Desde siempre, el ser humano ha buscado entender las fuerzas que moldean su vida y destino. Y, en consecuencia, esta búsqueda ha llevado a la conceptualización del locus de control. Un término psicológico que describe si las personas perciben que los eventos de sus vidas están bajo su control interno o son el resultado de factores externos. En paralelo, el autocontrol se refiere a la capacidad de una persona para resistir impulsos y mantener comportamientos que conduzcan a objetivos a largo plazo. Dicho esto, podemos preguntarnos… ¿Cómo ambos constructos psicológicos no solo son fundamentales para la salud mental y física, sino que también interactúan determinando nuestros resultados de salud? Veamos más sobre el locus de control interno y externo.

El locus de control: Entre la influencia interna y externa

Expliquémoslos más detenidamente. El locus de control, como lo describe Rotter (1966), se refiere a la creencia de una persona sobre cuánto control tiene sobre los eventos que afectan su vida. De esta forma, podríamos decir que aquellos con un locus de control interno creen que sus acciones determinan los resultados de sus vidas. Mientras, quienes tienen un locus de control externo tienden a pensar que los factores externos y el destino son los que tienen mayor influencia.

Pongamos un ejemplo, un paciente con diabetes tipo 2 que posee un locus de control interno podría ser más diligente en seguir su plan de alimentación y ejercicio, convencido de que estas acciones específicas controlan sus niveles de azúcar en la sangre y, por tanto, su salud general. En contraste, aquel un locus de control externo, enfrentando la misma condición, podría culpar al destino o a la mala suerte por su enfermedad, lo que podría llevarlo a ser menos constante en el seguimiento de su tratamiento, sintiendo que sus esfuerzos personales tienen poco efecto sobre el curso de su enfermedad.

control externo

Lo anterior influye más de lo que se piensa. Pues este constructo ya ha demostrado ser crucial en diversas áreas, incluyendo la salud mental, donde un locus de control interno se ha asociado con mejores resultados de salud y mayor resiliencia frente a enfermedades crónicas, por ejemplo. Dado que, el sentido de control personal impulsa a tomar decisiones saludables, seguir tratamientos médicos de manera rigurosa y mantener hábitos que previenen complicaciones (Ajzen, 2002).

¿La llave del comportamiento saludable es el autocontrol?

Por otro lado, el autocontrol es la capacidad para regular los impulsos y comportamientos que puedan ser perjudiciales a largo plazo. Un rasgo que ha sido extensamente vinculado con la salud física y mental también. Donde mayores niveles se correlacionan con menor propensión a enfermedades crónicas y mejor bienestar general (Moffitt et al., 2011). Sin embargo, lo que es curioso es cómo el autocontrol y el locus de control pueden interactuar. Y cómo dicha interacción puede tener un impacto significativo en la salud.

Un baile entre dos constructos

Y es que, si bien son distintos, están conceptualmente relacionados. Ya Bandura (1977) argumentó que la capacidad de autocontrol de una persona debe depender de su creencia en la posibilidad de controlar los eventos en su vida. O lo que es lo mismo, aquellos con un locus de control interno están mejor equipados para ejercer un autocontrol efectivo. Lo que, a su vez, puede influir positivamente en su salud.

Así, un locus de control interno no solo mejora directamente la salud, sino que también amplifica los beneficios del autocontrol. Particularmente, en relación con la salud física. Lo que sugiere que las intervenciones que buscan mejorar tanto el locus de control como la capacidad de autocontrol podrían ser especialmente efectivas para mejorar la salud pública (Botha y Dahmann, 2023).

¡Hasta ya se aconseja fomentar el trabajo del autocontrol desde una edad temprana! Especialmente, en aquellos que ya muestran un locus de control interno. Ojo con eso, porque aunque ambos rasgos son relativamente estables en la adultez, la evidencia propone que pueden ser modificados mediante intervenciones específicas.

Autocontrol como mediador

Ya se ha demostrado que parte de la influencia que el locus de control tiene sobre la salud se debe a su impacto en el autocontrol. Esto es particularmente evidente en comportamientos como la actividad física y el consumo de tabaco. Donde aquellos con un locus de control interno y alta capacidad de autocontrol muestran mayor probabilidad de adoptar comportamientos saludables (Cobb-Clark et al., 2022).

En cuanto a esto último, el autocontrol actúa como un mecanismo de inhibición de impulsos, esencial para resistir la tentación y la dependencia que el consumo de tabaco puede generar. Así, quienes poseen un fuerte locus de control interno y alto nivel de autocontrol son psicológicamente más propensos a adoptar conductas saludables, porque consiguen resistir o abandonar el hábito de fumar al percibir un mayor sentido de agencia y capacidad para moldear su propio bienestar.

Salud mental implicada

Y no solo eso, un locus de control interno está significativamente relacionado con menores niveles de estrés y depresión, siendo el autocontrol el factor que mediatiza esta relación. Aspecto interesante, especialmente en contextos de alta presión o de afrontamiento evitativo. Algo relevante porque muchos problemas de salud mental, como aquellos relacionados con la ansiedad y la depresión, están vinculados con la percepción de falta de control y la incapacidad para gestionar las respuestas emocionales (Flores et al., 2020) .

Y es que, sumado a lo dicho, también modula la respuesta emocional de tales trastornos. Las personas con un locus de control interno tienden a experimentar una menor reactividad emocional frente a los desencadenantes de ansiedad y depresión, lo que implica que no solo perciben mayor control sobre sus circunstancias, sino que también responden de manera menos intensa a situaciones que podrían exacerbar tales estados. Este matiz sugiere que, más allá de la simple reducción de síntomas, un locus de control interno transforma la experiencia subjetiva de la ansiedad y la depresión, amortiguando la percepción de amenaza.

Más que la suma de sus partes

locus de control

¿Serán aquellos programas diseñados para fortalecer el locus de control interno y la capacidad de autocontrol simultáneamente más efectivos que los que se enfocan en un solo aspecto? Parece que sí.

Pues, al final, hay un impacto mutuamente reforzador en la conducta. Imaginemos el desarrollo de programas escolares que enseñen a los jóvenes a entender y utilizar su locus de control interno junto con estrategias de autocontrol. O entrenamientos que combinen el fortalecimiento del locus de control interno con técnicas de autorregulación para mejorar la productividad. Ganaríamos todos.

De no tenerlo en cuenta, por ejemplo, los programas de intervención conductual que se centran únicamente en mejorar el autocontrol pueden ser menos efectivos entre aquellos con un locus de control externo. Dado que pueden no ver el valor en ejercer ese autocontrol debido a su creencia de que los resultados de sus acciones están fuera de su control (Caliendo y Hennecke, 2022).

¿Qué se puede hacer para mejorar todo esto?

Tanto el locus de control como el autocontrol pueden trabajarse de manera personal, fuera del contexto terapéutico, a través de prácticas cotidianas conscientes. A nivel individual, el locus de control puede fortalecerse mediante la auto-reflexión y la adopción de un enfoque proactivo frente a los desafíos. Y, el autocontrol puede desarrollarse a través de técnicas como la meditación de atención plena, por ejemplo.

  • Establecimiento de metas pequeñas y alcanzables: Empezar con objetivos simples y manejables que puedan cumplirse con éxito. Puesto que así se puede reforzar la percepción de que las acciones propias tienen un impacto directo en los resultados.
  • Cambio en el diálogo interno: Reformular pensamientos negativos hacia un enfoque en lo que se puede controlar, en lugar de centrarse en lo que está fuera de alcance, es crucial. Por ejemplo, transformar “No puedo hacer nada al respecto” en “¿Qué puedo hacer para mejorar esta situación?” ayuda a desarrollar un locus de control más interno, donde se percibe un mayor poder personal sobre las circunstancias.
  • Adopción de una mentalidad de crecimiento: Ver los desafíos y fracasos como oportunidades de aprendizaje fomenta una mentalidad de crecimiento. Creer en la capacidad de mejorar con el tiempo, mediante el esfuerzo y la perseverancia, refuerza el locus de control interno. Y es que, promueve la idea de que el desarrollo personal está en manos de cada individuo.
  • Responsabilización de decisiones y acciones: Aceptar la responsabilidad por las decisiones tomadas y las acciones emprendidas, en lugar de culpar a factores externos.

¡No olvidar!

Ahora, como siempre, sería conveniente considerar ir a terapia cuando los esfuerzos personales para mejorar el locus de control y el autocontrol no están dando resultados significativos. O cuando hay patrones persistentes de pensamientos y comportamientos que afectan negativamente la vida diaria. Esto puede manifestarse como una sensación de estancamiento, donde las estrategias que antes parecían efectivas ya no generan el mismo impacto, o cuando el esfuerzo por mejorar genera más frustración que progreso. 

Conclusión

En resumen, la interacción entre el locus de control y el autocontrol ofrece una ventana poderosa para entender y mejorar la salud humana. ¡Y ya no solo en la salud! En contextos donde el control sobre las circunstancias de vida es limitado por factores socioeconómicos o estructurales, no vendría nada mal un buen locus de control interno junto con habilidades de autocontrol, especialmente para contrarrestar la tendencia hacia un locus de control externo que podría generar una sensación de impotencia y pasividad.

Este tipo de propuesta de intervención no solo se ha de ver como un mero aumento de la eficacia de las intervenciones, sino como una transformación cualitativa en cómo se abordan los desafíos de salud. Por lo que la idea ya no es solo fortalecer la capacidad de los individuos para gestionar su salud, sino también cambiar su percepción fundamental de sí mismos como agentes activos en sus vidas. Un cambio paradigmático.

Referencias bibliográficas

  • Ajzen, I. (2002). Perceived behavioral control, self-efficacy, locus of control, and the theory of planned behavior. Journal of Applied Social Psychology, 32(4), 665–683.
  • Bandura, A. (1977). Self-efficacy: Toward a unifying theory of behavioral change. Psychological Review, 84, 191-215.
  • Botha, F. y Dahmann, S. C. (2023). Locus of control, self-control, and health outcomes. SSM – Population Health, 25, 101566.
  • Boals, A., Vandellen, M. R. y Banks, J. B. (2011). The relationship between self-control and health: The mediating effect of avoidant coping. Psychology and Health, 26(8), 1049-1062.
  • Caliendo, M. y Hennecke, J. (2022). Drinking is different! Examining the role of locus of control for alcohol consumption. Empirical Economics, 63, 2785-2815.
  • Cobb-Clark, D. A., Dahmann, S. C., Kamhöfer, D. A. y Schildberg-Hörisch, H. (2022). The predictive power of self-control for life outcomes. Journal of Economic Behavior & Organization, 197, 725-744.
  • Flores, J., Caqueo-Urizar, A., Ramirez, C., Arancio, G. y Cofré, J. P. (2020). Locus of control, self-control, and gender as predictors of internalizing and externalizing problems in children and adolescents in Northern Chile. Frontiers in Psychology, 11, 2015.
  • Moffitt, T. E., Arseneault, L., Belsky, D., Dickson, N., Hancox, R. J., Harrington, H. y Caspi, A. (2011). A gradient of childhood self-control predicts health, wealth, and public safety. Proceedings of the National Academy of Sciences, 108(7), 2693-2698.