El método desarrollado por María Montessori, a principios del siglo XX, destacó por su enfoque revolucionario en la educación. Dicha metodología, centrada en la autonomía, ha sido objeto de numerosas investigaciones a lo largo de los años. Así, múltiples estudios han confirmado sus beneficios en áreas fundamentales como el rendimiento académico, el pensamiento crítico y las habilidades socioemocionales, consolidando su relevancia en el desarrollo infantil. A continuación, profundizaremos en los pilares del método Montessori y exploraremos las razones por las cuales transformó el aprendizaje.

¿Quién fue María Montessori?

Pocos nombres en la historia de la educación han dejado una huella tan profunda como el de esta autora. Y es que, su impacto trascendió el ámbito pedagógico, revolucionando la comprensión del aprendizaje infantil y desafiando las normas de su tiempo en una sociedad dominada por el machismo

Nacida en Italia en 1870, se enfrentó a un contexto donde la formación femenina era limitada. Pese a ello, desafió las expectativas y decidió estudiar medicina, convirtiéndose en una de las primeras mujeres médicas de su país. No obstante, su verdadera vocación no se encontraba en los hospitales, sino en las aulas.

Sus inicios en la educación

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Mientras trabajaba con niños con discapacidad intelectual, realizó un hallazgo que marcaría el rumbo de su carrera. Descubrió que, al brindarles un entorno adecuado y la libertad de explorar, podían aprender por sí mismos de manera sorprendente. Esta observación la llevó a elaborar su propia metodología educativa, fundamentada en la autonomía, el respeto por el ritmo individual y un ambiente cuidadosamente diseñado para fomentar el crecimiento (Britton y Molina, 2017). Veamos más al respecto.

Los pilares del método Montessori

La propuesta se sostiene a través de tres principios esenciales. El primero de ellos resalta la importancia de un ambiente preparado con recursos accesibles e individuales. De esta manera, se favorece tanto la exploración como el desarrollo, estimulando la autonomía.

El segundo, conocido como principio de mente absorbente, se refiere a la habilidad innata de los niños para asimilar conocimientos mediante la interacción con su entorno. Concepto crucial, ya que permite a los menores adquirir aprendizajes de forma espontánea a través de la exploración. Así, sienta las bases para el desarrollo intelectual, emocional y social.

Finalmente, el principio de autoeducación posiciona al niño como constructor de su propio crecimiento. Mientras que, el docente, cumple un rol de facilitador, orientando pero sin imponer contenidos. Como consecuencia, estos tres pilares potencian la independencia, la autodisciplina y el pensamiento analítico desde los primeros años (Paynel y Perrault, 2020).

Explorar, elegir y aprender: Así es un aula Montessori

Una vez entendidos los tres principios fundamentales que sustentan la metodología, resulta valioso analizar cómo se ven reflejados en un aula. En una clase diseñada bajo el método Montessori, los pequeños trabajan en un espacio adaptado que les permite elegir sus actividades. No hay filas de pupitres ni un docente impartiendo lecciones de manera tradicional, sino espacios organizados con materiales diseñados para fomentar la exploración y el aprendizaje autónomo.

Pero, ¿cómo es la modalidad de trabajo?

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Como ya hemos mencionado, el rol del educador es el de un guía que observa y brinda apoyo solo cuando es necesario. Tanto es así que, los alumnos, resuelven problemas, colaboran y descubren conceptos por sí mismos. Todo esto a través de la propia experiencia.

Otro aspecto relevante de un aula Montessori es el período de trabajo ininterrumpido, que suele durar entre dos y tres horas. Allí, no hay pausas impuestas que interrumpan el flujo de trabajo, sino que cada estudiante regula su propio ritmo. A través de ello, se permite que los niños se concentren profundamente, lo que resulta esencial para el aprendizaje significativo.

Más allá del aula

A diferencia del enfoque tradicional, que restringe la adquisición de conocimientos al entorno escolar, la mencionada metodología extiende la experiencia de educativa al hogar. Reconociendo que el espacio doméstico, puede convertirse en un ambiente propicio para aprender. Puesto que, tanto la organización del entorno como la accesibilidad de los materiales y la posibilidad de explorar libremente, son elementos clave que fomentan la autonomía infantil. Así, el aprendizaje basado en el método Montessori trasciende horarios y asignaturas, integrándose de forma natural en la vida cotidiana.

En esta misma línea, las actividades diarias también adquieren un valor pedagógico dentro de la propuesta. Más que simples responsabilidades, las tareas como la elaboración de alimentos, el mantenimiento del orden y el cuidado del entorno se presentan como experiencias de aprendizaje sensorial y práctico. De tal forma, los infantes fortalecen la motricidad, el pensamiento lógico y asumen responsabilidades.

¿Puede un método cambiar la forma en que aprendemos?

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La neurociencia y la psicología del desarrollo demostraron que el aprendizaje activo impulsa la consolidación de conocimientos y el desarrollo de habilidades cognitivas. En este sentido, estudios recientes evidenciaron que los niños educados bajo el método de María Montessori, desempeñan con mayor eficacia las funciones ejecutivas.

Por otra parte, distintas investigaciones demostraron, a su vez, una mayor conectividad en áreas del cerebro asociadas con la autorregulación y el pensamiento abstracto. Lo que sugiere un impacto duradero en el desarrollo cognitivo (Solís et al., 2021).

Entonces, Montessori moldea el aprendizaje y el desarrollo…

La perspectiva no solo potencia el rendimiento académico, sino que también contribuye a la formación de habilidades esenciales para la vida adulta, como la toma de decisiones, y la creatividad, entre otras. Además, la manipulación de materiales concretos y la experimentación activa, favorecen la plasticidad cerebral. De esta manera, optimiza la adquisición de habilidades complejas. Como muestra de ello, el método María Montessori no solo transforma el modo en que los infantes aprenden, sino que potencia su desarrollo integral, promoviendo una enseñanza más adaptativa y significativa.

Conclusión

En resumen, el método concebido por María Montessori revolucionó la educación al redefinir las formas de enseñar. Y es que, se ha comprobado que la adquisición de conocimientos es un proceso activo, en el que la interacción con el entorno optimiza el desarrollo cognitivo. En este sentido, la evidencia respalda los múltiples beneficios de dicha metodología para el crecimiento infantil.

Como consecuencia de sus grandes aportes, el legado de María perdura gracias a la labor de la Asociación Montessori Internacional (Association Montessori Internationale, AMI, en francés), dedicada a preservar y promover sus principios educativos. Hoy en día, su enfoque continúa siendo un pilar fundamental y una referencia imprescindible en la educación del siglo XXI. Por último, si quieres profundizar en la relación entre la neurociencia y el aprendizaje, te recomendamos nuestro curso en neuroeducación.

Referencias bibliográficas

  • Britton, L. y Molina, P. P. (2017). Jugar y aprender: el método Montessori: guía de actividades educativas desde los 2 a los 6 años. Paidós.
  • Paynel, J. M. y Perrault, V. (2020). Las 100 reglas de oro del método Montessori. Larousse.
  • Solís, K. C., Palta, B. Á., Bernal, E. C., Rojas, F. P. y Campos, F. A. (2021). ¿Cómo se construye la convivencia escolar en la educación Montessori? Estudio de caso de una escuela Montessori de Valparaíso, Chile. Estudios Pedagógicos, 47(2), 299-317. https://doi.org/10.4067/s0718-07052021000200299