La efectividad de las intervenciones tempranas para el trastorno del espectro autista (TEA) está bien establecida. Sin embargo, sigue habiendo una gran variabilidad en lo que refiere a la reacción a determinados tratamientos, dependiendo de la persona particular. En este sentido, dos abordajes muy conocidos en la intervención de este trastorno son, por un lado las intervenciones conductuales intensivas tempranas (Early Intensive Behavioral Intervention, EIBI, por sus siglas en inglés) y, por otro, el Modelo Denver de inicio temprano (Early Start Denver Model, ESDM, en inglés). El primero es conocido por ser más estructurado y dirigido por el terapeuta, mientras que el segundo es más naturalista y orientado al niño. Para conocer más sobre los predictores de la respuesta de ambos enfoques en el tratamiento para el autismo, te invitamos a leer la siguiente nota.
Primero que nada, definamos TEA
¿Qué es TEA? El TEA es una condición del neurodesarrollo caracterizada por déficits en la comunicación e interacción social, intereses restringidos y un procesamiento sensorial anormal. En relación a las causas de este cuadro, se sabe que la genética contribuye significativamente, aunque la mayoría de los casos presentan interacciones complejas entre múltiples variables.
Por ejemplo, influyen las interacciones con el entorno, es decir, diversos elementos ambientales prenatales y postnatales. Dichos factores no solo afectan al diagnóstico, sino también en la variabilidad individual en el fenotipo clínico, las trayectorias del desarrollo y la respuesta al tratamiento conductual o farmacológico. Por tanto, esta heterogeneidad del TEA se traduce en grandes diferencias individuales en lo clínico y en la intervención.
Sin claridad respecto al tratamiento de TEA
Actualmente, no hay un tratamiento estándar universalmente aceptado para este trastorno, por lo cual se suele ofrecer una combinación de terapias basadas en diversas modalidades. Algunas de ellas se centran en enfoques psicoeducativos, psicosociales o conductuales. Sin embargo, estas estrategias pueden tener una eficacia limitada y carecer de un respaldo basado en evidencia.
Por ello, se recomiendan intervenciones estructuradas y completas, especialmente aquellas derivadas del análisis conductual aplicado (Applied Behavior Analysis, ABA, en inglés). En este sentido, el método ABA se caracteriza por basarse en la recolección de datos para evaluar el progreso y ajustar las intervenciones de manera continua.
Un ejemplo dentro del las intervenciones ABA es la anteriormente mencionada EIBI. Este enfoque terapéutico tiene como fin potenciar el aprendizaje y disminuir la brecha entre niños con autismo y sus compañeros, mejorando su comportamiento social y adaptación al entorno.
El enfoque ABA y sus alternativas
En las últimas cuatro décadas, los tratamientos basados en ABA han ganado popularidad. Pues se basa en principios y técnicas conductuales para mejorar habilidades sociales, comunicativas, académicas y de autocuidado. Además, se caracteriza principalmente por ser estructurado, individualizado y basado en la recolección de datos para evaluar el progreso y ajustar las intervenciones de manera continua.
Intervenciones más naturalistas
Aunque son efectivas para enseñar nuevas competencias, las investigaciones han demostrado que las intervenciones muy estructuradas, tienen limitaciones. Por ejemplo, podría surgir una dificultad en los niños para generalizar las habilidades aprendidas a diferentes contextos.
Así, tales limitaciones han llevado al diseño e implementación de nuevos enfoques, también basados en ABA, pero con métodos menos estructurados y características más naturalistas. Aquí, aparece un tipo de intervención de esta familia que es el ESDM, basado en actividades lúdicas para fomentar el aprendizaje y la adquisición de habilidades.
Efectividad de las intervenciones en TEA
Como dijimos, distintos tipos de intervenciones han demostrado ser efectivas en la enseñanza de nuevas habilidades a niños con TEA. Pese a esto, existe una gran heterogeneidad en los resultados de cada individuo. Por lo que resulta pertinente prestar espacial atención a algunas características del menor, como su nivel cognitivo, la severidad de los síntomas del autismo y otras capacidades que pueden influir en la respuesta al tratamiento.
En esta misma línea, algunos estudios científicos han identificado perfiles específicos que pueden predecir una mejor eficacia con ciertos tipos de intervención. La identificación de predictores de eficacia podría permitir una personalización más efectiva de las intervenciones tempranas para los pequeños con TEA, optimizando así los resultados.
En búsqueda de respuestas
Un estudio, publicado en la revista Brain Sciences, consistió en una revisión sistemática de la literatura para identificar posibles predictores de respuesta a los dos enfoques: EIBI y ESDM. Se revisaron estudios que incluían niños diagnosticados con TEA cuya intervención comenzaba antes de los 48 meses de edad.
¿Cómo se llevó a cabo?
Para ello, se consideraron diversas variables como posibles predictores de eficacia. Algunas de estas incluyeron el Coeficiente Intelectual (CI), habilidades cognitivas, de comunicación, atención a las caras, intención de comunicación verbal y no verbal, entre otras. Fueron analizadas en relación con la respuesta al tratamiento para identificar posibles predictores de éxito en cada enfoque de intervención.
Algunos de los predictores… EIBI vs. ESDM
En el contexto de la EIBI, se ha observado que el CI al inicio del tratamiento es un predictor significativo del éxito del tratamiento. Esto quiere decir que, ante casos de un CI más alto, esta terapia resulta plausible dado que se asocia a mejores resultados.
Además, las habilidades de comunicación, así como las sociales, han demostrado ser predictores importantes de la eficacia del tratamiento. En contraste, factores como la edad cronológica al inicio del tratamiento, la gravedad de los síntomas, el nivel de lenguaje y comunicación, imitación o atención conjunta no parecen tener una influencia tan marcada en la respuesta a dicho enfoque de intervención.
Por otro lado, en el caso del Modelo Denver los predictores de los resultados de la intervención también incluyen el CI. Sin embargo, esta asociación no es tan fuerte como en el caso de la EIBI. En cambio, las habilidades sociales y de comunicación, y la atención conjunta han demostrado ser predictores de respuesta importantes en dicho enfoque según varios estudios. Y se ha observado que las mismas influyen significativamente en la efectividad de dicho tratamiento.
Intervenciones en TEA: Una mirada hacia el futuro
En conclusión, un CI más alto al inicio del tratamiento es el predictor más fuerte de resultados positivos a la intervención temprana intensiva. Por otro lado, habilidades sociales y cognitivas, como la intención de comunicarse, el lenguaje receptivo y la atención conjunta, predicen mejor la efectividad del modelo Denver. Estos hallazgos empiezan a esclarecer las características de los pacientes que son predictivas de un éxito preferencial a EIBI y ESDM. Además, pueden proporcionar información clínica útil para comenzar a personalizar el tratamiento.
Por tanto, surge la pregunta: ¿Cómo podrían estos descubrimientos influir en la forma en que se diseñan y personalizan las intervenciones en el ámbito de la educación especial? Sin dudas, aún se necesita más investigación para llegar a conclusiones definitivas. No obstante, resulta esencial en el abordaje del TEA considerar dichos predictores a la hora de elegir el modelo de intervención que le resulte más fructífero a cada niño. Para profundizar en el diagnóstico y abordaje del TEA, te recomendamos nuestro curso en autismo.
Referencia bibliográfica
- Asta, L. y Persico, A. M. (2022). Differential predictors of response to early start Denver model vs. early intensive behavioral intervention in young children with Autism spectrum disorder: a systematic review and meta-analysis. Brain Sciences, 12(11), 1499.