El suicidio representa uno de los desafíos más urgentes en salud mental a nivel mundial, con consecuencias devastadoras para los sujetos, familias y comunidades. En la búsqueda de intervenciones eficaces en función de tratar la ideación suicida, la Terapia de Aceptación y Compromiso (Acceptance and Commitment Therapy, ACT, en inglés) ha emergido como una alternativa prometedora, al enfocarse en la flexibilidad psicológica y en la acción guiada por valores incluso frente al sufrimiento más intenso. A continuación, analizaremos un metaanálisis reciente que ofrece nueva luz sobre esta relación, planteando interrogantes cruciales para la práctica clínica y la investigación futura.
Un encuadre distinto del dolor: ¿Cómo funciona ACT?

El enfoque parte de un supuesto incómodo, pero pragmático: el sufrimiento forma parte de la vida y la huida crónica de experiencias internas adversas suele amplificar el daño. La evitación experiencial, es decir, el intento persistente de controlar o suprimir pensamientos, emociones o sensaciones, termina potencialmente reforzando soluciones de escape cada vez más extremas. La presente terapia, al promover aceptación, defusión cognitiva, presencia y acción comprometida, reorienta la conducta desde el control imposible de la vida interna hacia elecciones consistentes con valores.
Tanto es así, que resulta en un giro decisivo en el terreno de la ideación suicida. A modo de ejemplo, no pretende borrar pensamientos, sino cambiar la relación con ellos. Si ciertas ideas dejan de ser una orden literal y pasan a verse como un evento mental transitorio, se abre espacio para responder de otro modo. Así, la alianza con valores —cuidado, contribución, aprendizaje, amor— ofrece anclas conductuales concretas en momentos difíciles. Ese viraje contextual encastra bien con el marco de Teoría de Marcos Relacionales que sustenta al modelo y explica por qué se podrían debilitar las redes verbales que alimentan la desesperanza.
¿Cómo se investigó? Una mirada metodológica
El nuevo estudio se desarrolló bajo los lineamientos PRISMA, con búsquedas sistemáticas en bases de datos internacionales. Se incluyeron únicamente ensayos clínicos aleatorizados en los que la ideación o los intentos suicidas fueron medidos con instrumentos validados. En total, ocho investigaciones cumplieron los criterios, de las cuales cuatro aportaron datos completos para el análisis estadístico.
Cabe destacar que, la relevancia de este nuevo esfuerzo radica en que constituye la primera síntesis cuantitativa robusta sobre la eficacia de ACT en suicidabilidad. Frente a una problemática que reclama evidencia clara y aplicable, ofrece un avance necesario: no se limita a describir casos aislados, sino que integra datos comparables y permite dimensionar con mayor precisión el potencial de esta terapia. Exploremos a continuación sus principales hallazgos.
ACT frente a la ideación suicida: Efectos principales

En primer lugar, el metaanálisis reporta un efecto estadísticamente significativo de ACT sobre la ideación suicida. Este hallazgo contrasta con revisiones previas que apenas incluían un ensayo aleatorizado y, por lo tanto, no podían obtener una estimación robusta del efecto.
Más allá de la reducción en la ideación, mostró que los participantes que recibieron la intervención lograron también mejoras en indicadores asociados al riesgo suicida, como la disminución de síntomas depresivos y una mayor percepción de control sobre sus conductas. Por lo tanto, el impacto no se limita a aliviar pensamientos autodestructivos, sino que se extiende a dimensiones emocionales y conductuales que suelen alimentar las crisis suicidas.
¿Cómo actúa ACT en clave de suicidabilidad?
Este enfoque se basa sobre seis procesos que se articulan en un “hexaflex”: aceptación, defusión, contacto con el presente, yo-como-contexto, valores y acción comprometida. En suicidabilidad, la aceptación reduce la lucha estéril contra el malestar y habilita tolerancia a estados internos intensos.
Mientras que la defusión debilita el poder literal de pensamientos autodestructivos al tratarlos como palabras, no mandatos. El contacto con el presente ayuda a cortar la rumiación y el catastrofismo, frecuentes en crisis.
Siguiendo esta línea, el yo-como-contexto introduce una perspectiva flexible sobre la identidad: no soy mis pensamientos ni mis emociones, puedo observarlos sin fundirme con ellos. Por su parte, la acción comprometida traduce valores en microconductas diarias medibles. Como, por ejemplo, llamar a un amigo, asistir a una clase, caminar diez minutos, generando evidencia de agencia. En conjunto, todos estos procesos aumentan la flexibilidad psicológica, es decir, la capacidad de elegir en función de lo que importa, incluso cuando duele.
Implicancias clínicas: Integrar ACT con seguridad y precisión
En el ámbito clínico, los datos invitan a considerar este enfoque como elementos de abordajes multicomponentes orientados al riesgo. Los protocolos breves, ya sean presenciales o digitales, introducen habilidades de aceptación, defusión y reconexión con valores desde las primeras sesiones. Incluso, la psicoeducación explícita sobre la diferencia entre eliminar síntomas y ampliar repertorio conductual resulta clave para alinear expectativas y disminuir la frustración.

Cabe resaltar que la seguridad no se negocia. En un caso donde se presenta la ideación suicida, es imprescindible combinar ACT con evaluación estructurada del riesgo, planes de seguridad colaborativos, acceso a redes de apoyo y, cuando corresponde, intervenciones farmacológicas o de mayor intensidad. Este enfoque terapéutico no busca competir con tales recursos, sino que los complementa al fortalecer la capacidad de permanecer con el malestar sin actuar impulsivamente y al construir rutas de acción con sentido.
Lo que todavía no sabemos
La base de evidencia es pequeña: ocho estudios incluidos en la revisión y apenas cuatro con datos suficientes para el metaanálisis. Adicionalmente, los ensayos fueron heterogéneos en cuanto a población, formato y duración, con herramientas distintas para medir la ideación suicida. La mayoría tuvo seguimientos muy breves, limitando la posibilidad de saber si los beneficios de la ACT se sostienen en el tiempo, sobre todo en personas con intentos previos o con cuadros clínicos complejos.
Otro aspecto crítico es el alto riesgo de sesgo detectado, en especial por reportes incompletos y deficiencias en la medición de resultados. A esto se suma la concentración geográfica de los estudios, con varios realizados en Irán, imposibilitando la generalización a otros contextos culturales y sanitarios.
Entre la eficacia inicial y el camino por recorrer
Hoy, la mejor síntesis es doble. Primero: la ACT parece ser eficaz para reducir pensamientos autodestructivos en el corto plazo; dado el tamaño de efecto agregado, es clínicamente relevante. Segundo: la calidad metodológica aún no permite afirmaciones categóricas ni generalizaciones amplias. La práctica clínica podría integrar dicho modelo como una pieza valiosa dentro de planes de cuidado con evaluación de riesgo, seguridad y soporte.
Para los equipos de salud mental, el mensaje operativo es simple: vale la pena aprender ACT y aplicarla de forma informada, documentando procesos y resultados. Para investigadores, el desafío es elevar el estándar de los ensayos, ampliar contextos y desentrañar mecanismos. Entretanto, conviene mantener expectativas realistas: no se trata de borrar el dolor, sino que enseña a relacionarse con él de manera que la vida siga orientada por valores, incluso en los momentos más desafiantes.
Referencia bibliográfica
- Tak JH, Cho S-E, Cho S-J, Kang S-G, Bae SM y Na K-S. (2025). Effectiveness of acceptance and commitment therapy for suicidality: a systematic review and meta-analysis. Acta Neuropsychiatrica. 37:e66. Doi: 10.1017/neu.2025.18

























