Actualmente, vivimos en un contexto social donde parecen enraizarse diferentes creencias negativas sobre la sexualidad de las personas mayores. Una cultura que promueve, hasta la saciedad, un modelo corporal juvenil, circunstancia que podría favorecer que los cambios asociados al envejecimiento se vivan con cierta preocupación o angustia. En esta oportunidad, hablamos de un tema relevante y muchas veces censurado, la sexualidad en la vejez y la importancia de cambiar el paradigma anterior, apuntando a un envejecimiento activo.

Envejecimiento activo

Frente a la idea de deterioro irreversible asociado a la edad, los conocimientos científicos disponibles nos presentan una visión distinta. Esto es, que la vejez es una etapa más de la vida, en la que la variabilidad personal es extraordinaria y en la que cada capacidad puede presentar diferentes posibilidades.

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Afortunadamente, nuevos avances en el enfoque de la atención a esta población se están abriendo paso como el llamado envejecimiento activo. Es decir, es la conjugación del concepto de educación y aprendizaje a lo largo de la vida, que va dirigido a todos los grupos de edad, especialmente a las personas mayores.

Así, se busca que las personas envejezcan del modo y manera en el que han vivido. Somos lo que hemos ido viviendo y construyendo. Dicho de otra manera, incluso reconociendo los cambios inherentes al proceso de envejecimiento, se pone el foco no solo en el potencial de adaptación y cambio, sino también en la capacidad de aprender y crecer. Es decir, las personas podemos hacerlo a lo largo de nuestro ciclo vital, vivir más años, con la mejor calidad de vida.

La subjetividad de lo que entendemos por vejez

Sin embargo, consideramos que el modo con el que se viven los procesos de envejecimiento va a depender en buena medida de la percepción de cada persona. Es frecuente, por ejemplo, oír que “más que ser viejo lo importante es sentirse o no viejo” o “hay gente que siendo joven se siente viejo, y viejos que se sienten jóvenes”. Desde el punto de vista de la salud, este tipo de actitudes se pueden aprender y trabajar educativamente.

Así pues, desde esta perspectiva, acontecimientos como las canas, arrugas, calvicie, presbicia, hipoacusia o la caída del pecho, son algunos cambios conocidos. Estas evidencias reales que diariamente el espejo devuelve a las personas, mensajes que suelen amplificarse con las miradas y comentarios del entorno y que bien podrían ser “interpretados” como amenazantes. Pero es equívoco quitar importancia al envejecimiento activo.

El cuidado de la salud mental en la vejez

Una de las tareas preventivas de quienes trabajan con este grupo etario, y que deberían facilitar y promover de manera generalizada, es el de aceptar positivamente los procesos de envejecimiento reforzando su autoestima. Cuestionando cuestiones tales como la infantilización de la vejez y promoviendo un envejecimiento activo.

Sexualidad en la vejez - Envejecimiento activo - NeuroClass

Sería ideal iniciar este proceso mucho antes de llegar a tal etapa. Como resultado, es muy probable que la persona mayor que mantenga una percepción positiva de su cuerpo y de su pareja, pueda mantener relaciones sexuales y afectivas más satisfactorias (Herrera, 2003).

Por tanto, a nuestro juicio, sería deseable contribuir a que los mayores tengan una imagen de la sexualidad más realista. Basada en las necesidades y capacidades de cada uno, lejos del modelo juvenil de productividad coital. O, dicho de otro modo, es preciso favorecer su propio modelo, no imponer conductas, respetar valores e historia personal.

Aprender a envejecer

En este sentido, no estaría de más que pudiera incorporarse a los aprendizajes normalizados de la vida otro más: aprender a envejecer. Y en este proceso, la aceptación de la temporalidad de la vida humana es fundamental.

Esto es, aceptar que la juventud pasó y que lo importante es vivir el presente. Tratar de gozar de él y preparar el futuro, como una forma de sentar las bases de una buena y saludable vejez. En dicho sentido sería deseable conocer, comprender y aceptar los cambios que se producen. Destacamos:

  • Hay cambios fisiológicos que no tienen por qué anular las capacidades sexuales. Disfrutar del sexo y afecto en la vejez no tiene por qué estar relacionado necesariamente con el número de coitos o con mantener un nivel determinado de erección o lubricación vaginal.
  • Se producen cambios en el ámbito de la vida familiar. Por ejemplo, cuando los hijos se van -el famoso síndrome del nido vacío-, cuando se pierde a la pareja (por divorcio o por fallecimiento) o por circunstancias familiares -(enfermedad o muerte de los propios padres o de otros familiares cercanos)- que pueden crear condiciones de aislamiento o desequilibrio emocional.
  • Asimismo, tienen lugar cambios de naturaleza más psicológica, personal y emocional. Por ejemplo, la soledad afectiva. Y es que, la vejez es una etapa donde lo característico son las pérdidas y elaboración de los duelos subsiguientes a las mismas. El modo y la manera de resolver tales crisis va a ser decisivo para la estabilidad emocional ulterior.
  • Finalmente, citar los cambios en el ámbito de la vida laboral y social que también son conocidos.

La importancia de mantener una vida sexual activa

En este sentido, algunos estudios han señalado que mantener una vida sexual activa es considerado por ellos como una evasión a la soledad, al sentirse queridos, deseados y aceptados. Desde una perspectiva preventiva, convendría que profesionales y familias promuevan espacios de relación, vínculos de afecto y fomenten las relaciones. Siendo este un objetivo de salud muy importante.

Importancia de afectividad y sexualidad en la vejez

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La sexualidad es una dimensión global que mediatiza la totalidad del ser humano, independientemente de los años que tenga. La capacidad de sentir, vivir, expresar y compartir sensaciones corporales, afecto y ternura, poco tiene que ver, en principio, con la edad (García, 2019).

Toda persona tiene derecho a vivir y expresar su sexualidad a su modo y manera. No obstante, las personas mayores tienen que enfrentarse a un extendido, pero no por ello aceptable, prejuicio social y asistencial que tiende a negarles esta faceta. En realidad, todos seremos mayores algún día y a todos nos gustaría que nos trataran con cariño y respeto, pero también con dignidad y justicia.

Envejecimiento activo y necesidades afectivo-sexuales

Los seres humanos tenemos una serie de necesidades, algunas de ellas son fundamentales para vivir y es preciso satisfacerlas. Otras lo son para desarrollarnos y crecer como personas. De ahí que el mundo de los afectos podríamos incluirlo en este grupo: sentirnos queridos o tener amigos. Pero también existen necesidades de intimidad, contacto físico, de sentir placer y sentirnos bien, tocar, abrazar, besar… En resumen, todo lo que contribuya a que nos sintamos emocionalmente bien.

Diferentes estudios como el de Muñoz et al. (2016) y la experiencia clínica muestran que, la ausencia de vínculos puede ir asociada a sufrimiento emocional o a problemas psicológicos y relacionales diversos. Vivir en soledad entraña serios riesgos para la salud. Algunas personas mayores se ven obligadas a prescindir de relaciones humanas o a restringirlas al ámbito familiar. Esto, provoca sentimientos de soledad y genera lazos de dependencia muy fuertes.

Por consiguiente, a la luz de los datos disponibles, no hay ninguna razón para seguir considerando la vejez como una etapa en la que el sexo y los afectos desaparecen. Contrariamente, la evidencia científica muestra hechos diferentes, la capacidad de disfrutar de la afectividad y la sexualidad dura toda la vida. Adicionalmente, si hay condiciones adecuadas, puede ser un elemento que enriquezca positivamente la vida y las relaciones de las personas mayores, siempre que ellas así lo deseen.

Erotismo y sexualidad en la vejez

En síntesis, si el sexo se acaba no es exclusivamente debido a la edad. Otros factores como el tipo y la calidad de la relación sexual previa, las actitudes y la formación realizada, el hecho de ser hombre o mujer, la salud o la existencia de una pareja accesible son, probablemente, factores más relevantes.

Una nueva manera de entender la sexualidad en la vejez

La sexualidad no desaparece ni se pierde con el devenir de los años. Lo que ocurre es que adopta formas distintas y se expresa de modos diferentes.

Los conocimientos disponibles sugieren que la mayoría de las personas son capaces de tener relaciones y sentir placer en una amplia gama de actividades eróticas. Esto incluye tal etapa vital, en la que hay quienes informan de una mejoría en sus vivencias sexuales.

Todo ello en razón de que la calidad de la actividad sexual en la vejez, depende más de factores psicológicos y sociales que de la edad, siempre que no existan enfermedades incapacitantes. En consecuencia, las vivencias sexuales no tienen por qué sufrir un deterioro significativo en la medida en que, si se aceptan los cambios y la actividad sexual se adapta a los mismos, es probable que lo que pueda cambiar sean las formas de expresar, adaptándose al envejecimiento activo.

Promoviendo un envejecimiento activo: La salud integral en la vejez

Cada vez hay más personas mayores, mayor esperanza de vida y mejor salud. Asimismo, se dispone de una mejor atención en salud y servicios sociales. Aunque hay gran variabilidad, la mayoría tiene algún tipo de ayuda económica en forma de pensión aunque, si bien en muchos, es una cantidad insuficiente para satisfacer las necesidades básicas.

El hecho de estar solos en casa, porque los hijos se han ido, permite tener mucho tiempo y, a la vez, intimidad. En cualquier caso, en este contexto, comienzan a valorarse nuevas formas de bienestar saludable entre las que se incluyen las relaciones afectivas y sexuales. No obstante, estos cambios en la vejez no tienen por qué justificar una disminución significativa, ni mucho menos drástica, de la actividad sexual, ni en la satisfacción.

¿Cómo se vive la sexualidad en la vejez?

En la vejez podemos encontrarnos con una sexualidad menos apasionada pero más tierna, menos impulsiva pero más relajada, menos preocupada por la cantidad y más por la calidad. Por tanto, probablemente, entendamos mejor la sexualidad en esta etapa vital si aceptamos la variabilidad de sus manifestaciones como uno de los elementos destacados. Como resultado, afirmamos que se puede prevenir o mantener la calidad de la vida sexual en la llamada tercera edad.

Consideraciones sobre la sexualidad en la vejez

Hay algunos factores que parecen ser buenos predictores y dan cuenta de un proceso de envejecimiento activo. Un primer apartado podría considerar tres elementos: la existencia de actividad sexual gratificante previa, tener pareja y una adecuada comunicación con esta.

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Un segundo bloque de factores incluiría cuestiones como la salud (que tiene que ver con la historia de salud previa) u otras vinculadas como el consumo de alcohol, tabaco, fármacos, dieta y alimentación adecuada. Y, asimismo, un nivel de actividad física razonable y adaptada.

Un tercer bloque incluiría un extenso listado de variables y factores propios de dicha generación que, seguramente, acaban influyendo en la vivencia sexual. Entre otros destacaríamos el hecho de haber nacido en la postguerra, por ejemplo, con lo que ello podría significar represión y necesidades.

Siguiendo esta línea, encontramos otras como el trabajo, el haber recibido una educación sexual muy restrictiva o haber tenido poca actividad sexual, la cual se puede centrar en los valores masculinos y coitales. Por otro lado, la presencia de valores y creencias sociales negadoras de la sexualidad de las personas mayores, personificados en los propios hijos y en los profesionales de las residencias.

Conclusión

Es preciso un nuevo modelo de sexualidad en la vejez más respetuoso con las necesidades y derechos de las personas mayores, fundamentado en los avances científicos y menos en creencias atávicas. Pensamos que una vida sexual activa y satisfactoria en la vejez es un buen síntoma de salud y bienestar. El impedir o coartar esta capacidad no hace sino aumentar el sufrimiento y la soledad a las personas a las que, ya de por sí, nuestra sociedad competitiva tiende a condenar. Como resultado, se acelera el proceso de envejecimiento y se limita, así, su calidad de vida.

Referencias bibliográficas

  • Herrera, A. (2003). Sexualidad en la vejez: ¿Mito o realidad? Revista chilena de obstetricia y ginecología68(2), 150-162. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-75262003000200011
  • García, J. L. (2019). Sexo, poder, religión y política. Independently published.
  • Muñoz, R., Alarcón, E., Berasain, G., Boid, J., Conejeros, S., Gárate, K., Rojas, M. y Tobar, P. (2016). Tipo, frecuencia y calidad de las relaciones sexuales en la tercera edad. La magia del amor. ARS MEDICA Revista De Ciencias Médicas32(2), 102-125. https://doi.org/10.11565/arsmed.v32i2.263