Hace poco se estrenó la película La sustancia (2024) (The substance, en inglés), dirigida por Coralie Fargeat, protagonizada por Demi Moore y y coprotagonizada por Margaret Qualley. Y, si bien toca bastantes temas sociales, destacan sin duda los relacionados con la percepción, la identidad, el control, la dependencia y, de forma omnipresente, el edadismo y la cultura del consumo y soluciones rápidas. Temáticas que resuenan mucho en la práctica clínica y en la investigación psicológica contemporánea. Potenciados, y agravados, por un mundo donde las tecnologías y las sustancias alteran nuestra relación con el cuerpo y la mente. Veamos algunas de estas cuestiones. Si no has visto la película, esta nota contiene spoiler.

La relación entre cuerpo e identidad en la película

El cuerpo, como vehículo de identidad, es uno de los elementos clave en La sustancia. Y es que, a medida que la protagonista, Elisabeth Sparkle, consume la peculiar droga, su cuerpo experimenta transformaciones físicas que no solo afecta su apariencia, sino también su sentido de sí misma.

Alienación corporal

La sustancia
Loser, J. (2024). Una sátira sobre la adicción a las operaciones estéticas y la modificación corporal [Escena de la película La sustancia]. Recuperado de www.espinof.com

Al final, el cuerpo es un componente central de la identidad del yo. Ya que la imagen corporal se construye a través de la interacción entre la mente, el cuerpo y el entorno social (un guiño de la película en esto último a la misoginia institucionalizada).

Justamente, a medida que progresa la historia, esa transformación física que induce la sustancia empieza a volverse progresivamente una forma extrema de alienación corporal. Que, como sucede en muchos casos, acaba en un punto donde ya no se reconoce el propio cuerpo como parte de la identidad. Y se vuelve más bien el escenario donde se libran las tensiones internas (Cash y Smolak, 2021).

Y autoconcepto

Hay algo que se transmite bien, y es la percepción distorsionada del cuerpo. Lo que puede llevar (y lleva) a graves consecuencias psicológicas como la ansiedad o los trastornos alimentarios (¿otro guiño con el cocinar frenético y la ingesta casi compulsiva de Elisabeth?). Ese quién soy y qué significa realmente ser yo, podría compararse con los casos extremos de dismorfia corporal, donde se experimenta una obsesión patológica con la apariencia física, viendo defectos o imperfecciones que no existen en la realidad.

Además, la película sugiere que la relación con el cuerpo no es solo una cuestión de percepción física, sino también una cuestión de poder. Pero, en realidad, es una sensación de empoderamiento falso, dado que esa modificación corporal, que inicialmente parecía una forma de alcanzar poder (en programas televisivos, revistas de moda y ante los demás), rápidamente se convierte en una fuente de alienación. Donde la sustancia comienza a tomar el control, afectando completamente su psique y desembocando en una crisis de identidad (sumada a la de la pérdida de su estrellato).

Martin, F. (2024). La búsqueda insaciable por la mejora física solo deja un ciclo destructivo de autoexigencia [Escena de la película La sustancia]. Recuperado de www.youtube.com

La disolución del control y la agencia

Ojo, junto con lo anterior, no solo se aspira con ello a lograr el poder, sino también el control (físico, pero también psicológico). Algo que nos suena un poco a crítica sobre la modificación corporal en la cultura contemporánea. Y que, en la película, refuerza la desconexión y perpetúa la insatisfacción de Elisabeth.

De este modo, esa especie de pérdida de control total lleva a que los personajes comiencen a sentir que su vida ya no les pertenece. Literalmente, además. Desplazándose hacia un locus de control externo, que refuerza el sentido de impotencia.

La euforia del principio se disuelve. Y la sustancia, que inicialmente parecía ser una herramienta para el dominio personal pero en realidad es un señuelo, se convierte así en una fuerza externa que dicta las acciones, pensamientos y emociones del personaje, despojándole de su capacidad de elección. De hecho, cuando Elisabeth quiere parar esa situación, es tan tarde que se hace más evidente que ya no es la agente activa de su transformación, sino un mero sujeto pasivo, sometido a los caprichos de una fuerza que no puede dominar.

Un guiño a los trastornos de adicción y las drogas

Tráiler oficial. (2024). El acto de consumir la sustancia se convierte en una metáfora del control ilusorio: la droga ofrece una solución rápida y aparentemente efectiva para un problema, pero con cada dosis, Elisabeth se aleja más de la verdadera resolución de sus problemas [Escena de la película La sustancia]. Recuperado de www.youtube.com

Otro tema clave, de nuevo tanto desde un punto de vista físico como psicológico. No solo se muestra la adicción a los efectos físicos de la droga, sino también la dependencia emocional para escapar de la realidad cotidiana.

Llegando a un punto en que ya no se es capaz de funcionar sin dicha sustancia porque esta se vuelve la única fuente de alivio temporal. Un escape físico que la permita aferrarse a una versión de sí misma que siente que está perdiendo (Koob y Le Moal, 2022).

Fragmentación de identidad

A medida que los personajes experimentan cambios en su cuerpo y su percepción, comienzan a perder el sentido de quiénes son. Disociación que, en la película, parece estar provocada por la intervención externa de la sustancia.

Yendo más allá, en el film, la dependencia de la droga y la transformación física no dejan de ser síntomas de una aparente crisis existencial que empieza a gestarse con un hito no casual: el cumpleaños de los 50 años de la protagonista. Un proceso vital de cuestionamiento sobre su valor y lugar en el mundo. Es decir, un punto crítico en su narrativa personal en la que parece predominar lo que ha logrado frente a quién es.

Conclusión

Entre otros temas, La sustancia se convierte en una metáfora de la lucha entre el deseo de control y la inevitabilidad de la pérdida. Expresado en un cuerpo que no deja de serle un símbolo del paso del tiempo, un constante recordatorio de los límites.

Al final, la apariencia no deja de ser un aspecto temporal y superficial que, llegado a un punto en el proceso natural de envejecimiento, hay que aceptar. Pues no hay droga o sustancia capaz de detenerlo ni de resolver los problemas más profundos que uno enfrenta. 

Como inciso, para dar el cierre, es importante que recordar que las representaciones cinematográficas, a menudo exageran o simplifican los trastornos psicológicos para favorecer la narrativa. Esto puede distorsionar la comprensión real de estas condiciones, por lo que no debe asumirse como una base para diagnósticos clínicos ni para comprender plenamente las complejidades de los trastornos en la vida real. Así pues, al analizar un personaje desde una perspectiva psicológica, el objetivo es aclarar conceptos clave y corregir ideas erróneas que puedan surgir de la narrativa

Referencias bibliográficas

  • American Psychiatric Association. (2022)Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5ª ed., texto revisado). Washington, DC: American Psychiatric Publishing.
  • Cash, T. F. y Smolak, L. (2021)Body image: A handbook of science, practice, and prevention. Guilford Press.
  • Koob, G. F. y Le Moal, M. (2022)Neurobiology of addiction. Elsevier.
  • Schore, A. N. (2021)The development of the unconscious mind. W. W. Norton & Company.