En el adulto mayor, el dolor crónico deja de ser un simple síntoma; deviene textura biográfica. No es únicamente la intensidad de una señal nociceptiva, se convierte en un clima afectivo que reordena prioridades, hábitos, vínculos y narrativas identitarias. Sí, la persona mayor que convive con dolor no solo busca “que le deje de doler”, busca recuperar agencia, sentido y un ritmo vital defendible. Esta nota propone un enfoque que integra neurofisiología del dolor crónico en la vejez (modulación descendente, sensibilización) y psicología de la emoción.

Tres formas de nombrarlo (y por qué importan)

Llamar “dolor” a todo por igual borra diferencias relevantes para la psicología de la intervención.

Nociceptivo, neuropático y nociplástico

  • Nociceptivo: Emerge de daño tisular (inflamación articular, degeneración).
  • Neuropático: Sigue a lesiones de vías nerviosas (radiculopatías, polineuropatías).
  • Nociplástico: Surge de nocicepción alterada sin lesión demostrable, con sensibilización del sistema nervioso y un papel central de la modulación descendente.

En la vejez, la fisiología del dolor no es “la misma de siempre” en cámara lenta. Y es que, el sistema modulador descendente del dolor (DPMS), con nodos como la sustancia gris periacueductal (PAG) y corteza prefrontal, exhibe perfiles de eficiencia alterada, lo que favorece que estímulos discretos se vivan como tormentas.

Además, estudios de neuroimagen con tarea evocada han mostrado cómo la edad y el sexo matizan la reactividad de estos nodos (p. ej., diferencias en corteza cingulada anterior, ínsula, amígdala y la propia PAG) con implicaciones en umbral y desagradabilidad del dolor. Matices neurofuncionales que reclaman planes de tratamiento sensibles al perfil de cada persona, más allá del diagnóstico superficial (Failla et al., 2024).

Por supuesto, sostener esta distinción no es academicismo, dado que orienta expectativas y abre puertas terapéuticas (p. ej., el valor de la educación en dolor y la exposición al movimiento en dolor nociplástico; la pertinencia de co-analgésicospara fenotipos neuropáticos; el papel de ejercicio y reentrenamiento sensorio-motor en nociceptivo con desacondicionamiento).

La díada dolor-afecto

Existe un sesgo pernicioso que consiste en tratar el dolor como “variable puramente somática” y el estado de ánimo como “ruido de fondo”. La evidencia más reciente no deja margen de duda, en adultos con dolor crónico, alrededor del 40 % presenta síntomas clínicamente significativos de depresión y ansiedad. La nociplasticidad y el sexo femenino se asocian a mayor comorbilidad internalizante.

Que esto sea tan prevalente convierte el cribado en imperativo ético y clínico (no un “extra” opcional). Además, el coste público de ignorarlo es enorme, cronificación, consumo sanitario, discapacidad y pérdida de calidad de vida (Aaron et al., 2025).

No siendo poco, el dolor crónico interfiere el sistema de recompensa (empobrecimiento de actividades, anhedonia), distorsiona la atención interoceptiva (hipervigilancia somática) y alimenta esquemas cognitivos de impotencia o injusticia.

A su vez, la depresión y la ansiedad bajan el umbral de percepción dolorosa y erosionan los circuitos de modulación. Si no intervenimos ahí, “apilar” fármacos rara vez corrige la trayectoria.

Qué funciona en mayores (más allá del placebo bienintencionado)

Las recomendaciones “higiénicas” de siempre han pasado por “muévase” y “tenga paciencia”. Eso es insuficiente. Lo relevante es cómo moverse, qué componentes psicosociales integrar, qué habilidades entrenar y qué remover en el estilo de afrontamiento.

Una revisión sistemática de 2024 centrada específicamente en mayores, sintetiza que las intervenciones no farmacológicas multimodales (esto es, ejercicio, educación, terapia psicológica, autogestión) muestran reducciones significativas en intensidadinterferenciadepresión y catastrofismo del dolor.

La magnitud del efecto es modesta a moderada, pero sostenida. Y clínicamente, esto significa ganancia funcional acumulativa cuando se programa con criterio y seguimiento (Leung et al., 2024).

Sumado a lo dicho, la parte física importa. Un metaanálisis en red (adultos mayores en residencias) indicó que programas de ejercicio estructurado (fuerza, equilibrio, multicomponente) mejoran función, con implicaciones sobre caídasmovilidad y autonomía. Aunque no todos eran pacientes con dolor crónico, esta literatura es transferible cuando el dolor condiciona el rendimiento físico (Valenzuela et al., 2023).

Terapias de emoción y expresión, y por qué interesan en perfiles complejos

Dolor crónico

No toda intervención psicológica es TCC manualizada centrada en reestructuración cognitiva. Se ha comparado, por ejemplo, la Terapia de Conciencia y Expresión Emocional (Emotional Awareness and Expression Therapy, EAET, en inglés) frente a TCC en dolor complejo (perfiles con comorbilidad médica y psiquiátrica).

EAET (que trabaja conflictos emocionales, evitación experiencial, expresión regulada y significado) mostró ventajas en variables clínicas clave en este grupo. Para la práctica con mayores complejos (multimorbilidad, duelos, biografía con traumas sutiles), ampliar el menú terapéutico más allá de la TCC clásica tiene sentido (Yarns et al., 2024).

Cinco “palancas” psicológicas de alto rendimiento para el dolor crónico en la vejez

  1. Reentrenar la atención interoceptiva: La atención “pegada” al dolor magnifica señal y constriñe la conducta. Entrenar atención flexible (anclajes respiratorios, foco en tarea significativa, alternancia controlada de foco/defoco) reduce rumiación somática y permite acción con dolor (no “antes de que desaparezca”).
  2. Reconfigurar creencias centrales: “Mi cuerpo me traiciona”, “si duele, me lesiono más”, “moverme empeora”. Cuestionarlas no es “pensar en positivo”, es estimar riesgo real y desmantelar conductas de seguridad (p. ej., inmovilizarse) que multiplican discapacidad.
  3. Exposición graduada al movimiento con metas de valor: La jerarquía debe vincularse a metas que importan (“subir escaleras para visitar a mi hermana”).
  4. Procesamiento emocional dirigido (EAET/afines): Donde la TCC se queda corta, trabajar conciencia/expresión mejora resultados.
  5. Autogestión digital “con criterio geriátrico”: El entusiasmo eHealth no debe ignorar brecha digital y diseño para envejecimiento (fuentes legibles, navegación simple, apoyo telefónico).

El circuito social del dolor crónico en la vejez

Dolor crónico

El dolor crónico en la vejez se aloja en redes. A veces, el hogar se reorganiza en torno a dolor y medicación, el cuidador informal alterna sobreprotección y agotamiento, la persona doliente cede espacios de decisión y se infantiliza. Parte del trabajo psicológico consiste en restaurar agencia y redistribuir responsabilidades:

  • Evitar prescripciones estilo “reposo” que fomentan kinesiofobia.
  • Acordar señales de ayuda adaptativa (acompañar en caminatas iniciales, no hacer por la persona lo que sí puede).
  • Pautas de comunicación para que dolor no sea único tema (higiene conversacional).
  • Economía afectiva: Blindar franjas de interacción no centrada en síntomas (pelar fruta juntos, jardinería ligera, llamadas significativas).

Y no olvidar, cuando el entorno (familia, profesionales) participa como “anillo de soporte” (recordatorios, validación, refuerzo de logros), la probabilidad de adherencia y beneficio sube. Sin ese anillo, incluso una app bien diseñada fracasa.

Lo que (aún) no sabemos del todo del dolor crónico en la vejez

Aunque se intuye que los procesos de atención, cognición y emoción modulan el DPMS, todavía faltan estudios en población mayor que vinculen cambios clínicos con biomarcadores objetivos (por ejemplo, la conectividad funcional de la sustancia gris periacueductal (PAG)) mediante diseños pre-post en intervenciones psicológicas.

Asimismo, la categoría “dolor crónico del mayor” agrupa perfiles muy dispares (fragilidad, deterioro cognitivo, vida institucionalizada) que responden de forma diferente a los tratamientos. La literatura sobre programas de ejercicio en residencias aporta buenas noticias en cuanto a mejoras funcionales, pero trasladar esos hallazgos a protocolos centrados específicamente en el dolor requiere ensayos más ecológicos, con medidas de resultado funcionales, no solo escalas subjetivas.

Conclusión

Envejecemos, sí, pero no como objetos mecánicos que se desgastan. El dolor crónico en la vejez es un condicionante potente, no una condena total. Una psicología del dolor crónico en la vejez no promete milagros, ofrece métodos confiables para que la persona mayor recupere margen: mover el cuerpo con sensatez, sentir con menos miedo, pensar con más precisión, hablar lo que aprieta y organizar el entorno a favor de la vida que aún quiere vivirse.

La ciencia reciente acompaña este gesto. Funciona, no siempre, no del todo, pero sumando palancas los cambios se acumulan y cuentan. Y en la vejez, donde el tiempo y la energía se vuelven bienes más escasos, eso es precisamente lo que importa, hacer que lo que queda valga.

Referencias bibliográficas

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  • Valenzuela, P. L., Saco-Ledo, G., Morales, J. S., Gallardo-Gómez, D., Morales-Palomo, F., López-Ortiz, S., Rivas-Baeza, B., Castillo-García, A., Jiménez-Pavón, D., Santos-Lozano, A., Del Pozo Cruz, B. y Lucia, A. (2023). Effects of physical exercise on physical function in older adults in residential care: a systematic review and network meta-analysis of randomised controlled trials. The lancet. Healthy longevity4(6), e247-e256. https://doi.org/10.1016/S2666-7568(23)00057-0
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