/ajad.13092
- Tsang, V. W. L., Wong, J. S. H., Westenberg, J. N., Ramadhan, N. H., Fadakar, H., Nikoo, M., Li, V. W., Mathew, N., Azar, P., Jang, K. L. y Krausz, R. M. (2024). Systematic review on intentional non-medical fentanyl use among people who use drugs. Frontiers in Psychiatry, 15. Doi: 10.3389/fpsyt.2024.1347678