Desde la antigüedad, nos hemos preguntado por la muerte. En este sentido, hemos tenido dos líneas de razonamiento que han servido para entenderla. Por un lado, es conceptualizada como una desconexión repentina de las funciones vitales. Por otro, se entiende como un proceso más dilatado en el tiempo en el que la vida se apaga poco a poco. De esta misma forma, traer de vuelta a la vida ha formado parte de los anhelos humanos desde el principio de los tiempos. La conjugación de estas dos ideas nos ha llevado a plantearnos cuestionamientos sobre esta posibilidad. ¿Será posible la vida después de la muerte cerebral?

¿Revertir la muerte?

En 1791, Luigi Galvani, médico y fisiólogo italiano, publicó su libro “De viribus electricitatis in motu musculari commentarius”.

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En esta obra postulaba que el cerebro enviaba impulsos eléctricos a través de las fibras nerviosas y que esta electricidad se acumulaba en los músculos.

Posteriormente, dicha energía era disparada para generar movimientos.

Todo ello, lo pondría a prueba en experimentos en los que excitaba fibras nerviosas periféricas de animales muertos con pequeñas descargas eléctricas, lo que provocaba respuestas de movimientos musculares.

Más adelante, se conocería a dicho fenómeno como galvanismo.

Esto llevó a la idea de que el motor fundamental de la vida era la electricidad. A raíz de lo cual, se pensó que con la cantidad de energía eléctrica suficiente podía devolver seres a la vida.

Una idea que dio origen a obras maestras de la literatura como “Frankenstein o el moderno Prometeo” (1818) de la escritora inglesa Mary Shelley.

Aunque la teoría de Galvani no era del todo correcta, llevó a importantes avances en el entendimiento del funcionamiento del cuerpo y, particularmente, del cerebro. En consecuencia, contribuyó notablemente al desarrollo de nuevas técnicas en la medicina.

Diagnosticar la muerte 

Imagen obtenida de Vrselja et al. (2019)

Hasta mediados del siglo XX, la muerte era declarada con base al criterio del fallo en los tres sistemas orgánicos principales: circulatorio, respiratorio y neurológico.

En otras palabras, se declaraba la muerte cuando el sujeto no emitía respuestas reflejas específicas, no tenía pulso o respiración espontánea (Truog et al., 2018). 

El razonamiento detrás del diagnóstico de muerte basado en dichos criterios era simple, el fallo catastrófico de uno de estos tres sistemas llevaría, de forma inequívoca, al fallo de los otros dos.

Sin embargo, un avance médico llevado a cabo en la década de los años cincuenta del siglo pasado, puso tales criterios en tela de juicio.

Se trata del soporte de respiración asistida por ventiladores mecánicos. Esto permitió suplir el fallo de la respiración espontánea y mantener los sistemas circulatorio y respiratorio activos (Truog et al., 2018).

Muerte cerebral

En ese momento es donde interviene el concepto de “muerte cerebral” y cuando se produce la diferenciación entre la muerte clínica y la muerte biológica.

La primera, siendo el cese de las funciones respiratoria y circulatoria con carácter reversible en determinadas circunstancias.

La segunda, relacionada al estado de cese de las funciones del tallo encefálico con carácter irreversible.

Definida como una “inconsciencia apneica permanente” (Truog et al., 2018), la muerte cerebral se diagnostica con base a la aparición de cuatro de los siguientes cinco criterios (Bolduc y Greer, 2019):

  1. La presencia de daño estructural catastrófico.
  2. La entrada en coma irreversible con una etiología conocida.
  3. Ausencia de causas reversibles, incluyendo anomalías metabólicas o tóxicas.
  4. Ausencia de respuestas reflejas asociadas al tronco encefálico y los pares craneales.
  5. Apnea.

De esta forma, una persona en estado vegetativo conserva las funciones del tallo encefálico. Esto quiere decir que las funciones del sistema nervioso autónomo siguen en marcha, por lo que esta persona será capaz de respirar y mantener activo su corazón sin ayuda externa.

Así mismo, aunque el sujeto no sea capaz de sostener una conversación, reaccionará a ciertos estímulos. Incluso, mantendrá un ciclo de sueño y estará despierto, pero no consciente.

El estado de coma

Del mismo modo, cuando el sujeto entra en un estado de coma no está despierto ni consciente. Esto puede deberse o bien a un cese de la actividad en ambos hemisferios o bien a daños en el sistema de activación reticular.

Sin embargo, el estado de coma puede ser reversible y la persona puede pasar de un estado de coma profundo a un estado vegetativo y a una recuperación parcial o total.

Si por el contrario, se entra en un estado de coma, el cerebro continúa perdiendo funciones y cumple con los criterios del diagnóstico de muerte cerebral, entonces se considera que el estado de la persona es irreversible.

¿Revivir tejido después de la muerte cerebral?

Vrselja et al. (2019) de la Universidad de Yale, han conseguido restablecer, parcialmente, la actividad metabólica en cerebros de cerdo que llevaban muertos cuatro horas.

Este grupo de investigadores desarrollaron una tecnología que han llamado BrainEx. Un sistema que les permite irrigar el cerebro con una solución experimental a través de los vasos sanguíneos. Esta solución química sustituye a la sangre y provee al cerebro del oxígeno que necesita para funcionar.

Imagen obtenida de Vrselja et al. (2019)

Aproximadamente seis horas después comenzado el experimento, la solución consiguió devolver la oxigenación al tejido circundante de los vasos sanguíneos, permitiendo reducir el número de muertes celulares, la preservación de estructuras anatómicas e incluso la actividad neuronal.

Sin embargo, los investigadores hacen hincapié en que estos cerebros no fueron devueltos a la vida y, aunque este no era su propósito inicial, estaban preparados para una situación de esta naturaleza. Utilizando bloqueadores nerviosos evitarían la posibilidad de que la actividad regenerada resultase en una recuperación de los patrones de actividad neural ordenados y, por consiguiente, de la conciencia del animal.

Conclusión

Esta línea de investigación plantea no solo nuevas posibilidades para avances en la medicina de la conservación de tejidos, sino que puede llegar a ser tan revolucionaria como los primeros desfibriladores que permitieron regresar a la vida a personas con paros cardiorrespiratorias; o los primeros ventiladores mecánicos que mantuvieron con vida a personas con fallos respiratorios graves. Estos avances extendieron el umbral de la muerte y las fronteras de nuestros conocimientos al respecto.

Una vez más, nos vemos en la posición de ver extendido este límite bajo el entendido de que, en efecto, la muerte no es un fenómeno de desconexión súbita de las funciones, sino que se trata de un proceso continuo y paulatino que tiene lugar en el cerebro.

Un proceso en el cual se van desvaneciendo poco a poco las funciones cerebrales haciendo irreversible la condición del sujeto y llevando a la muerte.

No obstante, estos experimentos despiertan un debate ético y filosófico cuyas dimensiones están todavía por definirse. Puesto que, aunque Vrselja et al. (2019) no buscaban devolver la vida a los cerebros del estudio, consiguieron restablecer cierta actividad neuronal y, en efecto, previnieron una remota pero posible reconexión de la conciencia. 

La investigación de estos autores nos hace preguntarnos si hemos estado equivocados en lo que creíamos saber sobre la muerte cerebral.

Referencias bibliográficas

  • Bolduc, B. y Greer, D. M. (2019). Brain death and ethical issues: Death by neurological criteria. En H. Prabhakar, C. Mahajan y I. Kapoor (Eds.), Essentials of Geriatric Neuroanesthesia. CRC Press.
  • Truog, R. D., Berlinger, N., Zacharias, R. L. y Solomon, M. Z. (2018). Brain death at fifty: Exploring consensus, controversy, and contexts. Hastings Center Report48(4), S2-S5. Doi: 10.1002/hast.942
  • Vrselja, Z., Daniele, S. G., Silbereis, J., Talpo, F., Morozov, Y. M., Sousa, A. M. y Zhuang, Z. W. (2019). Restoration of brain circulation and cellular functions hours post-mortem. Nature568(7752), 336-343. Doi: 10.1038/s41586-019-1099-1