Cuando vemos en los medios de comunicación un homicidio, este crea en la mayoría de la población un rechazo. No solo hacia el acto sino hacia el infractor. Independientemente de la opinión personal, es interesante entender (que no significa justificar) tal acto y preguntarse el por qué de esta conducta criminal. Siempre se han intentado comprender los motivos de la persona que comete un crimen. Es por esto que, muchos pensadores han tratado de catalogarlos y crear determinados perfiles. Sin embargo, a veces, más que perfiles potenciales se ha de observar en qué lugares se sienten seguros para llevar a cabo sus objetivos. Y que no siempre hay una necesidad que cubrir, sino que existen ocasiones donde el espacio garantiza una seguridad y una oportunidad perfecta para su consumación. Veamos más del posible triángulo de la delincuencia que propusieron Felson y Cohen y la teoría de las actividades rutinarias.

Motivación, medios y oportunidad

No se puede entender a la persona que comete un crimen como algo ajeno. Y es que, está en la naturaleza del ser humano la capacidad de elegir erróneamente. Muchas veces, se cree impensable realizar un acto reprochable a nivel social o judicial. Sin embargo, los factores del espacio donde una persona interactúa son esenciales para valorar la realización de cualquier conducta. Esta conducta en el espacio se mide por la seguridad que se tiene bajo la premisa de que “todo saldrá bien”.

Un examen, la trampa y el profesor

Extrapolemos este posible triángulo de la delincuencia a una situación muy común para ejemplificarlo. Aprobar un examen (objetivo/necesidad) puede depender de varios factores.

Teoría de las actividades rutinarias

Estos serían la motivación, los medios disponibles (materiales, libros o apuntes), así como la capacidad para estudiarlo y la oportunidad (el examen). Con los objetivos/necesidades criminales pasa exactamente lo mismo.

Si el objetivo fuera aprobar el examen, pero la motivación no es estudiar, a partir del aprendizaje se conocerán otras formas más “fáciles” para conseguirlo. Los medios, en vez de estudiar el temario, serían las formas de copiar el examen y la oportunidad cuando el profesor no esté observando.

Así pues, dicha oportunidad se daría cuando se interrelacionasen los factores mencionados. Sin embargo, si, por ejemplo, el profesor estuviera observando de forma permanente, probablemente no se daría tal oportunidad. Es por esto que, la motivación y los medios podrían provocar una respuesta del guardiánen caso de consumarse. Nos preguntaremos, ¿qué quiere decir o a quién se refiere esto del “guardián”?

Teoría de las actividades rutinarias de Felson y Cohen

Ante lo expuesto, ya podemos entender un poco cómo se actúa con motivación, medios y oportunidad. Con mucha probabilidad, aunque un perfil sea potencialmente profesional, no realizaría la trampa mientras el profesor estuviese observando.

A partir de este planteamiento, los criminólogos Marcus Felson y Lawrence E. Cohen (1979) crearon la teoría de las actividades rutinarias. En este modelo conforman el espacio y las características para facilitar la conducta criminal. Una sinergia de la criminología y psicológica social.

La teoría de las actividades rutinarias de Felson y Cohen también es conocida a nivel coloquial como “química del delito” y se compone de tres elementos en forma de triángulo equilátero. La aparición o ausencia de cualquiera de estos tres factores citados en un mismo espacio pueden perturbar o salvaguardar un valor o víctima. Así pues, el posible triángulo de la delincuencia lo conforman:

  • Delincuente: Particular con motivación de conseguir un/una valor/víctima.
  • Valor/víctima: Que despierte en el delincuente la necesidad de obtener algo sobre sí mísmo/a.
  • Guardián: Cualquier medio que prevenga, impida, detecte, alerte, identifique o responda ante la consumación de un acto ilícito.
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Elementos de la “química del delito”

Aunque Felson y Cohen se refieran al guardián como un particular (un policía, por ejemplo), en la actualidad, la evolución tecnológica en los sistemas de seguridad ha creado diferentes formas de este concepto.

La ausencia del guardián puede dar pie a la oportunidad para que surja una motivación/necesidad delincuencial en un particular. De este modo, la presencia del guardián impide la oportunidad.

Esta “química” también depende del valor/víctima. Si este/a no despierta en el delincuente una motivación o una necesidad no tiene por qué concurrir un acto criminal. Aunque exista la ausencia del guardián.

En cuanto a tal elemento se destaca la inercia, la facilidad o dificultad para transportar el peso, la visibilidad, esto es, la exposición del objeto/víctima y el acceso, referido a la facilidad del delincuente para acceder al objeto/víctima. Así mismo, la motivación en la figura del delincuente es esencial para que la química del delito funcione. Puede que dicha motivación la despierte este factor o que la busque en espacios donde exista la ausencia del guardián.

Un ejemplo del triángulo de la delincuencia

Algunos de los crímenes que cometía Alfredo Galán Sotillo, más conocido como el “asesino de la baraja“, dependían muchas veces de la ausencia de guardianes en el espacio que pudieran identificarle. Él no elegía a sus víctimas por su sexo, nacionalidad o condición física sino por la presencia de “guardianes” en el espacio. De esta forma, admitió que no mató a una operaria de correos ya que esta mujer “no llegó a entrar en el portal”.

El interior del inmueble garantizaba la nula visibilidad por parte de los civiles que deambulaban por la vía pública. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con una pareja que caminaba por un descampado donde los edificios más próximos estaban a 50 metros. A parte de haber una densa vegetación sin apenas afluencia de gente en el lugar.

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Según lo mencionado anteriormente, se puede observar que en el primer caso expuesto existían los tres elementos (víctima, delincuente y guardián), mientras que el segundo carecía de un guardián.

Una variedad de situaciones

Existe un gran abanico en esta ecuación. Muchas veces el guardián y la víctima corresponden al mismo particular. De esta forma, en un caso de violación, si la víctima se ve vulnerada y puede avisar a tiempo en una posición segura (por ejemplo, mediante gritos o una llamada telefónica) antes de que el infractor consume el acto, puede verse vulnerado su anonimato. O, si por el contrario, no evita la agresión sexual pero es capaz de identificarlo ante las autoridades.

En este último caso, aunque el/la valor/víctima se ha visto vulnerado/a, ha existido una respuesta mediante el guardián (sistema policial-judicial) a posteriori. Si el delincuente entiende que, este último efecto (el de la identificación), se ha visto vulnerado podrá tomar medidas previas (ocultación de rostros), durante el acto (imitación de acentos) o cometer homicidio. Si ha sido identificado durante o al final de este.

Las críticas no faltan en el triángulo de la delincuencia

Este enfoque situacional de la criminalidad ha sido considerado polémico por ciertos autores al determinar que atribuye cierta culpabilidad a la víctima. Esto, puede ser malinterpretado como un intento de implicar a las víctimas como participantes activos en su propia victimización. Sin embargo, investigaciones más recientes señalan claramente el papel de las víctimas en, al menos, permitir los delitos de oportunidad cuando la “rutina” se convierte en un peligro que puede aprovecharse por delincuentes motivados. 

Conclusión

Como vemos, la teoría de las actividades rutinarias puede servirnos para comprender qué elementos facilitan el acto criminal. Presentando, de esta forma, un posible triángulo de delincuencia.

La presencia de un guardián puede evitar la comisión de un delito oportunista. Y, sin embargo, también responder ante otro delito que ha sido predeterminado (inhabilitar al guardián mediante daño, inmovilización, coacción, corrupción del mismo, etc.) para conseguir el valor. Podemos entender que la existencia del delincuente o del guardián será tan influenciable en el espacio e integridad de la víctima dependiendo de las capacidades de cada uno. Tanto para defender o vulnerar a dicho/a valor/víctima.

Actualmente, este modelo se ha ampliado para incluir el uso y abuso de sustancias, ciberacoso, comportamiento policial, así como el estudio del género, diferencias en los contextos, vulnerabilidad o reactividad a influencias externas y situacionales. 

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