No hay oficio que sostenga más ambivalencia afectiva que el de cuidar a otros. La escena clínica, con su coreografía de decisiones bajo incertidumbre, responsabilidad moral y promesas de reparación, exige del profesional una arquitectura psíquica capaz de metabolizar la exposición continua a la fragilidad ajena. Cuando este metabolismo falla o se satura, emerge una inquietud de fondo que llamamos ansiedad. A ratos pensada, a ratos corporal; a ratos creativa, a ratos devastadora. En quienes se dedican a la salud, esa ansiedad se vuelve más que una respuesta. Puede instalarse como clima fenomenológico del trabajo y de la identidad. De ese clima sobre la ansiedad en sanitarios trata esta nota.

Anatomía de una ansiedad que piensa y duele en sanitarios

En su forma clínica, la ansiedad generalizada es un estilo de anticipación. La preocupación episódica se vuelve rasgo, y el futuro (siempre potencial) adquiere el peso de una certeza inminente.

Y, en personal sanitario, esa anticipación se alimenta de un dato objetivo: las consecuencias de equivocarse importan. Lo que para otros es catastrofismo, para quienes sostienen decisiones diagnósticas y terapéuticas puede ser prudencia hipervitaminada. Pero lo que protege en una guardia puede enfermarnos en casa. Y es que, el sistema de alarma deja de discriminar contextos y termina gobernando toda la vida.

Somas que argumentan

La ansiedad discute en dos idiomas, el del concepto y el del cuerpo. Tensión muscular, insomnio, dispepsias, taquicardia, cefaleas, urgencias miccionales… son argumentos somáticos con los que la mente intenta persuadirnos de que “algo está mal”.

En sanitarios, los síntomas se camuflan como efectos del turno, del café, del estrés “normal”. Se subrregistra su cronicidad y se sobrevalora la heroicidad. El resultado, un sufrimiento que se normaliza hasta volver invisible, salvo cuando irrumpe en una guardia o en un error que hiere el narcisismo profesional.

Perfeccionismo, fusión rol-self y la “neurosis de excelencia”

En la biografía de muchos anida una alianza entre perfeccionismo (como tentativa de control del azar) y un sentido del deber sobredimensionado. La frontera entre “ser” y “ejercer” se difumina, y da eso que resulta en una fusión de rol e identidad. Esto es, si cuido bien, valgo; si fallo, dejo de valer.

La preocupación se vuelve entonces ética, y la ansiedad ya no defiende solo de peligros, es el propio fantasma del fracaso moral. En ese terreno, la sintomatología ansiosa baila cerca de otro constructo clave en la clínica post-pandémica, la lesión moral, cuya sintomatología se enlaza con depresión, estrés traumático y deterioro funcional en profesionales sanitarios incluso “más allá del pico” de la pandemia (Papa et al., 2024).

La sala de máquinas

Prevalencias que cuentan una historia

Los números no curan, pero orientan. Una investigación reciente encuentra que casi un tercio de los médicos evaluados supera el umbral clínico en GAD-7 (≥10), con distribución por severidad que dibuja una base amplia de casos leves y una cúspide menor, pero clínicamente relevante, de casos moderados y graves. El hallazgo no es exótico, se alinea con literatura contemporánea que identifica tasas elevadas de síntomas ansiosos en profesionales de salud, con matices por disciplina, edad y género (Goweda y Hassan-Hussein, 2024).

Aquí es interesante no solo la cifra, sino su semántica contextual. Porque en un ecosistema asistencial hipertrofiado por la presión crónica, la ansiedad deja de ser “rasgo de algunos” para convertirse en efecto climático del sistema. La clínica individual debe leerse, por tanto, en clave eco-psicológica: persona, tarea, organización.

Exposición a eventos potencialmente lesivos para los valores

La ansiedad profesional en la clínica contemporánea

La noción de lesión moral (comisiones, omisiones, testigo) o daño ético, ha ganado tracción en primera línea (primera respuesta, urgencias, cuidados intensivos). En 2025 se reporta que casi la mitad de los participantes de un estudio reconoce exposiciones por comisión u omisión, y >80% por testigo; cuando se cumplen criterios, las correlaciones con síntomas de salud mental son robustas. 

Lo que viene a significar que no es “culpa” ni “débil carácter”. Es la fricción sostenida entre valores profesionales y contextos organizacionales que fuerzan decisiones contrarias a esos valores (Maguen et al., 2025).

Más allá del burnout

Reducirlo todo a burnout empobrece la lectura. La ansiedad en sanitarios no es solo cansancio. Es la vivencia de que, incluso sabiendo qué habría que hacer, no podemos, o bien no sabemos si lo que hacemos es suficiente, o bien sí sabemos, pero hacerlo nos rompe por dentro. Esa estructura fenomenológica es fértil para que la preocupación se vuelva rumiación y la alerta se ancle.

Diagnóstico como gramática

El DSM-5-TR provee la gramática, duración de la preocupación (≥6 meses), difícil control, síntomas fisiológicos (inquietud, fatigabilidad, dificultad para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular, alteraciones del sueño) y deterioro. Pero el diagnóstico es el inicio del texto, no su cierre. En sanitarios, preguntar “¿en qué se apoya su ansiedad?” no es accesorio: revela decisiones moralmente conflictivas, microagresiones sistémicas, precariedad, litigio latente, duelo acumulado, y una economía afectiva organizada para “seguir” pese al daño.

Comorbilidad como regla y la tentación de hipodiagnosticar

La ansiedad convive con insomniosíntomas depresivos y conductas de afrontamiento que van del sobretrabajo a la evitación sutil (retrasar llamadas, posponer discusiones clínicas complejas). El riesgo no es sobrediagnosticar, sino hipodiagnosticar por normalización: “en mi servicio, todos estamos así”.

Preguntar lo que casi nunca se pregunta ante el malestar asistencia

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  • ¿Dónde se te anuda primero la ansiedad: mandíbula, trapecios…?
  • ¿Cuál es el pensamiento de cierre de tu ciclo de preocupación (“Si no reviso otra vez, pasará X”)?
  • ¿Qué escena moral (no clínica) te desestabiliza más: negar cama, limitar tratamiento, comunicar malas noticias sin tiempo, actuar bajo protocolos que percibes injustos?
  • ¿Qué umbral corporal marca el paso de “estrés útil” a “ansiedad que te desorganiza”?

Estas preguntas trazan la cartografía idiosincrásica del síntoma.

Intervenciones para la ansiedad en sanitarios

Las estrategias deben ser precisas, situadas y respetuosas del contexto en el que el profesional trabaja y se desgasta.

Evidencia sobre mindfulness y variantes en personal sanitario

La evidencia contemporánea (sistemática y meta-analítica) muestra que programas de base mindfulness en sanitarios y, específicamente, en enfermería, reducen estrés, ansiedad y depresión con tamaños de efecto pequeños-moderados, heterogeneidad esperable y calidad de evidencia razonable. Lo importante es cómo leer su eficacia en clave de mecanismos: re-entrenamiento atencional (menos fusión con el contenido preocupante), recontextualización interoceptiva (sensación ≠ amenaza), y desidentificación del rol (“soy más que este turno”) (Ong et al., 2024).

Ahora, no basta con ofrecer “mindfulness de pasillo” o apps sin anclaje. Se requiere a) un encuadre deliberado (¿qué entreno exactamente?), b) una traducción situacional (aplicar micro-prácticas en los puntos calientes del flujo de trabajo) y c) un sostén organizacional (tiempo protegido, legitimación del entrenamiento como parte del cuidado del profesional, no como hobbie).

Intervenciones digitales breves

Ensayos recientes con programas digitales breves de meditación/atención plena en empleados han reportado reducciones de estrés y señales de escalabilidad. En un RCT actualizado, una intervención digital corta fue accesible y eficaz para disminuir estrés percibido. Para sanitarios, esta vía es prometedora en la medida en que se adapta a turnos impredecibles y a la economía de tiempo. El riesgo, confundir accesibilidad con suficiencia. Puesto que lo digital complementa, pero no reemplaza trabajo clínico cuando hay GAD establecido o lesión moral (Radin et al., 2025).

TCC de precisión para la preocupación

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Una TCC desgajada por mecanismos prioriza:

  • Programación de preocupación y exposición a incertidumbre (no solo a estímulos concretos): no cerrar todas las contingencias, tolerar espacios de no-saber.
  • Experimentación conductual en microdecisiones clínicas (e.g., no re-revisar por tercera vez una prescripción cuando ya se ha seguido el checklist): el objetivo es restaurar agencia, no meramente “calmarse”.
  • Entrenamiento metacognitivo: separa evento mental de realidad. La idea potente no es “sustituir pensamientos negativos”, sino disolver la fusión entre imagen anticipatoria y obligación de actuar.

Intervenciones de “higiene moral”

Si una cuota de ansiedad se alimenta de lesiones morales, se necesitan prácticas explícitas:

  • Debriefing moral (no solo técnico): revisar la dimensión ética de la guardia (qué se hizo, qué se omitió, qué dolió).
  • Círculos de cuidado interdisciplinarios: reinstalan el sentido compartido.
  • Protocolos de objeción/derivación en situaciones de alto conflicto de valores: más claridad normativa = menos rumiación post-hoc. La lesión moral se asocia a síntomas y deterioro funcional, si no se aborda, la preocupación se vuelve metástasis de dilemas éticos no resueltos. 

Conclusión

Quizá el desafío no sea “curar” la ansiedad en quienes cuidan, los sanitarios, sino reformular la manera en que comprendemos el hecho mismo de cuidar. La ansiedad aparece donde la vida roza sus límites, en el cuerpo que falla, en la decisión que nunca es perfecta, en el tiempo que nunca alcanza y en la idea, tan humana, de que podríamos haber actuado de otro modo. No es un error, es una señal. Un recordatorio de que la vida exige responder antes de que sepamos lo suficiente. Esa exposición a lo incierto es, a la vez, la herida y la condición del acto clínico.

Referencias bibliográficas

  • Goweda, R. A. y Hassan-Hussein, A. (2024). Generalized Anxiety Disorder Among Physicians: A Cross-Sectional Study. Cureus16(11), e74075. https://doi.org/10.7759/cureus.74075
  • Maguen, S., de Bourbon, S., Batten, A., Mason, M., Sloan, A., Nazzareta, D., Graterol, J., Pang, S. y Worthen, M. (2025). Prevalence of Exposures and Moral Injury in First Responders. Journal of the American College of Emergency Physicians open6(6), 100259. https://doi.org/10.1016/j.acepjo.2025.100259
  • Ong, N. Y., Teo, F. J. J., Ee, J. Z. Y., Yau, C. E., Thumboo, J., Tan, H. K. y Ng, Q. X. (2024). Effectiveness of mindfulness-based interventions on the well-being of healthcare workers: a systematic review and meta-analysis. General psychiatry37(3), e101115. https://doi.org/10.1136/gpsych-2023-101115
  • Papa, A., Okun, A. H., Barile, J. P., Jia, H., Thompson, W. W. y Guerin, R. J. (2024). Patterns and correlates of traumatic stress, depression, anxiety, and moral injury in U.S. health care providers late in the COVID-19 pandemic. Psychological trauma : theory, research, practice and policy, 10.1037/tra0001780. Advance online publication. https://doi.org/10.1037/tra0001780
  • Radin, R. M., Vacarro, J., Fromer, E., Ahmadi, S. E., Guan, J. Y., Fisher, S. M., Pressman, S. D., Hunter, J. F., Sweeny, K., Tomiyama, A. J., Hofschneider, L. T., Zawadzki, M. J., Gavrilova, L., Epel, E. S. y Prather, A. A. (2025). Digital Meditation to Target Employee Stress: A Randomized Clinical Trial. JAMA network open8(1), e2454435. https://doi.org/10.1001/jamanetworkopen.2024.54435