En el ámbito clínico, el voyeurismo rara vez se presenta como un fenómeno homogéneo. Bajo la misma etiqueta pueden convivir motivaciones, patrones y funciones psicológicas muy distintas. Comprender estas variaciones es la clave para diseñar intervenciones que respondan a la lógica interna de cada caso. Algunos pacientes se acercan impulsados por la necesidad de consumir distancia, regulando su ansiedad de intimidad a través de la observación sin contacto. Otros persiguen el thrill del borde, buscando en el riesgo la adrenalina que luego se sexualiza. Y hay quienes utilizan la conducta como vía de acceso indebido, penetrando simbólicamente en espacios o personas que perciben como inaccesibles por canales legítimos. Veamos tres figuras o perfiles en el voyeurismo para ir más allá del síntoma y acceder a la trama afectiva, cognitiva y relacional que lo sostiene.
¿Qué es el voyeurismo?
El voyeurismo se define como la obtención de excitación sexual al observar, sin su consentimiento, a personas desnudas, desnudándose o participando en actividades sexuales, generalmente sin interactuar con ellas. Este interés se manifiesta en fantasías, impulsos o conductas, y solo se considera un trastorno voyeurista cuando provoca malestar clínicamente significativo, deterioro funcional o implica la participación de personas no consentidoras o incapaces de consentir (American Psychiatric Association [APA], 2022).
Algunos datos

Su prevalencia oscila entre el 10 % y el 40 % en la población general, y se caracteriza por ser compulsiva y frecuentemente un antecedente de delitos sexuales más graves. Ahora, no todos los casos evolucionan hacia ellas. La trayectoria depende de factores como la impulsividad, las distorsiones cognitivas sobre el consentimiento y la presencia de comorbilidades psiquiátricas.
En cuanto a este primero, la impulsividad disfuncional es un predictor significativo no solo de voyeurismo, también de otras parafilias como exhibicionismo y urofília, conectando conductas desvinculadas al impulso y falta de control (de Roos, 2025).
Asimismo, un dato no menor es el hecho de que el tratamiento más respaldado combina terapia cognitivo-conductual (TCC) con apoyo farmacológico, de requerirse, especialmente ISRS como fluoxetina y paroxetina (Wdowiak et al., 2025).
Factores de riesgo y condiciones favorecedoras
El voyeurismo está asociado a una constelación de riesgos psicosociales, abuso sexual infantil, hipersexualidad, disrupción emocional, salud mental adversa, estrategias de afrontamiento desadaptativas y consumo de sustancias. Lo que invita a considerar el contexto biográfico y emocional cuando se estructura la intervención clínica.
Tres figuras o perfiles en el voyeurismo
Cada una implica un perfil distinto de regulación emocional, relacionado con el riesgo y distorsiones cognitivas sobre el consentimiento. En ese sentido, se distinguen tres trayectorias principales: la gratificación sexual, búsqueda de conexión desadaptativa y acceso a persona inapropiada.
No obstante, esta clasificación debe usarse como marco orientativo y no como diagnóstico cerrado. En la práctica, las motivaciones suelen solaparse o cambiar con el tiempo, y factores culturales, de género o tecnológicos pueden moldear el comportamiento de formas que la tipología no siempre captura.
El consumo de distancia

Quien experimenta ansiedad ante la intimidad y sufre en el contacto recíproco, encuentra en mirar sin ser visto una forma de regular su activación, evitando así negociar límites o sostener su propio deseo frente al ajeno.
Los hallazgos de trayectorias por búsqueda de conexión desadaptativa y apoyo social pobre resuenan con esta figura. El acto aparece en, precisamente, picos de soledad y desregulación afectiva. Debido a ello, entre algunas intervenciones interesantes aparecería la psicoeducación en intimidad, entrenamiento en regulación, trabajo con vergüenza y autocompasión, y exposición a vínculos recíprocos seguros.
El thrill del borde
El valor está en el riesgo, se colecciona adrenalina más que cuerpos. Los datos señalan planificación desorganizada, intoxicación, consumo compulsivo de escenas de riesgo, y sexualización posterior del subidón. Habría que trabajar en el manejo de impulsividad, reestructuración de creencias de invulnerabilidad, sustitución de fuentes de riesgo (deporte, performance controlada) y desarrollo de proyectos con recompensas demoradas.
Acceso indebido
No se busca el mirar per se, sino penetrar espacios prohibidos, habitaciones, dispositivos, cuerpos simbólicos (la pareja del otro, la figura de cuidado). Aquí suele haber planificación organizada y co-ocurrencia con otras conductas (chantaje, control).
Aquí se requiere una valoración de riesgo, psicoeducación jurídica y un abordaje intensivo, que incluya terapia focalizada en la ofensa y, cuando la impulsividad grave o la compulsividad sexual persistan, posible farmacoterapia (Lister y Gannon, 2024)
Elementos comunes en las figuras clínicas del voyeurismo

Aunque el consumo de distancia, el thrill del borde y el acceso indebido presentan motivaciones y patrones diferenciados, comparten un núcleo estructural. En los tres casos, el acto voyeurista funciona como estrategia de regulación emocional. Pues permite manejar tensión, ansiedad o vacío afectivo mediante una gratificación rápida, generalmente sin exposición a la reciprocidad o al consentimiento explícito.
También comparten distorsiones cognitivas que minimizan el impacto en la persona observada y justifican la conducta. Así como déficits en habilidades relacionales y de regulación del impulso sexual.
Importante tener en cuenta que estas tres figuras o perfiles en el voyeurismo no surgen de forma aislada. Por el contrario, se conforman en un entramado de vulnerabilidades personales y contextos que la facilitan. Lo que, como comentamos, exige intervenciones que combinen abordaje individual, educación y prevención del riesgo.
Conclusión
El voyeurismo obliga a revisar cómo el deseo, la intimidad y el poder se articulan en una sociedad hiperobservadora. Es parte de una red de prácticas que reconfiguran la mirada como herramienta de control y apropiación.
Entenderlo implica interrogar no solo la conducta individual, también las estructuras culturales y tecnológicas que la facilitan y normalizan. Así como los diferentes perfiles del voyeurismo. Solo desde una perspectiva que integre psicología, ética y análisis social es posible plantear respuestas que transformen las condiciones que lo sostienen.
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed., text rev.; DSM-5-TR). American Psychiatric Publishing.
- de Roos, M. S. (2025). When kinks come to life: An exploration of paraphilic behavior predictors. Journal of Sex Research. https://doi.org/10.1080/00224499.2024.2319242
- Lister, V. P. M. (2024). Peering through the lens: An exploration into the pathways to voyeuristic behaviour [Tesis doctoral]. Universidad de Kent.
- Lister, V. P. M. y Gannon, T. A. (2024). A Descriptive Model of Voyeuristic Behavior. Sexual abuse: a journal of research and treatment, 36(3), 320-348. https://doi.org/10.1177/10790632231168072
- Wdowiak, K., Maciocha, A., Wąż, J., Witas, A., Drogoń, J., Gwóźdź, E., Czekaj, A., Bójko, M., Ostrowska, A., Świątek, Ł. y Gardocka, E. (2025). Exploring voyeurism: A review of research. Journal of Education, Health and Sport, 77, Article 56925. https://doi.org/10.12775/JEHS.2025.77.56925

























