Los nuevos aportes de la neurociencia nos han nutrido de nuevas concepciones sobre el funcionamiento del cerebro. Si nos situamos en el principio, en la formación del cerebro, encontramos que los cuidados, estimulación y el tipo de apego que recibe el bebé resultan fundamentales en la organización y la maduración del cerebro. Así como el sistema nervioso para la mente en desarrollo. Veamos qué dicen los estudios sobre la combinación apego y neurociencia.
Apego y neurociencia: Modificación cerebral
El crecimiento del cerebro depende en gran parte de la estimulación de los cuidadores.
Para que el cerebro produzca sustancias que ayuden a la migración, mantenimiento y funcionamiento de las neuronas, son fundamentales las interacciones con el entorno.
Y es que, estas van a explicar, en gran medida, la actividad neuronal. Es decir, cómo influyen los estímulos que provienen del exterior y las experiencias relacionales.
En este sentido, las conexiones neuronales y los circuitos cerebrales se encuentran íntimamente asociados con el tipo de relación que establecemos con nuestros cuidadores.
Regulación emocional
Distintas investigaciones integran la neurociencia con la teoría del apego. Estas muestran la relación entre los tipos de vínculo y los mecanismos neurobiológicos de regulación.
Adicionalmente, y apoyando la teoría de John Bowlby (1969/1982), diversos autores han descubierto que el vínculo madre-hijo modula las redes neuronales del cerebro del niño. Contribuyendo, de esta forma, en la formación del cerebro, estructura y actividad neuronal.
Apego y vínculo
Siguiendo esta línea, Lyons-Ruth y su equipo (2004) compararon el sistema del apego con las funciones que cumple el sistema inmunológico.
Mientras que este último sería el encargado de combatir la amenaza de la enfermedad física, la función del primero conllevaría combatir la activación ansiosa, el miedo o el estrés provocado por amenazas ambientales.
Sin embargo, el sistema inmunológico puede dejar de funcionar correctamente y provocar enfermedades autoinmunes. Esto es, si no se dan las condiciones adecuadas en la interacción madre-hijo, el sistema del apego puede dejar de brindar su función protectora y convertirse en una fuente de trastornos de diversos tipos.
Apego y neurociencia: El cerebro de un bebé
Podemos decir que, desde que nacemos hasta el final de nuestras vidas, nuestro cerebro, cuerpo y sistema nervioso se estructuran en interacción con el entorno.
Y, todo ello, a partir de las emociones que ponen en marcha reacciones químicas que afectan a la mente en desarrollo.
Siguiendo tal línea, mecanismos de activación, conciencia y comportamiento se organizan simultáneamente en el cerebro. Y, como resultado, se produce un proceso interactivo.
En consecuencia, la vida psíquica del niño se organiza en este patrón de interacción cuidador-bebé.
Así, el contacto entre este y su cuidador regula y organiza la experiencia de los estados internos del infante.
Genética y ambiente
Según Paanksepp (1998), el comportamiento maternal tiene un fuerte componente biológico, especialmente antes y después del parto. Las interacciones socio-emocionales y cognitivas ayudan a configurar el comportamiento maternal. No obstante, sin la alteración de determinados componentes neuroquímicos, hormonales y de neurotransmisión, carecerían de la intensidad emocional que los caracteriza.
Lógicamente, desde el punto de vista evolutivo, las conductas maternales de sostén, vitales para la supervivencia, no quedarían libradas al aprendizaje individual sino que se transmitirían a nivel de la especie por medio de mecanismos biológicos hereditarios.
La mente en desarrollo: La vida adulta
Desde la teoría polivagal encontramos sustrato sobre el tema.
El neurocientífico Stephen Porges (2005) relaciona la evolución del sistema nervioso autónomo de los vertebrados con las conductas sociales consecuentes.
De esta forma, la teoría se centra en los mecanismos que median los síntomas observados en distintos desórdenes psíquicos y conductuales.
Por lo que las interacciones con nuestros cuidadores regulan nuestras conexiones neuronales y estructura cerebral. Y, por ende, actúan sobre el sistema nervioso. Además, de influir sobre las conductas emergentes.
Conclusión
Finalmente, podemos afirmar que el tipo de apego que recibe el bebé resulta fundamental en la organización y maduración del cerebro, el sistema nervioso y la mente en desarrollo.
Es decir, la conducta maternal, no solo cumple una función protectora y reguladora, sino que también influye sobre las conductas emergentes y respuestas frente al estrés o amenazas en la vida adulta. En consecuencia, se demuestra la importante conexión entre apego y neurociencia.
La mente infantil emerge del interfaz entre las experiencias relacionales de un niño con sus progenitores y la estructura y funcionamiento de su cerebro (Barudy, 2005).
Referencias bibliográficas
- Barg Baltrame, G. (2011). Bases neurobiológicas del Apego. Revisión Temática. Ciencias Psicológicas, 5(1), 69-81. Doi: 10.22235/cp.v5i1.101
- Barudy, J., Dantagnan, M. y Svigilsky, A. (2005). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Gedisa editorial.
- Bowlby, J. (1969/1982). Attachment and loss: Vol. 1. Attachment. Basic Books.
- Jerome L. (2005). Attachment Issues In Psychopathology and Intervention. The Canadian child and adolescent psychiatry review, 14(2), 52-53. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2542926/
- Panksepp, J. (1998). Affective Neuroscience. Oxford University Press.
- Porges, W., Domínguez, B., Rangel, E. y Cruz, A. (2005). La teoría polivagal: entendiendo los mecanismos del estrés postraumático. CONACYT Proyecto MO 299, Universidad Nacional Autónoma de México.
- Lyons-Ruth, K., Melnick, Sh., Bronfman, E., Sherry, S. y Llanas, L. (2004). Attachment issues in psychopathology and intervention. Lawrence Erlbaum Associates.